Capítulo 1- Necesidades que cumplir.

Siempre siendo tan responsable, Takiko se había vuelto decidida y educada con sus nuevos vecinos. Su madre estaba enferma, le habían diagnosticado tuberculosis y le había pedido a Takiko que quería estar en su ciudad natal. Ambas viajaron durante dos días; las compañeras de clase se burlaban de ella por considerarse una señorita de ciudad- cosa que ella ignoraba y no daba importancia aún habiendo nacido en Tokio -pero no podía olvidar la ausencia de su padre por qué habría desaparecido tan de repente, su esposa moriría sin verlo por última vez.

El señor Ooguri , compañero del padre de Takiko y su amor platónico puesto que él tenía esposa y una hija, había asistido a casa de las mujeres para ver el estado de la señora Okuda y saludar a Takiko. Muchas veces habría querido decirle lo que sentía pero no podía ser tan egoísta, ya que pondría a Ooguri en un apuro y ella no quería eso.

-Taki-chan...- Dijo apesadumbrado, mientras tomaba sus manos.

-Ya lo sé señor Ooguri, mi padre no volverá y mi madre morirá sin que yo ... pueda hacer nada por ella.- Empezó a llorar sin querer ese fin para su madre. El muchacho abrazó a la chica para calmarla.

-Taki-chan, no es culpa tuya, has hecho todo lo que has podido, la has cuidado y le has dado todo tu apoyo, ella es feliz por ello.- las bellas palabras de su amado la hacía sentirse mejor.

-¡Por favor Ooguri-san quédese a mi lado, no me deje sola!- le gritó desbordada de sentimientos, ya no podía guardarlo más para sí misma. Ambos callaron, Takiko se separó de él enseguida, había roto su promesa, ¡oh dios! Debía de detener la conversación ya- Perdóneme por favor fui egoísta por mi parte por pedir algo así. No se preocupe, cuidaré de mi madre hasta al final.

-Taki-chan... yo...- Ella selló su boca con un dedo.

-No diga nada, vuelva a su casa; su mujer y la pequeña deben estar preocupadas.- Takiko se levantó del suelo despidiéndose- Buenas noches.- Y se dirigió de nuevo al interior de la casa cuando escuchó que alguien se acercaba velozmente hacia ella, era la criada.

-Señorita Takiko... su... su madre

Sin perder tiempo en pensar fue corriendo hacia la habitación donde estaba su madre tumbada, su cara estaba desencajada, dando últimas bocanadas de aire, intentaba ser fuerte pues deseaba estar despierta cuando su marido regresara. Takiko no pudo evitar gritar a su madre del dolor que sentía verla así solo por esperarlo a él, cansada de vivir. Las lágrimas de ambas estaban derramándose cuando la mujer tomó la cara de su hija para pedirle perdón por haberle dado tantos problemas. Su mano se cayó al suelo después de su

último suspiro. La chica no tenía palabras que decir, lo único en lo que pensaba era que su madre se había ido, se había ido para siempre.

-Mamáaaaaaaaaaaa!- Gritó a su lado mientras la criada tapaba el rostro de la difunta. Los sollozos de la joven eran de rabia, dolor, ahogados a veces.

En la noche no podía dormir, sus ojos hinchados y rojos estaban abiertos pensando qué haría ahora. Recordó a su padre , y se levantó para ir a su despacho, como era escritor, lo tenía lleno de libros que él había escrito.

Las pocas palabras que su madre había dicho antes de morir, la hicieron enojar más con su padre y empezó a destruir cada cosa que veía, todos sus escritos. Cuando cayó una caja donde había un libro con un lenguaje diferente al japonés pero parecido: era chino. En su mente escuchó las siguientes palabras "sígueme", pero de la rabia que sentía quiso destruirlo.

El libro saltó de sus manos envolviéndola en una luz verde.

La vida de Miaka era bastante monótona, comer, estudiar, y estar con sus amigas. Miaka vivía en el centro, la capital de Japón, Tokio. En su casa contaba con la ayuda de su hermano y los sermones de su madre sobre los estudios, para la mujer lo más importante era que su hija fuera a la mejor universidad y los sacara de aquel piso tan pequeño. Pero la joven tenía sueños y quería otro tipo de vida, por qué tenía que ser la mejor, lo único que deseaba era estar con su mejor amiga Yui en la misma escuela.

Después de tomar unos helados en la cafetería donde siempre acudían después de clase, de vuelta a casa Miaka vio a su madre con un hombre agarrados de la mano. No entendía por qué su madre le exigía que fuera la mejor cuando ella paseaba con un hombre sin importar lo que dijeran los demás o no se esforzaba por trabajar para sus hijos como todas las demás sino que se iba de casa para divertirse. Impresionada y destrozada por la escena, fue corriendo a casa de Yui para que ésta la consolara:

-Miaka no estás exagerando? Tu madre lo único que está haciendo es seguir con su vida, rehacerla.- su amiga no podía creer lo que estaba diciendo.

-Yui mi madre es mayorcita para tener relaciones, debe de cuidar de mi hermano y de mí. –La rubia soltó un bufido y se retiraba el pelo de la frente para poder refrescar la mente

-Miaka no seas egoísta, te aconsejo que lo hables con ella, o mejor será que leas un libro... te quitará ese mal humor y podrás pensar mejor. En la biblioteca nacional hay libros muy buenos- Dijo ilusionada para que Miaka cambiara la cara.

No le pareció tan mala idea cuando esa misma tarde se apareció ante el gran edificio, desde luego era inmenso, "cualquiera podría perderse dentro", insinuó la joven.

La chica de pelo rojo se aproximó a recepción, qué tipo de libro podría interesarle... ¡comida! Ah no, si ella no sabía cocinar, disfrutaba más comiendo. Quizás algo de lucha o belleza... no, ese no era su estilo. Cuando Miaka pensó en algún libro vino a su mente su madre con aquel hombre , al final logró relajarse cuando se dijo para sí:

-Quizás una pareja, un novio... pueda apoyarte y darte protección por eso mamá estaba con ese hombre, supongo que querría distraerse un poco- suspiró defraudada por su actitud- Deberé pedirle disculpas, Yui tenía razón.

Cuando su cabeza se despejó entendió por fin lo que buscaba en un libro, algo de aventuras, magia y... amor. Seguro que habría algo así en aquella biblioteca. La mujer de la entrada le señaló con la mano unas escaleras que dirigían hacia la sección de fantasía, aunque le advirtió que eran libros antiguos, que ya no se hacían libros así. La chica subió las escaleras y entró en aquella habitación oscura, asustada por el silencio gritó:

-Hay alguien quien pueda encender la luz, no veo nada! (Pues vaya así como voy a encontrar un libro si no hay claridad.)- suspiró decepcionada, tendría que ir a casa sin nada. Cuando de pronto escuchó un susurró

-"Sígueme"- la chica se dio la vuelta pero no vio a nadie, temblando y aterrada se dirigió corriendo hacia la puerta pero se tropezó con algo y cayó al suelo habiéndose torcido un tobillo y haciéndose daño en el trasero, el cual no paraba de acariciar para aliviarlo.

Miró al frente para comprobar que era lo que la había hecho tropezar, no era más que un libro, viejo- como dijo la mujer- con unas letras chinas y la sobre cubierta roja y leyó el título ya que algo de chino entendía. Era una de las asignaturas del instituto. "El Universo de los Cuatro Dioses", decía, pero para su sorpresa al abrir el libro no había nada escrito...

-Eh? Un libro que no tiene nada escrito- Entonces una luz envolvió a la joven transportándola a otro lugar- Ahhhhhhhhh!

Al abrir los ojos Miaka miró a su alrededor y se encontró en una habitación completamente vacía en la cual solo había un tocador, una cama grande y amplia con cuatro postes y una ventana. Ella estaba tirada en el suelo, y directamente miró a la puerta, fue hacia ella para salir de allí pero, para su sorpresa estaba cerrada. Sin nada en lo que pensar cayó de rodillas al suelo, la habían encerrado. Pronto escuchó un sonido proveniente de la cama, volvió la mirada, y vio a una joven en kimono con una larga melena morena y ojos claros que había acabado de despertarse. Miaka se puso en pie cuando la otra abrió los ojos bien grandes, para ver donde estaba.

La pelirroja puso los brazos en jarras esperando algún tipo de explicación, se acercó a ella y le insinuó ser su secuestradora.

-Quien eres tú y que hago aquí?- Le gritó apuntándola con dedo acusador esperando su reacción, la otra por el contrario la miró con cara extraña y reconoció el uniforme.

-Tú...- Miaka estaba ansiosa porque cantara de una vez por qué la había llevado allí – Eres de Tokio ¿verdad? Esa vestimenta me sonaba de un instituto que yo conozco.- Se puso a pensar y se levantó de un salto exclamando que asustó a Miaka -Ahhhhhhh!- La joven fue corriendo hacia la puerta para intentarla abrir de mil maneras diferentes, la que estaba a su lado suspiró inevitablemente al comprobar que la chica estaba igual de perdida que ella.

-No se abre, estamos atrapadas aquí- Dijo con tono bajo y pesado, la de la cabellera larga se fue hacia la ventana y volvió a gritar cayendo al suelo. Miaka le miró para que le contara que le sucedía, ésta a través de señas le explicó que estaban en una torre y que solo se veían nubes. Ambas se miraron para comprender que estaban solas allí "Socorro" gritaban sin parar, cuando las dos recordaron...

-Espera yo estaba en una biblioteca y al abrir un libro vi una luz...

-Verde?- cortó la otra, ésta negó con la cabeza y contestó

-Era roja

-La mía era verde, pero no me ocurrió lo mismo que a ti...yo lo intenté romper y el propio libro se reveló contra mí envolviéndome en una luz verde.- Ambas chicas se miraron- Por cierto mi nombre es Takiko

-Yo me llamo Miaka Yuki... pero creo que lo importante ahora es como salir de aquí ¿no te parece Takiko?- Le guiñó; la otra le sonrió y ambas empezaron a mirar por todos lados pero... qué iban a encontrar si la habitación estaba casi entera vacía.

Ambas rendidas cayeron en la cama, estaban cansadas de buscar, no habían encontrado nada, cuando se sorprendieron al encontrar dos pompas – parecidas a las de jabón- flotando en el aire. Ambas asustadas tomaron las almohadas para protegerse cuando las pompas se convirtieron en dos pequeñas niñas de pelo color verde y con un rostro adorable que se sostenían al vuelo. Las pequeñas se llamaban Ñam-Ñam y Nyam-Nyam. Las caras de las jóvenes cambiaron a adoración y cariño por esas dos pequeñas criaturas.

-Estamos aquí para asearos.- Miaka no entendía a qué se referían

-Sí, debemos prepararos antes de que llegue – Takiko preguntó quién, las pequeñas no hicieron caso y cogieron a las dos y las despojaron de su ropa. Las metieron en una bañera y notaron como recuperaban energía, no sabían

cómo pero sus cuerpos se sentían llenos de vitalidad y relucientes. Acabado el baño ambas recibieron ropa de cambio mientras que arreglaban la que ya traían puesta. Las pequeñas empezaron a revolotear por la habitación gritando que alguien se acercaba. Cuando de la puerta se asomaba una sombra.

Taisukun, así se llamaba la persona que vivía en las mintañas, que al igual que las pequeñas se podía mantener en el aire. Sus ropas eran muy antepasadas y de colores, a pesar de que era un hombre de estatura pequeña su traje era largo para aparentar otra cosa.

Las caras de ambas eran distintas mientras que Takiko se sorprendió al ver a la persona que las trajo hasta pensando como alguien tan pequeño podía haber cargado con dos chicas- que inocente- la otra estaba intentado ocultar sus... carcajadas aunque era imposible sobre todo al ver el careto de su secuestrador y hubiera pensado antes que era un viejo verde le hubiera pegado y ya está. Takiko la jaló del camisón para que intentara al menos no ser tan escandalosa, habría que escuchar por qué estaban allí

Las pequeñas le dijeron a Taisukun que estaban listas pues el baño que habían recibido no era uno normal, sino las aguas que habían tocado el cuerpo de las jóvenes eran de las montañas del lugar y por tanto limpiaba el cuerpo , la mente y el alma, lo dejaba puro y cristalino. Taisukun cerró la puerta después de que las niñas se fueran. Quedando dentro solo las tres.

-Bienvenidas mi nombre es Taisukun y soy un ermitaño que vive en estos lugares, solo yo traigo a aquellos que deben venir y que son elegidos, y vosotras lo sois por eso estáis aquí; Sacerdotisa de Genbu, Sacerdotisa de Suzaku,- las chicas se miran sin saber nada, no creen que se esté refiriendo a ellas. Taisukun viendo que las chicas siguen sin entender, suspira y les hace entrega de un pergamino a cada una- En ese pergamino habla sobre la sacerdotisa del norte- dijo mirando a Takiko- y aquel que tienes tú habla sobre la misión de la sacerdotisa del sur. La leyenda cuenta que las jóvenes que vengan de otro mundo serán aquellas que se convertirán en sacerdotisas para proteger al mundo del desastre que está por acontecer.- Las chicas tragaban saliba sin quitar ojo de las palabras del señor que tenían frente a ellas.

Aquel sabio seguía diciendo que las luces eran llamadas de los dioses cardinales que ellas representaban: el pájaro de fuego Suzaku y la gran tortuga con las serpientes Genbu. Taisukun les preguntó

-Ayudareis al mundo a ser un mundo pacífico y mejor?- Las chicas se mantuvieron en silencio, mientras que Takiko miraba aterrada al pergamino que mantenía en sus manos, Miaka por su parte pensaba en algo útil, cómo solo ella que era una chica normal podría salvar al mundo. No tuvo más que preguntar aquellas dudas que le pasaban por su cabeza

-Señor Taisukun, pienso que es algo muy arriesgado- Takiko la apoyaba en su respuesta,- y requiere mucha responsabilidad tenga en cuenta que somos solo dos chicas , no conocemos este mundo (si es que este es otro claro) y si fallamos en nuestra misión todo recaerá en nosotras- Takiko pensaba que después de haber puesto tantas pegas estaba claro que las dejarían volver pero el viejo no se bajaba del burro.

-Tienes razón Miaka, por eso os enseñaré una cosa, debéis concentraros, cerrad los ojos mientras os sostenéis de la mano queriendo ver este mundo- Las chicas se cogieron de la mano y de rodillas cerraron los ojos y se concentraron pensando en el mundo que estaban. Ambas abrieron los ojos y se encontraron en el aire, en el cielo donde podían ver desde lo lejos una ciudad del país de Konan, se veía a gente robar por ser pobre y casas de ventas, donde se venden a las hijas para prostituirlas para pagar sus débitos. Viajaron a otros lugares y países, todo estaba en caos y crisis.

Cuando volvieron a la habitación, Takiko parecía deprimida por haber querido irse de allí y Miaka estaba enfadada por la situación, se sentía muy impotente, quería ayudar pero cómo iba a poder hacerlo. El ermitaño vio la cara de las jóvenes y prosiguió:

-Sois jóvenes y es cierto que ver este tipo de situaciones te deja algo echo polvo pero... tampoco terminé de contaros, Quiero que abráis los pergaminos- y así hicieron dándose cuenta de que habían signos palabras sueltas que representaban cosas, nombres de animales u incluso espíritus.- Como veis es un largo documento que debéis leer donde se os explica como se invoca al dios y que hace falta... ¡Lo tenéis que leer obligatoriamente!- Decía mirando a Miaka que todavía no había terminado de abrirlo entero. – Esos signos que veis son aquellos que os acompañaran en vuestro viaje, los guerreros que acompañan a la sacerdotisa para invocar al Dios.- Miaka se levantó, Takiko no sabía que le pasaba y Taisukun estaba desesperada por el comportamiento de la chica.

-Y bien... ¿dónde están esos chicos musculosos que me protegerán?- Takiko se reía ante el carácter de su compañera, se lo tomaba todo de una forma diferente a la suya.

-Los debéis encontrar cada una, a los siete. Takiko deberá encontrar a Uruki, Tomite, Hikitsu, Inami, Namame, Hatsui, Urumiya; y tú Miaka a los guerreros de Suzaku, Tamahome, Hotohori, Chichiri, Mitsukake, Chiriko, Nuriko, Tasuki.

-Espere Taisukun cómo se supone que vamos a encontrar a tantos chicos?- El ermitaño miró a Takiko, quien había preguntado.

-No te se decir si son chicos o no, lo único que sé es que cada uno tiene una de esas marcas en alguna parte de su cuerpo- Miaka sonreía de un modo extraño, se le caía la baba. Estaría pensando en...

-Taisukun debemos desnudarlos si es necesario? Jajajaja- Miaka se puso colorada solo al realizar la pregunta. Takiko por el contrario pensaba que se estaba volviendo loca solo pensar que en vez de salvar el mundo le interesaban los chicos, esa Miaka.

Taisukun les recomendó memorizarse las marcas para no ir sacándolo cada dos por tres no era aconsejable, también les comentó que los guerreros estaban distribuidos por todo el continente así que tendrían que hacer un arduo viaje.

Takiko que se había quedado pensando que hacer... su madre había acabado de morir y tenía que ocuparse de muchas cosas en casa, también estaba la búsqueda de su padre y no solo eso sino también debía disculparse con Ooguri que había quedado mal y no sabía lo de su madre, pero si de verdad ella podía hacer algo por alguien...

-Taisukun, cuando dijiste que es recomendable que no enseñemos el pergamino es que corremos peligro?- Preguntó la morena, éste afirmó

-Veréis, vosotras dos representáis a dos países y hay otros dos que esperan también a su sacerdotisa el problema es si os consiguen llevar o por vuestra voluntad os prestáis a ellos os pueden usar no solo para invocar al dios a su brío sino que puede traer guerra, dolor, hambre, sangre. Incluso podrían tener a alguien para invocar al dios y solo haría falta que os quitasen de en medio para poseer el pergamino.- Miaka estaba histérica, molesta.

-Ni hablar! No lo permitiré, encontraré a los guerreros, invocaré a Suzaku y traeré a este mundo la paz que se merece, conseguiré un novio y seré feliz para siempre.- La joven pelirroja se levantó del suelo y afirmó- Me convertiré en la sacerdotisa de Suzaku- Estaba aburrida de la monotonía de su vida, necesitaba acción, algo nuevo que contar, que experimentar, esa era su necesidad: algún cambio.

El ermitaño miró el ímpetu y la fuerza de voluntad de la joven, sería una buena sacerdotisa, estaba seguro. "Esta bien, te mandaré a un lugar seguro y deberás empezar tu viaje por ti misma", Miaka sonrió inocentemente y feliz y desapareció ante las otras dos deseando a Takiko buena suerte tras una palmada de Taisukun

Takiko no creía poder hacer nada por nadie, no lo hizo por su madre, la cabeza le dolía, Taisukun la acarició diciéndole "todos nos encontramos inseguros alguna vez, talvez si descubres este mundo cambies de idea y veas lo útil que eres". Takiko afirmó y cerró los ojos, llegando a otro sitio diferente al de Miaka.

Ahora ambas tienes una misión en común que cumplir por caminos diferentes.