"Veee..."
El pequeño Veneciano estaba feliz, pero no como siempre, sino porque hoy vería a su nii-san, ya que Antonio tenía que discutir unos temas con Doitsu. No se veían desde hacía mucho tiempo, cuando aún vivían juntos en su casa de la Toscana.
Recordó aquellos tiempos y lo bien que se lo pasaban juntos. Aunque Lovino de jovencito era igual que ahora, no le apetecía jugar y refunfuñaba siempre. Pero cuando hacía eso, significaba que era uno de sus "días buenos". Durante los malos, ni siquiera quería salir de su habitación y estaba todo el día a oscuras, pensativo.
Cuando eso pasaba, Veneciano se colaba adentro y le intentaba hacer sonreír. Sabía que lo molestaba, pero ese era el objetivo. Que se distrajera de sus problemas y se centrase en su "fratello di merda". En uno de esos "enfados" Lovino lo empujó sin querer contra la cama, haciéndole un pequeño chichón en la cabeza, por lo que empezó a llorar sin parar. Lovino estaba furioso pero quería que su hermano dejase de llorar, y la única forma que vio posible de ello era sorprenderle. Así que le besó.
Al recordarlo, las mejillas de Vene se encendieron como lucecitas de navidad rojas. Tal como había pensado Lovi, él se sorprendió tanto por el beso que dejó de sollozar. Pero lo que ninguno de los dos esperaba es que quisiera más. Vene se le tiró encima y empezó a darle besos en la boca, suaves y muy sonrojado. Llegó un momento en el que Lovi era acosado por su propio hermano contra la cama, así que decidió seguirle el juego para ver si se calmaba así. Pero fue a peor. Y no por culpa de las sensaciones que estaba sintiendo Veneciano, sino por las suyas propias.
Sintió sus manos bajar acariciando el cuerpo de su hermano, disfrutando de su boca y su saliva mientras su temperatura aumentaba. ¿Por qué no habían hecho esto antes? Estaba mal, pero... no quería dejarlo por nada del mundo. Sintió la necesidad de quitarle la ropa, y de quitársela. Quería sentir su cuerpo encima del de su hermano, y acariciarlo sin parar mientras le besaba. Los gemidos de su hermanito le volvían más loco, y al final entendió, que de esa forma también podía evadirle en sus días malos. Le deseaba, más que a cualquier cosa.
Pero Veneciano despertó de toda esa fantasía, limpiándose la baba, cuando sintió la colleja de su hermano despertarle por estar en bavia.
-¡Konno Yaro! ¿En qué demonios piensas? Y por favor, no me digas que en las salchichas de doitsu... –gruñó Lovino-.
-Nii-san... –le miró totalmente sonrojado y se abrazó a él por echarle tanto de menos-.
-Vale, vale... Tampoco ha pasado tanto tiempo, Vene...
Pero al sentir ese abrazo, Lovino recordó también aquel momento con su hermano en la cama, a la vez que le notó "un bulto" ahí abajo en sus pantalones. Se sonrojó entero, y sabía que ese día no iba a acabar bien.
