¡Holaaaaaa! Y aquí vengo otra vez a dejar el inicio de otro fanfic que anteriormente ya había subido a Amor Yaoi también x'D, sin embargo, por lo que sucedió del hackeo, pues decidí borrarlo con los demás que tenía ahí por la desconfianza que me dio.

Bien, seguramente muchas personas ya han leído éste fanfic SHOTA ZoLaw, así que no necesitan muchas aclaraciones ni advertencias. Pero para las personas que no habían leído ésta historia y quieren darle una oportunidad, aquí viene todo lo que debe saber:

Será un long-fic ZoLaw SHOTA, donde Law tendrá 11 años y Zoro 18.

Aquí Ace y Luffy serán verdaderos hermanos, y como bien lo dice en el resumen de la historia con elAceLu, habrá INCESTO.

Por ende, la historia contendrá escenas sexuales explícitas tanto shota e incesto, así como de violación, pero esto lo indicaré cuando el capítulo lo amerite.

Lenguaje obsceno.

Considero que esas son los puntos principales a aclarar, para que no asusten o hayan inconformidades; sabiendo eso, si desean leer la historia, ya es responsabilidad suya :3. Se supone deben tener 18 años para leerla, pero como realmente nadie hace caso de esto, repito, es su responsabilidad(?), jaja.

Muchos que leyeron esto en Amor Yaoi me habían pedido que la subiera en Wattpad una vez la borre en la primer plataforma mencionada, así que en parte es por ellos, sobre todo para Diana, linda, te quiero mucho, ¡Gracias por todo tu apoyo!

Anuncio también que las actualizaciones no serán muy constantes, si bien el fanfic está terminado, tengo que volver a editarlo para que ustedes lean algo de calidad, no quiero que me pase como con Red Thread, que sigue sin ser editado x'D.

Y por último, para quiénes han leído ésta historia antes, por favor, POR FAVOR, no hagan spoilers en los comentarios o algo por el estilo, para que los nuevos que la leerán se dejen llevar por la magia(?).

Well, creo que eso es todo, ¡los adoro, pastelitos! ¡Disfruten la lectura!


/Tokyo, Japón. Lunes 24 de Diciembre del 2007/
Parque Ueno

Para ser casi navidad, ese lugar estaba tranquilo, cuando usualmente se llenaba de personas para dar las ofrendas en los templos por la temporada del año. Todos estaban felices y contentos por la fecha, sobre todo, las parejas de novios o esposos que parcialmente se chocaban con Zoro mientras este caminaba sin rumbo fijo. Ni siquiera él sabía porque mierda había optado por venir a este lugar, cuando era "alérgico" a este tipo de cursilerías innecesarias que los demás hacían. Y bueno, de lo único que estaba seguro, es que sus propios pies lo llevaron a perderse en ese lugar.

Como ya se había aburrido de caminar, optó por sentarse en uno de los asientos metálicos que estaban en medio de los árboles, cerca de un templo abandonado y solitario, no quería perderse tampoco.

Suspiró pesadamente mientras en su corazón roto aparecía una nueva esperanza hechas pedazos.

No comprendía como es que era tan masoquista con esta situación, incluso sabía que su mejor amigo Ace tenía razón al decirle que esa relación que mantenía con Sanji era desastrosa y no le traía ningún bien en nada, ¿pero qué podía hacer ahora? Incluso aunque lo pensara, no podía alejarse de ese egoísta rubio, incluso aunque llegaba a tenerle cierto rencor, no se creía capaz de dejarlo así como así; estaba a su merced de una manera que le jodía, pero amaba.

—Estoy enamorado de ti, Cocinero y lamento que eso dañe tu heterosexualidad, pero es la verdad —se declaró Zoro con la expresión gravemente seria, aunque por dentro estaba que no controlaba sus nervios.

—Eso lo sé, Marimo idiota —le respondió Sanji mientras fumaba su cigarro y le veía con cierta seriedad.

—Bueno, me largo —se despidió Zoro, deseando que la vergüenza no llegara todavía.

—Espera —Sanji le sujetó de la mano y lo empujó contra la pared de los baños de hombres de la escuela—. ¿Crees que no sabía que estás enamorado de mí? —inquirió, tirando a un lado su cigarro— Podría mandarte al diablo por esto, porque los hombres no me van…

Zoro hizo todo lo posible por no golpear al rubio y mantenerse inexpresivo.

—Pero también puedo hacer una excepción porque eres tú, Marimo —la sonrisa de Sanji fue tan deslumbrante y tierna que dejó sin aliento al peliverde; no se esperó esa respuesta—. Hemos sido amigos desde que éramos niños y si te soy sincero… He llegado a desearte también —confesó con un ligero rubor en las mejillas.

Un suspiró inundó el pecho dolido del peliverde mientras en su mente recordaba aquel día, hace dos años cuando se declaró a ese rubio. La verdad es que no había necesitado más invitación aquella vez para besarlo y casi terminar haciendo el amor en el baño de la escuela.

Sí, era un completo masoquista. Recordando eso en un lugar solitario como este parque, pero aunque quisiera, cada que se sentía mal, empezaba a pensar en todo lo sucedido desde que se le declaró a Sanji, en todos sus errores. Sobre todo porque sabía que su relación no se hubiese vuelto tan complicada de no ser por esa mujer…

—Lo siento, Marimo, pero no podemos ser más que amigos con beneficios, solo eso puedo ofrecerte —había dicho Sanji con calma y neutralidad.

Zoro sintió como su corazón se encogió con esa respuesta, después de que le preguntara si quería ser su novio.

—Tú no me amas, ¿verdad? —se atrevió a preguntar, sintiendo que ya conocía la respuesta.

—Marimo, cuando termine el bachillerato me voy a casar —contestó, evadiendo claramente la pregunta del peliverde.

—… —Zoro agradeció a su orgullo el que no le permitiera derramar ninguna lágrima en público, manteniéndose firme y serio en su expresión, sin ser capaz de decir nada.

—No es como que quiera, pero Nami es una bella señorita y nuestros padres ya tienen el acuerdo —explicó Sanji, como si con eso disminuyera el dolor de sus palabras.

— ¿En qué siglo crees que estamos? Ya no se fuerzan los matrimonios, Cejillas —replicó.

—No puedo negarme a casarme con una bella dama como ella, eso es todo —zanjó Sanji con desdén, llevándose el cigarro en la boca.

—Ah, entonces, a ti te gusta la tipa esa, ¿no es así?

—Es bonita y muy amable.

—Si es así, no veo porque debamos seguir viéndonos —bufó Zoro, dispuesto a irse.

— ¿De verdad me vas a dejar, Marimo? —inquirió Sanji como quien no quiere la cosa— ¿Solo por algo como eso? Pensé que me amabas.

—Te amo, idiota, pero tú has aceptado el casarte con una mujer —dijo Zoro hirviendo en indignación.

—Vamos, que ella sabe que todo es por compromiso, no es como si quisiera estar con ella realmente.

— ¿De qué me serviría el estar contigo así? No es lo que busco en esta relación, Cocinero.

— ¿Y qué esperabas? Somos hombres, no es que tengamos mucho futuro estando juntos, ¿o sí?

—Suficiente, me voy.

— ¿En verdad no quieres volver a tenerme cerca? —Sanji se acercó al peliverde con un andar gatuno, sujetándolo de los hombros para dejar sus labios peligrosamente cerca— Seria triste que dejáramos de vernos, te extrañaría mucho…

— ¿A qué estás jugando ahora, joder? —Zoro intentaba apartarse del rubio, pero no podía, estaba capturado en su telaraña.

—Marimo, yo te he dejado en claro lo mucho que me encantas, sin embargo también te he dejado en claro mis límites —recordó Sanji con la mirada fija en el otro—. Y no quiero perderte.

—Sé más claro… —poco a poco, Zoro iba cayendo en ese maldito embrollo, ¿qué más podía hacer? Para su desgracia estaba completamente enamorado de ese rubio pervertido.

—Podemos seguirnos viéndonos, pero en tu departamento privado.

—Sanji…

—No quiero separarme de ti, Marimo —repitió Sanji y sin más, lo besó apasionadamente.

Zoro sabía muy bien en lo que se había metido cuando aceptó ese estúpido trato con el rubio, hace un año. Bueno, realmente no lo aceptó en palabras, pero cada que Sanji se le acercaba o le pedía que se vieran, no podía negarse y siempre terminaban haciendo el amor.

No, haciendo el amor no. Eso no era hacer el amor, porque solo era deseo, al menos, por parte del rubio.

Era un tonto por estar ahora como el plato de segunda mesa de ese cocinero, mas ya no había marcha atrás, ya había aceptado el lugar que ocupaba en la vida de Sanji y no se quejaba, porque al menos, estaba a su lado siempre que este lo necesitaba, aunque solo fuera para follar.

—Eres un completo imbécil y masoquista, Zoro —le regañó Ace, su mejor amigo cuando se enteró de la situación.

Vaya que tenía razón, que más daba.

Por segunda vez, pasaría una fecha familiar solo.

No le apetecía ir a ver a su abuelo Rayleigh este día, porque estaría rodeándole con preguntas, ya que a pesar de la edad, ese viejo sí que era muy observador e intuitivo. Lo sabía por experiencia, pues un día Sanji había llegado a su casa y cuando su abuelo le vio, este le había dicho horas después a Zoro: "ese chico solamente te hará sufrir, no vale la pena que pierdas tu tiempo con él", y como buen rebelde que era, no hizo caso. Claro que ahora ya sabía que su abuelo tuvo más que razón, cosa que no admitiría.

Alzó la mirada al firmamento del cielo y se dio cuenta que por fin, la noche había caído, adornada por las estrellas brillantes esparcidas en el cielo azul oscuro. El frío calaba hasta los huesos al ser invierno, pero aun así eso era lo que gustaba del invierno, por lo tanto, no se quejaba.

Su celular sonó de pronto y no era necesario ser adivino para saber quién era.

—Marimo —saludó Sanji a través del celular y por el sonido que hacía sus labios, era fácil saber que estaba fumando.

—Ero-cook.

— ¿Podemos vernos hoy? Es una noche bastante fría y…

—Está bien, nos vemos en el lugar de siempre —zanjó Zoro sin darle tiempo a que terminara y escuchó como en la otra línea el rubio colgó.

Hoy está bastante frío, pensó y no era normal que Sanji estuviese así.

Suspiró nuevamente y con ese nudo en su corazón, se dirigió a su lugar de encuentro con aquel muchacho al que amaba, pero que también odiaba de alguna manera.


Zona Residencial

Aquella mansión hoy estaba bastante habitada y era de esperarse, pues muchos hombres celebraban estas fechas yendo a follar con mujeres e incluso hombres. Mismos que eran pertenecientes a Doflamingo, en "Dressrosa", aquel burdel tan famoso como escondido de todo.

—Law, recuerda que hoy no debes salir de tu habitación —advirtió un hombre alto y moreno, utilizando unas gafas negras que ocultaban sus ojos.

—Ya lo sé, Vergo —respondió Law con aburrimiento, estando sentado en su cama con un libro entre sus manos.

—Mocoso, ya te he dicho que añadas el "san" cuando me hables —regañó Vergo con molestia e incomodidad.

—Tranquilo, Vergo, mejor vámonos o el joven amo nos castigará —intervino Monet con una suave risa por la pequeña pelea ente el niño ojigris y su compañero. Era una mujer de piel blanca, muy hermosa, con su cabellera suelta de color verde lima y ojos ámbar.

—Tienes razón.

—Nos vemos mañana con tu regalo de navidad, Law —se despidió Monet mirando cariñosamente al niño.

Law simplemente le miró con frialdad.

Una vez aquellos molestos empleados lo dejaron solo en su habitación, sacó el pequeño celular que tenía como regalo de su cumpleaños número once hace dos meses y se apresuró a teclear un mensaje.

«Eustass-ya, estoy prisionero en mi habitación, ¿crees que te dejen venir a verme?
Estoy aburrido.

-Law.»

Y lo envió sin preocupaciones.

Sabía muy bien que Doflamingo aceptaría la visita de su amigo pelirrojo, sobre todo porque el padre de Kid era un cliente preferencial en ese lugar.

Por ser casi Navidad, a Law no le gustaba pasarlo solo, así que siempre inventaba cualquier excusa para estar en compañía con alguien, ya fuera de su amigo y de su "maestro", como le llamaba a veces a Doflamingo. Pero hoy no era precisamente una noche en la que quisiera 'jugar' con su maestro como cada semana lo hacía, hoy simplemente quería sentirse como un niño normal y que mejor que pasarla en compañía de su mejor amigo. Sobre todo porque no quería sentir esa sensación de que debería estar haciendo algo más en estos momentos, algo completamente diferente; eso le pasaba cada que se sentía solo. No era muy a menudo, pero siempre lograban dejarle frustrado y molesto.

El reloj marcaban las doce de la noche, cuando un golpecito en su puerta avisó que alguien estaba por pasar.

—Pase —dijo Law, dejando a un lado el libro que tenía.

—Trafalgar —saludó Kid, un niño de casi once años que recogía la parte delantera de su cabellera roja y en punta, con unos lentes de ingeniero.

El pelirrojo entró al cuarto de Law y se sentó en la cama de este.

—Vaya, pensé que no vendrías.

—Me costó convencer a mi padre que me dejará venir, pero aceptó cuando recordó que hoy había una oferta especial —explicó Kid—. ¿Qué se supone que haremos ahora? Según me dijeron, no podemos salir de esta habitación —se quejó con un ataque repentino de mal humor.

—Tranquilo, Eustass-ya, que bien sabes con que nos podemos divertir —Law sonrió de manera altiva y divertida. Para ser un niño de once años, tenía una mirada para nada inocente.

—Claro, pero no es justo, tu siempre jodes porque ya tienes más controlado tu poder —Kid se cruzó de brazos y miró de mala manera al ojigris.

—Bueno, al menos a ti te dieron algo también —replicó Law sin darle mucha importancia y se incorporó de su cama—. No importa los desastres que hagamos, hay que distraernos.

—Tsk, ya lo sé, Trafalgar.

Room—dijo Law con una sonrisa retadora y los niños quedaron atrapados en un círculo azul.

—No tienes tu nodachi contigo —recordó Kid con una sonrisa maliciosa y alzó un brazo—. Viper.

El "inocente" juego de entrenamiento entre los dos amigos comenzó, ignorando así el ambiente sexual y maleante que se originaba en esa mansión.


/Martes 25 de Diciembre de 2007/
Edificio Departamental

El frio del invierno ingresó por la ventana e hizo que el par de muchachos que dormía plácidamente en una cama matrimonial, despertaran.

— ¡Mierda! Me he quedado dormido —dijo Sanji con cierta molestia y sin delicadeza alguna, se soltó del abrazo que el peliverde le daba al estar dormidos.

—Ya decía yo que habías tardado más de lo normal conmigo —contestó Zoro con frialdad, sentándose en la cama y viendo como el cuerpo desnudo del rubio comenzaba a cubrirse con la ropa.

—Se debe a que no cuento contigo para que me despiertes, Marimo —replicó Sanji con los ojos entrecerrados terminando de ponerse la camisa azul—. Seguramente Nami-swan estará esperando por mí y…

—No es necesario que digas el nombre de esa mujer cuando estoy presente —interrumpió Zoro con incomodidad, tratando de contener el coraje que ese nombre le causaba—. Si tanto te preocupaba el dejarla plantada, pudiste ignorarme y ya.

—De ninguna manera, tenía que darte un buen regalo de Navidad.

—Lo único que hicimos fue follar.

—No lo digas de esa manera, Marimo idiota —protestó Sanji con el ceño fruncido que apenas se notaba porque tenía el ojo derecho cubierto con un mechón de su cabello rubio, dejando ver también sola una ceja, la cual terminaba en espiral—. Deberías agradecer que deje a mi familia por estar contigo ayer.

Zoro no respondió y solo le miró.

—Sabes que es lo único que puede ofrecerte —recordó Sanji al reconocer esa mirada que el peliverde le lanzaba—. Lo siento, simplemente somos amigos con derecho, nada más…

—Mejor lárgate ya, no debes hacer esperar a tu prometida, ¿o sí? —zanjó Zoro con indiferencia, como si las palabras que acababa de oír no le lastimaran en nada.

—Sí, tienes razón, mi Nami-swan deseará verme hoy —la sonrisa de Sanji fue bastante embobada y por fin terminó de vestirse—. De acuerdo, Marimo, me voy —y sin más, se acercó para robarle un rápido beso al peliverde—. Te llamaré cuando podemos vernos o bien entrando a clases nos vemos.

—Como sea.

—Adiós, Marimo —Sanji le dedicó una ligera sonrisa sin verle y así, salió del departamento del otro.

Tan pronto Zoro se encontró solo, agarró una de las almohadas y la despedazó a golpes.

—Siempre es lo mismo… —dijo para sí mismo con la voz ahogada.

Tampoco es como si fuera a llorar, que no se lo permitía. Estaba bien que amara a ese rubio, sin embargo no se dejaba vencer por la tristeza y sufrimiento; ya era mucho con estar de segundo plato, así que no lloraría. Por más que le doliera, por más daño que le hiciera, no derramaría ninguna lágrima por Sanji.

Era una Navidad bastante asquerosa, a decir verdad, se podría decir que Zoro era el grinch de la ciudad, mismo papel le quedaba a perfección por su cabello verde.

—Esto es una mierda…

No tenía ganas de nada y no haría nada, se quedaría en ese apartamento donde usualmente vivía lejos de su familia para poder estudiar más cómodamente, ya que era lo mismo si estaba en casa o no, pues ellos estaban tan ocupados en su trabajo que era lo mismo que si viviera solo. Los únicos que lo extrañaban en esa casa era su mejor amigo Ace y el hermanito de este, Luffy, así que tal vez por ellos, regresaría la semana próxima.

Empero por ahora, simplemente dormiría, escapando así un rato de la realidad.

La mañana pasó con el peliverde dormido como una piedra a pierna suelta en su cama, soñando plácidamente.

Unos hermosos ojos grises le miraban atentos mientras corría por la ciudad vacía y por alguna razón, no podía ver al dueño de aquellos ojos que eran más que inquietantes y que le recordaban al metal de sus espadas.

El fuerte sonido de su celular, avisando de una llamada causó que Zoro se sobresaltara y despertara de manera brusca, casi cayendo de su cama. Era obvio que no podía ser el rubio, por lo que la única opción era aquel fastidioso pecoso o bien su hermanito.

— ¡¿Quién cojones te crees para despertarme, Ace?! —exclamó sosteniendo con fuerza el celular.

—Zoro, veo que no estás muerto —respondió Ace por la llamada telefónica.

—Qué gracioso.

—Lo soy, lo sé —rió Ace y luego se calmó—. Como tengo la ligera idea de que no estás en las mejores condiciones, ¿vamos a pasear por ahí?

—Sabes que me jode Navidad como para salir y que me estén molestando con esas cosas —recordó Zoro con una venita saltando en su sien.

—Pero es Navidad y no hay mucha gente, casi nadie trabaja, además, Luffy quiere verte.

Zoro suspiró, sabía que de nada servía negarse o tendría a aquellos revoltosos hermanos ocupando su departamento y no quería eso.

—Ya, está bien. ¿A qué hora nos vemos?

—A las cinco de la tarde, es decir, en tres horas.

—Vale.

—Espera, Zoro, ¿pasamos a traerte?

— ¿Por qué? No es necesario.

—No queremos que te pierdas —no era necesario ver a Ace para saber que se estaba aguantando la risa.

—Vete a la mierda, Ace, yo no me pierdo, no tengo la culpa que las calles se muevan solas —bufó Zoro con enojo.

—Claro, lo que digas.

—Sí, sí. Nos vemos después —dicho eso, Zoro colgó.

Debía admitir que tener a aquel par de hermanos como amigos le ayudaba bastante a su amargada vida, así como su preciado kendo.

Como hoy se había pasado durmiendo todo el día, ni tiempo le dio de entrenar su Santoryu y sabía aquello le traía alguna riña con su padre, pero ya después se ocuparía de eso.

Salió de la cama con pereza mientras bostezaba para meterse a la ducha y así comenzar a higienizarse. Todavía le rondaba por la mente aquel extraño sueño que había empezado a tener desde hace seis meses, justo cuando había decidido irse a vivir por un tiempo en su departamento y no entendía porque rayos le pasaba eso. Quizá solo era una tontería de su mente que ya pasaría, aun así, con solo recordar esos ojos grises, su cuerpo se estremecía.

Al final, terminó olvidándose de ese detalle al pensar en Sanji y que estaría haciendo en estos momentos. De nada le ayudaba eso, más era algo inevitable para su ser. Masoquista, pensó.

Por fin terminada su corta ducha, Zoro terminó vistiendo un pantalón de mezclilla negro con una playera de manga larga de algodón color gris, calzó un par de botines negros y se enfundó un abrigo negro bastante cálido para el tremendo frío que le esperaba en la ciudad.
Salió de su departamento, cerrándolo con llave y se dirigió para el elevador. Cuando al fin estaba fuera del edificio, comenzó a caminar en dirección a donde creía que estaba el lugar donde siempre se reunía con Ace y Luffy, que curiosamente, era el parque Ueno, donde estaba el día de ayer. Sin embargo, comenzó a desesperarse cuando se dio cuenta que a pesar de que ya había caminado bastante, seguía sin llegar aquel lugar, ¿otra vez las calles cambiaron direcciones para fastidiarlo? Al parecer sí.

Desesperado, después de una hora, decidió llamar a su amigo, aunque todavía seguía dudando si hacerlo o no, pues sabía que este se burlaría de él con eso de que se había perdido, cuando en realidad, Zoro no tenía la culpa, ya que las calles lo confundían a propósito, ¿no?

Nuevamente, había pasado otra hora caminando y si no se apresuraba, llegaría tarde al encuentro con sus amigos y eso que había salido dos horas y media antes de la hora acordada, como si supiera que se fuera a perder, aunque no lo admitiría. Pero la suerte parecía estar en su contra, porque pronto en lugar de llegar al parque Ueno, terminó llegando al hospital "Aiiku".

— ¿Cómo mierda llegué aquí? —se preguntó en voz algo alta.

—Si tú no lo sabes, dudo mucho que el aire sepa —respondió una voz a su espalda, era la voz de un niño.

Zoro se dio la vuelta para encarar al dueño de esa voz y contestarle, cosa que se perdió cuando los ojos de ambos chicos se encontraron y ninguno fue capaz de decir algo.

Fue ahí cuando se vieron por primera vez.

Aquel niño que estaba frente a él le llegaba a la altura del abdomen (parecía ser un poco alto para ser un niño), de su uno setenta y uno, tenía el cabello negro azulado, vestía un pantalón de mezclilla negro con una playera de manga larga blanca, la cual tenía un estampado de una cara sonriente tachada. Se tapaba del frío con un abrigo negro con manchas amarillas. Lo que más le llamó la atención, fueron esos ojos grises del pequeño, los cuales eran como el metal y dejaba ver algo de frialdad en estos, pero también cierta intensidad; aquellos ojos estaban adornados con unas ojeras no muy marcadas en esa morena piel.

Y entonces, en su cerebro algo hizo "click". Esos ojos,pensó, pero no tenía idea de porque le eran tan familiar. Era como si su inconsciente ya supiera que se iban a encontrar.

Law simplemente observó al adolescente que tenía enfrente de sí y sin ninguna maldita explicación, sintió como su corazón se aceleró por completo. Nunca antes se había sentido como un niño, es más, se consideraba muy maduro para su corta edad y bastante conocedor de ciertas cosas que solo los adultos conocían. Pero con solo ver a aquel chico de cabello verde y mirada profundamente segura, se sintió como lo que era: un niño. Un niño inocente y solo.

Era como si hubiese quedado desnudo y expuesto ante esa mirada de ojos oscuros.

— ¿Podrías decirme como llego al parque Ueno? —preguntó Zoro, rompiendo así el silencio entre los dos.

Aquel encuentro sí que había marcado la diferencia en la Navidad de ambos.


Y es así como acaba el primer capítulo x'D. El desarrollo de ésta historia no es rápido, déjenme decirles, aparte que hay muchos plots y cositas por ahí que metí, así que solo prepárense. (?)

Se me olvidó decirles que los pensamientos y recuerdos están en mayúsculos; en word, a los recuerdos les dejaba un poco más de espacio de la narración en el presente, para que así se distinguiera, pero FF no me respeta esos putos espacios y se me hace un poco ostentoso estarle poniendo rayita y rayita a cada continuo recuerdo de Zoro en éste capítulo. Por lo tanto, espero que ustedes hayan entendido la referencia de recuerdos y pensamientos ; ;

No sé cuando vendré a actualizar otra vez, porque como repetí, tengo que editar todos los capítulos otra vez :v. Pero trataré no hacerlos esperar mucho, recuerden que los adoro :3.

¡No duden en dejarme sus comentarios!