Todos los personajes y escenarios del potterverso son propiedad de J.K. Rowling.

Este fic ha sido creado para los desafíos del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black"


El inicio.

– ¡Godric! – la mujer regordeta se cruzó de brazos, mirando con enojo a su amigo - ¡Eso no fue amable!

Godric Gryffindor la miró con gesto serio, era muchísimo más alto y era el que más respeto imponía de las tres personas reunidas en aquella elegante sala.

– Mi querida Helga… – comenzó el hombre, con voz cansina – Estaba destruyendo el colegio. No iba a quedar ni un alumno si continuaba así, además, usted es la que tendría que estar más agradecida: sus alumnos estarán más tranquilos ahora.

Antes que Helga Hufflepuff respondiera, una alta mujer y de oscuros cabellos habló.

– Estimado Godric, creo que nuestra amiga Helga tiene razón. No fue sensato – intervino Rowena Ravenclaw, intentando hacer entrar en razones al hombre – Salazar es muy impulsivo, no sabemos qué pueda hacer allí afuera, él solo.

Godric Gryffindor se sentía frustrado. Ninguna de las dos entendería por qué había enfrentado a su amigo. Y tampoco podrían comprender jamás que él era el que más sentía que Salazar se hubiera marchado. Por más que siempre hubieran tenido sus grandes diferencias respecto a la enseñanza de las jóvenes mentes que albergaban aquel castillo, habían sido buenos camaradas.

Alguien golpeó con elegancia la puerta de la habitación. Los tres fundadores de Hogwarts se sobresaltaron.

– Pase – contestó Rowena, sin sacar su mirada calculadora de Godric.

– Permiso – una dulce y cantarina voz irrumpió en la sala.

– ¡Helena! – Helga se levantó de su sillón tapizado en amarillo y negro, y se dirigió hacia la muchacha que tanto apreciaba – ¿Qué te trae por aquí, querida?

La muchacha, que había heredado la belleza de su madre, pero no tanto su inteligencia, miró a los tres presentes titubeando.

– He venido a buscar a mi madre – dijo, hablando alto y claro.

– ¿Para qué, querida? – Rowena también se levantó de su sillón, aunque este era azul y plata.

– Hay disturbios en los terrenos, querida madre – comunicó su hija – Y me pareció sensato ponerte al tanto, pero ahora que los veo a los tres – Rowena miró a Helga y a Godric, e hizo una inclinación hacia ellos, a modo de respeto – creo que sería bueno que también intervinieran.

Godric, Rowena y Helga bajaron a los terrenos junto con Helena. Había un pequeño tumulto de gente alrededor del lago. Cuando se acercaron, comprobaron con sorpresa que dos alumnos rebotaban por el mismo, entrando y saliendo disparados del agua como corchos humanos. Chillaban despavoridos. La mayoría de los que observaban reían y alentaban. Había unos pocos que se habían arrinconado en un extremo lejano, mirando con espanto la escena.

– ¡Por todos los Dioses! – Helga se llevó las manos a la boca, horrorizada. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

A veces la sensibilidad de Helga exasperaba a Godric.

– ¿Qué está ocurriendo aquí? – bramó el hombre con toda la fuerza de sus pulmones, y los alumnos voltearon enseguida a verlos.

Los gritos de aliento cesaron y los dos magos que entraban y salían del lago cayeron al mismo tiempo produciendo un feo sonido. Helga y Rowena corriendo rápidamente hacia ellos.

– ¡Profesor Gryffindor! – exclamó un valiente alumno adelantándose. Tenía una varita en la mano – Los alumnos del profesor Slytherin tomaron a un alumno de la señora Hufflepuff y lo estaban torturando – comentó el chico.

– ¡No es cierto! El muy idiota se cayó al lago, y quisimos sacarlo. ¡Ustedes empezaron a torturar a uno de los nuestros! – un chico alto y desgarbado cuyo mentor era Slytherin, caminó hacia Gryffindor con el rostro crispado.

– No es verdad… – un chico menudo, que parecía a punto de vomitar y tiritaba con violencia habló. Helga Hufflepuff lo traía con ella – Ustedes me atacaron de la nada, dijeron que era por nuestra culpa que Slytherin se fue.

Inmediatamente empezó una discusión entre todos los alumnos del colegio. Hablaban tantos a la vez y tan fuerte que era imposible que Godric los entendiera. Levantó su varita y en el aire resonó el ruido de una bala de cañón.

– ¡Explíquenme de a uno! – exigió, enojado.

– ¡Los alumnos de Slytherin acusaron a los de familia muggle de que por ellos él se fue de Hogwarts! – explicó el mismo chico que había hablado primero. Miraba con odio a los alumnos de aquel mago.

– Slytherin no se hubiera marchado para siempre si no supiera que este lugar caerá por culpa de los sangre sucia – susurró con rabia el alumno de Slytherin.

– ¡Cuida tu lengua, muchacho! – exclamó enojada Helga – ¡No está permitido ese lenguaje aquí!

Los alumnos se miraban entre sí con rabia. Estaban divididos entre los pro-muggles y los anti- muggles.

– El profesor Slytherin – comenzó con calma Gryffindor –, se ha marchado por asuntos personales. Y, si el caso no fuera así, a ustedes no tendría que importarles. Su obligación es seguir estudiando los usos de la magia – terminó, mirando con severidad a todos los alumnos.

Sus alumnos y los de las dos mujeres que se hallaban presentes miraron el suelo algo avergonzados. Los alumnos de Slytherin no corrieron la mirada, desafiándolo.

– Queremos que vuelva el profesor Slytherin – exigió el que parecía ser su alumno más fiel – O nos marcharemos de Hogwarts.

– El profesor volverá sólo si quiere hacerlo, nadie le impedirá la entrada – comunicó Rowena, y miró con dureza a Godric por unos instantes – Pero si no están de acuerdo con que el profesor Gryffindor, la profesora Hufflepuff o yo les brindemos los conocimientos mientras que encontramos un sustituto, pueden irse ahora mismo si lo desean.

Nadie habló. El alumno que había pronunciado la amenaza miró a los tres profesores con rabia. Ninguno se movió.

– Como lo suponía – susurró Rowena – Bueno, creo que es hora de que volvamos todos al castillo.

Los tres profesores fueron a la cabeza del grupo. Los alumnos los siguieron, cuchicheando en voz baja.

– Tal vez Slytherin no vuelva – el alumno que había armado aquel lío aún tenía cosas por decir, y no se cuidó en bajar la voz – Pero todos sabemos que no abandonó el colegio realmente, ni mucho menos su causa por acabar con la peste que nos rodea. ¡Su cámara ya está construida, y un monstruo se encargará de terminar su misión!

Godric estaba exhausto. Había recorrido todo el castillo tres veces. Bajar y subir aquellas escaleras lo habían agotado. El lugar era más grande de lo que jamás habían planeado. Algo le decía que sus alumnos habían ido agregando detalles por aquí y allá. Más de los que había construido él mismo.

– ¿Y bien? – preguntó Rowena interesada, al verlo entrar.

– Nada – contestó frustrado Godric – ¿Y ustedes?

– No hay nada en las cocinas o en el lago – comunicó Helga.

– Ni tampoco en las mazmorras, los terrenos o el bosque – agregó Rowena.

Los tres contemplaron el fuego encendido de la chimenea. Habían interrogado al joven mago alumno de Salazar. Según él, su mentor les había dicho que había estado construyendo una cámara en la que sólo un heredero suyo iba a poder ingresar. Y que, dentro de la misma, se escondía la más letal de las bestias: aquel monstruo iba a acabar con los sangre impura del colegio.

– ¿No creen que tal vez es porque tiene que abrirla un heredero? – preguntó Helga – Tal vez no la hallamos por esa misma razón.

– Creo que ese alumno es un mentiroso – repuso Rowena con firmeza – O que Salazar simplemente les dijo eso para que sembraran caos cuando él no estuviera.

– No… – Godric estaba seguro – Salazar tramaba algo; se los dije. Y creo que puede ser esto. Desde que le prohibí usar el castigo físico contra los hijos de muggles, se puso muy extraño. Y la otra noche, cuando se marchó, dijo algo como "No pienses, Godric, que sacándome de este castillo tus queridos alumnos estarán a salvo"

Los tres volvieron a quedar en silencio.

– Entonces… ¿Tu crees que…? – comenzó Helga, asustada – ¡Eso sería horrible! ¿Qué clase de bestia habrá encerrado Salazar? ¡Tendremos que abandonar el castillo!

– ¡No! – intervino Godric enojado – ¡Ni soñándolo! ¡Nos costó mucho trabajo crear este sitio, y no nos iremos por una amenaza! Vamos a seguir buscando esa bendita cámara, y cuando la hallemos destruiremos al monstruo. Mientras tanto, instalaremos nuevas medidas de seguridad para proteger a los alumnos – dijo con firmeza y resolución.

– Creo que estaremos persiguiendo por los siglos de los siglos algo que no existe – expresó Rowena con cansancio – Verás que el tiempo nos dirá que yo tenía razón, como siempre.

– Yo no lo creo, querida Rowena – Godric la miró ceñudo – Salazar conocía muchos trucos que nunca quiso compartir y que nunca conoceremos. Además, creo que lo más importantes es que la existencia de esta cámara ha instalado en la cabeza de sus alumnos una idea muy peligrosa… Y tenemos que acabar con ella. ¿Acaso no vieron cómo pelearon esta noche sus alumnos contra los míos? Están decididos a ser quienes acaben con los hijos de muggle, y no podemos permitir que el colegio se divida en dos bandos. Debemos mantener la paz, o comenzará una guerra realmente inútil de estudiantes contra estudiantes.

Tal vez Rowena no estaba muy convencida sobre la existencia de aquella cámara secreta, y Helga nunca pudo ocultar el terror que le causaba saber que un monstruo podía llegar a salir de la nada en cualquier momento, pero si en algo estaban de acuerdo los tres, eran en las últimas palabras que Godric había pronunciado al respecto.

Por más que buscaron hasta el último de sus días, nadie pudo encontrar la misteriosa cámara secreta. Antes de morir, Rowena estuvo más que convencida que, como siempre, había vuelto a tener razón.

Sin embargo, entre los estudiantes se esparció aquella historia, y con el correr de los años y los siglos, llegó a convertirse en una leyenda.

Rowena nunca supo que al final Godric era quien estaba en lo cierto respecto a la existencia de la cámara. En otra cosa que el fundador de la casa Gryffindor estuvo acertado fue en creer que aquella historia comenzaría una guerra inútil entre los alumnos: ningún profesor, ni siquiera Albus Dumbledore -el mago más importante que pisó Hogwarts después de ellos-, consiguió que los de la casa de Gryffindor y los de Slytherin dejaran de odiarse a muerte.

Los leones y las serpientes se odiaron por naturaleza por los siglos de los siglos, y nunca nadie estuvo seguro cuándo exactamente comenzó aquella rivalidad entre ellos.


N/a: Me divirtió escribir sobre los que fundadores enterándose de la existencia de la cámara de Salazar Slytherin, e imaginar a los alumnos de Slytherin peleando con los de Gryffindor al querer defender a su maestro. Tal vez, en algún momento, convierta esta idea en un long. Pero mientras tanto, espero que este breve fic les haya gustado.