Antes de comenzar esta historia, me gustaría decir algunas palabras. Primero, lo usual. Yo no inventé a ninguno de los personajes principales de esta historia. Segundo, aquí van a encontrar poco o nada de magia ni cosas fantásticas ni guerras monumentales. Tercero, no he sido infuenciado por nadie para escribir este fanfiction; lo tenía previsto como historia propia y desde hace unos meses que deseaba escribirlo como fic. Y último, esta obra tiene contenido que no es apropiado para menores de 16 años por lo que recomiendo discreción por parte del lector. Otra cosa. Si vieron un fic mío que se llamaba "sueños y deseos" tengo que decir que no lo hice yo. Seguramente algún pelafustán adivinó mi contraseña y anduvo vendiendo sueños. Sin embargo, la he cambiado y me aseguraré que no se vuelva a repetir.
Por último, quiero expresar que este fanfiction está dedicado con mucho cariño a todos los fanáticos de las historias "Dramione" pues he visto que a muchos de los escritores y lectores les gusta esa pareja y no me gustaría quedarme sin hacer una historia seria y que agrade a quienes lean. Éste será el último que escriba pues quiero probar suerte en el mundo de la literatura. (Desde hace tres años que lo tengo planeado)
Dejen reviews para saber qué les parece y si merece la pena continuar con esto (Mis otros fanfictions los terminaré aunque sean pobres en opiniones) A partir de ahora, depende de ustedes, mis queridos lectores (sonó como a Tolkien)
¡Ojalá que les guste!
Con cariño
Arlas.
(Es engorroso usar todo mi nickname)
I
El juicio
La guerra había terminado hace sólo tres meses, tiempo demasiado corto como para que la gente haga como que jamás hubiera sucedido. Muchas vidas se habían perdido, otras corrompido. Era tiempo de decidir quienes eran culpables y quienes eran inocentes.
Muchos Mortífagos sobrevivientes habían pasado por el Wizengamot y encarcelados en Azkaban, donde ya no existían los Dementores. En lugar de ellos, aplicaron encantamientos poderosos para que los prisioneros no escaparan y sucediera lo mismo que otras veces, cuando los Mortífagos se fugaban de la prisión por montones. Ahora, una tarde fría y opalina de invierno, un 23 de Diciembre de 1997, en plena víspera de Navidad, un Mortífago especialmente peligroso llamado Draco Malfoy era escoltado por un numeroso grupo de Aurors. Delante de él, se hallaba el hombre que lo había capturado, quien no era otro que su némesis en el colegio, Harry Potter.
Draco sentía que su mente era un torbellino de emociones: después de todo, se sentía como si fuera el rey del mundo antes que ese odioso Potter lo sorprendiera por la espalda y lo llevara a la rastra desde la mansión de los Riddle, donde se ocultaba hace dos semanas atrás. Había capturado a esa patética pelirroja e iba a matarla cuando Potter lo atrapó. Ahora, impotente y pequeño ante el grupo de magos que lo rodeaban, sentía un odio inenarrable por quien había derrotado a su amo, el hombre más conocido de la actualidad, el Niño-Que-Vivió, mientras que él era un asesino vil, artero y malvado que a nadie le caía bien y que meterían a la cárcel sin dudarlo ningún segundo. Por cierto, no sabía quien iba a defenderlo de los cargos que se le imponían: no tenía derecho a saberlo hasta que estuviera delante del tribunal.
Todos los presentes se incorporaron ante la llegada del Ministro de la Magia, Rufus Scrimgeour. A pesar que no había hecho un buen papel como máxima autoridad mágica, la mayoría pensaba que debían darle una segunda oportunidad. Era muy evidente la ausencia de Dumbledore, muerto por Severus Snape, quien había sido absuelto de sus cargos al saber que su asesinato era parte de un ingenioso plan del otrora director de Hogwarts para derrotar al Innombrable. Una mujer joven se sentó al lado de Draco, quien pensó que se trataba de Tonks, a causa que ella era una Auror. Sin embargo, miró hacia el lado y llegó a saltar de la sorpresa. Aquella mujer no se esperaba que apareciera como por arte de magia a su lado. No le hablaba ni daba muestras de prestarle atención.
Era Hermione Jane Granger.
Si había otra persona que podía odiar más que a Harry Potter era a ella, la mujer de pelo castaño y ojos miel que irradiaban una frialdad punzante a la hora de tratar con personas indeseables. Draco sospechó que ella iba a ser su representante para defenderlo de las acusaciones de asesinato grave, lo que le produjo más odio. Si para él era humillante tener que depender de alguien, saber que su pasaje a Azkaban o la libertad dependían de una sangre sucia que había odiado por más de siete años, era el peor suplicio que tenía que sufrir.
Por otra parte, Hermione sentía que era el trabajo más deprimente que le pudo haber tocado. Desde que se conviritió en defensora (el equivalente a los abogados para los muggles) sólo tuvo trabajos fáciles; sin embargo, defender a Draco Malfoy de las horribles acusaciones que se le achacaban, era una misión imposible. Recordaba perfectamente cuando hablaba con su jefe, quien era un hombre cuadrado e imparcial que no tenía nada que envidiar al difunto Bartemius Crouch. Se le vino a la mente el discurso que le dirigió una hora atrás.
—Señorita Granger. Usted es una de las mentes más brillantes que ha pasado por la Oficina de Servicios a los Enjuiciados, y por eso, tengo el honor de asignarle una misión muy difícil.
—¿Y de qué se trata, señor Wilson?
-Un Mortífago muy peligroso ha sido capturado por el Auror Potter. Después de analizar concienzudamente su expediente, creemos que merece una segunda oportunidad. Después que no tuvo el valor de matar a Dumbledore, entendimos que debía de haber algo bueno en él. Tu objetivo es que le hagas entender al Wizengamot lo que nosotros percibimos en el señor Malfoy y ponerlo en libertad.
Hermione perdió el color de su cara al escuchar el nombre Malfoy. Después de cuatro juicios favorables, en donde había probado una vez más su agilidad de mente y brillantez, no creía que pudiera dejar a Draco en libertad. Además, el inmenso odio que le guardaba por el cruel asesinato de Ronald Weasley, quien era su prometido, no le permitían ser objetiva. Había tenido muchas pesadillas desde que Ron murió y tenía que tomar cantidades ingentes de poción tranquilizante para poder dormir con relativa comodidad.
—Pero señor Wilson. Malfoy es un caso perdido. Es indefendible, no es posible que el Slytherin por excelencia pueda quedar en libertad, ni creo que deba estar suelto por las calles.
—Piénselo. Si logra ponerlo en libertad, será respetada por toda la comunidad legal mágica. Logrará lo que quiere, señorita Granger.
Hermione se hallaba dividida. Lograr que Malfoy no fuera a Azkaban la catapultaría a la fama y sería una de las mentes más brillantes de la abogacía mágica, Por otro lado, dejar libre al Mortífago vivo más peligroso de las últimas décadas era un sacrilegio imperdonable y un error del que el Ministerio pudiera arrepentirse. El señor Wlison la miraba con gesto apremiante, lo que hizo que Hermione carraspeara y asintiera con la cabeza antes de ponerse de pie y dirigirse a la sala del tribunal. Para muchos, era la mujer más talentosa del Ministerio, en lo que se refería a agilidad de mente. Sin embargo, no era la única virtud que poseía.
Los magos más jóvenes le silbaban cada vez que pasaba por los pasillos. Vestía de manera muy elegante: un traje de oficina color marfil que cubría una blusa blanca que se abultaba acertadamente a la altura de su pecho, perfectamente proporcionado a la altura y contextura de su cuerpo. La falda, se estrechaba perfectamente en la cintura y al caminar movía sus caderas en un movimiento muy elegante y, según algunos, sensual, a medida que sus piernas esbeltas soportaban su peso al andar. Su cabello, castaño y ya no espeso sino que ondulado y reluciente, los ojos miel y los labios carmesí brillantes, completaban la imagen de Hermione, quien después de la muerte de Ron se preocupó más de su imagen, por si llamaba la atención de algún chico. Desde hace algún tiempo que sentía una incipiente atracción por su mejor amigo, aunque sabía que era producto de los celos que sentía por Ginny, la esposa de Harry. Hace sólo un mes que se habían casado y ella no estuvo en la boda. Harry le mandó no menos de diez lechuzas preguntando por qué rayos no había asistido. Hermione no le contestó, pues prefería que se la tragara la tierra antes que admitír que se sentía atraída por él.
Hermione volvió a la realidad. Todos los miembros del Wizengamot se hallaban en silencio. Rufus Scrimgeour comenzó a hablar con voz profunda y algo ceremonial.
—Señoras y señores —anunció—. Miembros del Wizengamot, daremos inicio al jucio en contra de Draco Malfoy. Por favor, que el acusado se ponga de pie.
Malfoy se incorporó con una cara que podría asustar al demonio. Estaba muy claro que no le gustaban las formalidades de los tribunales ni menos a la persona que habían designado para defenderlo. Sólo la bronca por tener ese trabajo, evidentemente imposible, que sentía Hermione era comparable con los pensamientos rugientes del Mortífago.
—Los cargos que se le imputan son los siguientes: intento de asesinato del señor Albus Dumbledore, el asesinato de Ronald Weasley, de Cornelius Fudge, de Mundungus Fletcher y de Arabella Figg, además de torturar junto con Bellatrix Lestrange a Neville Longbottom. —A Scrimgeour le costaba ser imparcial ante las atrocidades de los crímenes—. ¿Cómo se declara el acusado?
Malfoy no contestó.
—Bueno, creo que hay que llamar al primer testigo. Llamo al señor Harry James Potter, Auror del Ministerio y el mejor amigo de Ronald Weasley.
Harry se incorporó de uno de los asientos y se sentó junto a Scrimegour, con los puños crispados y aire decidido.
—¿Es verdad que el acusado trató de matar al señor Dumbledore? —preguntó el ministro al Auror.
—Sí. Yo estaba ahí, junto al director cuando él nos amenazó con su varita. Sin embargo, no fue capaz de hacerlo y Snape tuvo que asesinarlo por él.
—¿Y cómo mató a los demás?
—A Mundungus y a la señora Figg los mató con un Avada Kedavra. Sin embargo, a Ron lo mató a puñaladas. Conté treinta y tres estocadas y cuando abandonó el cuerpo, estaba irreconocible. Traté de matarlo allí mismo pero se escapó. Eso fue dos meses antes que lo capturara, tratando de matar a mi mujer.
Scrimgeour pensó por unos momentos.
—Puede retirarse, señor Potter. —Harry se puso de pie y se fue hacia los asientos a contemplar cómo era juzgado Malfoy. El Ministro llamó al siguiente testigo, la mujer de Harry.
—Llamo a la señora Ginevra Weasley al estrado. —De entre los asistentes, se asomó una mujer pelirroja muy joven y hermosa. Ginny mostraba una seguridad suprema a la hora de declarar en contra de uno de sus peores enemigos.
—Me han dicho que usted tiene más detalles acerca del asesinato de su hermano.
—Así es. —A Ginny le costaba reprimir su odio en contra de Draco Malfoy—. Mi hermano no le había hecho nada a Malfoy. Me acuerdo que Ron trataba de defender a Harry de los Mortífagos cuando ésa sucia rata vino y ofendió a mi hermano. Harry trató de alejarlo de nosotros pero lo dejó inconsciente y encaró a Ron. También recuerdo que Hermione estaba presente. Tal vez ella me pueda ayudar.
Hermione, quien sentía una gran amistad por Ginny, se levantó de su asiento y se plantó delante de su amiga.
—Tú estabas conmigo —dijo simplemente.
—Sí, yo estaba contigo. Y, creo que hay que aclarar ciertos puntos. —Hermione se secó unas lágrimas que pendían de sus pestañas—. Draco no fue el único culpable del asesinato de Ron. Verán, resultaba que yo, para hurgar más en Malfoy, simulé un romance con él. Quise que fuera lo más parecido a un noviazgo real para poder sacar información vital que Voldemort le había confiado. Ron se enojó mucho con la idea y me dijo que no siguiera con eso pero ya era muy tarde; no pude dar ningún paso atrás con la misión. Pero, de alguna manera, Draco se enteró que yo estaba saliendo con Ron y se enojó conmigo. Tuve que decirle que le había sido infiel y que Ron había sido un error. Desafortunadamente, me creyó y fue conmigo a encarar a mi novio. Fue en ese momento que todo se desató. Después que Malfoy lo apuñaló, Ron me miró por unos segundos con una gran pena antes de morir. Quedé completamente destrozada por eso. Mientras fingía salir con él, Draco me confesó que estaba completamente arrepentido de haber servido a Voldemort después de las cosas que había hecho, deseaba entregarse a los Aurors y pagar por sus errores. Como pueden ver, gran parte de la culpa fue mía y no veo razón para que Malfoy vaya a Azkaban. Soy yo la que debe ser puesta en prisión. Yo fui la culpable de... la muerte de Ron. —Y cayó de rodillas sin poder resistirse a llorar sobre el suelo del tribunal. Ginny bajó del estrado y la rodeó con sus brazos, tratando de calmar su inmenso dolor. Draco miraba impasible, y algo divertido, cómo esa patética sangre sucia mostraba sus debilidades, las típicas falencias que hacían que los hombres fueras seres superiores y las mujeres meros apéndices de ellos. Sin embargo, había algo indistinto que no le permitía disfrutar completamente del momento.
—Honorables miembros del Wizengamot —restalló la voz de Scrimgeour en la sala—. En vista de las nuevas evidencias mostradas en este juicio, me gustaría que emitieran su veredicto al respecto del caso Malfoy. Levanten las manos quienes crean que el señor Malfoy deba pasar el resto de su vida en Azkaban.
Muchos de los presentes alzaron las manos.
—¿Cuántos de ustedes desean que este Mortífago sea puesto en libertad?
Otros tantos levantaron la mano.
—La votación es de 71 a 76. Por lo tanto, el señor Malfoy es hallado inocente de los cargos imputados. —Uno de los miembros más honorables del Wizengamot se acercó con un rostro muy serio y le susurró unas palabras al oído, completamente inaudible para los demás. Scrimgeour asintió y se volvió a los demás.
—Sin embargo, los miembros del Wizengamot —añadió el Ministro—, están cien por ciento de acuerdo en que la señorita Granger tiene gran parte de culpabilidad en el asesinato de su novio por lo que se halla culpable de incitar al señor Malfoy a matar al señor Weasley. De común acuerdo, se decidió que la condena será de diez años en Azkaban. La fianza está fijada en doscientos cincuenta mil Galleons. Se termina la sesión.
Hermione redobló la fuerza de sus llantos. Sabía que nadie, ni siquiera Harry, tenía tanto dinero como para pagar su libertad pero, se lo tenía muy merecido. Se levantó, irguió la cabeza orgullosamente y extendió sus manos para que la esposaran y se la llevaran directamente a Azkaban. Draco Malfoy estaba muy contento: había matado dos pájaros de un solo tiro. Ahora, podía rumiar un plan para asesinar a Potter y a su mujer en silencio y con la ventaja de la libertad. Mientras contemplaba con un renovado placer cómo la sangre sucia era llevada afuera del edificio, una sensación que no supo de dónde venía pero que le impedía sentir toda la felicidad que debía de tener.
Sentía pena por ella.
Una pena apoyada en el hecho que ella hubiera sacrificado su propia libertad para que él no fuera a Azkaban. En lo más profundo de su frío corazón, se sintió agradecido por ella pero, de allí a admitir públicamente lo que pensaba, había un camino muy largo. Draco se levantó de su asiento y caminó hacia la salida del tribunal con aire muy calmado y petulante. Pas
