"Prologo"

Recuerda quien eres. Recuerda quien eres. Recuerda quien eres.

Sus ojos estaban fuertemente cerrados. El viento despeinaba su cabello y su mente no paraba de ordenarle que recordase quien era.

Sophie. Me llamo Sophie. Sophie.

La chica se encontraba en una especie de caja que subía a muchísima velocidad, era más parecido a un ascensor pero sin el número de los pisos a un costado. Pero no estaba sola. En el interior de esa caja, había un par más de chicos. Todos ellos en las mismas, o peores condiciones. Sophie, mantenía las manos apretadas a los costados de donde se encontraba. Rápidos reflejos de luz alumbraban a sus compañeros, pero aun así era imposible verlos bien.

Recostó la cabeza contra el frío metal de la caja y siguió apretando los ojos.

Luego de algunas sacudidas más, Sophie soltó un grito. Estaba harta de estar en ese lugar y para colmo, había perdido la noción del tiempo. Sujetándose de las paredes, intentó pararse pero los irregulares movimientos la volvían a tirar al suelo.

Las fuertes ráfagas de viento, secaban el sudor que caí por su frente y helaban su piel.

Su espalda dio con la dura pared de metal; se deslizó por ella hasta que golpeó la esquina de la habitación. Sujetándose al suelo, empujó sus piernas hacia arriba contra su cuerpo, esperando que sus ojos se adecuaran pronto a la oscuridad.

Con otra movimiento brusco movimiento, la habitación se sacudió hacia arriba.

Duros sonidos de cadenas y poleas, hicieron eco hasta el final de la habitación, balanceando las paredes con un sordo y pequeño silbido. El ascensor, osciló hacia atrás y así sucesivamente mientras ascendía. A Sophie le dieron náuseas; un olor como de aceite quemado invadió sus sentidos, haciendo que se enfermase lentamente. Quería llorar, pero estaba seca; sólo pudo sentarse allí. Los otros chicos la veían, pero solo se quedaron en silencio y solo se limitaban a apretar los ojos.

Sophie. Mi nombre es Sophie. Recuerda. Sophie.

¿Eso era lo único que podía recordar? Sophie. Podía ser o no podía ser su nombre. Tal vez lo escuchó en algún otro lugar y solo lo recordaba. O, simplemente, se llamaba así. Por más que se estrujase el cerebro pensando, ningún recuerdo aparecía en su cabeza. En blanco.

Con un chirrido y luego un "CLONK", el ascensor se detuvo; el cambio repentino la sacudió, arrojándola contra el duro y frío piso.

-¿Ya está?-preguntó la voz de uno de los chicos, mientras se paraba. Uno a uno, fueron recobrando el movimiento, como si se tratase de un hechizo que los había tenido paralizados a todos.

-¿Dónde estamos?-todo quedó en silencio. Pasó un minuto. Dos. Todos miraron en las cuatro direcciones pero sólo se distinguía oscuridad; era como un cubo hermético de metal, medio claustrofóbico y más frío. Uno de los chicos llego al límite de su frustración. Levantó su puño y lo estrelló contra una de las paredes, rozando la cabeza de Sophie.

Nada.

Nadie vino por ellos.

-¿Qué haremos?-musito Sophie, abrazándose así misma.

-Debemos hallar la forma de salir de aquí.-propuso uno de los chicos.

-¡Vaya!-exclamó otro.- ¡Tenemos a un genio entre nosotros!-algunos ni siquiera rieron.- ¡Di algo que no sepamos, chico inteligente!-

-¡Ya basta!-la voz de la chica resonó entre las frías paredes.- No tenemos tiempo para estas estupideces. Debemos hallar la forma de salir de este…coso y para eso, debemos cooperar entre todos.-

-¡Apoyo a quien sea que esté hablando!-gritó uno de los presentes.

-¿Y qué propones?-mediante un destello de luz, Sophie logró distinguir el rostro de unos de los chicos. Rubio y más alto que ella.

La chica miró hacia arriba y algo atrapó su atención.

-¿Ven eso?-señaló con su dedo, por encima de su cabeza.- Esa luz debe de venir de algún lado.-todos imitaron su gesto y miraron hacia arriba.- Si hay luz, debe haber una salida.-

-Está un poco bajo, ¿no crees?-indagó el chico, cubriendo sus ojos con una de sus manos.-Pero podemos intentarlo.-volteo para ver al resto.- ¿Quién se ofrece?-ninguno se mostró interesado.- ¿En serio ninguno quiere salir?-tampoco respondieron.

-Yo lo haré.-se ofreció Sophie con el ceño fruncido y mirando mal a los presentes. ¿Tan poco interés en sobrevivir?

-Ben.-se presentó el chico rubio, tendiéndole una mano.

-Sophie.-le devolvió el gesto y volvió a levantar la cabeza.- ¿Cómo haremos para llegar hasta ahí?-

-Ya que nadie quiere cooperar…-murmuró Ben, mirando de soslayo a los demás.-…dependerá de nosotros dos.-

-¿Y qué haremos?-el chico intentó ponerse de puntillas, pero no llegaba.

-Súbete a mi espalda.-le ordenó a Sophie.

-¿Qué?-

-Tal vez con un poco más de altura, lograremos al menos ver qué hay del otro lado.-explicó Ben.-Así que…sube.-con un poco de vergüenza, la chica trepo por su espalda mientras él le sujetaba las piernas.- Grita lo más fuerte que puedas. Eso debe atraerá a alguien, mínimo.

-¡Alguien… ayuden…nos!-llamó Sophie, golpeando la parte de arriba del ascensor.- ¿Hola? ¿Alguien ahí? ¡Necesitamos ayuda! ¡Por favor!-no hubo respuesta.- ¡Maldición!-con los nudillos hizo chasquear el metal. Ben la bajo.- ¿Qué vamos a hacer ahora…?-

Un fuerte ruido metálico sonó por encima de ellos. Ambos contuvieron el aliento a la vez que levantaban la vista. Los demás chicos habían comenzado a murmurar. Una clara línea de luz apareció en el techo de la habitación, que luego se fue extendiendo. Un sonido pesado rallado reveló puertas correderas de doble cerradura siendo forzadas. Después de tanto tiempo en la oscuridad, la luz apuñaló sus ojos; los presentes debieron de cubrirlos con sus manos.

Por encima de sus cabezas se escuchaban voces.

-¡Vaya! ¡Novatos!-Ben y Sophie intercambiaron una incómoda mirada.- ¡Hay una chica!-

-¿Qué edad tiene?-se escuchó un coro de preguntas.

-¡Dejen de decir tantas idioteces y ayúdennos a salir!-protestó Ben.

-Tranquilo, amigo.-lo detuvo uno.- ¡Traigan la soga!-por encima se escuchó como alguien corría.- ¿Les gusto el viaje?-preguntó el chico, como quien pregunta cómo le fue en el día.- De seguro que fue el mejor viaje de ida que pudieron haber tenido.-

-¿De ida?-repitió Sophie.

-Claro, linda.-murmuró el chico.-Solo de ida. Jamás de vuelta…por ahora.-

¡BUM! Esa última frase fue como una cachetada para Sophie. ¿Acaso jamás volvería a ver a su familia, si es que tenía una? ¿Debería de quedarse en extraño lugar, en compañía de personas que jamás había visto?

-Esto no puede estar pasando.-susurró para sí misma.

-¿Cuántos son?-preguntó otra voz, inclinándose sobre la caja.

-Creo que unos…-Ben miró por encima de su hombro y contó en silencio.-…seremos unos siete, creo.-

-¡Genial!-exclamó otra voz.- ¡Más bocas que alimentar! ¡No llevamos ni una maldita semana aquí y ya tenemos que lidiar con siete malditos novatos más!-

-¡Gally, cállate!-reprochó otro chico.- ¡Traigan la maldita cuerda!-

Alguien bajó una cuerda desde arriba, el final de ella atada en un gran lazo. Ben y Sophie volvieron a intercambiar una mirada. Él fue el primero en subir. Ella titubeó, y una vez que el chico estuvo arriba, volvieron a bajarla. Sophie no quería quedarse ni un minuto más dentro y se prendió de la soga con su pie derecho y se aferró mientras era retirada hacia el cielo. Las manos llegaron arriba, muchas manos, la agarraron por la ropa, tirando de para arriba. El mundo parecía girar, una bruma de rostros y el color y la luz. Una tormenta de emociones arrancó sus entrañas, le retorcieron y le empujaron; quería gritar, llorar, vomitar. El coro de voces se había quedado en silencio, pero alguien habló mientras le tendía una mano.

-Encantado de conocerte ya, larcha.-dijo el niño.-Bienvenida a El Claro.