Capítulo 1º

Sentia el crujir de las hojas bajo sus pies y parecía que Arturo tambien por lo que se llevó un dedo a los labios en señal de que se callara. Pero la presa escuchó aquél crujir y empezó a correr. Arturo salió a correr detras de aquel ciervo, era uno de los más grandes y gordos que había visto en aquella temporada. Pero el ciervo era más ágil que Arturo el cuál cayó rodando colina abajo, al tropezar con un arbol caido. Le dolía mucho la cabeza, por lo que empezó a presionarla fuertemente. Empezó ha impeccionar el lugar con la vista, a unos metros delante de él se encontraba un cuerpo. Corrió hacia él. Era una niña. No muy grande, tenía el pelo negro, ondulado y lleno de tierra y hojas, tenía una capa que le resultaba bagamente familiar y una pequeña herida en la cabeza de la que brotaba mucha sangre. Arturo apoyó su oreja al pecho de la niña; aún respiraba.

-¡Merlín!- Llamó él lo más fuertemente que pudo. ¿Donde se había metido ese patán? Al cabo de un rato, este apareció montado en un caballo y llevando las riendas del caballo de Arturo.- Nos vamos.- Dijo secamente antes de que a Merlín le diese tiempo a reaccionar. Vió como Arturo montaba a caballo y llevaba a una niña aparentemente muerta en sus brazos.

-¿Quién es?- Le preguntó Merlín. Arturo no supo responder aquella pregunta, solo azotó al caballo para que comenzara a andar.

- Solo sé que respira y que debemos llevarla con Gaius para que la cure.- Merlín no hizó más preguntas. Recorrieron el camino hacia Camelot al trote. Cuando llegaron lo primero que hicieron fué llevar la niña con Gaius, el cual dejó caer unas gotas de un brebaje casaro en los labios de la niña. Al rato la niña movió la cabeza, un signo de que estaba consciente. Tambien cogió un trozo de tela, la mojó en un líquido azul y se lo colocó en la cabeza para que la herida cicatrizase. Arturo al verse impotente salió de la habitación

Donde antiguamente se sentaban solo Uther y sus hijos, hoy tambien se sentaba Gwen, la actual esposa de Arturo, la cual siempre se sentaba en la silla que antes se sentaba Lady Morgana. No la habían enseñado a ser una dama, le habían adiestrado para ser una sirvienta y aún no lo dominaba del todo y estar bajo la mirada de Uther no le hacía más facil ser la reina de Camelot. Aruro fué coronado rey hacía unos meses, pero su padre tampoco había renunciado al trono, así que lo "compartían". Uther y Gwen notaron algo silencioso a Arturo el cual no había probado casi nada.

- ¿Qué pasa Arturo?- Preguntó Uther. Arturo no contestó de inmediato.

- Cuando estabamos cazando encontré a una niña al borde de la muerte, la trajé a Camelot y espero que Gaius haya encontrado el remedio para curarla.- Dijo preocupado mirando a un punto fijo.

- ¿Quien es esa niña?- Quiso saber su esposa.

- ¿No será una druida?- Preguntó temeroso el padre.

- No lo sé.- Respondió Arturo pues ni la conocía, ni tenía el signo druida tatuado en su piel, solo sabía que la niña le sonaba. Al instante entró Gaius, siempre con su semblante neutro.

- Sire.-Dijo agachando la cabeza a modo de reverencia.- Os alegrará saber que la niña está bien.- Eso sin duda alegró a Arturo.

-¿Donde está?- Preguntó el Arturo ansioso por saber quien era esa niña. Gaius no contestó sino que dió un paso a la derecha y dejó ver una figura encapuchada, que timidamente cogía al galeno de la mano.- Acercate.- La niña dudó un poco en si ir a su llamada y miró a Gaius, el cual con una sonrisa asintió con la cabeza. Le soltó de la mano y abanzó hacia Arturo. Al estar cerca de él, este le quitó la capucha. Era una niña muy bonita, tenía los ojos azules y grandes, los cuales se dirigieron hacia Uther que miraba a la niña como si hubiera visto un fantasma. Esa expresion en el rostro del viejo rey no paso desapercibida por el galeno. -¿Cual es tu nombre?- Preguntó Arturo.

-Gabriela.- Respondió la niña temerosa.

-Bien, Gabriela ¿De donde vienes?

-No lo sé.

-¿No lo sabes?- Esta negó con la cabeza y miró otra vez a Uther el cual levantó el brazo y movió los dedos en señal de que se acercara a él. Cuando estuvo cerca de él, le sonrió. Este se veía felíz y casi nadie sabía por qué. Gwen lo sospechaba, pues ella tambien lo había notado pero no debía saberlo nadie. Los ojos azules, grandes y atrayentes, el pelo largo y negro, con pequeñas ondulaciones y la piel pálida y tersa. Uther soltó una lágrima y Gwen tambien quería hacerlo pero mantuvo la compostura. La niña ingenua a todo lo que pasaba allí, con un trozo de manga de su magullado y rajado vestido gris, limpió la lágrima del hombre y le dió un beso en la cara.

- La niña se quedará con nosotros.- Anunció Uther lleno de dicha al confirmar sus sospechas. Gwen asintió con la cabeza.

- Yo me encargaré de ella, ya que no puedo heredar ella será como mi hijastra.- La niña no sonrió, no se alegró de ello pero la chica no parecía mala persona. Es más a Gabriela le gustaban aquellos rizos y aquella sonrisa tan dulce, no sustituiría a su verdadera madre pero por lo menos no estaría sola.