Disclaimer: Yuri on Ice no me pertenece.
Viktor requirió emplear un gran esfuerzo para abrir los ojos, y le costó todavía más sobreponerse a su intenso malestar.
Se sentía mareado, aturdido y con la cabeza palpitándole como si acabara de caerle encima el mástil de un barco. A pesar de todo, el joven quiso levantarse y no bien trató de apoyarse en sus piernas, dejó escapar un grito de dolor y volvió a desplomarse. Entonces, los recuerdos afloraron a su mente.
Pertenecía a una familia de comerciantes y su padre era capitán de un pequeño barco cuya finalidad era fungir como buque de carga y transportar mercancías a distintos lugares a los que su esposa e hijo solían acompañarlo.
A Viktor aquellos viajes le causaban una gran emoción. Adoraba el mar y sentir la brisa cargada de sal en el rostro, escuchar a las gaviotas y observar el cielo desde el punto más alto del mástil. Le encantaba convivir con los otros miembros de la tripulación comandada por su padre y aprender de sus historias y sus cuentos de marinos. Sin embargo, todo terminó trágicamente.
En teoría, aquel tendría que haber sido un viaje como cualquier otro, pero tuvieron la mala suerte de ser detenidos por un navío de la marina. Viktor ya estaba familiarizado con el procedimiento por las veces anteriores en que acompañó a su padre y sabía que la justificación era que los oficiales debían revisar que no contrabandearan bienes robados y asegurarse de que no se trataba de una banda de piratas encubierta. Si bien dada la mala reputación de algunos marinos, un encuentro con piratas sería preferible.
Hacía un tiempo que los marinos habían pasado de ser los encargados de proteger el orden en altamar y aprehender a los piratas a ser los instigadores del caos, consecuencia de admitir entre sus filas a individuos corruptos y faltos de escrúpulos que se dejaban sobornar por los criminales que debían detener y preferían extorsionar a los inocentes antes que cumplir con su auténtica labor de vigilantes y guardianes. En ese fatídico día, el barco del padre de Viktor fue abordado por una tropa de marinos liderados por uno de esos terribles hombres con el pretexto de hacer una "revisión sorpresa", lo que en realidad significaba que debían pagar una cuota al oficial a cambio de protección.
Viktor odiaba aquello con todas sus fuerzas. ¿Por qué debían venir esos desconocidos a robarles el dinero producto de su esfuerzo? Porque sí, independientemente de que trataran de disfrazarlo, seguía siendo un vil robo. Y lo que más le irritaba, era que no podían hacer nada al respecto. Corrupta o no, la marina seguía siendo la autoridad y se limitaba a una acusación de parte de personas comunes contra la palabra de oficiales titulares. Viktor estaba al tanto del destino de quienes intentaron oponérseles. Hombres honrados fueron incriminados y denunciados por crímenes que no habían cometido y terminaron perdiéndolo todo, siendo encerrados en la prisión en el mejor de los casos y en el peor condenados a muerte. De modo que, lo único que les quedaba, era pagar y guardar silencio hasta que esos ladrones disfrazados de marinos se retiraran. Y estaban por retirarse, hasta que el líder de los marinos criminales, posó su vista en la madre de Viktor, una bellísima mujer e hizo una propuesta impensable.
─Entrégamela y me encargaré de tu barco nunca más tenga que pagar cuota de protección─ ofreció aquel asqueroso hombre, un tipo cabello castaño y ojos más negros que una noche tormentosa que portaba su uniforme con el mismo orgullo de un lobo vistiendo una piel de oveja a punto de introducirse a un rebaño para destruirlo ─Tu barco y tu tripulación serán libres de navegar por donde deseen y hacer lo que quieran sin que nadie se los impida.
Naturalmente, Alexander, el padre de Viktor se negó rotundamente. Ninguna oferta por más ventajosa que fuera, justificaba sacrificar a su adorada esposa, el amor de su vida. Sin embargo, el oficial no iba aceptar un no por respuesta.
A su señal, todos los marinos sacaron sus armas y detuvieron a la tripulación, incluyendo al capitán Alexander Nikiforov, y su esposa e hijo fueron obligados a ver como los hombres del oficial lo sujetaban y sometían a una terrible golpiza sin que pudieran ayudarlo. Haciendo acopio de sus fuerzas y no dispuesto a dejarse vencer, Alexander soportó la tortura estoicamente, sin gritar y siempre viendo al principal instigador a los ojos. Viktor quiso intervenir, pero su madre lo tenía bien detenido, no deseando que también lo lastimaran.
─Esta es tu última oportunidad. O me la entregas voluntariamente, o la tomaré por la fuerza ─insistió, alzándolo del suelo por el cuello de la camisa.
Por el rabillo del ojo, Viktor divisó a su madre y adivinó el instante en que ella decidió que era preferible entregarse voluntariamente si con ello podía salvar a su familia. Resignada, Irina soltó a su hijo y dio un paso al frente.
─ ¿Qué estás haciendo? ─le recriminó su marido─ ¡Quédate atrás! ¡No te atrevas, Irina!
El oficial le propinó a Alexander un fuerte puñetazo en el rostro para hacerlo callar, volviendo a arrojarlo al suelo para después avanzar hacia la mujer esbozando una sonrisa perversa, más que examinándola, devorándola con los ojos. Desesperado, Alexander se arrastró para llegar hacia ella, tan sólo para ser retenido por algunos de los subordinados de aquel hombre, sin dejar de forcejear y llamarla a gritos. Y fue justamente la angustia de su padre y el inminente sacrificio de su madre lo que hizo a Viktor reaccionar. Con un rápido movimiento, el joven empujó a uno de sus captores, aprovechando para desenvainar la daga que siempre portaba colgando de su cinturón y que ninguno de los marinos tuvo la precaución de confiscar, seguramente por confiarse en que un jovencito de dieciocho años de cabello largo y apariencia delicada poco podría hacer contra hombres entrenados; pero se equivocaron.
Viktor no sólo tomo desprevenidos a los marinos, sino consiguió liberarse y noquear a uno, abriéndose paso sin dificultades hasta interponerse entre su madre y el oficial jefe, para gran orgullo de su padre. Como capitán, Alexander esperaba que su hijo lo sucediera algún día y cuidó de entrenarlo en el manejo de la espada, complacido por su talento natural. No deseando que Viktor cargara con el peso de protegerlos a todos, Alexander se sobrepuso al dolor y a sus heridas y consiguió levantarse. A su señal, los miembros de su tripulación se revelaron, valiéndose del factor sorpresa para someter a algunos de sus captores. Sin embargo, el capitán Nikiforov cometió un error fatal, confiar en que sus enemigos les darían una batalla justa.
Un disparo, seguido por el grito de Irina pusieron fin a la pelea. Viktor se llevó una mano al hombro, todavía sintiendo el dolor quemante a consecuencia de la bala, pero sin aflojar su agarre en la daga.
─Vaya, esto sí que es desafortunado─ comentó en tono casual el oficial en jefe ─Cuando levante mi reporte de éste lamentable incidente, informaré con lujo de detalles como una simple revisión terminó en un acto de traición, como mi tripulación entera fue atacada sin motivo y tuvimos que defendernos…─disparó nuevamente en dos ocasiones, dándoles de lleno en la cabeza a inocentes miembros del equipo de los Nikiforov ─Y es una verdadera pena, porque no estás nada mal. No me hubiera molestado tomarte junto con tu madre…
Ahí fue cuando el enojo de Viktor alcanzó su límite y sin importarle nada más, blandió la daga, consiguiendo herir a ese horrible hombre en el rostro, sintiendo una tenue satisfacción al escucharlo gritar de dolor. Aunque el gusto le duró poco. Otro disparo proveniente de uno de los marinos resonó a sus espaldas y apenas se giró para ver a su madre desplomarse en el suelo, con la vida escapándosele en forma de un charco de sangre. Viktor enmudeció, de milagro no cayendo de rodillas mientras su padre conseguía llegar a ella y la llamaba insistentemente, con la voz cargada de desesperación.
─Es una pena─ retomó el oficial, presionando la herida en su rostro con su mano, intentando contener la hemorragia ─La bala era para ti, ella decidió interponerse. Pero no te preocupes, hay más de dónde vino esa.
Viktor continuaba en shock, la impresión de ver morir a su madre frente a él era demasiada, sin embargo y aún en medio de su pena, Alexander estaba alerta. Consciente de que casi todos sus hombres habían sido asesinados y que era sólo cuestión de tiempo para que mataran al resto, Viktor y él incluidos, admitía que se trataba de una batalla perdida. Prometiéndole a su esposa que la vería pronto, Alexander se acercó a su hijo y prácticamente lo arrastró hasta la proa, con algunos de los marinos rodeándolos sin que fuera realmente necesario, puesto que no tenían a dónde huir.
─Viktor, escúchame bien…─ habló su padre en tono firme, sobresaltándolo ─No hay manera de que los dos sobrevivamos, pero voy a salvarte a ti─ decretó de tal forma que no dejaba lugar a dudas.
El joven sintió un nudo en su garganta, a sabiendas de que era la última vez que podría hablar con su padre. Adivinando lo que pensaba hacer, abrió la boca para alegar, para argumentar que los dos bien podían intentar ese escape desesperado, sin llegar a pronunciar palabra.
─No, un buen capitán permanece con su barco y su tripulación hasta el final…─ el sonido de pasos le informó que los marinos comenzaban a cerrar el espacio en torno a ellos, listos para aprehenderlos y ejecutarlos ─Quiero que vivas, lucha y ten una vida buena y justa. Que el mar te proteja y te lleve a puerto seguro, como yo no pude hacerlo.
Alexander logró colocar una brújula en las manos de su hijo, su símbolo como capitán, y le dio un rápido y emotivo abrazo, para finalmente conseguir armarse de valor y empujarlo por la borda.
Lo último que Viktor escuchó antes de caer en las olas embravecidas, fue un disparo.
De vuelta a la realidad, el joven apretó los puños con fuerza y golpeó el suelo una y otra vez, sin que eso le ayudara realmente a descargar su furia. Sus padres acababan de ser cruelmente asesinados a manos de unos hombre corruptos y ahora él estaba solo. Sumados a la tristeza y el enojo, un nuevo sentimiento se hizo hueco: las ansias de venganza. Su padre fue un hombre honesto y justo, su madre una mujer sabia y gentil. Los otros miembros de la tripulación igualmente se distinguían por ser honorables. Ninguno se merecía un destino tan cruel, pereciendo como víctimas de esos criminales que se hacían pasar por marinos.
Cegado por su cólera, tomó lo primero que encontró en el suelo, listo para arrojarlo, imaginando que era el corazón del oficial responsable… para detenerse apenas un segundo antes de lanzarlo, repentinamente reconociendo el último regalo que su padre le entregara al despedirse, y los ojos se le llenaron de lágrimas. Se trataba de una magnífica brújula con una cubierta de oro puro y decorada con un detallado grabado al reverso cuyo foco principal era una "N". Según su padre, se trataba de una reliquia de la familia Nikiforov y había pasado de padre a hijo o hija por generaciones. Se suponía que Alexander se la legaría a Viktor cuando éste fuera capitán de su propia tripulación. Dadas las circunstancias, aquello no pudo llegar a ser.
El joven comprobó aliviado que a pesar de todo, la brújula funcionaba perfectamente y fue en ese instante que una importante cuestión llegó a su mente.
─ ¿Dónde estoy?
Hizo la pregunta en voz alta, contemplando sus alrededores. Se encontraba en lo que parecía ser el interior de una caverna. Viktor notó también que tenía la herida consecuencia del disparo cubierta por un tosco vendaje a base de hierbas entretejidas y que sobre una serie de hojas largas estaban distintos tipos de frutas: mangos, plátanos y bayas. Incluso la cáscara de un coco fue partida por la mitad y llenada de agua, que bebió apresurado, percatándose que no tenía idea de cuánto tiempo pasó a la deriva en el mar. Mientras devoraba la fruta, llegó a la conclusión de que alguien tuvo que encontrarlo y llevarlo hasta ahí.
─ ¿Hola? ─ probó nuevamente, buscando alguna evidencia que delatara la presencia de su salvador- ¿Hay alguien aquí?
Nadie le respondió. Con dificultad, Viktor se puso de pie y comenzó a recorrer la cueva. No era muy grande y la luz del sol se filtraba por entre unos huecos en el techo. Las olas se rompían contra unas rocas altas en la entrada y el agua de mar cubría completamente uno de los lados de la caverna. Dejándose llevar por la curiosidad, Viktor quiso acercarse a las rocas para averiguar qué tan profunda era esa zona, cuando un ruido lo detuvo en seco. El agua se agitó, como si algo hubiera caído y Viktor de inmediato dirigió su atención hacia ahí.
─ ¡Espera! ─exclamó, seguro que divisó una mata de cabello obscuro sumergiéndose a toda prisa ─ ¡No te vayas!
Instintivamente, quiso seguirlo y se lanzó al agua, aunque sólo pudo alejarse una cierta distancia de la orilla. Todavía se encontraba muy débil y apenas consiguió mantenerse a flote y trepar de vuelta a tierra firme.
Con la vista clavada hacia dónde supuso provino el ruido, tuvo la certeza de su misterioso rescatador estuvo en la cueva con él y se prometió que descubriría de quién se trataba.
Basándose en la forma de la luna, Viktor adivinó que pasó cerca de tres días inconsciente.
Una vez que se sintió lo bastante recuperado, se animó a abandonar su refugio. Fue así que constató se hallaba atrapado en una pequeña isla. Lo bueno era que estaba repleta de recursos. Una considerable cantidad de árboles frutales y otras plantas comestibles; sin mencionar aves y sus nidos, conejos, cangrejos y hasta cerdos salvajes que le proveerían de alimento. Y justo en el centro de la isla, logró dar con un manantial de agua dulce.
Experimentó un inmenso alivio. Al menos no moriría de hambre y de sed, y eso sin contar que si bien ya era capaz de valerse por sí mismo, su salvador continuaba proveyendo para él todos los días, lo que confundía a Viktor, ya que por más que había buscado señales de que alguien más habitara en ese lugar, parecía estar desierto.
A pesar de todo, en el fondo reconocía que su situación no era tan desafortunada. El verdadero problema radicaba al irse a dormir por las noches, siendo víctima de pesadillas sobre la muerte de su familia y el resto de la tripulación de su padre. Por el lado amable, le confortaba saber que no estaba solo, o algo así, puesto que tenía la impresión de que el otro lo visitaba y permanecía a su lado hasta que se calmaba, aunque se las ingeniaba para desaparecer justo en el instante en que Viktor despertaba. Por supuesto, el curioso joven no iba a dejar las cosas así y en innumerables ocasiones intentó montar guardia para atrapar a su acompañante desconocido, sin éxito. Éste siempre se pasaba por la cueva cuando Viktor dormía o salía a explorar y no dejaba el menor rastro de su presencia.
─ ¿Sabes? Esto no tiene porqué ser así─ le habló durante una noche, seguro de que yacía oculto en algún lugar de la cueva y podía escucharlo ─Te aseguro que no voy a hacerte daño, y si estás atrapado como yo… ¿no sería mejor que trabajáramos juntos?
Eventualmente, dedujo que el otro debía de ser un náufrago al igual que él, aunque seguía sin descifrar la causa de que fuera tan evasivo.
─Al menos eres un excelente oyente─ suspiró mientras colocaba los pescados que su benefactor le dejara en su fogata recién encendida para asarlos ─Y un pescador muy hábil─ halagó con sinceridad ─Supongo que son el tipo de destrezas que uno aprende al vivir en una isla. Digo, no es como si hubiera mucho que hacer. ¿Tal vez podrías hacerme unas cuantas sugerencias?
Viktor hizo una pausa para reflexionar sobre las razones por las que el otro se sentía obligado a esconderse sin que ninguna se le antojara lo bastante convincente. A pesar de todo, consiguió hacerse una imagen de su acompañante. Con toda probabilidad era una persona tímida y reservada, pero también amable y muy considerada o de lo contrario no lo hubiera ayudado ni estado tan al pendiente de él.
─Vamos, soy inofensivo-aseguró a nadie en particular, esbozando una sonrisa para invitarlo a acercarse ─Tan sólo quiero verte y darte las gracias por todo lo que has hecho por mí… ─ sin respuesta─ ¡Por favor! ─ pidió, como en otras veces, sin resignarse a ser ignorado─ ¿Es porque crees que soy feo? ¿O porque tú eres feo? O quizás… ¿eres mudo?─ se arrepintió de la pregunta indiscreta, suponiendo correctamente que no era la manera adecuada para motivarlo a que se mostrara─ Apuesto a que debes llevar aquí mucho más que yo. Semanas… meses, o… ¿años? ─ alzó la vista, esperando notar algo, cualquier cosa, pero nada. Incluso el agua continuaba en relativa calma ─Debes sentirte muy solo. Me imagino que extrañas mucho a tu familia, y ellos a ti…
En ese punto se interrumpió. Los recuerdos de sus padres afloraron a su mente y dejó escapar algunas lágrimas, mezcla tanto de tristeza como de la rabia por su trágico e injusto final. No había abandonado la idea de vengarse, pero admitía que desearlo era una cosa y llevarlo a la práctica otra. Para empezar, desconocía el nombre y escuadrón del oficial responsable, aunque en ese caso contaba con algo a su favor y era que logró herirlo en el rostro, por lo que al menos iba a tener una característica distintiva. Sin embargo, antes tenía que abandonar la isla y eso sería mucho más complicado.
Sopesando sus opciones y considerando los recursos de los que disponía, podría construir una balsa y empleando los conocimientos que su padre le inculcó sobre navegación, partir hacia un sitio habitado. El inconveniente era que eso podría llevarle días o tal vez semanas, tiempo en el que sus provisiones se acabarían y él padecería de hambre y de sed. O una tormenta podría alcanzarlo en mar abierto y su pequeña balsa poco o nada podría resistir antes de destruirse con él a bordo, sin mencionar que cabía la posibilidad que la marea lo hundiera primero. Las aguas en torno a la isla eran inusualmente calmadas, pero a mar abierto la situación sería muy diferente.
Descorazonado, volvió a suspirar y se acercó para retirar los pescados de la fogata, notando de pronto que el agua de la cueva se agitaba, creando pequeñas olas. La luz provocada por el fuego hacía que las rocas y el mismo Viktor proyectaran sombras en las paredes de la cueva y fue en ese punto que, siguiendo la dirección de las ondas, divisó junto a la silueta de las rocas el perfil de una figura humana sumergida en el agua hasta la cintura. Emocionado, Viktor resistió el impulso de echar a correr para descubrirlo de una vez por todas, rememorando que en otras ocasiones trató de acorralarlo y el otro siempre se le escapaba de manera inexplicable. Tenía que ser más listo y no impacientarse, de modo que optó por terminar su cena, ideando qué hacer.
─ ¡Vaya! Sí que fue un largo día…─ bostezó de manera exagerada, sin perder de vista a su rescatador ─En verdad estoy agotado, supongo que debería irme a dormir.
Acto seguido, apagó la fogata y procedió a acostarse en un montón de hojas que funcionaba como colchón, cerrando los ojos. Con el corazón latiéndole con fuerza, aguardó sin moverse y hasta soltó unos cuantos ronquidos para que la farsa fuera más creíble. Justo cuando comenzaba a adormecerse, un chapoteo le indicó que el otro finalmente decidió acercarse.
Una suave caricia en su mejilla sobresaltó a Viktor, si bien pudo mantenerse quieto. El desconocido delineó con sus dedos el perfil del joven en apariencia dormido, entreteniéndose en sus labios, la punta de su nariz, sus pómulos y sus cejas, antes de pasar a su cabello, que a juzgar por la atención que le dedicaba, debía de gustarle mucho. El otro jugaba a apartarle mechones de la frente y lo peinaba con los dedos. Sumado al tacto tan íntimo y tierno, un sutil murmullo inundó los oídos de Viktor, demorando en comprender que se trataba de una canción. Más que ser interpretada por una voz, el sonido era similar a cuando se escuchaba al mar en una caracola. De cualquier manera, la melodía resultaba hermosa y le brindaba a Viktor la paz que tanto necesitaba.
Tras armarse de valor, abrió los ojos lenta y disimuladamente, reprimiendo una exclamación de asombro. El desconocido resultó ser otro joven de alborotados cabellos negros que le llegaban un poco más debajo de los hombros, su piel era blanca aunque no tanto como la de Viktor. Sus facciones redondeadas le conferían un cierto aire inocente e infantil, pero lo que más cautivó a Viktor fueron sus ojos, de un precioso café chocolate que parecían brillar en la obscuridad de la cueva.
Al saberse descubierto, el otro joven interrumpió su canto y por unos segundos, ambos únicamente atinaron a contemplarse mutuamente, demasiado confundidos y sorprendidos como para hacer otra cosa… hasta que el desconocido dejó escapar un grito que Viktor no fue capaz de oír.
Viktor se incorporó a medias y quiso detenerlo, pero el otro fue más rápido y pegando un ágil salto, se arrojó al agua y se zambulló sin dudar, desapareciendo en las profundidades y no sin antes permitirle al de cabellos plateados tener una vista perfecta de su aleta, de color azul, que reemplazaba sus piernas. Fue entonces que Viktor lo comprendió.
Resultó que las los viejos cuentos y leyendas de los marineros eran verdad. Las sirenas y los tritones realmente existían, y uno de esos seres le había salvado la vida.
NOTAS FINALES:
¿Una nueva historia? En efecto, la tentación por escribir esta fue demasiada y no me pude resistir, tenía que sacarme el gusanillo y publicarla. ¿Qué como le voy a hacer para continuar las otras varias que ya tengo? No tengo ni idea, algo se me ocurrirá. De cualquier manera dormir es para los débiles y para qué hacer mis trabajos con tiempo si me encanta trabajar para presión una noche antes de la fecha de entrega (nota: ustedes no sean como yo :P ). Igualmente con esta tengo la ventaja de que tengo los siguientes capítulos escritos, así no habrá problemas con las actualizaciones… por un tiempo, cuando me termine mi colchoncito de capítulos y deba escribirlos desde 0 entonces sí lloraré XD.
En fin nuevo AU con Yuuri!sirena y Viktor!pirata. Recién comenzamos, así que si quieren ver a Yurio, Chris, Otabek y demás les recomiendo que sigan al pendiente. Advertencia: o algo así, estaré probando con la narración no lineal, así que deséenme suerte.
Si leyeron hasta aquí, muchas gracias!
