Esta historia pertenece al Reto de los Mini-fics del mes de Mayo del Foro "El Diente de León". Personaje del mes: Katniss Everdeen.
Disclaimer: Los Juegos del Hambre, sus lugares y personajes le pertenecen a Suzanne Collins, yo solo me divierto con ellos.
Summary: -Real. – quiero responderle, pero de mi boca no sale más que un leve, casi inaudible, gemido. El aprieta mi mano y me esfuerzo por devolver el gesto. Cien mil respiraciones más tarde, cuando la oscuridad es tan pesada que ya no soy capaz de sostenerla, susurra: -Quédate conmigo - Siempre- Le susurro de pensaría que después de la vida que me ha tocado vivir, estaría prepara para el dolor tan grande que ciento en estos momentos.
Estaría dispuesta a atravesar la arena del tercer vasallaje, ser picada por rastravispulas y recibir un balazo al mismo tiempo cien veces más, y estaría en la Gloria.
Hay días Buenos y malos, los buenos estoy sumergida en la oscuridad, los malos, Bueno, por algo son malos.
La oscuridad que me embarga es una delgada, pero al mismo tiempo, dura e inflexible pared que separa la realidad de la fantasía.
La realidad es roja y ardiente. La realidad es el horrible lugar en el que puedo escuchar, desde la lejanía, los sollozos de mis hijos, las súplicas interminables de Peeta, y los susurros ininteligibles del médico.
La oscuridad, es el espeso y profundo vacío, en el que nado en las profundas aguas de la inconciencia.
Pero es apremiante, agobiante, me pesa en los hombros como si fuera la gran bóveda celeste, empujándome, abajo, abajo, abajo.
En la realidad puedo oír la voz de Peeta, suave, distante y llena de dolor, suplicándome que me quede junto a él.
Mis ojos están abiertos pero soy incapaz de ver algo más que una neblina espesa que disipa las imágenes. Mi garganta esta seca y me es imposible hablar.
Pero es tan difícil, hay voces dulces y angelicales que me hablan, me incitan a seguirla; y la oscuridad es tan pesada, empujando cada segundo.
-Debería proceder, Señor Mellark, su esta...- Dice el Medico pero mi esposo le interrumpe
-No puedo, no puedo hacer eso. ¿Cuánto tiempo?
-No lo sé, podría hacer una estimación pero...
-¡¿Cuánto tiempo?!- la voz de Peeta ahora está cargada de desesperación.
Un silencio se prolonga por minutos, después, Peeta aprieta mi mano sobre las sabanas.
¿Cuánto tiempo? ¿Por qué no lo dijo en voz alta? ¿Serán minutos? ¿Horas? ¿Días? ¿Semanas, meses o incluso años?
Me concentro en las respiraciones de Peeta, mientras aprieta y relaja mi mano. Entro y salgo del torbellino de dolor. Y, ocasionalmente, escucho voces diferentes a las de mi familia. No las reconozco, pero siempre están manchadas por la pena o la tristeza y el dolor.
No se cuánto tiempo ha pasado desde la conversación y las visitas, pero un día, soy capaz de reconocer la delicada voz de Willow mientras cantaba.
- Y mi amor por tu aquí perdurará.- después se echó a llorar mientras se abrazaba a mi cuerpo inmóvil.
El siguiente en venir fue Ríe, hablo mucho, y pregunto muchas cosas que no podía responder. Después lloró, lloró hasta que se durmió sobre mi regazo.
El último en venir fue Peeta, no hablo hasta que pasaron unas veinte mil respiraciones.
̶ La primera vez que te vi, no sé si lo recuerdas, no fue el primer día de clases; teníamos unos tres años, llevabas un bonito vestido amarillo, ibas de la mano de tu madre, brincando en un pie, entraron en la panadería, yo estaba allí con mi padre, llevaban unas ardilla para hacer el canje que a tu padre no le había dado tiempo a hacer. Te soltaste de la mano de tu madre, y caminaste hasta donde yo estaba. No hiciste nada, tan solo te acercaste y me miraste a los ojos. Entonces tu madre vino y te llevo consigo. Desde ese día, no he dejado de pensar en esos ojos grises. – Peeta empieza llorar entonces, y dentro de mi inmóvil y dolorido cuerpo, mi corazón se rompe.
Quiero levantar la mano y acariciarle la canosa cabellera rubia, decirle que a mí me sucedió lo mismo ese día, decirle que si lo recuero, que ahora lo hago.
Pero no puedo, la extraña enfermedad que se aferra a mi desde hace dos años no me deja. Cada día la oscuridad se hace más pesada.
- ¿Katniss? Me amas ¿Real o no real?- pregunta cuando sus sollozos cesan.
-Real. – quiero responderle, pero de mi boca no sale más que un leve, casi inaudible, gemido. El aprieta mi mano y me esfuerzo por devolver el gesto.
Cien mil respiraciones más tarde, cuando la oscuridad es tan pesada que ya no soy capaz de sostenerla, susurra:
-Quédate conmigo-
- Siempre- Le susurro de vuelta con todas las energías que quedan en mi cuerpo.
Entonces, me rindo a la pesado oscuridad que me aplasta, y sigo la voz dulce que me llama.
¡HOLA!
¡LO SIENTO!
No los agobio mas, disfruten.
