Disclaimer: No soy Jotaká, no soy Warner (y vaya que desearía tener el cuerpechito de Grant). Inherentemente Harry Potter no me pertenece. Lástima, o no.
SOLO UNA NIÑA
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CAPÍTULO ÚNICO | SI TAN SOLO...
«Creo en el viejo dicho, 'Lo que no te mata te hace más fuerte'. Nuestras experiencias, buenas y malas, nos hacen lo que somos. Al superar las dificultades, ganamos fortaleza y madurez»
—Angelina Jolie.
Si echabas una hojeada a los jardines de Hogwarts durante el otoño podías encontrarlos repletos de estudiantes que aprovechaban para deshacerse de sus gruesas capas y salían con sus ropas más livianas a jugar con las hojarascas o simplemente a sentarse y tomar el sol, apenas comenzaban el trimestre y las corrientes de aire caliente eran más llamativas que las frías de la Biblioteca. Sin embargo, si hojeabas los pasillos internos del colegio los encontrabas vacíos, al menos, vacíos de personas vivas, ya que a los fantasmas les encantaban andarse a sus anchas por la falta de seres vivos.
Vacíos… sí, excepto por la figura menuda de una muchacha de cabellos negros, la cual debatía seriamente su condición de ser vivo.
Si otro fuese el tiempo Pansy sería fácilmente una de los estudiantes tirados en los jardines tomando el sol mientras charlaba de cosas tontas con sus amigos, pero hacía mucho tiempo que es etapa de su vida había sido quemada y ahora prefería el refugio de las frías paredes de piedra de los corredores.
Refugio.
¿Desde cuándo ella, la Princesa del Hielo, necesitaba de "refugio"? Una sonrisa sardónica se forma en su cara cuando múltiples respuestas llegan a ella.
Tal vez había sido el día en que comenzó, de nuevo, su séptimo año y las miradas que recibía eran de rabia y venganza. Tal vez había sido cuando patrullaba sola durante los Carrows y aquel Ravenclaw impertinente se había creído más diestro que ella en maleficios. Tal vez había sido cuando se unió a la Brigada Inquisitorial y recibía comentarios venenosos. Tal vez había sido la vez que lanzó su primer crucio o su primer avada.
¡No! ¡Mejor aún!
Había sido el preciso momento en que inició su quinto año y su padre la preparó para ser una mujer. Porque ella era una Parkinson, la heredera de un largo linaje de magos sangrepuras muy respetados y temidos, ella era la representante de la familia. No importaba que fuese una mujer, era su deber hacer prosperar el apellido y, si eso significaba unirse a los mortífagos, sus padres estaban dispuestos, ¡más que encantados!, de hacer tan ínfimo sacrificio.
¿Cuándo había sido el momento de opinar de Pansy?, ¿en qué instante decidió lo que quería hacer con su vida?, ¿siquiera habló durante la conversación con sus padres?
No, a Pansy no lo necesitaban para que tuviese un criterio propio, no la necesitaban para que hablase u opinase, no la necesitaban para tomar decisiones. No. A Pansy la necesitaban para que luciese como un bonito y capaz trofeo para su Señor. La necesitaban para que marcase su brazo y continuase con aquella herencia de magos poderosos y oscuros. La necesitaban para que arriesgase su vida y se alegrase por ello.
Y, si se lo hubiesen preguntado dos años antes, Pansy hubiese hablado acerca de la pureza de la sangre, del honor que conllevaba participar de tan glorificada misión, hubiese hablado de los sangresucias, esos impuros idiotas. Pero Pansy ya no tenía trece, Pansy ya no creía cada palabra que salía de la boca de su madre, ya no veía a su padre como un dios.
No.
En aquel entonces Pansy tenía quince, ya no quería hablar de honores, purezas o diferencias. En aquel entonces Pansy lo que quería era llorar, llorar porque estaban rompiéndola, porque estaban lastimándola, quería gritar que no estaba lista, ¡que solo era una niña!, quería huir porque estaba harta y tenía miedo, quería arrancarse el antebrazo izquierdo, quería hundirse en un lago lleno de filtro de muertos en vida. Pero no podía, no por miedo por su familia o lealtad, sino porque, por sobre todas esas cosas, Pansy era una cobarde.
Una cobarde que no podía preparar un filtro de muerte, pero que sí podía conjurar un crucio contra un indefenso niño.
Una cobarde que temblaba ante una puerta abierta, pero que no dudaba en cerrarles la vida a otros.
Una cobarde que vomitaba cuando veía su brazo, su marca, pero que señalaba la sangre oculta entre las venas.
Una cobarde que no podía verse en un espejo, pero que veía los ojos cerrarse de niños, niñas, adultos, ancianos.
Una cobarde que ansiaba libertad, pero que aplicaba esclavitud.
Y, con todo eso, era una cobarde viva, perdonada. Una vil rata que usurpó la oportunidad de vivir de muchas personas, que había sido perdonada porque era solo una niña.
Pero Pansy ya no era solo una niña, había dejado de serlo cuando entró en el despacho de su padre, había dejado de serlo cuando asesinó a ese muggle bebé, había dejado de serlo cuando torturó a su primera familia, cuando orquestó un asesinato en un orfanato, cuando preparó docenas de pociones venenosas.
No, Pansy no era una niña. Podía lucir como una y tener diecisiete años, pero habían roto, arrancado y cambiado tanto en ella que era todo, todo menos una niña.
¡Hola, hola!
Y, bueno, aquí está otro, pa' que no digan que soy mala XD
Tengo un serio conflicto con este fic, ¡porque esto en un principio iba a ser un fic de violación!
Sí, amigos, mi macabra cabecita pensó que Pansy era perfecta para un fic bien dark donde es violada, rescatada por H... él... sufre una depresión de tres mil años, sale de eso gracias a múltiples personalidades y... eso y bah.
Pero no. Claro que no.
Porque las cosas nunca salen como yo quiero. Señores, seamos sinceros porque yo bailo al son y ton de Mezquina.
En fin.
Besos, Amaly.
