El sol lentamente empezaba a ocultarse y se sentía como el momento adecuado para retirarse. Estaban ya todos reunidos y listos para volver a casa, pero había un pequeño inconveniente frente a ello. Más bien, alguien.

—¿Qué sucede, Hima?—preguntó suavemente su madre, posando con la misma actitud su mano sobre las de su hija. La pequeña peliazul soltó un suspiro, sin dejar de mirar un punto fijo y frunciendo ligeramente su ceño, aparentemente concentrada. El resto de su familia sonrió por culpa de sus reacciones tan tiernas.

—¿Hima?—le llamó Boruto, un tanto divertido por la situación. En ese instante la chica pareció salir de su mente y así prestarle atención a los que le rodeaban.

—Perdón, estaba pensando—confesó la niña, después entregándoles una sonrisa llena de felicidad. Ahora parecía clara en sus asuntos.

—¿En qué estabas pensando, princesa?—cuestionó Naruto, hablándole en un tono cariñoso. Era una escena relajada y llena de cariño, hasta que, por supuesto, la pequeña respondió.

—En chicos.