¡YO NO SOY EL DUEÑO DE LOS PERSONAJES DE HOTEL TRANSYLVANIA! A EXCEPCIÓN DE LOS OC'S
Sin más que agregar los dejo con el capítulo.
I
Winnie Werewolf
—¡Vamos Loughran!
Dennis se escondió tras una de las barreras laterales que tenían el propósito de servir como trincheras, mientras el monstruo que estaba intentando abatir se movía veloz como una flecha, sin detenerse ante nada ni nadie, apoyándose en las columnas y golpeando con un trozo de madera de una de las barreras que había roto.
Estaba en una cámara subterránea circular, con el techo en forma de domo que se sostenía sobre una columna central y a los cuatro puntos cardinales había una larga barrera de madera de un metro y medio, colocada para protegerse de algún ataque. La poca iluminación que llegaba a la zona era a través del único tragaluz que había al lado derecho del domo.
El joven se encontraba en su prueba para ser, oficialmente, un miembro de Muspel, la organización cazadora de monstruos a la que pertenecía desde que tuvo memoria. La prueba en sí constaba de cinco partes, todas ellas luchas contra monstruos que iban subiendo en dificultad. Al principio tuvo que apaciguar a una banshee, es decir, un espíritu que no necesariamente es malvado, pero sus gritos y alaridos desesperaban a quien lo oyera. Sencillo. Solo tuvo que usar su capa y cubrirla con ella, amortiguando su voz. «Yo la hubiera matado», le había dicho su entrenador, Erik, aunque Dennis se planteaba cómo se debía hacer para matar un espíritu, algo que de por sí ya está muerto.
Lo segundo fue un poco más fastidioso, un ghoul. Una criatura necrófaga de poca inteligencia, aunque mucho más grande y fuerte que un humano normal. Al inicio fue complicado, por lo que tomó la cimitarra que colgaba en una de las paredes y con varios mandobles logró reducir al monstruo a pedazos.
El tercero fue un ogro, más grande y fuerte, de piel entre verde y amarilla y mucho más astuto que el ghoul. Por un momento estuvo a punto de atrapar a Dennis, pero él logro esquivar la enorme manotada que venía hacia él y le clavó en un ojo el cuchillo de plata que llevaba en la pantorrilla, matándolo en el acto.
Ahora estaba con el cuarto monstruo, y no estaba precisamente en el mejor de los casos. Le había tocado un goblin, una pequeña criatura, un duende, escurridizo, hiperactivo y que nunca dejaba de moverse. Según lo que recordaba, los goblin eran patosos al moverse y no muy veloces, por más que sean escurridizos; este, sin embargo, se movía como un demonio, usaba las barreras y la columna central para desplazarse a saltos veloces y con una agilidad que no tendría nada que envidiar a los felinos.
—¿Qué no todos los goblin eran lentos? —le preguntó a Erik, tras la barrera lateral.
—Siempre hay un monstruo que rompe la regla —lo reprendió él—, se supone que te lo enseñé hace tiempo. Sigue pensando así y no durarás mucho —agregó, riéndose.
Dennis esquivó un ataque del goblin ladeándose a la vez que miraba a Erik con el ceño fruncido. Para él era muy sencillo hablar, después de todo, estaba detrás de los barrotes de la cámara, mirando desde arriba. «Que se atreva a bajar a ver si aguanta.»
Se mantuvo al margen de los posibles lugares donde el goblin pudiera conectarle algún golpe o herida mientras pensaba cómo detenerlo, o en cuyo caso, matarlo. Se colocó la capucha de la capa para intentar mimetizarse con las negras paredes de obsidiana, y la idea le vino de improvisto. ¡Su capa! Podía atraparlo usando la capa.
No estaba seguro si eso funcionaría, pero era la única manera posible que le se le ocurría. Se quitó la capa y ató una punta a la barrera mientras la otra la sostenía con su mano. Era todo o nada. Salió.
—¡Hey! —gritó, para llamar la atención del monstruo.
Cuando el goblin se percató de él, fijando sus ojos amarillos sin pupila, se le lanzó velozmente. Fue un destello, durante un segundo estaba lejos y al siguiente estaba casi sobre él. Fue instintivo, Dennis estiró su capa a toda su capacidad y cuando sintió la presión del goblin en la misma, giró sobre sí y logró anudarla, dejando al monstruo encerrado en ella.
Ya con el goblin envuelto en un nudo de su capa, la levantó frente a Erik y este asintió. Erik era alguien a quien Dennis todavía no sabía cómo definir, a veces era alegre y bonachón, y a veces era alguien excesivamente serio y centrado. De cualquiera de las dos formas era alguien intimidante; alto, fornido y con la cara llena de cicatrices, la mayoría, causada en ataques contra los monstruos que hacían los grupos de búsqueda y otras causadas al defender el pueblo de los mismos, su cabello negro enmarañado le caía hasta las cejas y tenía una expresión dura. Había algunos aprendices que decían que Erik tenía sangre de ogro por su extraordinario parecido.
—Déjalo en su mazmorra —le dijo Erik—. Y prepárate para la última prueba… que no será nada fácil.
Dennis asintió y se preparó. Sabía con anterioridad, gracias a los consejos de Pavel y Tiana, que la última prueba era enfrentarse a un hombre lobo y salir victorioso. Siempre lo era. Pavel le contó que debía ganarle, no importaba si debía matarlo o no, pero si lo hacía obtendría una calificación más alta y por ende, un rango más alto. En Muspel se caracterizaban por una jerarquía de rangos: el más bajo era Aprendiz, simbolizado por un círculo vacío y el más alto era el Líder, simbolizado con una corona. Entre estos habían otros cinco rangos: Novato, con una antorcha dentro de un círculo; Cazador, con un arco y flecha dentro de un círculo; Rastreador, con una fogata dentro de un círculo; Guardián, con un escudo dentro de un circulo; y Berserker, con un hacha dentro de un círculo.
A él no le interesaba quedar como Guardián, mucho menos Berserker, aunque debía aspirar al menos a Cazador si quería poder salir en sus propias búsquedas. Por lo general todos quedaban o en Novato o en Cazador, era muy raro que alguien quedara más arriba en su prueba, sin embargo, Pavel logró quedar como Rastreador. Sabía que Cazadores había muchos, pero pocos eran Rastreadores o Guardianes. Estos dos últimos eran quienes organizaban las búsquedas y los Berserker… solo existía uno solo, y nadie sabía quién o cómo era.
Sacudió la cabeza para dejar de pensar en eso. Su objetivo ahora era derrotar al hombre lobo. Cuando pensó en ello, una sensación empezó a aflorar en él; una presión en el estómago que se extendió a cada región de su cuerpo. Ira. Desde que sus padres adoptivos, Diana y Paul, le contaron que sus verdaderos padres habían muerto a manos de un hombre lobo, él le ha tenido un rencor enorme; y más aún cuando le informaron que Diana y Paul murieron en la última búsqueda realizada, a manos de ellos también.
Una de las puertas laterales se abrió lentamente y Dennis se quitó el arco de la espalda, tomó una flecha de su carcaj y apuntó a la entrada.
—Tu prueba final, que determinará tu posición final y tu rango —le dijo Erik, con tono impasible. La puerta se abrió por completo y una mancha borrosa color marrón se lanzó contra Dennis—. Una de las velocidades más rápidas del mundo de los monstruos, siendo superada únicamente por los semiextintos vampiros…
Dennis esquivó un zarpazo y dio un pequeño salto hacia atrás para evadir una patada que el lobo lanzó. Pudo ver que los ojos del licántropo se movían con frenesí, lo miraba y al segundo siguiente miraba los alrededores.
El hombre lobo se lanzó sobre Dennis, logrando derribarlo, pero el muchacho logró interponer el arco entre él y las fauces del lobo. Con sus pies hizo palanca sobre el estómago del monstruo y se lo quitó de encima con un alarido de furia. Colocó una flecha en el arco y apuntó al lobo, mirándolo con el entrecejo fruncido.
Cuando ambas miradas se cruzaron, el lobo, quien antes se mostraba agresivo, bajó las orejas en gesto de sumisión. Dennis, desconcertado, apuntó al pecho del licántropo, mientras dudaba si dispararle o no. Una vocecita le decía que lo hiciera, que ellos mataron a sus padres, tanto biológicos como adoptivos; otra, en cambio, le decía que no lo hiciera, que ese lobo en particular no le había hecho nada a él para que muriera, sin contar el hecho de que de un momento a otro se mostro calmado.
—¿Qué esperas? —le gritó Erik—. ¡Mátalo!
Dennis se quedó mirando fijamente al hombre lobo. Quería saber por qué se mostró tan dócil de un momento a otro, y si eso ya había sucedido con alguna otra persona. La mano le tembló y por un momento estuvo a punto de bajar el arco, pero el enojo que sentía contra todos los de su raza lo hizo decidirse. Disparó, sin embargo, no le dio. La flecha se clavó en la pared a escasos centímetros de la cabeza del lobo. El monstruo le lanzó una mirada confundida y Dennis le respondió con una severa, como diciéndole: «No te levantes… por tu bien.»
Se volvió hacía Erik con el ceño fruncido.
—Listo.
—¿Qué? —se sorprendió él—. ¡Debes matarlo si quieres pasar la prueba! ¡No puedes dejarlo vivo!
—En eso te equivocas —recalcó Dennis, colgándose el arco a la espalda—. La prueba consiste en someter al hombre lobo, no matarlo. Y como puedes ver, él no parece querer volver a atacar —agregó, señalando al lobo con un amplio movimiento de la mano.
Ambos se quedaron viendo en una batalla de miradas, hasta que Erik soltó un suspiro entre molesto y decepcionado. Tomó una tela parecida a una cinta y se la lanzó a Dennis.
—Tu rango —dijo él—. Cazador. Si lo hubieras matado hubieras logrado ascender a Rastreador.
Dennis tomó la cinta, en ella estaba bordado un arco y flecha dentro de un círculo. Se la amarró al brazo derecho y dio media vuelta para irse.
—Una cosa es matar para defenderme —indicó, con voz severa— y otra es masacrar a alguien que ya se ha rendido, Erik.
Y sin decir más, salió.
—¿Así que eres Cazador? —preguntó Tiana, entusiasmada.
Tiana y Pavel eran dos hermanos que eran los mejores amigos de Dennis y al mismo tiempo hermanos de crianza. Le habían echado un cable con su entrenamiento y le dieron algunos tips con la prueba para ingresar formalmente a Muspel. Tiana tenía la piel de una tez color trigo, ojos color miel y el cabello negro ondulado corto a nivel de los hombros; de expresión alegre y de la misma edad que Dennis, veinte años.
—Qué raro —dijo Pavel—, yo mismo te he ayudado a entrenarte tanto físicamente como con las armas. Deberías haber llegado a mi mismo rango. A Rastreador.
Pavel era un poco mayor que ambos, tenía veinticinco años, de ojos oscuros, piel color trigo y el cabello marrón largo atado en una cola de caballo. En lo que discrepaba con su hermana era que, en donde ella tenía una expresión alegre, él tenía una indescifrable; podría estar pensando en cómo matarlo y Dennis no lo sabría.
Dennis miró de reojo la insignia de Pavel, una fogata dentro de un círculo, y luego miró la de Tiana, ella era una Cazadora al igual que él.
—La cosa es que… —dijo Dennis, con vacilación— no maté al lobo.
Ambos hermanos se le quedaron viendo, entre sorprendidos e incrédulos. Como ninguno de ellos dijo nada, Dennis continuó.
—O sea, no es que no quisiera matarlo. Quería, pero el lobo al verme se quedó sumiso en el suelo, sin moverse ni hacer nada. Solo mirándome… y pues, no iba a matarlo así como así. Sería muy cruel.
—Pero tú odias a los hombres lobos —objetó Tiana, ceñuda.
—Sí, pero una cosa es odiarlos y otra masacrarlos. Si tengo que matarlos para defenderme lo haré, pero no masacraré a diestra y siniestra por ello. Si lo hiciera no estaría muy lejos de ellos, y yo quiero seguir conservando mi humanidad.
—Eso no quiere decir que debiste perdonarlo —contraatacó Pavel, con una mirada gélida—, y mucho menos sacrificar un rango por eso. Entiendo tu punto, sin embargo, los monstruos son monstruos. No razonan, y dudo mucho que si te topas con uno, te deje ir si te rindes. ¿Me equivoco?
Dennis frunció el seño, la lógica de Pavel era aplastante, pero a la vez muy teñida de resentimiento. Él lo entendía, porque durante sus clases sobre los distintos tipos de monstruos hablaron sobre los vampiros, y de cómo pueden hacer un sinfín de cosas con los humanos. Los padres de Pavel y Tiana lucharon contra un vampiro y según dicen le ganaron, mas murieron al hacerlo. De ahí el por qué del resentimiento de Pavel hacia los monstruos. Así como Dennis odiaba a los hombres lobos, él odiaba a sangre fría a los vampiros.
—No voy a tener esta discusión de nuevo, Pavel —puntualizó Dennis—. Me voy a cazar.
—No puedes ir —lo contradijo él.
—¿Qué no? —Dennis arqueó una ceja y señaló su hombro—. Ahora soy Cazador, no un Aprendiz, así que estoy en todo mi derecho de ir a cazar si me da la gana. —Se volteó rumbo a la salida del pueblo—. Nos vemos en el comedor grupal a la media noche.
Sin mediar más palabras empezó a caminar hacia los límites del pueblo y se adentró en el bosque. Los bosques de Transilvania estaban llenos de enormes y tupidos árboles que de tanto en tanto bloqueaban la luz y sumía todo en oscuridad.
Alzó la vista, y vio que la luna empezó a alzarse, debería ser entre las nueve y diez de la noche, supuso, adentrándose cada vez más. Al cabo de un rato oyó un aullido, débil y casi apagado, causando que todo su ser vibrara en adrenalina. Tenía que ir, tenía que ir a donde ese aullido provenía. Corrió hacia el sonido y cada vez lo oía más fuerte. No era uno, eran varios, en varias partes a la vez; se estaban comunicando. Una manada.
No se puso a pensar en sus probabilidades, solo tenía una cosa en mente: llegar a ellos. Terminó llegando a las cercanías de una de las muchas zonas que se abrían en pleno bosque, como una pradera oculta por los mismos árboles… y entonces los vio. Eran seis hombres lobos, todos machos y habían rodeado a un ciervo y su cría.
La excitación lo tenía al borde de la locura. Los latidos del corazón le retumbaban en los oídos como tambores, y las manos le temblaban y sudaban cuando sacó una flecha con punta de plata de su carcaj y la colocó en el arco. Apuntó al lobo mayor de los seis, al que se mantenía atrás de los que tenían rodeado a los dos ciervos, como supervisando si todo iba bien.
Espiró mientras apuntaba fijamente al lobo mayor. Los otros cinco se acercaban cada vez más al ciervo y su cría, y a su vez, Dennis tensaba más el arco. Dispararía cuando se lanzaran sobre el animal, usando su balido de dolor para encubrir el sonido de su flecha.
Se agachó, cubriéndose con los arboles y alguna que otra hierba. Estaba tan cerca. Tan cerca.
El corazón le latía desbocado, mientras una sonrisa se le curvaba en los labios.
Las garras y colmillos de los cinco lobos se clavaron en el ciervo y el cervatillo.
El bramido de dolor de los dos animales le dio el incentivo a Dennis para disparar.
Espiró y cuando fue a disparar…
Lo interceptaron. Alguien o algo aprovechó, al igual que él lo haría, el balido de dolor de los dos ciervos y se le lanzó encima, cayendo ambos al suelo y rodando por el mismo. Los berridos cada vez más apagados de los ciervos encubrían la lucha de Dennis con lo que sea que lo atacó; solo podía ver una mancha marrón chocolate revolviéndose.
Sin quitársela de encima llevó su mano a su pantorrilla, sacó su cuchillo de plata y logró colocarlo al cuello de la criatura que lo atacaba, deteniéndola de inmediato. Pudo sentir las garras de su atacante en su propio cuello y cuando alzó la mirada, se quedó sin aliento.
Una mujer lobo. Llevaba unas ropas humanas rasgadas y hecha girones en algunos lugares, de un pelaje marrón chocolate y unos ojos azules, igual a los de él, que parecían atraer su mirada como un imán al metal. Su cuchillo estaba pegado al cuello de ella, y notaba que el contacto de la plata le causaba una suave y casi imperceptible quemadura.
Estuvo tentado de matarla. No sería muy difícil, solo sería un movimiento de la muñeca y asunto resuelto, pero no podía. Aunque su cuerpo le pidiera que lo hiciera a gritos, su mente dudaba, y le hacía preguntarse por qué ella no lo había matado aún.
Los ojos de ella lo analizaron y a Dennis le recorrió un escalofrío por el cuerpo. ¿Qué estaba haciendo ella que le daba esa sensación? Sus ojos seguían los de ella entre cuidadoso e hipnotizado y se percató de que se detuvieron sobre su hombro.
—Un cazador —murmuró ella para sí; su voz sonaba suave, pero fuerte, como una caricia para los oídos de Dennis.
El chico sonrió para sus adentros, nunca había imaginado que los monstruos podían comunicarse; aunque si se lo pensaba bien, nunca lo preguntó. Muspel solo llegaba, limpiaba la zona y preguntaba después. Era lógico que no lo supieran.
Un aullido retumbó en el ambiente y Dennis se percató, de reojo, de que fue el lobo más adulto el que lo emitió, mientras los demás se llevaban en hombros el ciervo y su cría. La mujer lobo irguió sus orejas y movió la cabeza en dirección al aullido, a lo que él aprovechó su descuido para lanzársele sobre ella. La colocó bajo él, sosteniéndole las muñecas.
—Sí; Cazador. ¿Con quién tengo el gusto? —se burló él, en voz baja—. Mira que un monstruo que habla, ¿todos son así?
La chica lobo se revolvía tratando se liberarse del agarre de Dennis, pero éste apretaba con más fuerza; y soltó el cuchillo para tener mejor agarre.
—No me mataste y como agradecimiento tampoco te mataré —comunicó, y con esas palabras sus ojos buscaron los suyos—. Solo necesito tu nombre; no todos los días se conocen monstruos que hablan.
Ella se le quedó viendo fijamente y Dennis sentía como si ella mirara lo más profundo de su ser. Sentía una sensación rara en él, muy distinta a la que sentía con los demás lobos. No era odio… era una especie de curiosidad. Si bien nunca había oído de algún hombre lobo que hablara (ni se diga algún monstruo), ahora tenía al frente una que lo hacía, y para rematar, una mujer lobo, cuando no se sabía nada de ellas. No era odio, era…
Fascinación.
—Que todos los tuyos maten monstruos como si fueran insectos no significa que seamos unos bárbaros como nos hacen ver —siseó ella—. ¡Suéltame de una maldita vez!
—¿Con esa boca comes? —rió él—. Dame lo que quiero y te dejaré ir.
Dejó de forcejear y le dio una mirada iracunda. Dennis supo que ella aceptaría, la soltó y cuando fue a tomar su cuchillo ella lo lanzó al suelo, quedando ella arriba. Se levantó sin hacer ruido y le puso una garra a nivel del cuello; presionó y un pequeño hilillo de sangre le recorrió el cuello a Dennis.
—Winnie —sonrió ella, prepotente y orgullosa—. Winnie Werewolf. No lo olvides esto, Cazador: si te vuelvo a ver, será la última.
Dicho esto salió a correr, rápida como una flecha y silenciosa como una sombra, hacia donde se habían ido los demás lobos. Un aullido sonó a lo lejos, más agudo y suave que los de los demás. De ella.
Dennis sonrió y miró al cielo, la luna se veía con claridad, iluminando el bosque dándole un aspecto fantasmal. Ya no tenía esa adrenalina a tope recorriéndole el cuerpo, ni esas incesantes ganas de cazar un hombre lobo. Ahora tenía un objetivo distinto, tan descabellado que le erizaba los vellos del cuerpo de la emoción.
Se volvería a topar con Winnie, eso era seguro. No lo iba a negar, le interesaba; la curiosidad por saber más se sobreponía sobre su odio por los licántropos. Quería saber, quería saber más. ¿Todos los lobos eran como ella? ¿Todos los lobos hablaban o mejor; todos los monstruos lo hacían?
Se levantó y se limpió la tierra de la ropa.
—Winnie Werewolf —murmuró para sí.
Sonrió y caminó rumbo al pueblo.
