Hetalia y LH no son míos.


Secretito

Tenía la impresión de que Martín sabía exactamente en qué momento ponerle las manos encima. Miguel no se le ocurría nunca una excusa para no hacerlo porque cada vez que Martín le daba esa mirada, él también quería. Tal vez era porque Miguel siempre quería, aunque descartó esa posibilidad. Había días en que no lo quería ver y no lo veía. Pareciera que Martín tuviera un sensor para saber siempre cuándo Miguel lo recibiría de buena gana.

A Miguel le gustaba la manera en que Martín se lo hacía. Lo besaba de manera firme y segura, no le daba tiempo a dudar. Todo en el rubio era grande y ocupaba cada parte en él, sin dejar espacios vacíos. Martín demandaba y Miguel daba, recibiendo siempre a cambio un beso caliente, seguido de inmediato por uno ligero, tanteante. Cuando estaban desnudos, Miguel se sentía capaz de hacer cualquier cosa por él y por sí mismo. También lo haría vestido, pero en plan de amigos. Cuando había ropa, había amistad pura. Cuando no, no cabía nada más y había todo. Miguel podía ponerse de rodillas e idolatrar a Martín con la boca abierta, o podía estar sobre él y tirar de su cabello, gimiendo. Martín luego le susurraba al oído que amaba sus gemido y Miguel sonreía, divertido. Él amaba su cabello, la forma en que se veía y cómo se sentía entre sus dedos. El pelo de Tincho era más delgado que el suyo, más sedoso y agradable al tacto. Obviamente más cuidado. Sabía que era el orgullo del rubio y de alguna manera también lo era de él. No sabría cómo explicarlo, pero tampoco era como si tuviera que hacerlo, nadie sabía de eso y lo prefería así. Sus pequeños delirios siempre eran privados, ni Martín sabía de ellos.

A parte de ellos, tampoco nadie más sabía qué tenían. No era por esconderse, probablemente solo era la pereza de explicar y el no querer que nadie se metiera. No era que fuesen novios. Se amaban físicamente. La gente lo criticaría, insistirían que seguro uno de los dos tenía sentimientos por el otro, que eran unos depravados calientes… bueno, tal vez lo último sí. ¿Pero cómo no estarlo con Martín en bolas? Difícil, oye.