En la vida de las mujeres como nosotras, hay muchas privaciones, amarguras, y decepciones. Cuando creces en un burdel, la vida te ofrece algunas cartas, que a veces no son las que esperas pero que, lamentablemente, son las que tienes que tomar
CAPITULO 1 EL COMIENZO
Bueno, se suponía que tenia que escribir algo… pero aun no entiendo que… esto es un simple ejercicio, tomando en cuenta que siempre tengo algo que escribir…aunque para no dejarles con un mal sabor en la boca por haber abierto mi diario con el objetivo de, averiguar mis mas intimas confesiones, mis mas bajas pasiones, mis miedos y todo lo que celosamente oculto de los ojos de los que ven mi áspero y duro exterior. Para que de pronto encuentren unas insulsas páginas vacías, donde debía de haber algo sucio, pérfido y tal vez incitante.
6 DE SEPTIEMBRE 1930
Tenía 16 años. Había tomado la decisión más importante de mi vida. Cuando creces en un burdel, la vida te ofrece algunas cartas, que a veces no son las que esperas, pero que, lamentablemente, son las que tienes que tomar, la vida no es justa, esa frase me sonaba, pero no sabia de donde.
Mis dos opciones eran las siguientes, ser una criada mas de las "Acompañantes", como Madame Toussard's disfrazaba amablemente el nombre de lo que comúnmente ustedes llamarían Putas. Y Segundo convertirme en una puta. Simple, a veces desearía que fuera mas complicado de lo que es, la mayoría de los acogidos, como nos dice Madame, somos instruidos en dos artes, la de complacer a los hombres y en su caso los Chicos a las mujeres y la de lavar correctamente una boa de plumas. El valernos por nosotros mismos, es algo que debemos aprender solas, pero por más deseo que tengas de salir del infierno lleno de mierda que son nuestras vidas, no nos lo ponen tan fácil, Madame solo proporciona dos cosas de vital importancia y a las únicas a la que deberíamos aspirar según ella, alimentos y un techo.
Nuestra procedencia es lo mas deplorable, y la mayor vergüenza de nuestras vidas, al menos para mi, somos los hijos que no se pudieron desenterrar de las entrañas las putas de este antro de mala muerte y los bastardos sin fortuna de algún rico señor, o peor aun, de uno de los gigoloes del antro. La única manera de salir de aquí, es para realizar cualquier actividad que solo le pueda dar Beneficios a Madame, cosas que serian trabajar de lavandera, ser la amante de un rico señor, o hacer recados de una ciudad a otra. Las lavanderas tenían que pagarle a Madame el 50% de su sueldo como abono, a según ella, la "deuda" que teníamos con el burdel, ya que la comida y los harapos que nos dan para cubrirnos, no eran gratis. Al igual que las amantes y concubinas que alguno de los millonarios más influyentes de la ciudad de New York tenían el lujo de alojar en sus casas, al estilo de la vieja costumbre inglesa, en la cual la colmaban de joyas y ricas ropas de seda y lino, las cuales iban directamente a manos de Madame, también como contribución de una deuda que nunca se acabaría de pagar, de esa manera Madame veía crecer sus ingresos y su hacienda, y al mismo tiempo, nos mantenía atados a en sus avaras y ambiciosas manos, sin ninguna vía de escapatoria.
Madame Toussard's como hacia llamarse era una Francesa que desde hacia dos décadas estaba exiliada desde Paris, la urbe de la vida licenciosa*, por haber estado involucrada en un problema con la ley por cometer actos licenciosos niños desde los 9 hasta los 12 años. Tenía por lo menos cuarenta y muchos y cincuenta y pocos, su tez era nívea como la porcelana, labios seductores que no eran ni muy finos ni muy gruesos, algunas diminutas líneas de expresión que los bordaban cada vez que se reía ella era como las francesas deberían de ser, altas delgadas con un salvaje pelo oscuro y unos vivaces y penetrantes ojos azules. Me miro ceñudamente mientras le hacia mi petición de unirme a su grupo de Acompañantes, lentamente su cara reflexiva se fue relajando, mientras analizaba detalladamente los pros y los contras de mi petición, hasta que al fin su seño se suavizo hasta que su rostro se torno en la sarcástica careta de plena satisfacción que solía ser. Me obligo a desnudarme, Rosalie una de las acogidas que se había integrado recientemente al grupo de acompañantes, me recomendó que me rasurara el sexo para que Madame hiciera un examen mas especulativo acerca de mis atributos físicos me rodeo con mirada critica, haciéndome parecer pequeña he insignificante toco mis pechos y su mirada dio a entender que daba el visto bueno a estos, examino cada centímetro de mi piel, que gracias al cielo, según comento, era inmaculadamente perfecta y lozana, tersa y suave, como se supone que debe ser la piel de una mujer, comento también que le gustaba su tono, y que a estas alturas después de vivir durante dieciséis años en la casa de acogida, debería por lo menos tener la piel llena de de marcas, por viruela u otro incidente, pero que a pesar de todo era impecable. Al parecer mi vientre y piernas eran aceptables, el momento para estimar mi valía, era al que mas le temía, era un procedimiento simple (Como todo en esta vida) para comprobar si aun no había sucumbido a la seducción de los acogidos, que en busca de un poco de diversión se dedicaban a seducir a las jóvenes novatas en estos temas, para llevarlas a sus camas. Cuando por fin llego el momento hizo que me recostara en su escritorio y que reclinara mis piernas en contra mi pecho, ella se quito sus guantes de seda negros, y la boa de un color verde turquesa, se acerco lentamente -quizás demasiado- hacia mi, con sus dedos, bordeo mis labios, y luego estrujo entre ellos mi clítoris, como tanteando el terreno por el que surcaba, hasta que en un acto que no me esperaba, me toco los pechos, haciéndome sentir extrañamente excitada, sus dedos empezaron un lento pero estimulante vaivén sobre mi clítoris, mientras posaba sus labios en uno de mis pezones, Gemí, de placer, ella acallo mi gemido con una mirada reprobatoria, de repente, sus dedos encontraron la abertura de mi sexo, penetrándolo inmediatamente , sus atenciones a mis pechos, no cesaron, al contrario, se aumentaron de manera efusiva, enviándome directamente a un mar de sensaciones que no creía, que un cuerpo podría ser capaz de generar, en mi fuero interno, me hacia mil y una preguntas que eran esquivadas todas, cada vez que sentía una nueva caricia de sus dedos en mi interior, en mi vientre se había acumulado una necesidad de que algo mas grande y duro ocupara el lugar de los dedos de Madame, cuando pasó, el deseo, y el placer que sentía en mi vientre se fue eclipsando, por una sensación indescriptible que se habría paso en mi interior, subiéndome y enfrascándome en unas perturbadoras oleadas de placer, gemí desesperada, creí que iba a morir si la sensación se prolongaba un segundo mas Madame retiro sus dedos de mi saciado sexo, y me sonrió con una mirada satisfecha.
Bienvenida a bordo hija, fueron las únicas palabras que me dedico mientras Salía de su oficina y ordenaba a Alice, mi compañera de cuarto – Quien también pretendía convertirse en una acompañante- que entrara inmediatamente a su oficina después que yo hubiera salido.
Alice y yo, esperábamos hacer nuestro debut el viernes por la noche. Este consistía en que, si no éramos pedidas durante el jueves de exhibición, perderíamos la virginidad ese mismo día con el Gigoló que nos asignaran. La simpleza con la que elegirían mi destino me aterraba, pero era algo de lo que estaba conciente cuando decidí convertirme en una mujer de la noche. En la vida de las mujeres como nosotras, hay muchas privaciones, amarguras, y decepciones, se nos permitía tomar de amantes a los gigoloes que nos desvirgaran, los términos de la relación, serian cosa nuestra, trabajar durante la noche, dormir un poco durante el día, sufrir todas las vejaciones a las que los clientes del burdel nos sometieran, sin emitir queja alguna, abortos, -que no llegare a efectuar- si mi vida será genial.
JUEVES 9 DE SEPTIEMBRE 1930
Los días se me pasaron rápidamente, en parte por lo ansiosa que me encontraba acerca de lo que ocurriría esta noche, los días anteriores se me pasaron arreglándome el vestido que utilizaría en mi debut, mudando mis cosas –que no eran muchas- a la habitación que compartiríamos, Alice , Rosalie, quien hacia unas semanas se había hospedado, y yo, Madame me había regalado unos vestidos, en diferentes tonalidades de azul, esta aseguraba que era un color que me sentaba bien, unas cuantas boas a juego camisones y etcétera. El día había llegado. Madame me había enviado al tocador donde las acompañantes se arreglaban para la noche, mi criada, Ángela, una chica de largo pelo castaño y unos melancólicos ojos de color verde, se me acerco para maquillarme, me empolvo el rostro, y me delineo los ojos con un carboncillo, una barra de carmín, coloreo sugestivamente mis labios, haciéndolos mas llenos y exuberantes, me ayudo a ponerme el vestido, encima de una bata de satén azul zafiro, el vestido era muy llamativo encantador, tenia un escote en v muy pronunciado con un trabajo de pedrería en el corpiño. Y una abertura que dejaba detrás que dejaba ver hasta mi media espalda. Llevaba una boa de piel de visón, de un color blanco casi etéreo, Ángela recogió mi larga y salvaje melena color caoba en un sofisticado peinado que dejaba apreciar mi esbelto cuello, adornado por un collar que tenia algunos zafiros y diamantes. Unos guantes de color blanco y unos zapatos de tacón azules complementaron mi atuendo, a mi lado, Alice vestía un vestido parecido al mío pero de un color verde muy oscuro, que resaltaba perfectamente con su piel y su ondulado pelo de color negro recogido en un moño sobre su nuca. Charlotte, la criada de Alice, se había esmerado, a ella le habían pintado los labios de un color mas brillante que el mi, unas orquillas con incrustaciones de esmeraldas –Un regalo de Madame- se mezclaban con sutileza entre los mechones de su brillante pelo negro.
-Están preciosas, afirmaron Charlotte y Ángela al unísono.
-De veras? Alice pregunto con tono de indesicion
-De veras, si algún señor de esos no se fija en ustedes es por que están ciegos.- un sentimiento nada agradable se instaló en mi vientre.
-Oh por dios
