PUNTO Y APARTE

El Bosque Encantado era, sin ninguna duda, mágico. Lo que buscabas con ansiedad, era más difícil de encontrar, y con aquello que no querrías toparte ni en un millón de años, lo hacías al doblar cualquier recodo del camino. A veces, el Bosque parecía estar lleno de sombras y otras veces, se quedaba en silencio y no se oía ni el canto de un mísero pájaro.

En uno de esos momentos de silencio, a la Alcaldesa le resultó sencillo oír las ramas romperse bajo las pisadas de alguien que se acercaba a gran velocidad por su flanco izquierdo. Y al doblar el recodo, tropezó con ese alguien y cayó de bruces al suelo. El desconocido cayó estrepitosamente encima de ella y antes siquiera de poder distinguir la cara del extraño, la alcaldesa reconoció su olor. Uno tan particular que solo podía pertenecer a una persona. Ese olor que durante tanto tiempo le había obsesionado, llegando incluso a comprar un frasco de dicho perfume. El olor de su némesis, la Salvadora...

Miss Swan, me está aplastando.- Sus cejas levantadas mas allá de lo humanamente posible.

Oh! Disculpa Regina.- Dijo Emma, pegando un brinco y separándose. Sus ojos estaban llenos de culpabilidad .- De hecho, te estaba buscando… bueno, buscaba a Ingrid, pero esperaba encontrarte a ti también en el bosque. – le dedico una media sonrisa a la morena, mientras la ayudaba a ponerse en pie. – ¿Supongo que aun no has dado con ella?

Supones bien.- Respondió secamente la morena, mientras echaba a andar, sacudiéndose malhumorada y sin esperar a nadie.

La rubia la siguió con la vista… fijándose con envidia en aquel cuerpo lleno de curvas, en su contoneo… Ella no podía soñar ni por asomo con un cuerpo así. Ella era larga, desgarbada, solía pararse en posición de Peter Pan (posición nada femenina, por cierto), y su ropa era bonita, pero no explosiva como la de la alcaldesa, además desde que se había enamorado de Robín, la morena usaba una ropa bacanal.

Sin esperar más, chasqueó lo lengua, puso los ojos en blanco y armándose de valor, corrió tras la reina malvada. Cuando estaba lo suficientemente cerca, le pregunto:

¿Has visto a quien tú ya sabes?

¿Voldemort? No.- Contestó la morena con sarcasmo.

Regina ...

Supongo que hablarás de Robin. – afirmó. – Hemos… hemos dormido juntos. – Se paró en seco y su americana se movió al compas de la vuelta que dio para poder mirar a Emma de frente.- No va a ser sencillo, señorita Swan.- Ahí estaba de nuevo el tono derrotista y su apellido pronunciado con esa cadencia que nadie era capaz de repetir.

Lo sé…- Emma tragó saliva y le supo a hiel.

No hablo de Robín, hablo de ti y de mi.- Las cejas de la Salvadora se elevaron sin entender. – No va a ser fácil para mí volver a confiar en ti… - Regina la miro con humildad y sinceridad. La rubia tragó saliva antes de hablar.

Lo entiendo, pero lo que quiero que comprendas es que no quería hacerte daño. Tienes razón, Regina, se que hago las cosas sin pensar… pero es que a veces no se cual es mi labor… como salvadora… A veces creo que es mi deber salvar a todo el mundo…

A todo el mundo menos a mi.- Puntualizó Regina, sabiendo que había sido injusta.- Lo siento, olvida lo que acabo de decir…. Te he perdonado, Emma… es solo que me había hecho ilusiones, ¿vale?.- Confesó finalmente con rabia.

¿Ilusiones? No entiendo…

Sentí que estábamos tirando todas esas barreras que se habían interpuesto entre ambas… que estábamos más cerca de ser amigas…- Regina carraspeo incomoda y bajó la mirada.

Oye!.- Emma se acercó veloz a la morena, se detuvo sin saber qué hacer o decir. Y de repente su mano dudosa y poseída, se detuvo en la barbilla de la morena, obligándole a mirarla. – Yo te necesito, Regina, eres la única persona en este mundo que me entiende y me preocupa que estés mal.

Se quedaron mirándose en aquella posición demasiado tiempo para ser razonable. Los ojos marrones de Regina brillaban y eran tristes. Su boca estaba más roja que nunca, hinchada probablemente por el efecto los besos que había compartido con él. Emma estaba nerviosa… aquella mujer le imponía demasiado y jamás le había aguantado tanto tiempo la mirada. Pero esta vez era diferente, estaba nerviosa, sí, pero la sensación era más bien de miles de remolinos en su estomago. Tenía que existir la magia, porque aquel momento era especial entre ellas. Un punto y aparte. Y entonces… la abrazó.

Regina se estremeció con su contacto. No recordaba la última vez que un adulto le había abrazado de verdad, sin que pareciese falso. Su cuerpo reaccionó primero mostrándose rígido, luego sucumbiendo al calor que le hacía sentir ese abrazo… una droga que atontaba los sentidos… ¿Cómo podía sentirse tan protegida entre sus brazos? Ni Robín la había hecho sentir nunca así. Qué extraño le parecía todo esto. Parpadeó cuando el abrazo se hizo más cómodo, más cercano y antes de sucumbir a esa nueva sensación, la desconfianza la golpeó… ¿qué estaba haciendo? Empujó con poco tacto a la rubia y se quedó mirándola con confusión y aturdida.

¡No quiero lagrimas de cocodrilo!.- Le espetó con ese gesto que dejaba ver sus colmillos.

No es… De verdad que debes ser bipolar…- Terminó por decir suspirando y llevándose una mano a la sien.

Vete a la mierda, Swan. – Los ojos de la morena le parecieron más oscuros que de costumbre.

Era una broma.- Se excusó Emma poniendo los ojos en blanco cuando la alcaldesa se giro y echó a andar con una furia que la hacía contonearse de una forma aun más sensual.

Otra vez la había cagado… pero un Charming nunca se da por vencido. La siguió, a una distancia prudencial. Varios metros… no necesitaba verla… podía seguir el rastro de su olor… mezcla de manzanas y colonia de bebé… Un olor imposible de embotellar… Emma daba fé pues en alguna ocasión se había entretenido en las perfumerías intentando encontrar el perfume de su archienemiga, en vano.

De repente, Tropezó con una rama haciendo gala de su fama de torpe y Regina se dio la vuelta con una sonrisa burlona.

Igual de cabezona que Snow. ¡Qué horror de estirpe la tuya!. – Añadió con asco fingido, deteniéndose.

Vaya Regina, cada vez tardas menos en apaciguar tu ira contra mí.- Dijo Emma divertida, acelerando el paso para alcanzarla.

No tientes tu suerte.- Respondió la alcaldesa sonriendo.

No me mal interpretes.- Continuó Emma mientras echaban a andar de nuevo.- Es que resulta refrescante.- Regina la miró con una sonrisa mordaz.- A veces creo que estallan chispas cuando tu y yo estamos cerca…- La morena alzó las cejas, y agrandó la misma sonrisa de antes.- No me mal interpretes de nuevo… es refrescante tener más momentos de paz contigo… momentos en los que la figura de Henry no nos enfrente. – Explicó la Salvadora.

Supongo que sí… es agradable tener una amiga… aunque aun no te atrevas a contarle todo por temor a que te traicione como hizo su madre.- Habló la morena en un susurro.

Venga ya, Regina!.- Chilló la rubia deteniéndose y cogiéndola del brazo para obligarla a pararse también. – Estoy cansada de tus ridículas comparaciones… no soy Snow, no soy James, no soy Robín!- lo había soltado sin pensar. Deseó que Regina no le diese importancia a su comentario… pero noto la mirada de confusión en la alcaldesa.

¿Qué con él? ¿Qué tiene que ver…?. Que yo sepa… nunca te he comparado con él.

No sé, supongo… creo que vuelcas sobre mí el coraje que sientes hacia él. Y perdona si soy sincera… pero empiezo a tener mis dudas.- Regina esperó a que Emma continuara y al ver que no lo hacía y echaba a andar, fue ella esta vez quien la detuvo agarrándola del brazo.

¿Dudas?.- La alcaldesa puso los brazos en jarra. Emma carraspeó.

Dudo sobre si Robín es tu amor verdadero…- Regina abrió los ojos sorprendida. Emma tosió y tragó saliva, sabiendo que tendría que explicarlo.- Si yo amase de verdad a una persona, por muy integra y fiel a mis principios que quisiera ser, seria consciente de que haga lo que haga, dos personas que se aman de verdad siempre…

… se encuentran.- Acabó diciendo la morena.

Exacto…

¿Y no es lo que está haciendo?.- Preguntó Regina con el ceño fruncido, molesta por la intromisión de Emma en su vida privada.

Porque Marian está congelada. Cuando deje de estarlo, ¿qué pasara?. – Dijo Emma gesticulando con las manos como si Regina no fuera capaz de entenderlo.

¿Pretendes hacerme daño? Porque si es así, vas por buen camino.- Espetó con sarcasmo y la voz más gutural de lo normal.

Pretendo protegerte.- Soltó Emma con un gesto serio. Su semblante era frio, pero sus ojos… Regina vislumbró una ternura que no supo cómo interpretar, pero la creyó.

Eres increíble… - La morena echó a andar de nuevo y continuó...- Es por esto por lo que no puedo odiarte.- susurró sonriente.

Emma, que aun continuaba parada, sonrió y se encogió para luego erguirse orgullosa sabiendo que había conseguido amansar a la fierecilla de Storybrooke.

Y tú cuando quieres eres adorable.- Respondió con una sonrisa tonta, mientras se colocaba junto a Regina, más cerca de lo normal. Sus manos casi rozándose y ambas con una formalidad cómoda.

Y ahora que estamos siendo sinceras y estamos en el monte, mis Swan, vamos a contar mentiras… a veces he deseado que me abrazaras como hoy… -. Dijo de carrerilla.

¿Eres consciente de que no estamos en un monte no? Esto es terrero llano…- dijo Emma divertida.

¡Emma!.- masculló Regina. Ésta se echó a reir pero al ver el gesto serio de la alcaldesa se dio cuenta de que Regina había pretendido decirle algo muy importante. – Necesitaba sentir que confiabas en mi, quería que te sintieras orgullosa, tener tu aprobación… me sentía tan inferior a ti…- dijo con una frialdad lejana al drama que transcurría en su interior.

Regina… ésta es una gran mentira… pero yo te adoré desde el primer día que te vi.- Se sorprendió de sí misma al haber confesado algo tan secreto.

¿Me adoraste?.- Regina tenía los ojos abiertos como platos, ni siquiera pestañeaba.

Quise decir, como admirarte…- Emma carraspeó incomoda.- Eras como alguien superior, de otra escala, a otro nivel… tan fuerte, inteligente, independiente, fría, segura… todo lo que yo no soy, Alcaldesa Mill. Yo soy un manojo de nervios, tu eres calmada. Yo piso el suelo temiendo que se derrumbe… tú lo pisas como si quisieras derrumbarlo. Tú eres fría y calculadora... yo demasiado ñoña e impetuosa….

Un destello molestó a la rubia y se puso la mano a modo de visera, pero enseguida desapareció. Lo cierto es que el sol estaba oculto, en Maine siempre había niebla, pensó extrañada. Mientras la rubia iba cavilando estas cosas… Regina hacía ya unos segundos que se había detenido.

¿Regina?.- Preguntó Emma al verla de repente tan rígida y con la mirada perdida. Se acercó un poco a ella y entonces lo vio… un mechón de pelo blanco cayendo sobre su frente.

Em… Emmaaa.- susurró confundida la alcaldesa. Tenía su mano puesta sobre su corazón.

Emma acertó a coger en sus brazos a Regina antes de que su cuerpo desmayado cayese sobre el frio suelo.

¡Regina! ¡Mierda, Regina!.- Chilló Emma fuera de sí. Enseguida, sin soltarla, sus ojos hicieron un recorrido amenazador a su alrededor buscando la fuente de aquella amenaza… Ingrid. Pero no había ni rastro de ella… ¡cobarde!, pensó Emma.

No sabía qué hacer, pensó en darle una descarga de energía… pero… ¿y si lo empeoraba? y como un acto automático se dispuso a hacerle el boca a boca. Le colocó la cabeza bien, introdujo sus dedos para colocar la lengua, y abrió la boca para impulsar aire a los pulmones de Regina. Dudó unos segundos antes de posar sus labios con un poco de brusquedad y torpeza sobre los de Regina y entonces lo entendió… ese calor inundando su sangre que corría enloquecida por sus venas. Sus mejillas ardiendo y la energía acumulándose en la punta de sus dedos. Sintió que un calor ajeno la golpeba brevemente y la hizo separar sus labios. Sin embargo, y a pesar de sentir el aliento de la alcaldesa en sus propios labios, no pudo evitarlo, y la besó de nuevo, pero esta vez no como un acto automático, sino con voluntad de descubrir, sencillamente, el sabor de los labios de la exreina malvada. Sin embargo, los labios de Regina parecían estar aun si vida. Luego sintió que Regina se movía. La alcaldesa, asustada y sin saber donde estaba, la apartó a manotazos primero, luego al darse cuenta de quien se trataba, la agarró por el cuello de la camisa y la miró confusa y azorada. Sus ojos profundizaron en los de Emma buscando respuestas y al fin entendiendo lo que había ocurrido. Había sentido el hielo entrar en su corazón, como le había ocurrido a Marian… pero ahora estaba bien ¿porque Emma la había besado?

Tu… ¿me has salvado con un beso de amor verdadero?.- Susurro Regina sorprendida por lo que suponía todo este asunto.

Sabes a manzana.- Murmuro Emma, con la mirada fija en los labios de Regina.- Es… un sabor incitante…- Siguió murmurando para sí misma.

Regina se levantó del suelo entre divertida y asustada. Emma parecía ida… como si la situación le hubiese superado. Regina puso los brazos en jarra.

¿Y se puede saber a que incita?.- Regina se sentía extrañamente halagada.

Continuara...