Aclaración: One Shots con posible o no relación entre si. Ninguno sera la continuación del anterior, a menos que haya excepciones. Todos tienen algo en común, ocurren en un orfanato.

¡Que lo disfrutes!


El orfanato UA, uno de los más grandes existentes en el país.

Desde sus inicios ha albergado en sus aposentos a más de mil pequeños en un año. Su crecimiento fue mucho mayor al de cualquier otro, pues debido a que en aquella época aumentaron excesivamente las tasas de natalidad, así mismo comenzaron a serlo los abortos y abandono de bebés y niños. Además de los abusos a menores, y al ser UA la autoridad máxima sobre los menores de edad, ha salvado a más de 100 niños de sus violentas familias.

Y entre esos últimos pequeños se encuentra Izuku Midoriya.

Un pequeño niño de alborotados cabellos verdosos, y un rostro redondo con unas cuantas pecas en sus adorables mejillas. Quien miraba con aquellos enormes ojos verdes a la enorme televisión en medio de aquella sala junto con varios pequeños más, todos observando un par de personas vestidos de alguna clase de monstruos y bailando al compás de la extravagante canción.

—Ah~, adoro tanto esa canción —una pequeña de cortos cabellos castaños bailaba al mismo ritmo que en la televisión—. Me recuerda tanto a mi hogar. —Dijo dejando su baile y mirando tristemente el suelo.

—Esa canción es basura. —Hablo un pequeño rubio recargado contra el muro.

—¡Tú eres basura! —Replico la pequeña castaña con unas pequeñas lágrimas asomándose en sus ojos.

—¡¿Qué dijiste pequeña bastarda?! —Respondió en mismo chico rubio acercándose hacia ella.

Ambos estaban a punto de iniciar otras de sus peleas diarias.

—Vamos Katsuki, deja de molestar a Ochako por una vez. —Pidió amablemente una pequeña de piel rosa pálida, cabello esponjado y de ojos negros sentada en un sillón.

—¡Tú no te metas, Alien! —Grito nuevamente el rubio, pero hacia la chica de rosa.

—¡Ya basta, Bakugou! ¡Por tu culpa Nemuri-sensei nos va a regañar nuevamente! —Grito algo alterada la pequeña castaña. El chico rubio la miro seriamente, causando que ella se diera cuenta del error que había cometido—. Oh no… yo no quise —Intento explicarse, pero el pequeño Katsuki chasqueo su lengua y se alejó de ella.

—Bien hecho, Uraraka. —Dijo sarcástico un pequeño pelirrojo. La castaña sintió como las lágrimas salían de sus grandes ojos con más intensidad.

—¡No me digas así! —Pidió ella comenzando a sollozar—. Ya no soy más una Uraraka… —Susurro intentando limpiar en vano las lágrimas que recorrían su pequeño rostro.

El pequeño Izuku observaba todo aquello con una mirada triste, era verdad que cuando un niño nuevo llegaba al lugar debía olvidarse de su anterior familia, incluyendo todo lo relacionado con ella por lo cual ellos quedaban sin un apellido, siendo solo conocidos por sus nombres.

Era doloroso observar a todos sus compañeros sufrir por ello, saber que ya no pertenecían a una familia y ahora estaban en la espera de que alguien lograra apiadarse de ellos.

Para Izuku tampoco era fácil aceptar ello, pues desde que él era tan solo un bebé estuvo en aquel lugar y jamás supo su apellido, además de sentir una tristeza cuando escuchaba a los demás hablar sobre cómo eran sus familias antes de terminar en aquel obscuro y triste lugar. Izuku jamás había sentido lo que era estar en familia, y estar en un verdadero hogar.

Por eso era tan curioso, porque él siempre escuchaba los relatos de los pequeños sobre sus padres, y él queriendo cuidar a la única familia que tenía ahí siempre intentaba actuar como aquellas madres que sus amigos tanto extrañaban.

—Ochako-chan —La nombrada levanto su mirada aun con pequeñas lagrimas saliendo de ella, observando como aquel pequeño y adorable peliverde le sonrisa tan cálidamente—. No estés triste por ello, siente feliz porque tuviste el honor de formar parte de una linda familia. No le temas a tu apellido. —La castaña abrió un poco sus ojitos castaños, y sin más comenzó a llorar nuevamente pero aventándose hacia el pequeño peliverde y abrazándolo con todas sus pequeñas fuerzas.

—¡Izu-kun! —Gritaba Ochako aferrándose al pequeño oji verde. Izuku solo pudo sonreír mientras la abrazaba y acariciaba sus desordenados cabellos castaños. Sabía que en aquellos casos era mejor dejar que los sentimientos fluyan, por lo cual siempre permitía que los demás se apoyasen en él para hacerlo.

Los demás observaban aquella escena con algo de recelo, pues desde que estaban en aquel lugar siempre pensaron que sería como un infierno. Cosa en la que no se equivocaron, pero cuando llegaron fueron recibidos por aquel pequeño ángel de cabellos verdosos y enormes ojos brillosos, junto con su inigualable sonrisa que podía iluminar toda obscuridad existente. Aquella calidez que rodeaba al peliverde era una que ellos conocían tan bien, era familiar, y era tan cálida como la de un hogar. Fue inevitable el encariñarse con él, y ahora casi todos lo veían como la única figura de una familia en la que podían apoyarse.

—Todo estará bien, pues yo estoy aquí contigo —Susurraba Izuku con una pequeña sonrisa, sintiendo como la castaña lo abrazaba aún más fuerte.

—Gracias Izu-kun —Ochako se separó un poco de él, sonriendo levemente y limpiando el rastro de lágrimas de su rostro—. Lograste alejar la tristeza de mí. —Ella se acercó y le dio un pequeño beso en su frente, y el pequeño solo pudo sonrojarse, cosa que enterneció de sobre manera a todos en el lugar.

—Muy bien pequeños, es hora de dormir —Hablo mientras ingresaba al lugar una mujer pelinegra observándolos con una sonrisa.

—¡Pero Nemuri-sensei! —Dijo un pequeño niño rubio con su mirada brillosa—. ¡Aún no se termina el programa! —Él apunto a la televisión, donde aquellos personajes aun bailaban junto con aquella canción.

—Lo siento pequeño, pero conoces las reglas. —Comento divertida ella, pero a ver como en el rostro de todos se encontraba aquella tristeza, sintió como su corazón se encogía. Como deseaba poder ayudar a todos aquellos pequeños en el lugar, en verdad quería poder devolverles aquella felicidad que les había sido arrebatada. Pero no podía hacerlo, pues en aquellos momentos la situación no lo ameritaba. En UA intentaban hacer que el lugar se sintiese como un hogar para ellos, pero nada se puede comparar con el verdadero calor familiar.

—Está bien… —Murmuro el pequeño mientras se levantaba junto con los demás y comenzaban a caminar arrastrando los pies hasta sus habitaciones.

Nemuri dio una última mirada a los pequeños y soltando un pesado suspiro se retiró, no sin antes decir las buenas noches.

—Es hora de irnos, Ochako-chan —Susurro Izuku debido a la hora que era. La pequeña asintió y aun pegada a su brazo comenzó a caminar junto al pequeño peliverde en dirección a sus habitaciones.

Debido a la inmensa cantidad de niños en el lugar no podían permitirse dar un cuarto a cada uno, además de que debían mantener al cuidado a todos por lo cual decidieron formar en un gran cuarto un grupo de niños, y el de Izuku y Ochako era el grupo 1-A .

Ambos llegaron al lugar, apreciando como algunos cambiaban sus ropas para dormir o unos simplemente se arrojaban a sus camas sin importarles arrugar la que tenían. Izuku tomo la manita de Ochako y se acercaron a un lado de la habitación, donde dormían las chicas. La acerco a la cama donde estaba escrito el nombre de la castaña y le sonrió dulcemente.

—Es hora de dormir —El pequeño peliverde ayudo a Ochako a subir a su cama, y una vez sentada sobre ella él le quito sus zapatos junto con sus calcetines para dejarlos ordenadamente bajo la cama. Luego le dio su ropa de dormir y girando y tapando sus ojitos permitió que la castaña se cambiara a su pijama. Una vez estuvo lista, Izuku salto a la cama, arropando a Ochako una vez ella estuvo acostada. Él la miro con esa ternura que tanto lo caracterizaba—. Duerme bien Ochako-chan, que sueñes con los angelitos y con mucha comida rica y buenos juegos. —Susurro Izuku debido a que unos pequeños ya estaban dormidos. Ochako rio levemente.

—Entonces soñare contigo Izu-kun —Susurro ella igualmente, causando que al pequeño lo adornada un lindo rubor en sus mejillas—. Descansa Izu-kun. —Y sin decir más ella cerro los ojos, sintiendo como la calidez del pequeño la envolvía. Izuku sonrió y acercándose dejo un pequeño beso en su frente, para después salir de la cama de ella y encaminarse a la suya.

El pequeño peliverde caminaba despacio y con una sonrisa, intentando no despertar a nadie. Cuando llego a su cama se dispuso a prepararse para dormir, pero al ver a su cama vecina vio que esta estaba vacía. Eso le extraño, pues que recordara su vecino era quien siempre era puntual a la hora de dormir. Así que sin importarle ser regañado por saltarse el horario, salió del cuarto en busca de su amigo faltante.

Izuku caminaba por la sala donde habían estado antes, y ahí pudo ver a quien buscaba. En uno de los sillones cerca de una ventana se encontraba el pequeño rubio, observando hacia el cielo. Él conocía esa mirada que tenía el rubio, era una de tristeza.

Con cuidado comenzó a acercarse, moviendo lentamente sus pies e intentando mantener la respiración. Justo cuando creyó que lo estaba logrando, escucho algo que arruino su objetivo.

—Ni siquiera lo pienses, Deku. —Hablo el pequeño rubio sin girar a verlo en ningún momento. Izuku de la sorpresa tropezó con sus propios pies, por lo cual termino de rostro al suelo.

—¡Kacchan! —Exclamo el pequeño peliverde levantándose algo adolorido—. ¡Me asustaste! —Izuku hizo un tierno puchero.

—¡¿Crees que me importa?! —Grito Katsuki girando, observando con enojo al oji verde. Izuku abrió sus ojos sorprendido, podía ver el enojo en los ojos del rubio, pero no era el mismo que siempre tenía pues este era algo más profundo.

—¿Estas bien, Kacchan? —El peliverde ignorando el golpe que tenía en su frente y el claro enojo del pequeño rubio, comenzó a acercarse a él.

—¡No te acerques, Deku! —Exclamo poniéndose a la defensiva. Izuku se detuvo, pero en ningún momento demostró tener miedo.

—Muy bien, me quedare aquí —Accedió con una pequeña sonrisa, sabía que para tratar con el rubio era un poco más complicado, pues era alguien muy insistente al no querer ser ayudado. Katsuki bufo y giro nuevamente a observar por la ventana—. ¿Pero qué te parece si hablamos al respecto? —Pidió con una tierna sonrisa en su pequeño rostro. Katsuki no dijo nada, y eso para Izuku era una respuesta afirmativa—. ¿Me dirás que ter pasa, Kacchan? —Pero el pequeño rubio seguía sin decir nada.

El peliverde lo pensó un poco, el caso de Katsuki era diferente al de los demás, pues él fue traído a aquel lugar según sabía porque sus padres sufrieron un accidente, y nadie más de su familia quiso hacerse cargo de aquel problemático pequeño. De alguna forma sabía lo que sentía, nadie más que sus padres podían lidiar con él, y no porque nadie lo soportara, sino porque ellos lo entendían y a pesar de saber cómo era lo amaban y brindaban todo su amor. Y ahora que no estaban aquel pequeño de hermosos ojos rubí se sentía más solo que nunca, y más incomprendido. Pero Izuku se encargaría de que Katsuki supiera que él esperaría cuanto fuese necesario por sus palabras, y que siempre estaría ahí para cuando quisiera tan solo pasar un momento en silencio.

—Creo que Nemuri-sensei dejo un poco de helado en la sala de tutores —Comenzó a hablar nuevamente Izuku con una tierna sonrisa. Katsuki giro levemente su mirada—. ¿Qué te parece si vamos por el? —El pequeño rubio giro a verlo algo desconcertado.

—¿Planeas robarle a Nemuri? ¿Tú, un debilucho? —A pesar del claro insulto, Izuku en ningún momento quito su sonrisa angelical.

—¡Claro! Después de todo a ti te encanta el helado ¿no? —Pregunto curioso, comenzando a acercarse lentamente. Katsuki abrió un poco sus ojos, que recuerde él jamás había hablado sobre eso y menos a Deku.

—¿Cómo demonios sabes eso? —Pregunto tomando asiento en el sillón.

—Porque cuando hay postre de helado nunca comes. —Contesto llegando al lado del pequeño rubio.

—Eso no tiene sentido, idiota. —Dijo algo enojado por la idiotez del pequeño ángel de cabellos verdes.

—¡Claro que sí! ¡Porque entre menos comas algo más ganas te dan de probarlo! —Izuku sonrió y suspiro, mientras Katsuki lo veía algo desconcertado—. Tú espera aquí Kacchan, yo iré por el helado. —El peliverde comenzó a caminar fuera de la sala a pasos lentos, observando que no hubiera nadie observando.

Cuando llego al lugar pudo apreciar el gran refrigerador que había en la esquina del lugar, y con paso lento y cuidadoso comenzó a acercarse. Al llegar al frente del refrigerador vio lo alto que estaba el mango para abrirlo, así que tomando un pequeño banco de su alrededor lo posiciono y se subió encima. Pero aún no lo alcanzaba, aún era muy pequeño para hacerlo. Izuku comenzó a estirar sus manitas intentando llegar, sintiendo como cada vez estaba más cerca. Hasta que viendo que no lo lograría comenzó a saltar, y debido al defectuoso banco este se rompió con el ultimo salto, causando que Izuku quedara colgado del mango del refrigerador.

El pequeño miraba asustado el suelo, estaba muy alto para un niño como él. Pero aun no dándose por vencido y decidido a llevarle el helado a su querido amigo comenzó a jalar intentando abrir la puerta. Y en el último la puerta se abrió, llevándose consigo a Izuku, quien al ver en el interior vio aquel helado que tato estaba buscando.

Pero debido al peso del pequeño la puerta de la que se sostenía comenzó a rechinar, eso era una mala señal. Si no se soltaba se rompería, y sería mucho peor para enfrentar a Midnight. Así que cerrando sus ojitos verdes con miedo decidido soltarse, esperando el golpe. Hasta que sintió como algo amortiguaba su caída. Era Katsuki.

—¡Kacchan! —Dijo alegre Izuku al ver que había sido salvado por él.

—¡Quítate que pesas! —Grito el pequeño rubio, e Izuku rápidamente salió de encima de él—. ¡¿Estás loco, Deku?! ¡¿Cómo se te ocurre escalar el refrigerador?! —Pregunto enojado y algo preocupado (aunque no quisiera admitirlo) por el pequeño peliverde.

—Lo siento Kacchan ¡Pero mira! —El oji rubí miro hacia donde apuntaba el pequeño peliverde, viendo el helado que se encontraba en el refrigerador—. Tan solo falta bajarlo…

—¡¿Qué demonios está sucediendo aquí?! —Hablo Nemuri haciendo acto de presencia, y al ver a los dos pequeños en el suelo, y su refrigerador abierto los miro enojada.

—¡Nemuri-sensei! —Hablo Izuku nervioso por verse descubierto.

—¡Ustedes pequeños, se atrevieron a tocar mis cosas! —Grito enojada ella acercándose.

—¡N-No, nosotros…! —Intentaba explicar el pequeño peliverde, pero los nervios le ganaban y sus ojos habían comenzado a brillar.

—Fue mi culpa —Hablo Katsuki levantándose y poniéndose frente a Izuku. Nemuri abrió sus ojos sorprendida al igual que Izuku.

—¡No Kacchan! ¡En verdad fue mí…!

—He dicho que es mi culpa —Volvió a decir mirando a Izuku seriamente, quien solo pudo callar después—. Así que castígueme a mí. —La pelinegra los miro seriamente, desde que había llegado aquel pequeño rubio jamás lo había visto hablar con nadie, además no permitía que alguien se le acercara o le hablara. Era muy problemático. Y verlo ahora, culpándose y protegiendo a aquel lindo peliverde era algo que no esperaba ver, y que en verdad le alegraba de cierta manera.

Ella suspiro.

—Si querían un poco de helado debieron esperar hasta mañana —Nemuri se acercó al refrigerador y tomo el helado, después fue donde habían un par de copas y sirvió un poco en ambas. Ella las tomo y acercándose nuevamente a los dos pequeños les ofreció las copas.

—Pero Nemuri-sensei ¿No es esto en contra de las reglas? —Pregunto Izuku con su carita preocupada, cosa que derritió el corazón de la mayor.

—Sera nuestro secreto. —Ella les guiño un ojo, y ellos tomaron las copas con helado—. Cuando terminen vayan a dormir pequeños. —Ella se acercó a Izuku y le dio un tierno beso en su frente. Luego miro a Katsuki quien la veía seriamente, y a él tan solo lo acaricio en sus rubios y cenizos cabellos para después guardar todo y marcharse nuevamente a su habitación.

Izuku sonrió y miro a Katsuki.

—Lamento todo esto Kacchan, no tuviste porque culparte. —Dijo apenado Izuku moviendo nerviosamente sus manitas en la copa con helado.

—¡No creas que lo hice por ti! —Aclaro Katsuki sin mirarlo, pues tenía un pequeño sonrojo en su rostro—. ¡Ahora come, antes de que me arrepienta! —Él agarro su copa y se fue a su habitación.

Izuku no pudo evitar sonreír alegre, mientras sus ojitos se iluminaban. Había logrado darle el helado a Kacchan, y aunque no logro que sonriera había logrado que olvidara aquella tristeza y eso era un gran paso para él.

Debía darle helado más seguido para que sonriera.