First Kiss
..
~KT& KT~
..
Aún lo recuerdas. ¿Cómo no ibas a hacerlo? Fue un suceso trascendental, tanto, que lo enmarcaste y lo colgaste en la mejor pared de tu memoria. Lo desempolvas continuamente, procurando que no se dañe. Cuando te sientes algo nostálgico mientras esperas en la estación a que algún incendio solicite tu presencia, vas a ese lugar, te sientas en un cómodo sofá frente a la imagen, la contemplas, sonríes y te sientes mejor.
¿Cuántos años han pasado desde entonces? ¿Cinco? No, ya son siete. Tan lejano o como si hubiera sido ayer. Según qué tan relativo se te antoje el tiempo hoy.
Y allí estás de nuevo. Rebobinando. No te cansas. No puedes, aunque quisieras. Lo cual no es el caso. Es temprano, más de lo habitual. El resto de tus compañeros apenas llegan, otros vendrán más tarde, disculpándose con el jefe.
Sueltas una leve risotada antes de tomar el primer trago de café. Su rostro en ese momento, tan adorable, tan impropio de él. Jamás imaginaste que podrías ser tú quien le tomara por sorpresa. No cuando siempre fue él quien te hizo pegar primero gritillos graves de miedo, después sólo pequeños sobresaltos, cuando aparecía de repente.
Fue un viernes. Después de la práctica. Tu segundo año de preparatoria apenas empezaba y no podías creerlo. Te sentías igual y al mismo tiempo, tan diferente. Habías crecido otros dos centímetros durante las vacaciones, lo cual te hacía ligeramente torpe al andar o al sujetar las cosas. Pensabas en eso, en que tenías que ser más cuidadoso. Sentado en la banca próxima a tu casillero, justo a un lado del de él, ya vestido, ya bañado. Esperándole.
Escuchaste la ducha cerrarse. Y sus suaves pasos descalzos y chapoteantes llegar hasta el vestidor. Le dabas la espalda, querías y no querías voltear. Estabas nervioso, como muchas otras veces, pero a pesar de ser pésimo para actuar o disimular, aprendiste y él no se dio cuenta.
Llevabas queriéndole medio año, conscientemente. Cuando te diste cuenta de esto, dedujiste que le habías querido casi desde el principio. No, amor a primera vista no había sido (ni siquiera podías verle sin que él se anunciara) y admitías que cuando recién se conocieron te sacaba de tus casillas más que cualquier otra persona. Y en realidad todo de él era un misterio para ti. Incluso las palabras vergonzosas que llegaba a decir, te exasperaban. Pero empezaste a conocerle realmente y en más de una forma. La primera, a través del deporte que ambos aman y que los conectó con un vínculo especial. Él se dio a conocer contigo, con fluidez. Te dio su confianza, su fuerza. Y tú, sin considerarlo, saberlo o pretenderlo, le diste tu corazón. Aunque él no lo supiera tampoco.
En medio de esa ignorancia, experimentaste los celos. Más feroces cuando Aomine apareció. La inseguridad y el miedo, ante la posibilidad de que te abandonara. Las cosquillas en el estómago cuando él sonreía. La ansiedad cuando pasaban el tiempo juntos, solo los dos. La preocupación cuando parecía melancólico. El deseo cuando veías relucir, por una u otra razón, su nívea piel. Y la necesidad, de verlo, sentirlo, besarlo, protegerlo y amarlo. Oh sí. Cuando relacionaste toda esa locura, como tú la llamabas, llegaste a la respuesta. Estabas enamorado de Kuroko Tetsuya (y lo sigues estando, tan perdidamente).
No tenías conflicto con el hecho de haberte enamorado de otro hombre. En algún punto de tu infancia, quizá en secundaria, creíste estar atraído por Tatsuya. Lo cual no fue más que pura admiración. Un deslumbramiento, tal vez. Pero el que a ti no te supiera raro, no quería decir que también para Kuroko fuera a ser la sorpresa más bonita del mundo. Por eso te callaste.
No obstante, empezaba a tornarse más y más difícil mantener esos sentimientos sellados. ¿Qué hacer?
"Kagami-kun… ¿Kagami-kun?"
Sentiste algo rebotar en tu cabeza.
"¿Y eso por qué fue, idiota?" Rezongaste, girándote para mirarlo, completamente vestido, no querías admitirlo, pero tal vez te sentiste un poquito decepcionado en ese momento.
"Lo mereces. Estabas ignorándome."
"Estaba pensando, eso es todo"
Él arqueó una ceja.
"Pues te sugiero que no lo hagas tan seguido, Kagami-kun. Te vas demasiado lejos, ¿qué haré si te pierdes? "Dijo. Y tú sentiste el corazón a punto de un maratón "No me atrevo a golpearte más, la entrenadora me regañaría si te dejo más lento. Aunque pensándolo bien, no creo que tu mente sea tan amplia como para perderte"
Bien, últimamente a ese enano le gustaba picarte los nervios con más mordacidad que antes. Te pusiste de pie, él seguía frente a su casilla, terminando de acomodar, quizá esperando algún insulto tuyo, pero te pusiste a su lado y lo miraste de frente. Sus ojos casi indiferentes, te vieron unos segundos, para después volver a la otra dirección.
No dijiste nada. Sólo observaste, minuciosamente. Tu mano se movió sola y aterrizó en su cabeza, con suavidad, como te habías habituado a hacer.
"Creciste otro poco. Estás menos enano" Susurraste. Él movió el rostro hacia ti.
"Sí, ahora mido 1.70. Kagami-kun, ¿Qué estás…?"
Sus labios eran más suaves de lo que habías imaginado. Y vaya que te habías tomado tu tiempo en imaginarlo. No cerraste los ojos porque querías ver su reacción. Él había cerrado los suyos con fuerza, los párpados temblaban. Te acomodaste mejor sobre su boca, ladeando un poquito la cabeza, y entonces… embonaron perfectamente. ¡Qué dicha sentiste!
Pero entonces se te antojó su saliva. Tu mano descendió de su cabeza a la nuca. Enredaste tus dedos en las hebras que allí nacían, que aún estaban frescas a causa del baño, por lo que tu naturalmente elevada temperatura le hizo temblar y despegar un poco los labios. Aprovechaste, por supuesto.
Deslizaste con calma, primero la punta, que chocó con sus dientes. Más y más, hasta hacer contacto con la lengua de él. Cálida, húmeda y extrañamente dulce. Exploraste escrupulosamente cada rincón, tu músculo se enredó en una especie de abrazo al de tu amigo. Su lengua imitaba a la tuya, con voluntad o sin ella, no supiste. Pero te encantó.
Sentiste unas manos sujetar con fuerza tu chaqueta. El cuello ya te dolía por estar encorvado a su altura y el calor de sus mejillas se transmitía a las tuyas. Sus orbes fueron mostrándose al abrirse el telón de sus pestañas, lenta y deleitablemente, hasta encontrarse con los tuyos. Te sumergiste en el azul de sus irises, tan sólo un momentito y después te alejaste, plácidamente. Hasta despegarte por completo.
Admiraste su expresión. Una absolutamente nueva. Kuroko te miró, con los ojos como platos, los labios rojos y el rubor de la nariz hasta las orejas. Sublime.
Y es esa imagen la que conservas celosamente en tu memoria. El recuerdo del primer beso, pero no el último.
Después de tu travesura, retrocediste un paso y sonreíste. Él se quedó allí un instante más. Cuando se recompuso tú seguías sonriendo. Orgulloso, complacido y feliz. No sabías qué podía pasar, tal vez no volvería a hablarte, pero pensaste que podrías preocuparte por eso más tarde.
"Nunca creí que realmente lo harías" Musitó, con la voz inesperadamente cargada de emociones.
"¿Lo estabas esperando?"
"Más de lo que me gustaría admitir, Kagami-kun. Ya estaba considerando atacarte yo primero" Confesó, esbozando la sonrisa más grande y bonita que jamás habías visto.
"No más espera. Para ninguno de los dos"
Tus palabras terminaron por materializar esa unión que tanto ansiabas y que esa misma noche, confirmaste, Kuroko también codiciaba.
Sí, sietes años desde entonces. Y estás seguro que aún les queda más de una vida para amarse. Una imagen que desencadena toda una película de recuerdos.
— Taiga, ¿qué te he dicho de perderte en tus pensamientos? Aún temo que te pierdas— le escuchas replicar. Está frente a ti, con la caja del almuerzo que has olvidado.
— Como si eso fuera posible, tonto. — sonríes y tomas lo que te tiende.
— ¿En qué pensabas?— pregunta, sabe que estás allí solo. Y te abraza aprovechando la privacidad.
— Recordaba.
— ¿Qué cosa?
Le estrechas más y apoyas la barbilla en su hombro. Como siempre, huele tan rico su cabello.
— Our first kiss.
Confiesas en su oído. Lo escuchas reír. Se separa de ti, tan sólo lo necesario para poder besarte y amarte en cuerpo y alma en ese sólo beso. Siempre tan intenso y sincero, como el primero.
Porque hoy el amor flota en el aire.
Rizel~
