Introducción

Se besaron con ansiedad, necesitando notar sus labios una vez más, sabiendo que no tenían mucho tiempo para estar juntos, suspirando por permanecer así más tiempo del que tenían. El cuerpo desnudo de ella sudaba mientras se movía al compás del de él, ambos soltando suspiros al aire cargados de pasión, deseo, lujuria y, sobretodo, amor.

Cuando se pasó aquel momento tan ferviente y ansiado por ellos, se tumbaron uno junto al otro, acariciando sus cuerpos desnudos bajo la manta que los cubría en aquel establo abandonado. Se miraron fijamente a los ojos y sonrieron felices.

-No quiero que acabe este momento- Se quejó ella, apartándose a un lado- Después de cinco años, es la primera vez que podemos estar juntos, y tenemos tan poco tiempo.

-La vida no es justa, mi amor- Le susurró él al oído, depositando un dulce beso en su mejilla- Te prometo que encontraré la forma de acabar con todo esto y poder estar juntos.

-¿Y hasta que lo consigas tenemos que esperar a vernos cada vez que haya un eclipse?- Ella derramó una pequeña lágrima- No soporto viajar todos los días, y por la noche, cuando la luna baña mi piel, mirar a mi alrededor y ver que no estás.

-A mí me ocurre lo mismo a la luz del sol y lo sabes.

-Peeta, no sé cuánto tiempo podré soportar esto- Se giró hacia él con los ojos temerosos- No sé cuánto aguantará mi corazón esta angustia cada vez que pienso que no puedo tenerte conmigo.

-Lo soportaremos, igual que lo hemos hecho hasta ahora, y algún día conseguiré matar al hombre que nos ha condenado, algún día se lo haré pagar- Peeta besó sus labios- No te preocupes mi Katniss, estaremos juntos de nuevo, te lo prometo.

Katniss miró por la ventana, y de inmediato se levantó, asustada y temblando, Peeta miró la ventana también y se levantó al instante, corriendo a abrazarla.

-No estoy preparada, no puedo, no ahora, necesito más tiempo a tu lado.

-Mi vida- Peeta la abrazó- Yo estoy contigo, no te preocupes.

-Prométeme que todo se arreglará- Katniss derramaba un montón de lágrimas, mirando la luz del sol entrar por la ventana y avanzar hacia ellos- Prométeme que conseguirás acabar con esta maldición a la que estamos condenados.

-Te lo prometo.

Peeta besó los labios de Katniss con urgencia, mientras la luz del sol llegaba hasta ellos, de pronto, el cuerpo de Katniss brilló, ambos se separaron y Katniss se convirtió en un precioso halcón. Peeta miró a aquel bello animal y acarició su plumaje, derramando las mismas lágrimas que antes había estado consolando en su amada, en su esposa.

-No te preocupes mi amor, encontraré la forma de acabar con esta tortura a la que estamos condenados.

Peeta se vistió al instante, recordando esos momentos que habían pasado juntos, aunque era muy poco tiempo, lo había disfrutado al máximo. Una vez tuvo su capa colocada al hombro, se montó en su caballo, estiró su brazo y el precioso halcón se posó en él.

Emprendió el camino por el bosque, intentando pensar donde podría empezar su búsqueda, hacía tantos años que había ocurrido que no sabía por dónde empezar. Cabalgando llegó a un pequeño pueblo, se encaminó a la posada y se sentó en una de las mesas de fuera, con el halcón siempre colocado en su brazo.

-Bonito halcón señor- Sonrió una joven pelirroja, acercándose a la mesa en la que él se había sentado- No es muy común tener un halcón como mascota.

-No es mi mascota, es mi compañera- Peeta acarició el plumaje sonriente.

-¿Qué desea tomar?

-Una jarra de hidromiel y cualquier cosa que tengas de plato caliente- Le respondió él.

-¡ANNIE!- Gritó un hombre desde el interior de la casa- ¿¡SE PUEDE SABER DONDE TE HAS METIDO!?

-Oh...- La joven palideció por momentos.

-¿Es su marido señora?

-No, yo no estoy casada- Le respondió la joven- Pero mi padre quiere que lo sea- Tembló al decir eso- Me manda aquí todos los días para que aprenda el negocio antes de casarme con él.

-¡ANNIE! ¡COMO NO VENGAS AQUÍ DE INMEDIATO TE JURO QUE TE ARRANCO ESA MELENA PELIRROJA QUE TIENES DE UNA PALIZA!

-Está borracho- Ella bajó la mirada- En seguida le traigo lo que ha pedido. Con permiso.

La chica corrió dentro, temblando de arriba a abajo, Peeta se levantó lentamente, se acercó a la puerta y escuchó como aquel hombre pegaba a la chica.

-Querida, espérame junto al caballo- Le habló al halcón- No tardaré.

El halcón voló de su brazo hasta posarse en la montura del caballo, esperando a que Peeta fuera hasta allí. Él se adentró lentamente y fue hasta la cocina, lugar donde se escuchaban los golpes.

-Por favor, Marvel, solo estoy sirviendo las mesas.

-¡Mentiras!- Respondió pegándole un golpe en la cara- ¡Te estás paseando entre todos esos hombres, buscando que te lleven a sus camas!- Levantó la mano para darle otro golpe, pero Peeta le sujetó el brazo antes de que pudiera.

-¿Esa es manera de tratar a una dama?- Lo apartó de ella sin ningún esfuerzo- Señorita, vaya hasta el caballo en el que está posado el halcón, espéreme allí.

-¡De eso nada! ¡No te muevas de donde estás Annie!

-Haga lo que le digo- Le repitió Peeta, sonriéndole, transmitiéndole tranquilidad. Sujetó a aquel hombre hasta que ella desapareció de la habitación, entonces cogió una daga que llevaba en su cinturón y se la colocó en el cuello- Más le vale no volver a tratar así a ninguna joven porque si por alguna de aquellas yo volviera y viera que alguna chica ha sufrido lo mismo que ella, se lo haré pagar.

-De acuerdo- La voz de Marvel temblaba- No volverá a suceder.

-Perfecto- Peeta guardó la daga y se encaminó a la puerta- Me llevo a la chica.

Salió de allí, fue hasta el caballo, montó y ayudó a la chica a subir y sentarse tras él, el halcón se posó en su hombro esta vez. Así Peeta emprendió la marcha de nuevo.

-Gracias por sacarme de allí, pero mis padres volverán a llevarme en cuanto usted me deje en casa.

-Eso lo veremos- Sonrió Peeta- ¿Dónde vive señorita?

-En una casita que hay un poco más lejos.

Peeta no volvió a decir nada, simplemente condujo a su caballo hasta allí, vio una pequeña granja en bastante mal estado, se acercó a ella y bajó del caballo. El padre de la chica estaba trabajando con los cerdos, por lo que al verlos llegar se alarmó.

-¿Quién es usted y que hace con mi hija?

-Mi nombre es Peeta Mellark, señor, y vengo para informarle de que su hija ha sufrido los maltratos del hombre al que va a desposarla- El hombre no cambió su semblante- Y como veo que a usted eso no le parece mal, he decidido llevármela.

-¡De eso nada! ¡Ella tiene que sacarnos de esta miseria en la que vivimos!

-¿Quiere quedarse con él?- Preguntó Peeta, la chica no respondió, mirando a su padre con temor- No tema por lo que pueda hacerle él, no será ni la mitad de lo que le estaba haciendo el posadero.

-No quiero quedarme con él.

-Ya la ha oído- Peeta le entregó tres monedas de oro- Con eso le estoy dando más de lo que le había pagado el posadero por ella- El hombre iba a replicar- No me mienta diciendo que le ha dado más, esa posada no da ni dos monedas de oro al mes, así que con eso tiene bastante. Desde hoy, Annie es de mi propiedad y usted no tiene ningún derecho sobre ella.

Peeta volvió a subir al caballo y cabalgó por el bosque de nuevo, buscando otro lugar donde pasar la noche. Empezaba a oscurecer y no podía dejar a la chica a la intemperie. Llegaron a una pequeña aldea derruida, muy común en esos tiempos de sangre y odio, Peeta condujo su caballo hasta el establo, bajó y ayudó a Annie a bajar también. Cogió un vestido que llevaba en su bolsa y lo colocó sobre la paja que quedaba en la parte alta de granero, bajó y al girarse se encontró con Annie desnuda.

-¿Qué hace?

-Habéis dicho que ahora os pertenezco, supongo que esto es lo que estáis buscando- Annie bajó la mirada, con resignación.

-Vestiros de inmediato, no me interesa para nada mancillaros.

-Vos no podéis mancillarme más de lo que ya lo han hecho- Respondió ella con dolor. Peeta cogió la ropa de ella y se la puso con cuidado, acarició su melena pelirroja y sonrió.

-Yo no voy a haceros nada, no soy como esos hombres- Peeta miró al precioso halcón que observaba desde la montura del caballo- Yo solo tengo una mujer, y no la traicionaría por nada del mundo.

-¿Estáis casado, mi señor Peeta?

-Así es- Sonrió- Con la mujer más hermosa del mundo, la más cariñosa, y la más dulce, es un ángel- Annie notó la devoción con la que él se refería a la mujer que amaba- Esta noche la conoceréis.

-¿Va a venir a vuestro encuentro, mi señor?

-No exactamente- Peeta ensombreció la mirada, cogió el halcón y besó el plumaje de su cabeza- Ve arriba, es casi la hora- El halcón voló hasta lo alto del establo, donde Peeta había dejado el vestido- Subid donde se ha ido, y observad lo que ocurre, así comprenderéis que es lo que sucede.

Annie no dijo nada, obedeció sin más, subió a lo alto del granero, junto al halcón, observó cómo Peeta guardó al caballo en un corral bien cerrado y se quedaba en medio de aquel establo, mirando la luz que entraba por la ventana.

-Otro día que llega a su fin, el crepúsculo llega y con él mi tortura- Peeta caminaba lentamente hacia la ventana, alzando la mirada hacia el cielo- Hermosa luna, guarda y protege a mi amada, que yo no sea capaz de dañarla.

Una luz plateada rodeó el cuerpo de Peeta, y lo transformó en un hermoso lobo blanco. Junto a Annie, el halcón también brilló con una luz dorada y se transformó en una mujer de pelo largo, castaño oscuro, con los ojos grises.

-Dios mío- Fue lo único que pudo expresar Annie al ver lo que acababa de ocurrir.

Hola a todos, gracias por darle una oportunidad a esta historia. La idea de esta historia surgió de la película con el mismo nombre, Lady Halcón, pero como comprobaréis, poco tiene que ver con dicha película, tan solo la situación de algunos personajes, porque la aventura que van a vivir es totalmente idea mía.

Espero que la introducción os haya gustado y que me deis vuestra opinión, me encantaría saber que esperáis de esta historia, y estoy abierta a sugerencias y críticas, siempre que sean dichas con respeto y constructivas.

Nos leemos pronto.