Advertencia: Este fanfic es un ZADR = Un romance de Zim y Dib. Si el tema no es de tu agrado, no lo leas. DE VERDAD.
Todo lo relacionado con Invasor Zim no me pertenece, si así fuera la historia sería realmente diferente X'D
Clasificación: G, de momento xp
Género: Universo alternativo. Un poco de todo. En esta primera parte hará falta un poco de humor, hasta rayará a lo deprimente pero las cosas mejorarán, de alguna forma.
Resumen: Zim prometió que no huiría más. Pelearía por aquello importante para él y regresaría aunque las cosas jamás pudieran ser lo mismo. Pero al regresar a la Tierra sabrá que el tiempo ha pasado demasiado rápido para poder, siquiera, decir adiós. Ahora deberá sobrevivir en un mundo irreconocible para él en un universo incierto, hasta que encuentra a una persona que le permitirá cumplir con su promesa.
Antes de conitnuar, lee esto:
La continuidad en Against the Odds, tal como lo he publicado, no es lineal. Aquí te doy dos opciones para leerla:
1.- La historia de forma cronológica empezará desde Remembranza, dichos capítulos están titulados como tal, serán alrededor de diez. Al final de éstos, la historia salta hasta el prólogo y sigue con el resto de los Cápitulos.
2.- También puedes leer este fanfic tal como lo he colocado, esta opción puede ser muy confusa ya que hay muchos datos y OCs no se encuentran en los primeros capítulos ni tienen aparente relación con la historia ZADR, todas la relaciones se aclararán hasta Remembranza. Esta opción es la más recomendada para no perder el factor suspenso en la historia.
Este fanfic es el primer y 99.9% seguro que será el único ZADR que escriba. Realmente escribir lo que llevo hasta el momento ha sido muy entretenido y espero que aquellas personas que disfruten de esta pareja encuentren la historia interesante.
Gracias especialmente a AndaliteBandit – 6 ( u / 697436 / andalitebandit-6) por la ayuda proporcionada para traducir este fanfic al inglés. Dicha versión puede ser encontrada aquí: s / 5202159 / 1 / En_contra_de_las_probabilidades
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Un bip sonó en lo profundo del pak de Zim, pero él estaba acurrucado contra un cuerpo cálido, sumergiendolo aun más es su profundo sueño que su mente no captó el breve sonido y el cuarto quedó en silencio nuevamente. El mismo pitido sonó insistentemente de nuevo, pero los ojos del irken continuaron cerrados y su cuerpo se apretujó más contra la fuente de calidez, tratando de cierta forma alejarse de la molestia. Pero solo hasta la tercera alerta y, renuentemente, sus ojos se abrieron lentamente, aunque su mente aun estaba sumida en una espesa niebla de viejos recuerdos.
Algo confundido con el reajuste temporal de su mente, se apoyó sobre sus codos soltando un gruñido y miró en la penumbra a la persona a su lado. Dib estaba dormido, acostado sobre su espada, con los brazos extendidos a lo ancho de la cama y con la boca ligeramente abierta. Sus lentes estaban torcidos sobre su rostro, su cabello negro estaba alborotado y su peculiar mecho de cabello zigzagueante se acomodaba sobre la almohada en un extraño doblez. Zim le retiró los lentes y los colocó en la mesa de noche.
La noche anterior se habían quedado dormidos apenas se acostaron en la cama, ni siquiera tuvieron la energía suficiente para meterse debajo de las sábanas, cambiarse la ropa o, en el caso particular del irken, quitarse el disfraz que usaba en el mundo exterior, aunque ahora su peluca se hallaba al pie de la cama.
Al día anterior había sido especialmente largo y mentalmente extenuante, habían ido a investigar unos supuestos avistamientos de aves sombras en un pueblo campesino a unas horas de distancia. Habían pasado horas buscando y entrevistando a todos los testigos y lugareños, probando el límite de la paciencia del humano y sobre todo del irken. De las muchas cosas que el irken odiaba de los humanos, su estupidez estaba en primer lugar, los terrestres parecían adictos a llenarse la mente de todo aquello que atrofiara su mente y estaban encantados en contagiar a quien pudieran. Todos los testigos narraban hechos incoherentes y, en muchos casos, completamente fuera de contexto. Por lo menos Dib reconoció, gracias a su amplia experiencia de años de investigación que ese incidente era solo una trampa para turistas ociosos e ignorantes a los cuales estafar.
Ahora Dib tenía veintiséis años y para su joven edad ya se había ganado un nombre y una reputación independiente de la fama de su padre, lo cual ya era mucho decir. Para ese entonces el mundo lo conocían como el gran investigador de campo de la historia y no solamente como el hijo vergonzoso y loco del mundialmente famoso profesor Membrana.
La alarma volvió a sonar, recordarle por que se había despertado. Sin desear despertar a su acompañante, Zim se levantó y salió del cuarto a hurtadillas, cerrando cuidadosamente la puerta detrás de sí. De su pak emergió un trasmisor posicionándose a la altura de su rostro y frotándose los ojos dijo, molesto por la interrupción:
- ¿Qué sucede? – Sus ojos picaban, odiaba quedarse dormido con los lentes de contacto.
- Amo, he interceptado una señal con firma irken al borde de este sistema solar – Respondió la voz metálica y fría de la computadora de su base. Las antenas de Zim se levantaron en alerta y sintió un frio y agrio retorcijón en el fondo de su squeedly spooch.
- Específica: ¿Cuál era el tipo de firma? – Preguntó el irken y en su voz se pudo percibir rastros de ansiedad. Lo que fuera que se tratara, quien estuviera entrando a ese sistema, no era una buena noticia.
- Pertenecía a un equipo de seguridad imperial roja – Respondió indiferente al efecto que esa noticia tenía en su amo.
Una oleada de preocupación congeló su cuerpo y su mente se estancó momentáneamente. Cerrando fuertemente los puños y apoyando su pak contra la pared, trató de controlar su conmoción y, sobre todo, la ira e impotencia de no poder hacer nada al respecto. La noticia lo había golpeado fuerte indudablemente, no le era fácil asimilar esa información porque, aun con todo lo que había pasado, todo lo que por años había logrado obtener y lo único que le había dado un nuevo y único significado a su vida parecía disolverse, tal vez para siempre. Y todo eso se resumía a la persona dormida, descansando apaciblemente detrás del muro a su espalda, completamente ignorante de lo que estaba ocurriendo. Zim sabía que eso podría haber sucedido, pero si había aprendido una cosa en la Tierra era tener esperanzas, que ese planeta estuviera lo suficientemente lejos del imperio irken, que lo dejaran en paz, de poder tener control sobre su propia existencia.
Él se había preparado para lo peor, había tomado una decisión y debía actuar lo más pronto posible si quería proteger a Dib y que, por lo menos, uno de los dos tuviera alguna posibilidad de seguir adelante.
Reuniendo sus fuerzas se irguió decidido y tras respirar profundamente y suprimiendo su angustia en un rincón de su mente, volvió a entrar en la habitación del humano; ya tendría tiempo para destilar ese entumecimiento. El cuarto estaba vagamente iluminado por los primeros rayos del sol, filtrándose a través de la fina cortina blanca de la ventana, la luz anunciaba un nuevo día de actividades y ajetreo en el mundo humano. Desviando la mirada, observó que Dib no se había movido de su posición.
Zim se sentó a su lado, acercó su mano para acariciar delicadamente el rostro del humano, examinando cada línea facial, la textura, la rugosidad de una barba no afeitada, la extraña tibieza de su piel y una sensación cálida y reconfortante se expandió hacia todo su cuerpo. Requirió de toda su fuerza de voluntad para no avalanzarse sobre Dib y aferrarlo contra él para nunca soltarlo.
Movió un mechón de cabello hacia atrás antes de colocar su palma sobre la definida línea de la mandíbula y con su pulgar acarició la comisura de los suaves labios humanos. Qué distinto era el mundo sin guantes, se dijo a sí mismo. Hacía años que había dejado los guantes negros reglamentarios del ejército irken y su uniforme guardados en el almacén general de su base.
- Basta – Se reprendió en un susurro. Si no se iba en ese instante, simplemente no lo haría. Zim se inclinó y sin titubear robó un beso al humano, el cual no dio muestras de percatarse.
Ocho años atrás no habría volteado atrás, no habría dudado de sus propias decisiones y esa separación no habría dolido en lo absoluto.
Sin más, salió del cuarto silenciosamente, luego de la casa y se dirigió directamente a su base corriendo tan rápido como era capaz.
Al entrar y apoyarse contra la puerta tras cerrarla, Zim tuvo la suerte de ser recibido por un silencio solo violado por el canto de los pájaros en el exterior y el tenue zumbar de los equipos de su base.
- Computadora, ¿cuál es el nivel de energía del crucero voot? – Preguntó mientras pensaba sobre las demás cosas que debería tener listo para el viaje. Muchas de ellas ya preparadas para ese momento.
- Está cargado a un 78% de su capacidad – Contestó de la misma forma indiferente que lo hiciera minutos antes. 'Suficiente, pero…' pensó el irken.
- Desvía toda la energía disponible en el área para recargarlo y coloca en él las provisiones del nivel 8, sección 3. – Diez minutos de recarga, que él calculaba todo debía estar listo para irse, podrían ser la diferencia entre quedar suspendido eternamente el espacio o llegar a un lugar seguro donde recargarlo con más calma (o tan seguro como las circunstancias lo permitían). – Cambia uno de los gnomos de seguridad por un árbol y desconéctalo definitivamente de la base. – "Si, señor" Contestó la computadora y afuera se escuchó un extraño sonido de succión seguido por otro similar a un pequeño derrumbe de tierra. Al final hubo un sonido parecido a una descompresión. - Empieza a replegar todos los niveles inferiores de la base. Nos vamos.
- La energía requerida para realizar las actividades de recarga del crucero y el repliegue de la base provocará un descenso evidente en el nivel de corriente en la zona. – Informó la base - Esa acción podría comprometer el ocultamiento de la base.
- ¡Obedece, pedazo de transistor! Ahora, envía a GIR y a Minimoose aquí. – Gritó señalando acusatoriamente hacia el techo. Solo un momento después el zumbido del lugar comenzó a aumentar y un ligero temblor arrítmico comenzó a mover el piso. Cada uno de los niveles subterráneos: cuartos, laboratorios, pasillos, almacenes estaban siendo replegados hacia el corazón de la base.
Sin perder más el tiempo, Zim volvió a sacar de su pak el transmisor y este empezó a sonar con el mismo tono que lo haría un teléfono terrestre. Del otro lado, alguien descolgó, se aclaró la garganta y una voz femenina contestó adormilada:
- ¿Hola?
- Humana-Calie, el momento llegó. Me marcho en ocho minutos. Ya sabes que hacer. – Sin más explicación Zim concluyó la llamada sin darle a la otra persona la más mínima oportunidad de recobrarse de la impresión, mucho menos de contestar.
GIR y Minimoose salieron despedidos del ascensor oculto debajo del sofá, a unos metros de él. GIR dio un breve pero agudo grito y tras caer al suelo ruidosamente fue corriendo hacia su amo, agitando sobre su cabeza su cerdo de goma favorito. El segundo solo se limitó a flotar al lado del SIR y emitir un pequeño chillido al llegar al lado del irken.
- Minimoose, ve al crucero voot y espérame ahí – Ordenó Zim secamente a lo cual el pequeño alce amorfo asintió con otro chillido alegre y flotó hasta el techo donde el agujero de una tubería de comunicación se abrió, dándole paso. En ese momento el temblor se había magnificado y se podía escuchar y sentir claramente las placas de metal chocar entre sí debajo de sus pies. Afuera, las alarmas de varios automóviles se activaron y los ladridos de los perros enardecieron.
- ¿Y yo, amo? – Preguntó GIR abrazando cariñosamente su pequeño juguete rosa mirando a Zim como si fuera a sugerir un juego extremadamente divertido.
- Ponte tu disfraz – Ordenó a lo cual el robot obedeció después de guardar el cerdo de goma en su cabeza. El SIR disfrazado saludó respetuosamente a su amo y corrió alegremente a su alrededor, ignorando lo que estaba sucediendo.
La pantalla del televisor se replegó en la pared, el tapizado desapareció dejando desnudas paredes grises y la luz comenzó a tintinear. Unos instantes después la computadora dio el progreso de replegado. Solo quedaba la parte superior, donde ellos estaban.
– ¡GIR! – Y el SIR se detuvo y lo miró, en apariencia, atentamente – Salgamos – Y al decir esto, una correa salió despedida de su pak, cayendo en su mano. Con la destreza que había obtenido a lo largo de los años, Zim logró poner la correa en el collar del SIR que no paraba de moverse frenéticamente. Justo al salir, los muros de la casa se empezaron a desintegrar en una intrincada red de líneas de luz verde y éstas empezaron a desaparecer. Al final solo quedaron unas delgadas columnas de metal suspendiendo a unos metros arriba una plataforma la cual descendió abruptamente, dejando frente a él su nave. Si bien era el mismo proceso que él había presenciado a la inversa años atrás, la situación actual era mucho peor.
Arrastrando a GIR, Zim lo llevó al lado del árbol falso donde lo amarró firmemente.
- Ahora, cuando llegue Calie la obedecerás en todo, ¿entendido GIR? Ya habíamos hablado de ésto. – El SIR hizo un sonido de júbilo y empezó a correr alrededor del árbol y llegado un punto comenzó a escarbar entusiastamente hasta encontrar un puñado de gusanos y comenzó a malabarear con ellos. Zim nunca llegó a entender por qué ese robot hacía lo mismo cada que lo dejaba afuera, el jardín parecía bombardeada. Miró hacia la calle y estaba tan desierta como cuando había regresado, pero no le sorprendió. A pesar de los descubrimientos que Dib y Calie habían hecho, los humanos seguían ciegos ante demasiadas cosas obvias. Le costaba trabajo aceptar que debía dejar a Dib AHÍ, si pudiera se lo llevaría con él. Y ese era el problema.
Sin vacilar se dio la vuelta, entró al crucero donde Minimoose lo esperaba flotando en círculos sobre la silla de mando.
Unos segundos después la nave se elevó hacia el cielo violáceo perdiéndose de vista.
Esta vez, él tenía algo muy importante que perder, algo que era solo suyo. No más huidas. Esta vez, sería él quien iría por ellos.
"Voy a regresar. Voy a regresa" fueron las últimas palabras que susurró antes de abandonar la atmosfera terrestre.
...
Dib estaba acurrucado en su cama con un delgado hilo de saliva escapando de su boca, manchando la almohada cuando un molesto rayo de sol cayó justo sobre sus parpados. Perezosamente logró despertarse y se vio solo. "Zim debe estar en la sala viendo televisión" pensó, frotándose los ojos. Soltó un bostezo y, por simple reflejo, estiró su mano para agarrar sus lentes y colocarselos.
- Creo que él me los quitó, no recuerdo habermelos quitado. - Susurró para sí mismo. Se levantó y al salir de su cuarto halló un inusual silencio en su hogar.
- ¿Zim? – Llamó pero no tuvo contestación. Intrigado bajó a la planta baja y volvió a llamar pero no tuvo contestación. Tal vez se había ido a su base; le avergonzaba admitir a veces él era el dormilón del equipo y Zim y Calie no se cansaban en molestarlo por eso. Se digirió a la cocina e inesperadamente estaba Calie sentada silenciosamente, con una taza de café entre sus manos y mirada perdida en el líquido oscuro. Los mechones de su cabello café claro caían a los lados cubriendo su rostro. Cuando Dib entró en el lugar ella ladeó ligeramente la cabeza en su dirección pero no levantó la mirada ni lo saludó.
- Cansada, supongo. Yo también – Comentó Dib soltando un bostezo y dirigiéndose a la cafetera detrás de la joven. Se sirvió una taza y sopló hacia la superficie humeante. Al voltearse, Calie estaba justo en la misma posición en que la había encontrado.
En el interior de Dib, una vocecilla le dijo que algo no andaba bien, él la conocía perfectamente, ella también era muy inquieta, ni siquiera la extenuación extrema la mantenía por mucho tiempo callada. Tal vez era una mala percepción suya, pero prefería preguntarle.
- Pasa algo, ¿Calie? – Preguntó parándose a su lado, inclinándose ligeramente para tener una mejor vista. Calie sujetó el taza con un poco más de fuerza, mordiéndose el labio – ¿Calie? ¿Qué pasa? – Sin saber por qué, Dib tuvo un extraño y alarmante presentimiento que lo asaltó de repente. – Calie, ¿dónde está Zim? – Ella soltó un sollozo. Aferrándose al poco autocontrol que le quedaba, sujetó la taza con mayor fuerza, tomó un profundo respiro y contestó, mientras un par de lágrimas bajaban por sus mejillas.
- Se fue.
Dib no pudo entender esas dos sencillas palabras, su cerebro no se reusó a interpretarlas, no como esa respuesta.
- ¿C…cómo? – Logró decir al fin. Y su cerebro produjo un poco más de sinapsis - ¿A donde fue?
- No lo sé, Dib. Hace un par de horas recibí su llamada diciendo que se iba. No me dio explicaciones, solo… se fue. – ¡¿Dos horas?!
- ¿Porque no me avisaste? – Preguntó el muchacho. Tristeza, enojo, miedo, estupefacción fueron los sentimientos que empezaron a aglomerarse en su pecho hasta formar un nudo en su garganta.
- Quería… - Y ella soltó otro sollozo que apenas logró dominar – Quería darte más tiempo de… - Y otro sollozo más desgarrador la silenció – Más tiempo. – Pudo decir antes de romper a llorar.
Dib no creía lo que estaba ocurriendo, ¿por qué eso estaba pasando? ¿Por qué? ¿Por qué ahora? ¡¿Qué estaba pasando? Sin pensarlo dos veces salió corriendo del lugar. Todo eso tenía que ser una equivocación, un chiste. Calie debía haber caído en una burda broma del irken. Encontraría a Zim en los niveles inferiores de su base perdiendo un poco el tiempo esperando a que él llegara o tratando de arreglar cualquier cosa que GIR hubiera roto, cualquier cosa ¡pero que estuviera ahí!
En la cocina, Calie se dejó derrumbar ante la tristeza y no sabía exactamente porque: ¿Por ver a Dib aferrarse a la falsa esperanza de encontrar a Zim en la base y saber que en unos minutos el joven se derrumbaría por completo? ¿Por Zim y la incierta lucha que libraría de ahora en adelante? ¿o por ocultarle a Dib lo que había ocurrido dos años atrás? Pero nadie estaba para escucharla, o darle un hombro donde refugiarse y consolarse.
Tras unos minutos hizo el esfuerzo para dejar de llorar, había algo importante que hacer, lo que había acordado hacer tiempo atrás. Limpiándose la cara con una servilleta, se levantó y salió del lugar. No podía permitir que Dib llorara solo enfrente de un terreno baldío sin nadie a su lado o peor aún, que descargara su furia sobre el inocente robot defectivo. "Zim, más te vale que salgas bien parado de esto. Se lo debes." Pensó agriamente antes de salir el lugar hacia el frío amanecer.
