¡Buenas noches! Lamento tener mis historias un poco abandonadas y venir de paso a traer una nueva, pero es que no es una historia completa es sólo un one shot con el que he querido conmemorar el inicio del Mes del IchiRuki, y para el día 1 tocaba la temática "un universo de fantasía". Adelanto que mantendré esta historia como culminada ya que no sé si pueda seguir subiendo nuevas historias diariamente tal como lo estipula el reto. En el caso que decida hacerlo alguno se trataran de pequeños versos o prosas cuya temática estará relacionada con el que corresponda al día.

Espero que les guste, y pronto (no se que tanto) regresaré con mis historias que están en standby. (ɔ◔‿◔)ɔ

Como siempre, los personajes de Bleach le pertenecen a Tite Kubo, y yo los uso sólo para diversión y sin fince de lucro más allá de mi amor por el IchiRuki.

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A medio camino

La joven caminaba por las laderas de la montaña, su misión era arriesgada, pero nada que una guerrera élfica no pudiera manejar. Byakuya se había opuesto a que fuese ella sola quien rescatara la joya mágica de las fauces de aquel terrible dragón dorado. En tiempos antiguos ambas especies convivieron en paz y armonía, pero todo ello acabó cuando los enanos declararon la guerra a los dragones y robaron sus tesoros milenarios. Aquella era conocida por todos como el Invierno de las Almas, acabó con muchas civilizaciones, y sólo terminó cuando Yhwach, el Rey Enano, murió a manos de un valeroso guerrero dragón llamado Zangetsu.

Rukia amaba estas historias, soñaba con poder traer tanto orgullo y honor a su casa, y estaba segura de que este viaje, que recién comenzaba, la llevaría a cumplir con esta meta.

Podía ver en la distancia el pueblo de Karakura. De acuerdo con los mapas, el desierto de Hueco Mundo, guarida del dragón dorado, estaba a una semana de camino, así que Rukia sabía que debía repostar sus provisiones para el trayecto que le faltaba, así que ocultó hábilmente sus ojeras subiéndose la capa.

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El pueblo de Karakura constaba con unas pocas casas en las afueras del pueblo, pero a medida que avanzaba observaba maravillada las extrañas estructuras que los humanos solían habitar. Edificaciones hechas con piedras, barro y madera en terrenos que fueron erosionados artificialmente, callejones angostos y una calle principal cubierta de piedras. A Rukia no le era de extrañar que siempre estuvieran en involucrados en guerras, eran criaturas incapaces de vivir en unión con la naturaleza. En esto sólo eran superados por los enanos, quienes eran capaces de destruir todo un bosque sólo para obtener la madera que usaban en las minas.

En su recorrido, observó algunas viviendas con jardines, algo un poco más armonioso, por tratarse de ser sólo un ornamento, supuso que pertenecería a las familias más pudientes del poblado. Pronto sus pasos la llevaron al centro, donde había una hermosa plaza con una tarima donde un juglar cantaba la historia de Engetsu, el padre del legendario Zangetsu, quien abandonó el templo del Dios Dragón de la Muerte, que estaba al otro lado de la montaña por la que acaba de llegar Rukia, para casarse con una humilde campesina llamada Masaki de Karakura.

Aquella historia era nueva para Rukia, quien había leído todos los libros de la Biblioteca de su abuelo Ginrei y nunca vio indicios de tal hecho. Podía tratarse de un mentiroso, pero era un mentiroso con carisma, eso no lo podía negar. Aquel joven lucía una extraña peluca de color naranja, que Rukia asoció era parte de su disfraz, aunque el resto de su vestimenta negra no era apropiada para la función, poseía una voz profunda y rica en matices. Representaba muy bien a cada personaje en la historia que narraba, y con ello se hacía cada vez cayeran más monedas a sus pies.

No podía negarlo, aquel mozuelo -dentro de los estándares élficos todos los humanos eran considerados párvulos dada la corta vida que llegaban a tener- poseía un canto que era afinado, así como un instrumento musical de los más extraño y cuyas seis cuerdas emitían notas tan dulces como las de una lira encantada. Los tenía a todos hechizados, incluso a la misma Rukia que había tenido el placer de escuchar las historias narradas por el mismísimo Ukitake.

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Un remolino de aire se formó de manera repentina en la concurrida plaza, levantando hojas y moviendo las mercancías en las sencillas tiendas. Aquella refrescante briza movió suavemente un mechón rebelde que cruzaba su cara. Sólo bastó esa pequeña corriente para que entre la mezcla de olores y fragancias que rodeaban el lugar, y que el olfato sensible de un joven dragón se percatara de la presencia de un elfo en aquel lugar.

Con un simple movimiento de cabeza -a la vez que gesticulaba muecas para divertir a su audiencia- Ichigo pudo escanear todos los rostros en la plaza hasta dar con su objetivo. Una pequeña chica, vestida con finos ropajes y una gruesa capa de lana negra, se pasaba la mano por el rostro intentando en vano controlar un mechón de su negra cabellera y que, por lo visto, comenzaba a molestarla.

En sus años como un guerrero dragón, en los dominios de su padre, jamás vio nada tan peculiar: un hobbit o un enano en el peor de los casos que estaría usando el aroma dulce de los elfos para confundirle. Supuso que se trataba de alguna patrulla de espionaje, y que aquella figura se trataba de algún explorador que había enviado en la avanzada. Si buscaban su tesoro, entonces eran más tontos de los que suponía.

El ocre de sus pupilas dio paso al dorado reptiliano de su raza, su respiración se volvió un poco forzada, mientras intentaba controlar el impulso que le obligaba a manifestarse frente a su enemigo natural, Ichigo terminó la narrativa mientras los aplausos de su entusiasta público le impedían ver la dirección que había tomado la figura sospechosa. Con su mejor sonrisa agradeció a la audiencia a la vez que tomaba las monedas para irse lo más pronto de Karakura. Estaba cansado de tener que vagar por ciudades y pueblos, pero no podía arriesgarse a ser descubierto por una patrulla élfica estando tan cerca de su hogar.

‒Lo mejor será dormir esta noche a cielo abierto‒pensó en voz alta.

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En ninguna de las posadas consiguió hospedaje ya que no había vacantes, así que Rukia consiguió comprar un par de caballos, así como de provisiones, y contra el buen juicio de muchos aldeanos que le habrían ofrecido alojo en sus humildes viviendas, decidió continuar con su viaje. Las ferias en Karakura duraban una semana y estaba segura de que si quedaba una noche los aldeanos conseguirían embaucarla y desviarla de su objetivo principal. Si la estuvieran acompañando Rangiku, Shuuhei o Renji seguro que estarían borrachos durmiendo en la plaza.

La noche era fría, pero a Rukia las bajas temperaturas eran algo que no le afectaba, su pequeña casa estaba en la colina más del Seireitei, por lo cual siempre estaba oculta bajo la neblina y la nieve perenne.

La oscuridad del bosque por el cual transitaba tampoco era un obstáculo, no obstante, el repentino silencio si que lo era. Rukia detuvo ambos corceles, bajo con sigilo de su montura y agudizó sus sentidos.

Un ronquido. Si se concentraba bien era capaz de escuchar un ronquido. Lo que era más extraño aún era que aquel sonido fuese la causa que en esa parte del bosque hasta los insectos hubiesen silenciado sus gritos nocturnos. Rukia siempre había sido muy curiosa, así que ingresó en el sendero que estaba unos metros más adelante y avanzó hasta ver un pequeño claro, donde un hombre dormía plácidamente. El fuerte olor del alcohol la mareó un poco, observó asombrada que se trataba del mismo juglar de la mañana

‒Así que en esto te gasta las pocas monedas que te dan los lugareños‒musitó en voz baja mas para si misma que para el bello durmiente. Porque a la verdad aquel muchacho era muy guapo.

Rukia regresó por el mismo camino, acaricio a su corcel y retomo la senda dejando descansar a aquel individuo.

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Ichigo esperó que la chica fuera lo suficientemente lejos para poder levantarse. No esperaba encontrarse con ella en estos caminos, y menos aún confirmar que no se trataba de algún hobbit o un enano, a pesar de la estatura, su contextura física no correspondía con aquellas razas. Aquella chica era un elfo, mas concretamente una niña élfica. En los casi cinco mil años de vida que tenía jamás había visto un niño elfo, llegó incluso a pensar que estos nacían ya siendo unos adultos con un palo metido en el trasero, tal como el joven Byakuya.

Algo raro debía de pasar en las montañas del Seireitei si uno de sus infantes se había escapado de casa, porque tan seguro como estaba de ser un dragón lo estaba que aquella criaturita provenía de la Sociedad de Almas Élficas. Decidió buscarse nuevas prendas y quitarse el olor de la cerveza y el vino, para así poder seguir a esa chiquilla. Estaba seguro que ella lo llevaría a encontrar nuevos tesoros.

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Lo que nunca se esperó nuestro rebelde dragón de ojos dorados era que esa niña le metería en muchos problemas y terminaría convirtiendo en su mayor tesoro.

No sé si decida en un futuro crear una historia más larga, pero si sé que tengo en mente avances y nuevas situaciones para este mes del IR. ( ◡́.◡̀)\(^◡^ )

No dejemos que muera el Fandom, vamos a recuperar nuestra OTP aunque no sea canon, no necesitamos ser canon para ser felices (‿◠)✌