Disclaimer: Ni Rocavarancolia ni sus personajes me pertenecen a mí, sino a José Antonio Cotrina.
N.d.A: Este fic ha sido creado para el "Amigo Invisible" del foro "Bajo la Luna Roja". Mi amiga invisible es Roxy Scamander, quien en una de sus peticiones pidió un Aledrian, queriendo que estuviera dividido en tres partes: una en el que Alex estuviera vivo, otra en el que él ya hubiera muerto y otra cuando vuelve durante la batalla por petición de Dama Sueño. Y bueno, aunque me parezca un truñito el fic, espero que le guste y se lo regalo con mucho cariño. Me hubiera gustado hacerlo más largo, pero no he tenido demasiado tiempo para poder hacerlo. Una disculpa por ello.
I
Todavía no podía creer lo que había pasado. Hacía unos días estaba en su habitación con la única preocupación de aprobar los exámenes finales para poder disfrutar del verano, y ahora, tenía que preocuparse de hasta el más mínimo detalle; como buscar ropa más o menos limpia o no perder una bañera, ya que eso significaría tener menos comida y pasar hambre durante unos días.
Sabía que tenía la culpa. Si no hubiera sido tan insistente en ir con Denéstor, si hubiera hecho caso a Maddie, ahora mismo no estarían allí. Sin embargo, su deseo de ir a la emocionante aventura que había deseado desde que leyó unos de esos libros que le regaló su padre, fue más fuerte. Siguió pensando así cuando llegó, pero al luchar con esas extrañas criaturas junto a la cicatriz de Arax; le hizo ver que esto no era ninguna aventura, sino una pesadilla. Y como algo le sucediera a su hermana, no se lo iba a perdonar nunca.
Recordó el terror que sintió cuando tuvo miedo de que la hubieran atacado, y se le encogió el corazón solo de pensarlo. Nunca se había sentido así en su vida. Jamás. Pero el miedo era algo que no quería volver a mostrar.
Tenía que ser valiente. Por él, por todos. Tenía que ser un poco como Ralph, ese líder que intentaba hacer todo lo posible para que todos volvieran a casa sanos y salvos. Tenía que ayudarles a que se sintieran lo más seguros posible para que no se dejaran llevar por el pánico. Aparentar ser el héroe del libro, aunque en el fondo estuviera muerto de miedo.
Pero ahora, era uno de esos momentos en el que la máscara del héroe caía y se mostraba realmente como es.
Bajó la trampilla y subió hasta llegar al almenar. En el cielo, murciélagos de fuego estaban emprendiendo la caza contra un pequeño grupo de insectos, pero no les hizo caso. Solo se sentó en el suelo, apoyándose contra la pared, y recogió las piernas; dejando caer las lágrimas que llevaba reteniendo desde hacía tiempo. Lágrimas de culpa e impotencia.
Idiota, pensó. Solo eres un idiota.
No supo el tiempo que pasó allí, pero no se movió cuando las piernas empezaron a entumecerse, y siguió derramando más y más lágrimas. Pero entonces, el sonido de unos pasos le distrajo de sus pensamientos y se restregó los ojos con rapidez.
—¡Estás aquí!
Cuando miró a la derecha, se encontró con Adrián asomándose por la trampilla, subiendo los últimos escalones que le faltaban y acercándose hacia donde estaba para sentarse a tu lado.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó Alex.
—Yo… —dijo algo avergonzado mirando el suelo—. Me desperté y vi que no estabas. Esperé un rato, pero al ver que no volvías, salí a buscarte.
—¿Y se puedes saber que haces despierto a estas horas, pequeñajo? Los niños pequeños se van pronto a la cama —comentó esbozando una pequeña sonrisa.
—No soy un niño pequeño. Tengo trece años —protestó.
Después Adrián miró el cielo, enfocándolos en los murciélagos, y un breve atisbo de miedo se reflejó en sus ojos; y Alex no pudo evitar preguntarse por décima vez que le habría ocurrido en la Tierra para que estuviera así.
Otra vez ese extraño sentimiento le invadió. No era el mismo que le surgía con su hermana, no, sino más fuerte. Desde la primera vez que lo vio, algo se había metido dentro de él que le instaba a estar constantemente pendiente suya, estar más encima de él que con los demás. Y en esos momentos, no quería otra cosa que estrecharlo en sus brazos y decirle que no tuviera miedo, que le protegería si se acercaban hacia donde estaban.
Pero en vez de eso, preguntó:
—Entonces, ¿qué haces despierto?
—Tuve una pesadilla —susurró Adrián, mirando todavía el cielo. Alex no iba a preguntar más, pero él siguió hablando—. Fue hace siete años. Era invierno, y ese día hacía más frío de lo normal. Estaba intranquilo por los caballos, en especial por Thunder. Mi padre me lo regaló cuando cumplí cinco años, poco antes de que muriera en un accidente de coche. Esa noche me levanté y me dirigí a los establos sin que nadie se diera cuenta. Echaban mucho vaho por la nariz. Creía que tenían frío y deseé poder hacer algo por ellos. Lo último que recuerdo es haber olido a humo y ver a mi madre llorando encima de mí.
Alex lo miró sin saber que decir, notando que el muchacho había empezado a temblar, y no pudo evitar ponerle un brazo por los hombros. Adrián le miró, y él vislumbró las lágrimas que luchaba por contener.
—¿Crees que de verdad regresaremos algún día a casa? —le preguntó—. ¿Qué saldremos de este sitio?
—Claro que sí —contestó Alex firmemente—. Te lo prometo. Te llevaré de vuelta a casa, aunque sea lo último que haga.
Y Adrián sonrió, con los ojos iluminados ante sus palabras.
Aclaración: Me he informado, y según dice google, en Australia era casi verano. xD
