Aclaración: Evidentemente que nada de esto me pertenece, excepto la historia. Si fuera dueña de LucasArts o Bioware, definitivamente habría mostrado la escena del beso entre Bastila y Revan a bordo del Halcón en vez de una ridícula pantalla negra. �¿Soy la única que se siente estafada por eso?

Mas el show debe continuar.

Star Wars
Caballeros de la Antigua República
Fragmentos

Tatooine, East Dune Sea

Tatooine. Un planeta desértico en los lejanos límites del Borde Externo. "Si existe un lugar que sea el centro del universo, este es el planeta más lejano de aquel lugar", dijo, sin siquiera imaginar que, milenios después, otro joven usaría las mismas palabras para describir su planeta natal.
- Bien, concuerdo contigo en eso.
La figura de la bella Bastila Shan se recortaba contra el fondo de la cueva que había sido por mucho tiempo la morada de un dragón kryat, al que habían muerto pocos minutos antes gracias a la cooperación de un cazador local.
- Epa. Creo que me entró arena en las orejas. – dijo, haciendo el ademán de sacudirse la arena ¿Estás diciendo que me hallas razón en algo? – Los fríos ojos de la Jedi lo atravesaron como estacas.
- No voy a pelear contigo por un comentario tan poco importante.
- Qué bueno que reconozcas que eres tú la que siempre empieza nuestras discusiones. – sonrió, malicioso.
¿Yo¡Eres tú el que siempre…! – se percató de su sonrisa. – Ahh, no. No me vas a hacer caer tan fácil. – le sonrió de vuelta, desafiante.
- Nada me haría más feliz que hacerte caer en mis redes, preciosa. – le respondió seductoramente. Antes de que ella pudiera replicar, continuó. – Oye, mira esto…
¿Qué cosa? – preguntó, volteando hacia él, en el mismo instante en que el Padawan la sorprendía con un fugaz beso en la mejilla.
- Oh, nada. Era sólo arena. – le respondió divertido.
- No… ¡no vuelvas a hacer eso! – le gritó, roja como una manzana.
- No te preocupes. – le guiñó un ojo - La próxima vez, no será en la mejilla…
¡Eres el hombre más engreído y arrogante que he conocido nunca! – bufó.
- Ya sé que por eso te gusto. – Dios, cómo disfrutaba el molestar a la joven Jedi… ¡Bastila, mira esto!
- No voy a caer de nuevo con eso, Eaden Cross. Y más vale que dejes de jugar conmigo si no quieres que…
- No, no, es en serio. – le mostró un pequeño objeto que cabía en su mano, y se lo entregó. ¿No es el holocron de tu padre…?

El rostro de Bastila se tornó triste y nostálgico. Eaden sólo atinó a mirarla, expectante. Nunca la había visto así, tan pequeña, tan… vulnerable. Bastila Shan levantaba murallas invisibles para mantener a toda la gente a tres metros de ella, y ahora parecía rogar por alguien que la sostuviera… se sentó en una roca cercana y lentamente levantó su mano libre y apretó un botón en el viejo dispositivo. La imagen de un hombre fornido, desgastado por los años, brotó del holocron. Con una voz grave y pausada habló de su preocupación por su esposa, gravemente enferma, y de lo mucho que extrañaba a su hija, quien hacía muchos años había entrado a la Orden Jedi. Eaden escuchó atentamente, pero su mirada pasó del holocron a la mujer que lo sostenía. Lágrimas se formaban y caían de los ojos de Bastila, y sus labios se curvaban hacia abajo, intentando en vano reprimir sus sollozos. El corazón de Eaden dio un vuelco. Sin darse cuenta de lo que hacía, se sentó junto a ella, la rodeó con sus brazos y la estrechó contra sí. "Bastila… preciosa, está bien…" murmuró. La sintió estremecerse entre sus brazos, repentinamente muy cansada para protestar. Se limitó a hundir la cara en el pecho de Eaden y llorar quedamente. El Padawan se sorprendió: ella lo había aceptado a él y a su demostración de cariño, que tan mala fama tenía entre los Jedi.
- Lo he extrañado tanto, todos estos años – se explicó entre sollozos – y ahora está… muerto. – su voz se ahogó entre las ropas de la túnica azul de Eaden.
- Princesa, tú y yo sabemos que no existe la muerte… - le respondió suavemente, sin dejar de sostenerla.
- … existe La Fuerza. – completó ella sin levantar el rostro. – L-lo sé. Pero es que me siento tan triste, como si me faltara un trozo del corazón… - hizo una pequeña pausa y respiró profundo. Eaden creía que su propio corazón se hacía pedacitos cuando la escuchaba hablar – y… y no es sólo eso. M-mi madre decía la verdad, está muy enferma… ¡y yo no le creí! – dijo y estalló en llanto.
- Bastila… ¿qué podía decirle¿cómo podía reconfortarla? – Eso todavía podemos arreglarlo; tu madre nos espera en la cantina de Anchorhead… estoy seguro de que podrán resolver sus diferencias. – su tono era tierno y sereno – Mientras tanto, llora tranquila, saca tus penas de allí dentro… - sonrió débilmente, sabiendo que ella no podía verlo -… yo estoy aquí, contigo.
Bastila se sintió sobrecogida por una calidez inmensa que nunca antes había experimentado. A través del vínculo que los unía, Eaden le proporcionaba todas sus fuerzas… le hizo caso y lloró largamente, entre sus brazos, hasta que las lágrimas ya no quisieron salir más y los sollozos se le agotaron. Entonces separó lentamente su rostro del pecho del Jedi y comprobó que había humedecido su túnica con sus lágrimas.
- Lo siento… tu túnica… - dijo, restregándose los ojos. Posó su mano donde había descansado su rostro, queriendo secar la tela con sus dedos. Eaden atrapó su mano, la presionó suavemente contra su pecho y bajó los párpados. Bastila podía sentir el latir rítmico y pausado de su corazón bajo su palma. Él reabrió los ojos y la miró dulcemente, con una tenue sonrisa formándose en sus labios. Se fue acercando a ella muy despacio, sin dejar de mirarla, acortando la distancia entre sus rostros, con la confianza que le daba el que ella no lo rehuyera, cuando…
- Enunciación¡Amo, hay unos meatbags afuera que se ve que quieren camorra¿Los elimino, amo? – preguntó, feliz, HK-47; aunque, pensándolo bien, más que una pregunta parecía una súplica.
Bastila se reincorporó de un salto, preocupada por los meatbags camorreros, como tan bien los había definido el droide. Eaden profirió un suspiro. Había perdido una preciosa oportunidad… Se puso de pie y caminó hacia la salida, con Bastila y un ansioso HK tras él. Quienesquiera que fueran los intrusos, ya se las verían con él por interrumpir su momento perfecto…

Tatooine, Anchorhead Cantina

Eaden entró a la cantina siguiendo a Bastila, con un satisfecho droide tras él. Aún se sentía ofuscado por haber estado tan, tan cerca y… demonios. Pobre Calo Nord. No se lo había visto venir. Nunca ofusques a un Jedi, menos a uno con un droide asesino a su servicio: nueva máxima que aprendió tras ser atravesado por un sable láser. Hay gente que sólo aprende por las malas…
Helena Shan los esperaba dentro. Bastila se acercó a ella, cabizbaja, y empezaron a conversar; aún consciente de la certeza de la enfermedad de su madre, la joven Jedi necesitó de un último empujoncito de Eaden para hacer lo correcto y reconciliarse con la testaruda de su progenitora. "De tal palo, tal astilla" pensó el Padawan. Madre e hija se abrazaron, prometiendo reencontrarse en Coruscant, donde Helena se sometería a tratamientos médicos gracias a los 500 créditos que Bastila le había entregado. Eaden quiso darle también algo de dinero, pero una mirada de Bastila lo disuadió. Era su madre y sólo ella tenía que hacerse cargo. En aquel momento de distracción, Helena aprovechó de dirigirse altaneramente al compañero de su hija. "Oye tú, cuida bien de mi hija¿me oyes?" Las miradas de ambos Jedi se cruzaron. "Como si ella fuera a permitírmelo" respondió. "Bueno, pues la obligas a permitírtelo. Se parece mucho a su padre en ese aspecto…" Eaden vio a Helena marcharse, y después dirigió sus ojos a Bastila.
¿Cómo te sientes?
- Mucho mejor. – sonrió. – Todo esto me ha quitado un gran peso de encima.
- Bien. Entonces vayamos a Kashyyyk por el siguiente starmap antes de que nos crucemos con más dark jedi decididos a ganarse el favor de Malak eliminándonos. – dijo, volteando hacia la puerta. Dio dos pasos y sintió que alguien lo agarraba por la manga de la túnica.
- Espera… no he tenido la oportunidad de agradecerte… por tu apoyo. – Eaden se volvió para mirarla al tiempo que ella clavaba la mirada en el piso, dubitativa. – En este tiempo que llevamos juntos he llegado a depender de ti no sólo en lo que respecta a nuestra misión… sino respecto de mí misma. Es muy importante para mí saber que cuento contigo. – alzó los ojos hacia él.- Quiero que sepas que… que tú también puedes contar conmigo. Quiero que seamos amigos. – lo observó, expectante. Eaden se sorprendió de tan abrupto acto de sinceridad. Decidió, a su vez, ser igualmente sincero con ella.
- Yo preferiría que fuésemos mucho más que eso, Bastila… - ella soltó su manga y el color le subió al rostro. Lo miró tristemente antes de responder.
- Por favor, Eaden… no está permitido. Ni contigo ni con ningún otro hombre. Lo… lo lamento. Pero aún así, realmente me haría feliz que fuésemos amigos… - le dirigió una mirada suplicante. "¿Lo lamenta…?" pensó Eaden antes de que una inmensa sonrisa le adornara la cara.
- Tontita. Hace mucho tiempo que somos amigos¿es que no te habías dado cuenta en tu eterno afán de demostrar que estás lista para la Maestría Jedi? – bromeó.
- Ignoraré eso último… - replicó, frunciendo el ceño en un gesto de "nunca aprenderás". – Bueno, no fue tan difícil como creía… se siente muy bien tenerte como amigo. – lo alabó. – Ahora debemos continuar con nuestra mi—
- Oh, todas mis amigas opinan lo mismo… - alardeó. Un dejo de enojo se adivinó en las palabras de Bastila.
- Oh¿todas tus amigas, dices¿cuántas serían todas, si pudiera saberse? – preguntó, levantando una ceja.
- Vamos, Bastila, no te vas a poner celosa ahora¿no?
¿Celosa¿YO¡Te recuerdo que soy una Jedi¡Estoy por encima de esas banalidades! – le espetó. – Y tener la vanidad de creer que estoy celosa de ti, francamente…
- Si fuéramos algo más que amigos – continuó, ignorándola – lo entendería y te tranquilizaría demostrándote la intensidad de mis sentimientos hacia ti… - la contempló por el rabillo del ojo, midiendo el efecto de sus palabras sobre ella – Pero ya que sólo somos amigos, no creo que sea necesario¿no?
- … yo… tú me… siempre encuentras la manera de perturbarme¿lo sabías? No, no me respondas. Volvamos a lo que de verdad nos compete: derrotar a Malak. No volvamos a hablar de esto…

Y así, saliendo por la puerta de la cantina, dio por finalizada la conversación. Helena Shan tenía razón: Bastila era una cabeza dura. ¿Cuánto tiempo más le llevaría convencerla de sus sentimientos hacia ella…?