Disclaimer: Digimon pertenece a Akiyoshi Hongo.
Nota: ¡Hola! Os presento mi primera historia. Fanfic, éstos tan majos son los lectores; lectores, esta cosita tan tímida es Fanfic. Y una vez hecha las presentaciones, sólo les pido que le den una oportunidad y espero sinceramente que disfruten de la lectura.
Aclaración: La letra en mayúscula significa gritos y la cursiva es referida a los pensamientos de los personajes.
AMOR VIRTUAL
PRÓLOGO
¡Tienes un nuevo mensaje!
Ella, Sora Takenouchi, comprobó de nuevo su celular. Click. Inicio. Click. Correo. Misma acción que había repetido ya diez veces durante estos últimos cinco minutos, sin contar las numerosas revisiones anteriores durante estos últimos días, donde siempre el mismo mensaje aparecía en la pantalla: "En estos momentos, no hay nuevos correos en su bandeja de entrada". Sí, ya se sabía la frase de memoria.
– Sora, ¿cuál crees que me quedará mejor: el rosa amaranto o el magenta?
Furiosa cerró el celular de golpe. Tres días… así estoy desde hace tres días… Tres días… ¡TRES DÍAS!
– ¡No, no, no! -y desechó dos vestidos que tenía en su mano.- Me dije a mí misma que este año tocaba innovar, un cambio de look –ella continuaba su monólogo. Por un momento se quedó pensativa y tras ello una halo de luz rosa la iluminó-. ¡Sí! El rosa granza sería perfecto, ¿qué te parece Sora?
Pero… ¿Por qué?... La otra chica se volvió a acomodar de nuevo en el asiento, ir de compras con su amiga la estaba matando. ¿Cuánto tiempo habrá pasado ya? Se subió la manga buscando su reloj. Seguro que ha pasado dos horas y pico... ¡No puede ser! ¿Sólo veinte minutos? Suspiró derrotada. Ella tenía otras preocupaciones más importantes que atender.
– ¿Sora? ¿Sora? ¿Me escuchas? –la chica pasó la mano por delante de la cara de su amiga. Varias veces. Últimamente parecía vivir en la inopia, también llamada "La bandeja de correos".- ¡TAKENOUCHI! ¡TAKENOUCHI!
La voz de su amiga, Mimi Tachikawa, se desvaneció en el viento con el fin de adentrarnos en el inicio de la historia. Para ello nos remontaremos al último día de clase, antes de las vacaciones de Navidad.
Instituto. 11:37 AM. Hora del descanso-almuerzo.
– Chicas, ¿habéis escuchado la nueva canción de los Teenage Wolves?
– ¡Síííí! ¡Ellos son lo más!
– ¡Matt Ishida canta como los ángeles… y es taaaaaaan guapo!
– Es como una estrella brillante, siempre me siento iluminada.
Todas las chicas asintieron al unísono y giraron sus rostros hacia al pequeño altar que tenían a la derecha, en el cual estaba a rebosar de fotos de los conciertos, pegatinas de los diferentes miembros del grupo, y por supuesto, un póster a escala real del líder de la banda, y próximo dios griego. Unas brillantes miradas soñadoras aparecieron en sus rostros.
– ¡BUENOS DÍAS! –gritó llena de energía Mimi tras abrir la puerta de clase en par en par.
– ¡Buenos días, Tachikawa! –respondieron las chicas a coro y al segundo siguiente formaron un círculo a su alrededor . Una de ellas se acercó con disimulo a su oreja con intención de hacerle una pregunta.- ¿Tienes... la mercancía? -su voz delataba ansiedad.
Mimi asintió con sonrisa cómplice. Miró a ambos lados comprobando que no hubiese nadie cotilleando y sacó de su bolsa un pequeño álbum de fotos.
- Bueno chicas, esta mañana el cargamento viene calentito. Así que ya sabéis la regla, se mira pero no se toca -aclaró. Tomó el álbum y lo abrió por la tercera página y fue pasándolas lentamente.- Las fotos de su infancia cuestan cinco mil yenes, las fotos más recientes son sólo a mil -anunció finalmente.
Tres minutos más tarde, todas las fotografías que trajo consigo, volaron, pero dejaron tras su paso una gran suma de dinero. Ella sonrió satisfecha. El negocio de vender cualquier cosa relacionada con los Teenage Wolves era un rotundo éxito.
– ¡Buenos días señorita solitaria! –gritó Mimi en dirección a la mesa de la esquina. Ella caminó con elegancia hacia donde se situaba su amiga.
– Mimi, pasas más tiempo en mi clase que en la tuya –declaró Sora con retintín.
– ¡SOOOOORAAAAA! –una voz espectral se escuchó desde el final del pasillo.
Un silencio envolvió la sala.
– ¡Apuesto todos mis hermosos cabellos y diez millones de yenes, no, diez billones que a Kamiya se le ha vuelto a olvidar algo! –exclamó Mimi suspicaz. Los chicos más cercanos asintieron con la cabeza.- Tenían que reparar ese cerebro suyo… -prosiguió ella maliciosamente- aunque según mi hipótesis creo que lo que realmente hay dentro de su cabezota es una enorme hamburguesa solitaria dando vueltas en ese enorme vacío.
Todos los demás continuaron dándole la razón a la morena.
– Mimi, ¡no seas mala! –dijo Sora, pero se le escapó una risa al sólo imaginarlo.
Taichi llegó hasta las chicas arrastrando sus pies con pesar. Su rostro estaba blanco, fantasmagórico. Su aura proyectaba nubes negruzcas siguiéndole. Se avecinaban tormentas.
– ¡Soooraaaa! ¡Te necesito!
– ¿Y cuándo no? –murmuró Mimi por la bajini.
Tai giró la cabeza mecánicamente, varios huesos de su cuello crujieron, y lanzó una mirada envenenada que podría haber matado a cualquiera, dedicada con especial "cariño" a la susodicha metomentodo.
– ¿Qué te pasa Tai? –preguntó dulcemente Sora.
– De todo –dijo dramáticamente él.- Voy a suspender, y mi madre me va a castigar, y no podré ir al campeonato de invierno, y así nadie me puede seleccionar para competir en ligas mayores, a partir de ahí mi carrera profesional se irá al traste y…
– Ya, Tai, tranquilo –interrumpió Sora, sacudiendo levemente al chico.- ¿Qué necesitas?
– Tú teléfono móvil.
– ¿M-mi te-te-lé-fono? –tartamudeó ella, mordiéndose el labio e inconscientemente se llevó la mano al bolsillo. Sabía que darle el teléfono a Taichi no era buena idea. No al bocazas de Taichi, se repetía una y otra vez su subconsciente. Si alguien descubriese sus oscuros secretos, si esos secretos vieran la luz… No quería imaginárselo.
– ¿Y por qué no se lo pides a tu amiguito Ishida? –rebatió Mimi tras observar la palidez de la tez de Sora.
– Si le cuesta ya darme los buenos días, ¡imagínate pedirle su móvil! –repuso escandalizado Taichi. Se pasó la mano por el cabello, pero lo único que consiguió fue revolvérselo aún más.
Mimi resopló derrotada.
– Entonces Sorita –volvió a arremeter el moreno y agarró sus hombros suavemente para que le mirase a los ojos, a sus ojos de cachorrito lastimero. Una táctica que nunca fallaba- ¿me dejarías el teléfono y te lo devuelvo nada más termine? Necesito llamar a mi hermana para que me traiga el trabajo de recuperación para que no me suspenda el de literatura. Por favor.
Sora tomó una respiración profunda. Antes de que tuviera un minuto para procesar las consecuencias que tendría dejarle o no el celular, la mano de Taichi fue más rápida que sus reflejos y tomó el móvil de su bolsillo para asombro de los demás. Antes de que alguien vocalizase algo, ya estaba corriendo como alma que lleva el diablo dejando un leve rastro de polvo.
Quién diría que hace un momento estaba deprimido, pensó Mimi asombrada.
– ¡Se lo llevó! –susurró Sora todavía en estado de shock, aceptando la cruel realidad.
– Nunca cambiará –concluyó Mimi, y todos los presentes negaron con la cabeza.
Regresando al presente, en el cual las voces de Mimi la evidenciaban delante de toda la tienda, además de captar la mirada de muchos curiosos, pero no se sintió avergonzada, es más estaba acostumbrada y encantada de ser el centro de atención.
– ¡SORA! ¡OH NO-O! ¡TE QUEDASTE SIN BATERÍA!
Comentario que hizo reaccionar a su amiga y traerla de vuelta a la realidad.
– ¡No seas cruel! –exclamó al ver comprobar que su batería estaba al 64%.- Casi me da un infarto.
– Sora, me tienes preocupada… llevas unos días muy rara, más de lo habitual –dijo Mimi triste, se agachó hasta estar a la altura de su amiga. La encaró mirándola directamente a los ojos.- ¿Te ha pasado algo?
– No-o-o…
– No me mientas Sora… estás obsesionada con ese estúpido teléfono… estás peor que aquel día que Taichi lo perdió –comentó Mimi, dibujando una leve sonrisa.
– No me lo recuerdes… Sólo de pensarlo me da dolor de cabeza...
Pero el flashback apareció.
Instituto. 15:05 PM. Comienzan oficialmente las vacaciones de navidad.
Encontrar a Taichi era demasiado fácil, tanto como sumar dos más dos y que el resultado sea cuatro, era el único que armaba tanto escándalo a la salida y sobre todo hoy que empezaban las vacaciones. Seguramente estaría llamando al equipo para jugar algún partido.
– ¡Taichiiiiii! -llamó Sora con la mano.
Él sonrió ampliamente al verla y corrió al instante hacia ella, y sin dejarla hablar, le enseñó la hoja de calificaciones.
– Todo aprobado, y mira, mira -señaló la asignatura de matemáticas.- Mi primer notable. Mi madre se va a poner muy contenta... ¿no estás orgullosa Sora?
– Claro Tai, mi más sincera enhorabue... -el moreno se encontraba otra vez en las nubes. Su concentración duraba unos míseros minutos, así que tenía que ir directa al grano.- ¿Dónde está mi teléfono?
– ¿No te lo ha dado? Pero si se lo di a Kari para que te lo devolviera... -le contestó frotándose la barbilla.- Seguro que todavía lo tiene ella...
– ¿Y dónde está ella ahora mismo? -cuestionó alterada.
– Me dijo que había quedado con TK en el patio, pero que tenían que esperar antes a Mattyyy...
No le dio tiempo a acabar la frase, cuando Sora ya estaba corriendo en dirección contraria directa a encontrar a la hermana pequeña de su mejor amigo, al que mataría más tarde. Para sus adentros, rezaba para que no fuese demasiado tarde. Sin embargo, estaba tan centrada en su objetivo que lo siguiente que se escuchó fue un "plaff" y dos cuerpos cayeron al suelo. Sólo ella sabe que a partir de ahí, todo pasó muy rápido.
– ¡Eh! ¡Ten cuiiii –indicó ella adolorida al intentar incorporarse.
Pero el otro individuo, un chico, la acalló con la mano, y con la otra, la agarró de la cintura y la arrastró literalmente hacia la habitación más cercana: el baño de los chicos.
– ¡Shh! ¡Calla!
Su voz ronca la hizo estremecer y ella obediente no movió ni un músculo, pero sus ojos inquietos hicieron caso omiso de la orden del muchacho. Su curiosa mirada analítica quiso primero saber quién era su captor. Yamato Ishida. De la misma impresión se le olvidó respirar. No actúes raro… Sus ojos estaban clavados en los suyos, pero el contacto visual no duró mucho, se rompió cuando él la apegó más a su cuerpo. Su delicioso aroma a vainilla se hacía muy evidente en la cercanía. Ella se sintió mareada por toda la situación.
– Creo que ya se fueron.
Instantáneamente él rompió la dulce unión. Ella le miraba confusa, pestañeó varias veces para de alguna manera intuir que era real todo lo que había pasado. Poco a poco volvió a recuperar su autonomía y racionalidad… y la respiración también. Él sonrió.
– Eres muy divertida Takenouchi –comentó Matt mientras abría su mochila y sacaba ropa limpia.
Sora entrecerró sus ojos intentando descifrar si se trataba de un cumplido o una ofensa. Sin embargo, ese estado de ambigüedad no le duró mucho cuando él comenzó a desvestirse, primero empezó se quitó la bufanda escarlata, seguidamente se deshizo del jersey, para más tarde la camiseta… Ella como una buena chica que era, se llevó las manos a los ojos. Estaba terriblemente avergonzada.
– Pe-pero... ¿Qu-ué ha-ha-ces?
– Creo que es evidente -dijo un burlesco Yamato semidesnudo.
– Eh... sí -balbuceó Sora con un leve rubor en sus mejillas.
Con un poco curiosidad mal sana, ella entreabrió lentamente los dedos de sus manos, brindándole un poco de visibilidad y gozo porque menuda imagen que se le estaba revelando. Se sentía como una voyeur, devorándole con la mirada, pero ¿quién en su sano juicio no haría lo mismo que ella? Sin embargo, una imprevista conciencia despertó para aconsejarla. Ella le susurraba idioteces como que no intentara no admirar sus fuertes hombros, ni que observara su pecho y mucho menos que fantaseara con sus labios.
Como sigas así pensará que eres una auténtica pervertida. Piensa en otra cosa... en Genai bailando.
– Sabes, hoy voy a ir a ver a mi madre -explicó de pronto él con voz seria y se puso la camiseta que había sacado de un grupo de rock.- Había quedado con Takeru hace un rato, pero alguien se ha chivado de mi quedada y mi grupo de fans me han encontrado -prosiguió él con un deje de voz algo triste, y se colocó una sudadera negra que también había sacado de la mochila.- He estado un buen rato haciéndome fotos y firmando autógrafos, pero tenía prisa... Así que en un descuido me he escabullido... -se recogió el cabello y lo cubrió con una gorra negra.- Todo iba genial hasta que te tropezaste conmigo... -le lanzó una mirada acusadora, pero su tono fue desenfadado.
– Lo-o sien-to.
– No te preocupes -dijo él con una media sonrisa.- Siempre tengo un plan B -puntualizó con misterio y acto seguido se colocó una gafas de sol.- Ir de incógnito.
Creo que esta es la conversación más larga que he tenido jamás con él, pensó Sora para sus adentros.
– Aunque tengo curiosidad Takenouchi... -y acortó distancias con ella, acorrándola a la pared.- ¿Por qué corrías a semejante velocidad?
Su piel empalideció al recordar el motivo. El móvil.
Yamato dibujó una sonrisa enigmática.
– ¡Venga vayámonos señorita o pensaré que le gusta estar en el baño de los chicos! -ella miró con fingido interés el suelo, haciendo aparecer un leve sonrojo por el comentario del rubio. Él rió por su adentros por aquel gesto infantil, a continuación le abrió la puerta como un perfecto caballero.
Y tras esto se fue, con un simple adiós. Ella calificó esa situación como uno de los momentos más inverosímiles jamás vividos en su corta existencia.
De nuevo en el presente, Sora cargaba las siete bolsas de ropa que había comprado Mimi y se preguntaba de dónde sacaba siempre tanto dinero, mientras ésta buscaba el sitio idóneo en la cafetería.
– ¡Siéntate en alguna mesa libre, pesada! -le indicó.
– Es que la luz natural me favorece más -declaró tajante Mimi.
A veces, Sora desearía matar a su amiga por comentarios como el anterior.
Puru-rú. Puru-rú. Puru-rú.
– ¿Qué ha sido eso? -preguntó Mimi con un fingido sobresalto.- No me digas que ese es el tono de tu móvil.
– Y qué si lo es.
Sora volvió su mirada al teléfono. Mensaje... mensaje... mensaje... ¡Argg! Tengo un maldito mensaje nuevo... ¿Lo abro o no lo abro? Se mordió el labio y con temblor cogió el teléfono. Su pantalla inicial indicaba: "Tienes un nuevo mensaje" y al lado un sobrecito revoloteando por la pantalla. He estado estos tres días esperando. Pero, ¿por qué tengo miedo? Su subconsciente le contestó: a su respuesta.
Era de él.
– Tenemos que hablar -releyó Mimi en voz alta. Ella no quería ser cotilla, sólo estaba comprobando que no le pasara nada malo a su amiga.- Sorita, ¿esto qué significa?
Por desgracia, la pelirroja se preguntaba lo mismo.
N/A: Bueno, se tratará de una historia corta, prólogo más tres capítulos (seguramente). Mi intención es que prime el Sorato, el romance y el buen humor. Con mis escritos sólo quiero traer felicidad, cariño e ilusión a mis lectores. Así que, por favor, sus comentarios me darían mucha más fuerza para continuar, como también estoy abierta a críticas, sugerencias. Muchas gracias por leer.
