Bueno, amigos y amigas, aquí les traigo mi última historia… de este mes. Espero que la disfruten. Sin más que decir… a leer.
Ser Diferente No Era Lo Mejor
El sonido de las aves cantando era opacado por las bocinas de los autos que no dejaban sonar. Las principales carreteras de la ciudad aún seguían en reconstrucción luego del "pequeño" incidente con Chaos. El 37 % por ciento de la ciudad fue devastada en gran medida, inundada bajo agua. Sin embargo, hubo mucha "suerte", por así decirlo, con el número de víctimas en comparación por el porcentaje de desastre. Tails recordaba, mientras caminaba en dirección a la pastelería en donde trabajaba Vanilla, cómo ese día fue una ardua labor de rescate. Mientras Sonic luchaba con todas sus fuerzas contra Chaos, él trataba de rescatar a todos los civiles. Pero para el pequeño zorro esto no era suficiente. Vio edificios colapsar frente a sus ojos y escuchó los gritos de las personas que poco a poco se fueron apagando. Tenía miedo pero no podía rendirse. Ya había pasado por eso antes y no podía dejar que esos recuerdos lo atormentaran por siempre. En ello, Tails sintió escuchar algo que lo hizo volver en sí, haciéndolo ver a un callejón al otro lado de la calle.
- ¡Danos el dinero! – Gritaba un hombre mientras pateaba a alguien en el suelo.
- ¿Sabes una cosa? Me gusta ese portátil que tienes en tus manos. Creo que me lo quedaré. – Decía un joven de aspecto rudo.
- Ustedes dos. ¡Deténganse! – Gritó Tails, mientras aterrizaba cerca de ellos.
- Oooh… ¿Qué piensas hacer? ¿Vencernos con tu ternura? – Dijo de manera sarcástica el joven, quien sacaba un arma y le apuntaba a Tails. Tails se puso en pose de batalla y listo para atacar.
- "He enfrentado peligros inimaginables, y dos civiles no son nada" – Pensó el zorro al ver a sus oponentes. En eso, una risa interrumpió los hechos que estaba pasando en ese momento. Tails vio que provenía del joven, quien era un zorro antropomórfico de color azul. El joven atacado no dejaba de reírse, dejando confuso a sus atacantes.
- ¿Qué es tan gracioso, idiot? – Dijo enojado el hombre, sacando un puñal y colocándoselo en el cuello del zorro azul.
- No ves que a quien amenazas es a Miles "Tails" Prower. El compañero de Sonic the Hedgehog. – Le dijo el zorro al hombre, mostrándole una sonrisa esbozada en su rostro. Al escuchar las palabras, el hombre miró al pequeño zorro amarillo anaranjado y comenzó a temblar; igual que su compañero.
- Let's Go! – Gritó el muchacho, huyendo del lugar.
- ¡No me dejes, estúpido! – Gritó el hombre, quien soltó al zorro y salió huyendo del lugar atrás de su compañero. Tails no podía creer lo que acababa de pasar, pero dejó de lado ese pensamiento. Vio como ese joven, que no aparentaba más de 15 a 17, trataba de levantarse con esfuerzo mientras recogía sus cosas.
- ¡Cuidado! – Le sugirió Tail, acercándose a él. – Trata de no esforzarte, señor... – Comenzó a decir, pero comenzó a titubear al final.
- Llámame Gony (Ver en mi perfil para buscar el Link). – Le dijo al Zorro, mostrándole una sonrisa.
- ¿Quiere que lo ayude a llevar a algún lado? – Le preguntó amablemente Tails a Gony.
- Bueno,… puedes ayudarme a llegar a mi casa. Queda a una cuadra de la pastelería Karlos. – Le dijo Gony a Tails. En eso, Gony gritó de dolor mientras Tails quedaba asombrado con lo que sus ojos veían.
- Tienes… tienes… ¿alas? – Preguntó sorprendido al ver como se desplegaban de la espalada de Gony.
- Sí. Mi padre, el zorro, estaba sorprendido que las haya heredado de mi madre, la murciélago. La posibilidad de que los genes fueran compatibles era de una en un millón. Tuve lo mejor de ambos. – Dijo con orgullo, mientras trataba de acomodar sus alas algo maltratadas por los golpes.
- ¡Son increíbles! – Dijo emocionado Tails, sin dejar de ayudarlo a caminar.
- Ojalá los niños de mi barrio me hubieran me dicho eso cuando era joven. – Comentó con tristeza en sus palabras. – Ser diferente no era lo mejor, para ellos. – Terminó de decir, mientras mostraba una sonrisa forzada.
- Tú también, ¿Heh? – Dijo sin animó Tails, atrayendo la atención de Gony. Tails Comenzó a girar sus colas, volando en el acto. Sin esfuerzo, pudo llevar a Gony a donde le había indicado.
- Oye, detente un momento aquí, en la pastelería Carloz. Quiero comprar unos ravioles y postres. – Dijo animado Gony mientras pasaban al lado de la pastelería, aunque Tails giró sus ojos. No podía creer que le importara más su estómago que su salud. Ellos entraron y notaron un gran personal de clientes. – Ooh. Yo quería comer unos deliciosos bocadillos. – Dijo Gony tristemente.
- ¡Tails! – Se escuchó un grito de emoción entre la multitud. El pequeño zorro amarillo se alegró de ver quien lo llamaba.
- Cream, es bueno verte. ¿Qué haces aquí? – Le preguntó con emoción a la pequeña coneja.
- A mí mamá tuvieron que llamarla en su día libre. Como ves, hay mucho trabajo. – Decía con una bella sonrisa esbozada en su rostro, mientras Cheese volaba encima de ella. – Supongo que vienes a comprar, ¿Verdad? – Intuyó ella.
- Bueno, sí. Pero veo que hay mucha fila – Dijo Tails, señalando todas las personas abarrotadas en el mostrador. Sin embargo, Cream negó con su cabecita.
- Dime que quieres y yo te lo traigo. Después de todo somos amigos y podemos ayudarnos mutuamente. –Terminó de decir alegremente. Tails vio como Gony se alegró ante las palabras dichas por Cream, sintiendo un poco de vergüenza por la actitud del zorro. En eso, Tails le pidió todos los postres que Gony quería. Ella asintió ante el pedido de su amigo y, en menos de un minuto, trajo consigo los postres. Gony los pagó y, olfateando la bolsa donde se encontraban, mostró un gesto de placer.
- La comida es el mayor placer de la vida. Bueno, el mayor placer que se puede tener con la ropa puesta. – Dijo de manera lujuriosa, pero notó como la conejita se quedaba pensativa antes sus palabras, haciéndolo sentir apenado con lo que acababa de decir. – Heh… bueno nos vamos. Adiós. – Terminó de decir, un poco apenado por su comentario.
- Adiós, Cream. – Se despidió Tails.
- Adiós, Tails. – Se despidió ella sin dejar de mostrar su tierna sonrisa. Luego de eso, Tails volvió a volar y cargó a Gony, llevándolo a su pequeña morada. Ellos se detuvieron frente a un pequeño edificio de no más de 10 pisos, que era el lugar donde residía el zorro azul. Gony invitó a Tails a que lo acompañara a su apartamento. Tails dudó ante la invitación del zorro, pero aceptó al final ya que no sentía que él fuera una mala persona. Ambos subieron hasta el piso 8 y, en la puerta 809, entraron con normalidad. Apenas al entrar, Tails quedó pasmado y asombrado (de nuevo) ante lo que sus ojos veían. Diferentes artilugios de alta tecnología y otras cosas más (planos, documentos, etc…). Cómo si de un niño en una dulcería se tratase, Tails caminó rápidamente por todo el lugar. Aun no podía creer lo que veía.
- ¿Te gusta? – Preguntó Gony, con una sonrisa.
- Sí. – Respondió rápidamente. – Todo lo que tienes es fabuloso. ¿Todo es tuyo? ¿Todo lo hiciste tú? – Preguntó ansiosamente el pequeño zorro.
- No. – Dijo sin emoción alguna, con un gesto de tristeza en su rostro. – Todo lo hicimos unos amigos. Éramos como una familia. Pero eso…– Decía con tristeza, mientras sus ojos se veían llorosos. – Eso ya no importa. Todo se perdió. – Terminó de decir.
- ¿Qué pasó? – Preguntó Tails. Gony vio al pequeño Zorro, le mostró una sonrisa y comenzó a caminar. Tails lo siguió unos cuantos pasos y vio como Gony señalaba una especie de pancarta en la pared. – illuminati. ¿Qué es eso? – Preguntó confuso ante esa palabra.
- Un sueño. Eso era. – Dijo, sollozando un poco. – Éramos un grupo de amigos, que habían perdido a sus familias por culpa de "Robotnik", con el sueño de formar una empresa ambientalista. Lo teníamos todo listo en nuestras mentes. Pero, otros supieron esto y nos hicieron daño. Nos robaron, mataron a nuestros amigos y nos tacharon de posible amenaza en G.U.N. – En eso, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. – Mis amigos, no… mí familia se separó por eso. Todos nos echábamos la culpa a todos. – Al terminar, Gony se limpió las lágrimas y miró a Tails, quien quedó pasmado ante las palabras de él. En eso, Tails notó algo a lo cual no se fijó antes, asustándolo.
- ¿Q-Qué les pasó a tus orejas? – Dijo temerosamente al ver que no las tenía, ya que parecían amputadas. Gony se empezó a sobar las manos en donde deberían estar sus orejas.
- Cómo te dije, nos hicieron mucho daño. "A unos más que otros" – Dijo muy tristemente.
- Ustedes eran diferentes a los demás… y a ellos les molestaba, ¿verdad? – Dijo un poco adolorido Tails, quien miró al suelo con tristeza. Tails sintió como Gony abandonaba la sala. Él pensó en irse, pero dejo de lado ese pensamiento al ver como Gony traía unas sillas en una mano y los postres en la otra. Tails rápidamente lo ayudó, ya que notó unos gestos de dolor por el esfuerzo que hacía. Luego, al sentarse, el zorro azul le ofreció parte de los postres al zorro amarillo anaranjado quien aceptó con gusto. Ambos saborearon la delicia que pasaba por sus paladares, que los dejó fascinados al instante.
- ¿Quieres hablarme sobre esa parte de tú vida? La parte en donde "Ser diferente no era lo mejor" – Le preguntó Gony a Tails, quien este último no supo que decir en ese momento. Luego de unos segundos, él asintió ante la pregunta hecha.
- Te conozco no hace más de media hora, pero me agradas. Además, no le veo problem a la pregunta. – Le decía, con una sonrisa de confianza esbozada sobre su rostro. – Pues bien, Let's Go… –
Inicio del Flashback
Mis ojos, el sentido de la percepción sensorial hacia mi cerebro, me mostraban todo lo que me rodeaba y, sin que lo pudieran creer, lo entendía todo. Entendía y, sin poder explicarlo, sabía más de lo que se suponía a mi edad. Escuchaba a mis padres en la sala, discutiendo de algo. No sabía de qué era, pero sabía que era una discusión por varios de los gritos que fueron audibles a mi pequeña habitación. A pesar de ser pequeño y estar en una cuna grande, eso no fue impedimento para que yo escapara. Por algún motivo, tenía dos colas. Pero, era genial. No había lugar en donde no pudiera llegar. Con rapidez, para mi edad, salí de la cuna y comencé a gatear hacia la puerta, ya que mi fuerza se agotaba con rapidez. Como supuse, mis padres nunca dejaban la puerta atrancada. Tan solo con empujarla bastaba para abrirla. Seguí gateando y llegué hasta la pequeña sala donde yacían mis padres. Ellos aún seguían discutiendo y no se habían dado cuenta que yo ya estaba allí.
- No es mi culpa. – Dijo mi mamá, quien se denotaba enojada.
- Sé que no es tu culpa. No es tu culpa que Miles naciera así. – Le comentó mi papá a mi madre, mientras se sentaba en unas de las sillas. – Yo no le veo nada que tenga esa "particularidad", pero sabes que muchos son escépticos aquí. – Refutó mi papá, sobándose las manos sobre su cabeza.
- Y, ¿qué quieres que haga? ¿Qué le extirpe la extremidad extra? No soy cruel. Naciera como naciera, yo lo amo. – Le terminó de decir, mientras lo abrazaba por la espalda. – Todo va a estar bien cariño. Todo estará bien. – Le dijo mi mamá con ternura, mientras le daba un beso en la mejilla. Yo decido devolverme a mi habitación. Mis padres tenían muchos problemas y estando allí tal vez ocasionaba más. Al final y al cabo, sus problemas giraban en torno a mí. Sin darme cuenta, ya estaba dentro de mi cuarto. Con un poco de esfuerzo, ya que estaba cansado, me elevo con mis colas. Dentro de mi cuna, me recuesto y me arropo. "¿Ellos estarían mejor sin mí?" pensaba mi mente pero rápidamente negaba, ya que ellos me querían mucho. Siempre me lo demostraban con todas sus acciones. Aun sabiendo esto, mis preocupaciones no cesaban.
- "Muchos problemas para un niño de cinco meses". – Pensé, mientras cerraba mis parpados y me quedaba casi dormido al instante.
- Miles, cariño, a comer. – Dijo mi madre, llamándome desde la cocina, pero no le hice caso. Estaba tan entretenido leyendo que no le presté atención a sus palabras. Muchos niños, de un año de edad, piden juguetes y otras cosas para divertirse. Sin embargo, a mí no me interesaba eso. Lo que más me atraían eran los libros, y especialmente los de mecánica. – Ya te llamé a comer, cariño. – Dijo un poco enojada mi mamá, jalándome de una oreja y llevándome a la sala. Yo me sobé la oreja, ya que me había dolido mucho, pero no quise quejarme porque sabía que era mi culpa. Mi mamá me sirvió un platillo huevos con tocino. Yo quería comérmelos rápidamente e irme de nuevo a mi habitación, a la lectura de todas esas increíbles máquinas. Pero no podía, ya que la enojaría. Mi mamá prendió el televisor y vimos unas caricaturas.
- Son muy graciosas. – Dije riéndome un poco. Aunque no hubiera lógica en como un gato sobrevivía a todas las cosas que le pasaban al perseguir a un pequeño ratón, era muy gracioso de ver. Mi mamá me miró y, con una bella sonrisa, me dio un beso en la frente.
- Cuando termines, quiero que le lleves el desayuno a tu papá en el trabajo. Tuvo que irse muy temprano hoy a terminar un trabajo pendiente. – Me pidió y yo asentí. Me gustaba siempre ir al trabajo de mi papá. En cuestión de minutos estaba listo para irme. Pero, al abrir la puerta, mi mamá me detiene. – Miles, no quiero que hagas lo que siempre haces. ¿De acuerdo? – Me pidió seriamente. Yo me sentí triste en ese momento. Para mí, el mejor momento era cuando volaba con libertad y sentía el viento en mi cuerpo. Pero eso solo parecía traer problemas a mi familia.
- De acuerdo. – Le dije con tristeza. Mi mamá me dio un beso para animarme, pero fue en vano. Aunque yo le sonreí para calmarla, y así evitar preocupación en ella. En eso, me puse en marcha. Comencé a caminar en dirección a mi destino. A medio camino, pasé cerca de muchos de los niños de mi barrio. Ellos me observaron en silencio, pero en sus miradas sentía odio y repudio. Cuando les di la espalda sentí el golpe de algo en mi espalada. Al voltearme los veo riéndose, mientras veo hacia el piso y noto la pequeña piedra con la que me lastimaron. "¿Qué hay de malo en mí?" pensé, mientras me alejaba con los ojos un poco llorosos. No tardé en llegar donde trabajaba mi papá. Allí estaba él, limpiándose las manos llenas de grasa con un viejo trapo. Lo noté preocupado.
- Hola papá. Mamá te envía el desayuno. – Le dije, mientras dejaba la comida en una mesa desocupada. Mi papá me mira y me sonríe.
- Gracias hijo. – Me dijo, mientras me sobaba una de las manos sobre la cabeza. Vi cómo comenzó a comer, pero se detuvo al ver como un señor, de especie jabalí, muy elegante entraba al taller. – Buenos días señor alcalde. – Dijo mi papá cortésmente. Sin embargo, el señor no le contestó a su saludo.
- ¿Ya está listo? – Preguntó de manera grosera a mi papá, quien mostraba una sonrisa un poco forzada ante esto.
- No señor. Aun no sé qué problema tiene su vehículo. – Le comentó, acercándose al auto. Él lo encendió y el motor hizo un ruido estridente.
- Yo reconozco ese ruido. ¡Por eso lo traje! – Le gritó a mi papá. Mi papá apretó los dientes mientras sonreía. – Vendré dentro de dos horas y espero, por su bien, que ya lo tenga listo. – Terminó de decir el alcalde, retirándose del lugar. Mi papá soltó unos suspiros y siguió acelerando el motor del vehículo y el ruido continuaba. Yo escuché atentamente y, con rapidez, pude deducir que le estaba pasando. Me acerqué a mi papá y jalé su bata de mecánico.
- Miles, ahora no. – Me dijo en susurro, mientras abría el capó del auto e inspeccionaba el motor. Yo volví a jalar su bata y él acercó su rostro al mío. – ¿Qué pasa Miles? ¿Acaso no ves que estoy muy ocupado? – Me dijo un poco firme, tratando de mantener la calma.
- Papá, creo que sé lo que tiene. – Le dije, pero vi cómo se negó con la cabeza.
- Bien, genio, ¿Qué es lo que le pasa? – Me preguntó un poco enojado.
- Parece que hay un fallo entre los tubos del carburador. Tal vez haya algunos que tengan unas pequeñas grietas poco visibles, las cuales pasas de largo creyendo que no son el problema. Si sueldas eso tal vez, lo más posible, es que el ruido desaparezca y el motor pueda iniciar. – Terminé de decir, notando como mi papá quedaba pasmado. Rápidamente salió de su trance y comenzó a inspeccionar lo que yo le había dicho. En cuestión de varios minutos, que sentí como horas, mi papá me miró aún más sorprendido.
- ¿Cómo sabía eso? – Me preguntó, mientras se sobaba las manos sobre la cabeza.
- Papá… he leído todos tus libros de mecánica y motores. Supongo que lo pude deducir. – Le dije con una sonrisa un poco fingida.
- Tal vez te traiga más seguido. – Me dijo, mostrándome una sonrisa de orgullo. Esas palabras me hicieron sentir animado, olvidando el pequeño suceso que me pasó antes de llegar aquí. Veo como mi papá comienza a soldar las partes del motor que les había dicho. Y, con mucha suerte, el motor encendió. Mi papá me vio y, con una sonrisa en su rostro, me entregó el recipiente en donde vino el desayuno. – Ya vuelve a casa. No hagamos preocupar a tu mamá. – Me dijo, mientras volvía al trabajo. Yo salí felizmente de allí y me dirigí a casa con mucho ánimo. Pero, mientras caminaba en dirección a mi hogar, sentí como me empujaron por la espalda. La peor parte de la caída la recibió mis rodillas, raspándose en el acto. Sentí como las lágrimas de dolor brotaban de mis ojos, mientras estos vean como los esos niños de mi barrio, que sentían tanto odio por mí, se reían a carcajadas.
- Todos miren esto. El Freak (fenómeno) acaba de caerse y está llorando como el bebé que es. – Dijo en modo de burla un zorro de color gris con algunos mechones negros en la cabeza. Él no denotaba más de 4 años. De hecho, todos los niños y niñas reunidas allí no denotaban tener más de 6 años. – Vámonos. Puede que nos contagie y nos crezca otra cola,… o algo peor. – Terminó de decir, yéndose todos del lugar. Yo me levanté con un poco de esfuerzo y recogí el recipiente. Aun sentía dolor en mis rodillas lastimadas. Noté como un pequeño hilo de sangre brotaba de ellas. Sin más que hacer, volví a casa. Al llegar, mi mamá gritó de miedo al ver el estado en el que estaba.
- ¡Miles! ¿Qué te ha pasado? – Gritaba, mientras me comenzó a cargar y a llevar dentro de la casa. Ya adentro, la vi sacar el botiquín de primeros auxilios. Ella limpió mis heridas y, al terminar, me dio un gran beso y abrazo. Ella me miró fijamente a los ojos. – Miles, ¿Quién te hizo esto? – Me preguntó con calma. Yo la miré y quería gritarle toda la verdad. Quería llorar en su hombro y decirle como me trataban los otros chicos. "Solo quiero ser tratado como alguien normal".
- Nadie. Vine corriendo a casa, me tropecé y me caí bruscamente al suelo. Eso fue lo que pasó, mamá. – Le mentí mostrándole un gesto de tristeza, ya que tenía miedo que los otros chicos me trataran peor por contar lo que me hacían. Ella no parecía creerme mucho, pero me esbozó una sonrisa para animarme. Igualmente, le mostré una sonrisa fingida; ya que eso no pudo animarme.
Las semanas habían trascurrido con normalidad. Mi mamá siempre estaba ocupada. Gran parte del día lo pasaba trabajando en una modistería. Ella se preocupaba por dejarme solo, pero rápidamente se dio cuenta de que yo no corría ningún peligro. Muchas tardes, cuando me sentía aburrido, salía de casa y me dirigía al taller donde mi papá trabajaba. Allí lo veía reparar los autos y los diferentes vehículos. De vez en cuando me permitía que lo ayudara en su labor cotidiano. Pero, apenas llegaba su jefe, me pedía que volviera a mi asiento, que me quedara quieto y que no causara ningún problema.
- Veo que tú hijo está de nuevo aquí. ¿Acaso tú esposa no lo puede cuidar? – Dijo, viéndome con una mirada de aborrecimiento. "Y no era la primera vez"
- No. Mi esposa trabaja por las tardes. No hay nadie quien lo cuide. – Le dijo mi papá firmemente. – Pero, si quiere, le puedo pedir a mi hijo que vuelva a casa. – Terminó de decir, acercándose a su jefe.
- Sí, es lo mejor. Y, por favor, no quiero verlo aquí más. ¿Entendido? No quiero ningún inconveniente. – Le ordenó, con un tono de voz fuerte. Mi papá me miró y, viendo hacia el suelo, suspiró.
- Sí, señor. – Mi papá se acercó a mí y, con una gran sonrisa, me abrazó. – Miles, ve a casa. – Dijo con un poco de tristeza. Yo asentí luego que se separó de mí. En eso, yo salí del taller y me dirigí de vuelta a casa corriendo. No quería encontrarme con nadie. Para mi suerte, no pasó nada. Llegue a casa sin que nadie me lastimara o me hiciera daño. "O eso pensé". Al pasar al lado de un espejo, noté las lágrimas que brotaban de mis ojos. La verdad, es que no sabía en qué momento comencé a llorar. "¿Por qué todos me odian?". Me limpié las lágrimas y me dirigí a la ventana. Allí vi hacia el cielo azul. Noté que era un día despejado y con mucha calma. Me dirigí a la cocina y allí vi el reloj que yacía en una pared. Apenas eran las 2:00 pm, y faltaban como 4 horas para que mis padres volvieran. Con entusiasmos y sin duda en mi mente, decidí salir del pueblo. Pero antes, cerré con seguro todas las ventanas y puertas de nuestra pequeña casa. No quería que mi pequeña "aventura" nos causara problemas. Al terminar, salí de allí con alegría.
Ya lejos del pueblo, me sentí libre. Sentía que ya no estaba atado a nadie. Sentía que no había nada que no pudiera hacer. En eso, comencé a girar mis colas y, elevándome, volé hasta donde más podía. Me sentía feliz totalmente feliz. Sentí como esa brisa recorría mi cuerpo a gran velocidad me alegraba muchísimo. Mi mamá y mi papá me pedían que mantuviera mi habilidad en secreto. Solo podía volar en casa, y eso me desanimaba. Pero aquí, no había paredes que detuvieran mis acciones. En eso, noto que muy cerca de donde estaba volando se encontraba el basurero del pueblo en el que vivía. Con delicadeza, trato de aterrizar perfectamente pero fallo.
- Debo practicar más mis aterrizajes. – Me dije a mi mismo. Volar no era lo mismo que aterrizar. – Bueno, veamos que me encuentro por aquí. – Me dije, mientras comenzaba mi travesía. A pesar de que el basurero apestaba un poco (aunque eso es obvio), noté que en una parte dejaban todos las cosas que eran de chatarrería y artefactos de electrodomésticos averiados en un lugar apropiado. Por un momento, me sentía muy animado. Muchas grandes ideas me pasaban por la cabeza. Quería hacer cientos de cosas con todos esos artefactos, pero me negué con la cabeza. De que servía ponerme a diseñar algo si, en poco tiempo, vendrían y lo triturarían. Comencé a retirarme del lugar pero, como si me estuviera gritando, un pensamiento hacía eco en mi mente. – ¡Crearé un refugio para mis inventos! – Grité con mucha alegría, mientras saltaba y me elevaba en el aire. Volé varios metros lejos del basurero y noté muchas partes donde podía crear el refugio perfecto. El mejor lugar era donde muchos árboles y arbustos se unían y formaba un pequeño capullo. Antes de ponerme en marcha, inspeccioné el lugar. Era totalmente perfecto. A pesar de que por fuera se veía como algo abarrotado de ramas, por dentro era casi como una casa. Era como estar dentro de un domo de hojas. Sería ilógico que alguien buscara allí, por muy loco que esté. En eso, me puse en marcha. Lo primero que busqué del basurero fueron cubiertas impermeables para que, en caso que lloviera, protegieran mis futuros inventos. Luego, comencé a traer todo lo que me parecía necesario. No podía creer todo lo que me encontraba. Estaba ansiando con todo el corazón comenzar de una vez. En eso, me acordé de algo que heló la sangre que recorría mis venas. Recordé, gracias a la poca iluminación del lugar, que ya estaba anocheciendo. No he había dado cuenta de todas las horas que había pasado en ese lugar que se convertiría en mi paraíso personal. Antes de irme, tapé con mucho cuidado cualquier rastro que llamara la atención a cualquiera que pasara en ese momento. "No quería que lo arruinaran antes de que comenzara a existir". Al terminar, volé lo más rápido posible que daba mi pequeño cuerpo. Sentía como mi respiración se iba acabando a cada segundo, pero no podía detenerme. Cuando vislumbré el pueblo, me detuve. Aterricé (caí, sería lo correcto) y comencé a correr. En cuestión de minutos estaba frente a mi casa pero, con miedo, noté todos los bombillos de ella encendidos. Ya habían llegado y yo estaba, totalmente seguro, en problemas. Respiraba agitadamente, pero comencé a calmarme. Tenía que enfrentar lo que fuera que ahora pasara. Tenía que ser fuerte (Pero mi cuerpo no dejaba de temblar). Entré a la casa y, antes de que pudiera decir algo, sentí como me alzaban me llevaban a la sala. Vi que era mi mamá quien me sostenía en sus brazos. Ella se sentó y me miró con mucho enojo.
- ¡¿Dónde estabas?! – Gritó, mientras me acostaba, boca abajo, sobre sus piernas. Sabía lo que pasaría. No importaba que le dijera, sabía que no había modo de que me pudiera salvar.
- Yo estaba…– Comencé a decir con temor pero no pude terminar, ya que la palma de la mano de mi mamá me daba con fuerza en mis nalgas varias veces. Traté de ser fuerte, pero no pude. Caí en llanto de agonía. Sabía que me lo merecía pero me dolía mucho. También escuchaba sollozos provenientes de mi mamá, quien no dejaba de darme palmadas. Al terminar, mi mamá me baja de sus piernas y me mira fijamente a los ojos. – Lo siento. – Dije con arrepentimiento. Mi mamá me abraza, mientras la escucho sollozar con fuerza.
- Perdóname. – Me suplicó en llanto. Yo no podía creer lo que escuchaba. Yo fui quien cometió el acto que nos llevó hasta aquí y era ella quien se disculpaba. – He estado aquí por una hora y tenía miedo de que algo malo te haya pasado. – Me decía, mientras me limpiaba las lágrimas de mis ojos.
- Solo salí fuera del pueblo para poder volar con libertad. – Le dije con un poco de arrepentimiento y dolor. Mi mamá me sonrió y se limpió las lágrimas.
- Tú padre llegará en cualquier momento. Terminaré de preparar la comida. – Terminó de decir ella, yéndose a la cocina. Caminé con un poco de esfuerzo, aun me dolían las nalgas, hacia mi habitación. Aun con todo lo que pasó, yo estaba feliz. Feliz por el estupendo día que tuve, y de los que vendrían.
La semana no fue lo que esperaba. Mi mamá, antes de irse al trabajo, me ataba las colas con una pequeña cuerda y le colocaba un pequeño candado.
- ¿Por qué haces esto? – Le pregunté un poco enojado.
- Estás castigado. No le dije nada a tu papá y espero que lo entiendas. – Me dijo firmemente. Yo, con facilidad, podía quitármelas con algún pedacito de metal. Pero no lo hacía. Tenía que enfrentar, con la frente en alto, mis actos cometidos. Todas las tardes resolvía muchos problemas de viejos libros de primaria que tenían mis padres. Yo los veía y, sin siquiera esforzarme, los solucionaba. También veía mucha televisión. No había muchos canales para escoger, ya que no eran más de treinta. Y, cuando la mente ya no me daba más con todo el aburrimiento, dormía unas cuantas siestas. Lo que más me alegraba era la llegada de mi mamá. Inmediatamente, ella me quitaba las cuerdas que impedían mi vuelo. Veía su bella sonrisa al verme volar con alegría.
- Perdóname. – Siempre le decía cuando me desataba de mi castigo, porque era verdad. Aun me sentía mal por lo que hice.
- Miles, cariño… ya no estas castigado. – Mencionó, sorprendiéndome. – Sé que no puedo evitar que quieres aprovechar al máximo de tu don. Así que… quiero que vueles y estés en casa a las 5:30 en punto. – Me dijo con una sonrisa, pero firmemente. Yo no podía creer lo que decía.
- ¿Estás segura, mami? – Le pregunté, pare estar seguro que no oí mal. Ella asintió y mis dudas se disiparon. Yo salte y la abracé con fuerza. – Gracias. Muchas gracias. – Le decía con alegría y emoción.
- Recuerda… 5:30 pm, mi cielo. – Me recordó con dulzura.
- ¿Dónde es la fiesta? Veo que todos están alegres. – Se escuchó decir. Giramos nuestras cabezas y era mi papá. Él rápidamente corrió y nos abrazó. – eehhh… ¿Por qué nos abrazamos? – preguntó confuso. Mi mamá y yo nos miramos, mostrándonos una sonrisa de complicidad.
- Nada, cariño. Solo nos abrazamos porque nos amamos. – Dijo mi mamá, besándolo apasionadamente en el acto. Sin embargo, yo los vi un poco asqueado.
- Esto no es clasificación para menores. – Dije un poco molesto, haciendo que me miraran fijamente durante unos segundos. En eso, ellos se comenzaron a reír. Yo me sentía enojado por eso, pero me dejé llevar por esa sensación de alegría y comencé a reírme junto con ellos.
El tiempo pasó más rápido de lo que pensé. Sin darme cuenta, ya tenía una gran guarida. Lo primero que hice, para dar comienzo a mi proyecto, fue conseguir herramientas adecuadas. Mi papá tenía unas viejas que ni se acordaba que las tenía, ya que compró unas nuevas. Con ellas di inicio a todo. En el basurero, cuando las piezas eran demasiado grandes para yo poder llevarlos, las desarmaba y las llevaba una por una. También había conseguido una pequeña carretilla que me facilitaba la ardua labor.
Con diferentes libros que mis padres me consiguieren, pude vislumbrar mejor mis diseños. Logré reparar un viejo televisor y un viejo generador. Al generador le arreglé unos paneles solares con otros que encontré entre los desechos. No podía creer todo esto. Muchos de estos artículos aún tenían vida útil, solo necesitaban unos pequeños ajustes o arreglos fáciles. Literalmente, mi guarida era una casa.
- Solo le falta una cocina. – Dije y en eso me di cuenta de algo que casi siempre se me olvidaba. Miré el reloj que mi mamá me había regalado, para no perder la noción del tiempo. – ¡Rayos, ya son casi las 5:30 pm! – Grité, mientras salía de mi guarida, la ocultaba y me ponía en marcha a casa. Sabía que mi mamá me regañaría de nuevo por llegar tarde, de nuevo. Al llegar al pueblo, tuve que comenzar a correr. En eso, me tropecé con alguien. Para mi suerte, era uno de los niños que tanto me aborrecían. Me levanté un poco, igual que él.
- ¡Qué asco! ¡Me acaba de tocar un Freak! – Gritó, mientras me cogía y me empujaba de vuelta al suelo. – Tú solo traes mala suerte. – Terminó de decir, alejándose corriendo del lugar en donde nos encontrábamos. La verdad, es que no sabía a qué se refería. "¿Traigo mala suerte? ¿De dónde sacó eso?" Pensé, pero lo dejé de lado. Tenía que volver a casa lo más pronto posible. Al llegar, entré con cuidado. Vi a mi mamá sentada en el sofá. Ella me vio, pero no había emoción alguna en su rostro.
- Hola mami. ¿Cómo estuvo tu día? – Le pregunté, para tratar de disipar cualquier enojo que pudiera salir de ella.
- Miles… acércate más. – Me pidió ella con un tono de voz serio. Yo le obedecí (no tenía otra opción). En eso, ella me agarró de una de mis orejas, haciéndome mostrar gestos de dolor, y me comenzó a llevar a mi habitación. Allí, me miró directo a los ojos. – Son las 6:15 pm. Es la quinta vez… ¡Esta semana! – Me gritó enojada. – Una vez más y ya no te permitiré volver a salir, ¿Okay? – Me dijo con firmeza. Yo miré hacia el suelo con tristeza. Sé que ella no me lo decía por malo.
- Trataré que no pase de nuevo, mami. – Le dije sollozando un poco. – Perdóname. Es solo que… me siento libre. No tengo amigos, porque no me quieren. Cuando salgo del pueblo… soy libre de todo. – Le dije, mientras brotaban unas pequeñas lágrimas de mis ojos. Sentí como mi rostro era levantado. Vi que mi mamá solo me sonreía.
- Tal vez sientas que en este pueblo no te valoran pero, cuando llegue al día, tú saldrás de aquí a explorar el mundo. Y, en ese momento, serás grande. – Decía con ternura. – Aun así, estas castigado. Podrás salir el lunes, ¿De acuerdo? – Terminó de decir, dándome un beso y saliéndose de mi habitación. Yo sonreí ante esto, a pesar de que no saldría de casa por los próximos dos días.
Los meses pasaban y yo ya tenía tres años. Tres años de amor de mi familia, pero sin amigos. Seguí sin poder tener ni un solo amigo. Todos los chicos, a los que me quise acercar, se alejaban de mí. "Alejándose como si yo fuera una enfermedad". Aun en mi mente yacía el "¿Por qué?" de tal aborrecimiento. Solo quería saber qué era lo que tenía que los hacía apartase de mí.
En el basurero encontraba unos cuantos libros en buenos estados. Libros que llevaba a mi guarida y que luego los leía con más calma. En medio de eso, encontré uno que llamó mucho mi atención. Era sobre mitos urbanos y viejas leyendas. Lógicamente, no podía creer que la gente creyera en estas cosas. El mundo era grande y puede que sí hubiera cosas que aún no se hayan descubierto. Pero lo que mis ojos veían solo eran tonterías como "Si una mariposa amarrilla llega a tu casa y, en sus alas, hay grabados círculos de color plata…eso significa que muy pronto llegará dinero a la vivienda". Yo me reía de esto. No podía creer como la gente podía tan siquiera creer esto. Seguí pasando las páginas, ya que este libro creencias me parecían más un libro de chistes. En eso, mis risas se detuvieron. Lo que mis ojos veían me dejaba sin palabras. La verdad que tanto buscaba yacía ahora en mis manos.
- "Toda criatura que nazca con dos colas (en especial los zorros) traerán males y devastación a los que lo rodean. Lo mejor que se puede hacer es evitar todo contacto con la criatura en virtud". – Leía, para saber que no imaginaba eso. La razón de todos mis problemas… La razón del sentirme tan solo, odiado y despreciado por todos los demás, era por un simple y absurdo augurio. Sentí como las lágrimas comenzaban a brotar de mis ojos, cayendo sobre las páginas del libro. "Mi vida es solo… un mal chiste" Con rabia, comencé a rasgar la página. Destrocé hasta lo último de aquellos escritos. Escritos que no tenían lógica alguna. Corrí de vuelta a mi guarida y caí en llanto. Gritaba y lloraba al mismo tiempo. Quería estar solo y no volver a ver a nadie. Nadie me quería.
- "¡No! ¡Está tú mamá y papá! ¡Ellos nunca te abandonaran!" – Gritaba mi subconsciente, y tenía razón. Los únicos que me aceptaban aquí eran mi mamá y papá. Ellos siempre me apoyaban en mis acciones. Al recordarlos, miré la hora en mi reloj. Eran las 4:23 pm. A pesar de que no me tardaba en llegar a casa, era mejor no arriesgarse. Salí de vuelta a casa, a pesar de que aun fuera temprano, pero aún me sentía triste por lo que había descubierto.
Llegué a casa y entre rápidamente. Mi mamá se encontraba allí.
- Miles, ¿es raro verte aquí tan temprano? – Dijo ella sorprendida de que llegara temprano. Yo la miré con una sonrisa.
- Es que… me aburrí. – Le comenté, pero vi como ella me negó con la cabeza.
- Miles Prower, dime la verdad. ¿Por qué llegaste más temprano a casa? – Me preguntó con dulzura. En eso, ya no pude aguantar. Me quebré en sus brazos, mientras la abrazaba.
- Mami, ya sé por qué todos me odian. ¡Descubrí que me odian por un estúpido augurio! – Le decía en llanto. – Esa estúpida creencia dañó mi vida. – Terminé de decirle, sin dejar de llorar. Sentí como mi mamá limpiaba mis lágrimas con sus suaves manos. Yo la vi directo a los ojos, y ella a mí. En eso, sentí como me dio un beso en la mejilla.
- Miles, todas esas creencias son unas tonterías. Desde que te tuve solo he tenido suerte en mi vida. – Me comentaba ella, con una sonrisa en su rostro. – Yo conozco ese estúpido augurio. Pero, con el paso de los días, me di cuenta que era mentira. No iba a dejar que eso separara el cariño que te quería dar. – Terminó de decirme. Yo me sentí más animado después de la conversación con ella. Ya casi no me afectaba el saber la razón de muchos de mis males. Más tarde, esa noche, mi papá llegó y una alegría inundó mi cuerpo. Siempre le preguntaba cómo le había ido en su trabajo. Él siempre comentaba como su jefe le podía trabajos duros pero, con mucho esfuerzo, le demostraba que podía con todo. Yo estaba orgulloso de él y de mi mamá.
Al día siguiente, yendo en dirección a mi guarida, noté algo raro. Noté unas cuantas pisadas que se dirigían a mi lugar especial. A mi templo de calma. Tenía miedo de que alguien hubiera encontrado mis cosas y de que haría con ellas. Al entrar, lo vi. Vi como un pequeño zorro, un poquito más alto que yo, observaba mis cosas. Quería pedirle que se marchara, pero también pensaba que esas palabras empeorarían las cosas. Solo había algo que podía hacer.
- Hola, buenos días. – Dije educadamente, asustando al zorro en cuestión. Él me miró asustado y titubeaba. – ¿Te gusta mi guarida? – Le pregunté calmadamente. Él aún estaba un poco sorprendido por verme allí.
- S-sí…– Habló al fin, luego de varios segundos en silencio.
- Es bueno saberlo. – Le dije, mientras me acercaba a inspeccionar mis inventos. Quería ver que no las hubiera dañado en mi ausencia.
- ¿Tú hiciste todo esto? – Me preguntó temeroso. Yo lo miré y le sonreí.
- Sí. Lo he hecho y arreglado yo solito. – Le respondía con orgullo.
- ¡Guau! Eso sí es impresionante. – Le dijo en cumplido. Yo me sentí feliz. Por primera vez, en todo lo que recordaba de vida, otro niño me alagaba y no me trataba mal.
- Gracias. Me llamo Miles y tú, ¿Cuál es tú nombre? – Le pregunté cortésmente.
- Mi nombre es Dolvy. – Me contestó igualmente con una sonrisa.
- ¿Quieres que te enseñe todo lo que he hecho? – Le pregunté ansioso. Él asintió ante mi pregunta. – Pues, Let's go. – Le dije, haciendo que se acercara a mí y le comenzara a explicar todas las cosas que hacía. En ese preciso momento me sentía totalmente feliz. Sentí que ese chico podía ser mi primer amigo.
Los días pasaban y Dolvy siempre estaba esperándome en la guarida, con una sonrisa en su rostro. Todos los días me ayudaba a recolectar cualquier pedazo de material que me sirviera en la construcción de algún nuevo invento. Hablábamos de cosas comunes y corrientes. Trataba de no preguntarles si conocía a los chicos que siempre me molestaban. Solo nos concentrábamos en lo que hacíamos. Lo único que no hacía era mostrarle mi habilidad de vuelo. Por el momento no sentí que era adecuado. Por mucha confianza que me diera él, aun no debía.
- Hey Miles, ¿Cómo es que sabes tanto? – Me preguntó, mientras cargaba con esfuerzo las partes de un viejo telescopio profesional. Yo lo miré, mientras le sonreía.
- No lo sé. Solo aprendo rápido. Leo algo y entiendo casi inmediatamente su funcionalidad. Ha sido así desde que recuerdo. – Le comentaba, mientras aparcábamos las cosas en la guarida.
- Ojalá yo tuviera esa capacidad. – Me dijo entre risas, haciéndome reír un poco. – Y dime Miles, ¿Alguna vez has pensado en detenerte y ya no hacer más inventos? – Me preguntó. Yo lo miré, pero no le dejé de sonreír.
- Muchas veces. A veces siento que esto de ser diferente a los demás es lo que me aleja de todos. Pero no puedo negar los dones que la naturaleza me ha negado. – Le contesté con toda la verdad. Por mucho que todos los demás creyeran en estupideces, yo no podía dejar que eso me afectara. "Yo era yo y ellos eran ellos".
- Muy buenas palabras, Miles. – Me dijo con entusiasmo, mientras encendía el pequeño televisor. Con facilidad, pude captar señales satelitales y tener más programación de la que éramos expuesto en el pueblo. – Hey Miles, ¿Qué te parece que…? – Comenzó a preguntarme, pero yo negué inmediatamente.
- No me llames Miles. – Le dije, mientras recogía mis herramientas. Noté como me miró extrañado por mi comentario. – Es que no me gusta mucho ese nombre. – Le contesté a la pregunta que yacía en su mente, que deduje al verlo.
- Okay. Si es así, ¿Cómo quieres que te llame? – Me preguntó, con un leve tono de burla.
- Llámame… Tails. – Le dije, con orgullo en ese apodo.
- Ohh… ¿Me pregunto por qué habrás elegido ese nombre? – Preguntó retóricamente, mientras se comenzaba a reír. Yo no pude aguantar las ganas de reír también. Después de todo, de allí es que basé mi apodo. Vi la hora en mi pequeño reloj y le informé que ya era tiempo de irnos. Dejamos todo bien organizado antes de irnos. Él y yo comenzamos a caminar de vuelta al pueblo.
- Mira, se aproxima una tormenta. – Dijo él, señalando las nubes oscuras que se observaban en el horizonte.
- Genial. – Dije, fingiendo un poco mi sonrisa. Para no pensar en la tormenta que se aproximaba, comencé a conversar con Dolvy mientras caminábamos. Aunque no me gustara caminar mucho, con un buen compañero al lado, eso ya no me molestaba tanto. Lo único era que los pies me dolían demasiado al llegar a casa.
Esa misma noche, la tormenta comenzó caer sobre todo el pueblo. Era fuerte y temperamental. Los relámpagos y truenos no se hacían esperar. Incluso antes de dormir tenía miedo. Miedo que la guarida no resistiera y que todos mis inventos y/o reparaciones se perdieran.
- ¡Ahh! – Grité, al ver un relámpago tan fuerte que iluminó el cielo y que en ese mismo instante se fue la luz. Corrí rápidamente, tropezándome un poco, hacia mi mamá y la abracé fuertemente.
- No te preocupes, Miles. Todo estará bien. – Me decía ella, para calmarme del miedo que invadía mi cuerpo. Vi como una pequeña lámpara de gas era encendida por mi papá. Noté como mi mamá vio a mi papá y este le sonrió, mientras me comenzaba a ver.
- Miles, ¿Quieres dormir con nosotros esta noche? – Me preguntó él, esbozando una sonrisa en su rostro. Yo asentí inmediatamente. No quería estar solo en ningún momento de esa noche. – Bueno, entonces en marcha. – Señaló él, mientras nos dirigíamos a la habitación de mis padres. Allí me acosté rápidamente en el centro. Mi papá y mi mamá se acostaron a mi lado, uno en el lado izquierdo y el otro en el derecho. Ambos me abrazaron y me besaron en la frente.
- Buenas noches, Miles. – Dijeron los dos al mismo tiempo. Yo sonreí, mientras cerraba mis parpados.
- Buenas noches, mamá y papá. – Dije, casi durmiendo en ese instante. Aun así, muy en el fondo, sentía que el mañana no me esperaría con las manos abiertas.
Los rayos del sol iluminaban la habitación en la que me encontraba. Notaba que ni mi papá o mi mamá estaban conmigo. Me levanté de la cama. De hecho, ni la organicé. Salí de la habitación y me dirigí a la sala. Allí estaba mi mamá, mientras se tomaba una taza de té. Ella mi vio y me mostró una sonrisa como de costumbre. Yo se la devolví, mientras me acercaba a ella y la abrazaba.
- Buenos días, tesoro. – Me dijo, dándome un beso en la frente.
- Buenos días, mami. ¿Dónde está papá? – Le pregunté, ya que no lo veía en ninguna parte. Ella soltó un suspiro de resignación, mientras en su mirada se notaba triste.
- A él le tocó salir temprano. Tiene mucho trabajo pendiente. – Me contestó. Yo también solté un suspiro. A mi papá le estaban dejando mucho trabajo últimamente y, lo peor, es que las horas extras no se la querían pagar. Yo sabía esto porque, un día, ellos dos discutieron a mitad de la noche. Discutían que mi papá debía ser firme y no permitir que lo siguieran utilizando así. Pero él le decía a mi mamá que no podía permitirlo. No había muchos trabajos a los que podía acceder y no quería que mi mamá y yo sufriéramos por nada. "Él se sacrificaría por nosotros".
- No te preocupes mamá. Un día yo seré alguien importante. Te ayudaré a ti, a papá y a todos los que la necesiten. Me esforzaré al máximo para que nadie que nadie sufra y tengan una vida tranquila. – Le dije, mostrándole una sonrisa. Noté como ella se quedó viéndome fijamente. Vi como esbozaba una sonrisa, mientras unas lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos. En eso, sin poder predecirlo, me abrazó fuertemente. Sentí el llanto de mi mamá en mi espalda.
- Oh cariño. Tú lograrás eso y mucho más. Eso te lo puedo asegurar. – Me dijo con mucha emoción, mientras le limpiaba las lágrimas de sus ojos.
- Mami, para ver si me permites…– Comencé a decir pero fui interrumpido, ya que mi mamá colocó su dedo en mis labios.
- Después del desayuno, ¿De acuerdo? – Mencionó ella. Yo asentí ante esto. Mi mamá me conocía tan bien que ya sabía lo que planeaba preguntarle. Ella preparó tostadas y me las sirvió junto con un tazón de cereal, con pequeños pedacitos de frutas. Yo disfruté cada bocado, aun cuando parte de el fuera algo ya instantáneo, ya que mi mamá sabía cómo darle un toque especial a todo. Al terminar, y reposarme, salí de casa y me dirigí con rapidez a mi guarida. Como siempre, corría en el pueblo, pero ya fuera de este volaba. Mientras volaba, alejándome del pueblo, noté que la humedad en el suelo bajaba. Tal vez la tormenta se situó más sobre el pueblo que en los alrededores. Me sentí un poco tranquilo al notar esto, ya que lo más posible fuera que mis inventos no sufrieron daño. Antes de aterrizar, vislumbré algo raro en la entrada de la guarida. Noté varias pisadas. Mi mente trataba de pensar que eran las que habíamos dejado Dolvy y yo, con el paso de los días que entrabamos y salíamos para dejar los materiales. Pero lo que me llamaba la atención era que las pisadas eran de diferentes tamaños. "No son nuestras pisadas".
Entré con temor y lo que vieron mis ojos me destrozó totalmente. Vi a todos esos chicos que tanto me aborrecían… dañando mis inventos y reparaciones. Los vi rompiéndolos, mientras se reían de sus actos. Ellos me vieron, pero no les importó. Pero, lo que más me dolía, era ver quien los incitaba a que hicieran eso. Dolvy me veía con una sonrisa de satisfacción, mientras en su mano yacía una palanca. Él la empuñó y rompió una que otra cosa. Quería llorar, pero no podía. Ninguna lágrima salía de mis ojos. Corrí hacia Dolvy pero un amigo suyo me detuvo, quien era un jabalí, poniéndome de rodillas.
- ¡¿Creí que eras mi amigo?! – Le grité con dolor. En eso, él cayó en carcajadas junto con sus amigos.
- Friend? Yo nunca he sido tú amigo. – Me contestó con hipocresía, acercando la palanca a mi rostro. – Yo jamás seria amigo de freak como tú. Cómo sabes, tú eres una anomalía del mundo y eso nos desagrada. – Expresaba sin remordimientos en mis sentimientos. – Solo fingí ser tú amigo por una simple razón… porque ellos me lo pidieron. – Dijo, señalando a los demás. – Ellos vieron que tú todos los días salías del pueblo. Me pidieron que te siguiera y averiguara que hacías. Pero sigo sin saber algo, ¿Cómo te movías tan rápido? – Esto último lo preguntó con duda en su voz. – Te veía en un momento y, en el instante en que no te miraba, ya no estabas. Descubrí este lugar por buscar a donde ibas en los alrededores. – Terminó de decirme, mientras tiraba la palanca a un lado. – Vámonos, aquí ya no hay nada con lo que divertirse. – Les informó a todos los demás, quienes obedecieron y salieron de mi guarida. – Tails… patético apodo. – Fue lo último que él dijo, antes de marcharse. Yo estaba allí, de rodillas, y sentía mucho dolor. Todo lo que hice se perdió. Todos mis esfuerzos fueron en vano. Me levanté sin ganas y recogí la palanca. La miraba y me imaginaba como la usaron para destruir todo lo que me importaba. Ellos tenían un motivo, sin impórtales si me lastimaban o no. "Ellos solo me odiaban". Empuñé la palanca y, con toda mi rabia acumulaba, comencé a destrozar lo poco que quedaba en pie. Destruía lo que ya estaba destruido. Golpeaba una y otra, y otra vez todo lo que podía. Sentía que todo esto, mis creaciones, solo me causaban dolor. Todo esto, mis dones, me alejaban del mundo al cual quería pertenecer. El mundo era más grande, pero ahora solo quería encajar aquí. Pero, por culpa de mis dotes, ellos me odiaban. Tiré a un lado la palanca y, con mucha rapidez, cogí una tijera con fuerza. Me acerqué con frialdad al espejo, viéndome completamente. Mis ojos se dirigieron a esa parte de mí que todos temían, aborrecían u odiaban. Con una mano agarré firmemente una de mis colas, mientras que con la otra ponía con cuidado las tijeras al inicio de la extremidad. Escuchaba en mi mente pensamientos que me decían que hacía lo correcto. "Te dolerá, pero los demás te aceptaran" "Ya no tendrás que soportar las miradas feas de los otros habitantes" "Hazlo y serás libre de todo dolor". En ese preciso momento, yo solté las tijeras. No podía creer la cosa que estuve a punto de hacer. Aun así, el dolor de seguía dentro de mí. Ese dolor no desaparecía por nada. Ningún pensamiento de entusiasmo, voluntad o esfuerzo lo eliminaba. Seguía allí sin soltarse, "como si de una garrapata en la piel de un animal se tratase". Miré a mí alrededor y solo una idea pasaba por mi mente.
- Es hora de que todo vuelva a donde debe estar. – Me dije a mí mismo, mientras recogía toda la chatarra y las situaba en la carretilla. Una por una, fui llevando todo devuelta al basurero. Todas esas cosas, que alguna vez fueron mis inventos, las vertía entre los desechos. Después de todo, ya eran desechos. Aunque noté que muchos de ellos podían repararse con una buena obra de mano, no tenía el entusiasmo o las ganas para ponerme en ello. Solo quería deshacerme de todo lo que yacía dentro de la guarida.
- Con esta… ya es todo. – Me dije a mí mismo, mientras tiraba las carpas impermeables. Ahora, lo único que quedaba en la carretilla eran las herramientas de mi papá. Llevarlas a casa sería algo ilógico. Él ni las recordaba, y ya tenía unas nuevas, pero tampoco quería botarlas en la basura. Así que lo único que hice fue dirigirme a donde antes era mi guarida. Allí, con unas cuantas lágrimas brotando de mis ojos, dejé todo lo que me quedaba.
- No más… inventos por ahora. – Terminé de decirme, mientras me ponía en marcha devuelta a casa. Tan mal estaba que volvía a pie. No quería saber tampoco nada de volar por un tiempo.
Luego de unos minutos, llegué a casa. Allí entré y, sin sorprenderme, mi mamá me cogió de mi oreja y me llevó a la sala.
- ¡No fui a trabajar porque no viniste antes del almuerzo! ¡Estaba sumamente preocupada! ¡¿Quieres darme un infarto?! ¡Por poco voy donde tu papá, para salir y buscarte! – Me exponía con mucho enojo. Sin embargo, yo miraba al suelo con tristeza.
- Si quieres, castígame indefinidamente. Ya no quiero salir a ningún lado. – Le dije sin ánimo, sintiendo como ella me soltaba la oreja.
- Y, ¿Crees que no lo haré? – Me preguntó ella.
- Voy inmediatamente a mi habitación. – Le dije, mientras me dirigía allí.
- ¡No! Primero comes y luego vas a tu habitación. – Me informó, agarrándome de la mano y sentándome en la mesa. Allí, ella me sirvió un plato de sopa de verduras con arroz. Yo comencé a comérmelas sin ganas. Sentí como mi mamá me miraba, con su ceño fruncido. Al terminar, ella volvió a cogerme de la mano y llevarme a mi habitación. Antes de que cerrara la puerta, yo llamé su atención.
- Mami, lo siento. No te preocupes, ya que no volverá a pasar. – Le informé, mientras me acosté en la cama y me arropaba. Mis ojos notaron que ella seguía en el marco de la puerta, viéndome confusa. – Te amo, mami. – Le dije, mientras cerraba mis parpados. Sentí unos pasos acercarse a mi cama.
- Yo también te amo, Miles. – Me dijo, dándome un beso en la frente, alejándose mí y saliendo de mi habitación. "En todo el día… ese beso fue lo único bueno que me pasó" fueron mis últimos pensamientos antes de quedarme dormido.
Me desperté abruptamente, ya que escuché como tocaban mi puerta. Miré hacia dónde provenía el sonido y resultó ser mi papá. Él entró, caminó y se sentó en mi cama. Me miró de una manera que me hacía sentir confianza.
- Tú mamá me dijo lo que pasó hoy. ¿Tienes algo que decir? – Me preguntó él, mostrando una sonrisa.
- Creí que yo tenía un amigo. Creía que al fin había conseguido entablar amistada con alguien más. Pero no fue así. – Le comentaba, mientras sollozaba un poco. – Solo fingió se amigó mío para luego lastimarme. Todos me odian. ¿Cómo puedo no sentir dolor cuando los demás no dejan de solo darme eso? – Le pregunté, mientras lo abrazaba un poco. Él también me abrazó y, con su mano, levantó mi rostro.
- Well (Bueno), yo también pasé por lo mismo alguna vez en la vida. Yo también sentí que no podía ser feliz, porque sentía que el mundo me golpeaba y me tiraba al piso. En eso, mi padre me dijo unas palabras que su padre le dijo, el cual también habían sido dichas por su padre, y el padre de su padre, y que, lo más probable, las sacaron de una película clásica. – Se detuvo por un segundo, mientras soltaba unas carcajadas. – Volviendo al asunto en cuestión, él me dijo: "No dejes que las personas te señalen y te digan que no eres útil. Y, cuando las cosas se pongan duras, no busques a quien culpar, como una sombra. Tú sabes que el mundo no es un arcoíris y nubes rosas. Es un mundo malo y salvaje; y no importa que tan rudo seas, ya que te pondrá de rodillas y te dejará así permanentemente si lo dejas. Ni tú, ni yo, ni nadie golpeará tan duro como la vida. Pero no importa que tan duro lo haga, importa lo duro que resistas y sigas avanzando. ¿Cuánto resistirás y seguirás avanzando? Así es como se gana. Y si sabes cuánto vales sal a buscar lo que mereces, pero debes ir dispuesto a que te den golpes, y no a culpar a otros. ¡Solo los cobardes lo hacen y tú no lo eres! ¡Tú eres mejor, hijo! Siempre te amaré sin importar nada; sin importar lo que pase. Eres mi hijo y mi familia. Eres lo mejor de mi vida. Pero, hasta que empieces a tener fe en ti… no tendrás una vida" – Terminó de decirme, mientras sobaba su mano sobre mi cabeza. Escuchar esas palabras me dieron fuerzas que creí perdidas. Sentía que poco a poco recuperaba a confianza que me habían arrebatado.
- Gracias, papá. – Le dije, con una gran sonrisa en mi rostro.
- Bien, si ya terminamos aquí, es hora de cenar. – Comentó, mientras nos parábamos y nos dirigíamos a la sala. Allí nos sentamos en la mesa, y dimos gracias por los alimentos.
- Cariño, ¿Qué era lo que nos querías comentar? – Le preguntó mi mamá a mi papá, quien tomó un poco de agua y la miró con una sonrisa.
- Lo que quería decirles es que me dieron una semana libre en el trabajo y quiero llevarlos a la vieja cabaña de mis padres, para descansar de todo esto. – Dijo, sorprendiéndonos.
- Eso es maravilloso, mi amor. – Dijo mi mamá, quien se paraba de su silla y le daba un beso en los labios a mi papá.
- Nos vamos mañana. – Dijo, en el momento que se separó de ella.
Yo me sentía feliz por esta noticia. Una semana, en el que no estaría aquí en el pueblo, sin ser juzgado por nadie.
A pesar de ser viejo y clásico, el auto que poseía mi padre era aceptable. Del pueblo a la vieja caballa de mis abuelos no tardamos más de una hora. Quedaba subiendo la pequeña montaña al sur de nuestra residencia. Desde ese lugar, podía vislumbrar todo el pueblo. No era ni muy grande, pero tampoco muy pequeño. Vi como mi papá y mi mamá sacaban las cosas del auto y la introducían dentro de la pequeña cabaña. Yo entré, observándola por primera vez. Papá siempre mencionaba este lugar. Mencionaba cosas como: "El aroma de viento" "La calidez de los rayos del sol" o "La dulzura del agua del riachuelo que quedaba cerca". Pensaba que todas estas palabras solo eran una exageración. Pero, mientras más tiempo pasaba en esa cabaña más la sentía confortable. "Una sensación de calidez y amor yacían en el ambiente" Pensé, mientras una duda comenzaba a brotar de mi mente.
- Papá, ¿Por qué tuviste que irte de aquí? – Le pregunté de manera inocente. Él me miró con una sonrisa, pero en sus ojos se denotaba tristeza.
- Veras, hijo, yo tuve que irme porque mis… mis…– Titubeaba él, mientras sus ojos se ponían llorosos. En eso, mi mamá puso una de sus manos sobre su hombro, dándole confianza. – mis padres murieron por una enfermedad. Yo fui al pueblo lo más rápido que pude pero, cuando llegué con los enfermeros, ya era muy tarde. Luego de eso, me fui a vivir con mi tío en el pueblo. – Terminó de contarme, mientras se sobaba la mano sobre los ojos, y me miraba fijamente.
- Miles, nos gustaría ver cómo has mejorado. Así que, por qué no sales y haces un pequeño espectáculo, ¿te parece? – Me pidió él, junto con mi mamá. Cuando escuché estas palabras, casi no pude creerlas. Así que, sin esperar a que me repitieran, yo salí de la cabaña y me elevé con rapidez. Notaba como ellos dos se alegraban de esto, mientras me aplaudían. Estaba muy feliz y contento. No tenía que ocultarme de nadie y, las personas que más amaba, me observaban con felicidad en sus rostros. Pero, como casi siempre, con mi aterrizaje no ganaría medalla ni una medalla olímpica, tropezando un poco.
- ¿Qué les pareció? – Les pregunté, con un poco de ansiedad con que me respondieran.
- ¡Fue excelente! – Gritaron los dos al mismo tiempo, quienes corrieron en dirección a mí, alzándome sobre los hombres de papá. – Hip, Hip, ¡Hurra! Hip, hip. ¡Hurra! – Seguían gritando con ánimo. Luego de eso, papá nos llevó, a mí y a mamá, al riachuelo que había mencionado antes. Al llegar, tenía sed y probé de su agua. Quedé impactado al sentir el líquido recorrer mi garganta y degustarlo.
- Esta agua sabe… ¡increíble! – Grité, mientras volvía a tomar.
- Te lo dije. – Mencionó él. Luego de eso, caminamos por los alrededores y recogimos muchas de las frutas que crecían por allí. Al probarlas, sentí la misma sensación que con el agua. Sabían exquisitas. Luego de eso, al notar como comenzaba a oscurecer, volvimos a la cabaña. Allí, mi mamá nos preparó la cena, mientras mi padre encendía una vieja radio. La música que brotaba de su pequeño parlante era suave y calmaba cualquier preocupación que pudiera existir en el ambiente. A pesar de que todo fuera tan antiguo y viejo, era agradable estar rodeada de esas cosas.
- La cena está servida. – Nos informó mi madre, quien nos sirvió los platillos en la mesa, sintiendo su bello y deliciosa aroma, que nos hacía gruñir el estómago. – Espero que les guste. – Terminó de decir, mientras ella se sentaba con nosotros.
- Miles, muy pronto, dentro de algunas semanas, es tu cumpleaños. ¿Qué te gustaría que te diéramos? – Me preguntó mi papá, mientras degustaba su platillo.
- Un hermanito o hermanita. – Les dije con ánimo, mientras veía como mi papá se atragantaba, con la comida, y mi mamá se quedaba pasmada.
- Bueno,… eso… no es que…– Titubeaba él mientras notaba como se sonrojaba, junto con mi mamá.
- No se preocupen. Yo puedo esperar el próximo año. – Les dije, mientras saltaba unas cuantas risas al haberlos puesto en una situación tan incómoda. Luego de eso, terminamos la cena y, a pesar de ser temprano, decidimos irnos a dormir. El sonido de los grillos y los diferentes insectos que merodeaban fuera de la pequeña cabaña era casi como si la naturaleza misma nos diera una espectacular filarmónica. No sé por qué, pero ese lugar era tan pacifico. Tanto, que a los pocos minutos me quedé dormido.
Durante casi toda la semana fue así, disfrutando todos esos bellos momentos en familia. Volaba todos los días y mis papás me observaban con maravilla, ovacionándome para que diera lo mejor de mí. Con todo eso, me sentía un poco apenado. Pero yo les demostraba lo bueno que podía ser. Siempre íbamos al pequeño riachuelo a buscar el agua, ya sea para bañarnos o para tomar. Cuando íbamos a buscar las frutas, mi papá siempre me decía que solo debí tomar solo lo que necesitaba. Que no tomara más de la cuenta. "No podíamos abusar de la naturaleza". En cierta manera, él tenía razón. La naturaleza nos daba las herramientas suficientes para subsistir. Con todo eso, mi mamá siempre preparó exquisitos platillos. No pareábamos hasta que el último grano de comida en nuestros platos desapareciera. Y las noches eran de calma total. Yo duraba horas viendo hacia el cielo, observando las bellas estrellas que iluminaban la noche. Su luz era bellísima y me daban ganas de volar más alto y tratar de alcanzarlas.
- Algún día. – Me dije, sintiendo como mis parpados se cerraban poco a poco.
- Es hora de dormir, Miles. – Dijo mi padre, quien me comenzó a cargar devuelta a la cabaña.
- ¿Quieres dormir con nosotros hoy? – Me preguntó mi mamá, pasando su mano suave sobre mi rostro. No tenía fuerzas para hablar, así que le asentí. Mi papá me llevó a la habitación de ellos y me acostó sobre la cama. Ellos dos se acostaron a mi lado.
- Buenas… noches. – Les dije entre bostezos, y con los parpados ya cerrados.
- Buenas noches, Miles. Te amamos. – Dijeron mi mamá y mi papá al mismo tiempo. Y con eso, caí en un sueño profundo.
Mi cuerpo sintió como los rayos de sol comenzaban a filtrarse por las ventanas de la habitación. Al abrir mis parpados, veo que mis padres siguen dormidos tranquilamente. A pesar de que ya quería pararme, me quedé quieto por unos segundos. Verlos así era algo tan tierno y que muy poco podía ver en casa. Sin embargo, noté como los parpados de mi papá comenzaban a abrirse. Yo cerré los míos y fingí estar dormido. Sentí como me acarició la cabeza y escuché como le dio un beso a mi mamá.
- Buenos días, cariño. – Escuché decir por parte de ella. – ¿No te parece tan tierno? – Comentó ella, mientras sentía como me daba un beso en mi frente.
- Yeah, lo único que me preocupa es que hoy tengamos que irnos. – Comentó él, haciéndome sentir un poco de tristeza.
- Es verdad. Y con lo bien que se la estaba pasando Miles aquí. Me preocupa como lo tomará. – Comentaba mi mamá. En eso, fingí bostezar y abrí mis parpados.
- Buenos días. – Dije, notando como me miraban con sus sonrisas en sus rostros.
- Buenos días, tesoro. En un momento me voy a poner a prepararles el desayuno. – Informó ella, dándome un beso y saliendo de la habitación.
- ¿Listo para disfrutar del día? – Preguntó alegremente mi papá, agarrándome y poniéndome sobre sus hombros.
- Of Course! – Le contesté con ánimo, aunque sabía que en mi interior yacía un punto de tristeza.
- ¡Después de desayunar! – Escuchamos alegremente decir por parte de mi mamá desde la cocina.
Luego de desayunar, salimos a disfrutar del último día que nos quedaba. A pesar de que yo ya sabía esto, traté de fingir sorpresa y un poco de tristeza cuando me lo comentaron. Aun así, no dejaría que eso me desanimara. No iba a desaprovechar ni un solo segundo. Corría, volaba, saltaba. Jugaba con muchos de los animales que merodeaban por el lugar. Traté de alimentar a unos conejitos, pero su mamá me atacó. Pero, poco a poco, me gané su confianza, lo que me permitió acariciarlos. También, mientras volaba, una pequeña manada de mariposas pasaron a mi lado. Quedé maravillado por sus lindas y coloridas alas. También, desde lo alto, noté como mi mamá y papá discutían por algo. Pero, al parecer, hacían las pases… con un beso en sus labios.
- ¡Miles, ven aquí! – Gritó mi papá. Yo le obedecí rápidamente y aterricé a su lado. Al verlo a la cara, noté que sonreía. – Quiero que me ayudes a reparar algo. – Me pidió él. Yo asentí inmediatamente. Nos dirigimos al auto, donde sacó unas herramientas. – Way a minute (Espera un minuto). – Me pidió él, mientras entraba a la cabaña. A al minuto sacó una vieja bicicleta, la cual se denotaba muy descuidada por los años. – Bueno, es hora de reparar. – Dijo él con ánimo.
A pesar de que fuera una cosa tan simple, me divertí mucho estar al lado de papá. Le pasaba las herramientas que me pedía y, de vez en cuando, le daba algunos consejos, los cuales aceptaba con agrado. Sin darnos cuenta, ya habíamos terminado de reparar la bicicleta.
- ¿Era tuya, papá? – Le pregunté. Él me miró y me negó con la cabeza.
- Era de mi padre. – Me contestó. – Él la usaba para ir al pueblo a trabajar. Luego, cuando tenía seis años, la usó para llevarme todos los días al colegio. – Vi cómo comenzó acariciar la bicicleta.
- ¿Tú… nunca la manejaste? – Le pregunté inocentemente. Él me miró fijamente, pero me mostró una sonrisa.
- Sí, lo hice muchas veces. Pero después de la muerte de mis padres… no tuve fuerzas para volver a manejarla. No… hasta ahora. – Me dijo, dejándome un poco confundido. En eso, él se agachó a mi altura – Miles, tu mamá y yo hemos hablado. Hemos decidido que ella se quede unos días más contigo aquí. – Terminó de decir, esbozando una sonrisa. Cuando me dio esta noticia… grité de felicidad. Aun cuando solo fuera un día más, estaba totalmente feliz.
- Gracias, papá. – Le decía, abrazándolo fuertemente.
- Y, ¿Yo qué? Fui quien tuvo la idea. – Comentó mi mamá, denotándose un poco molesta por la atención que le daba a mi papá. En eso, lo dejo de abrazar y corro donde mi mamá. Ya en sus brazos, la empiezo a besar en sus mejillas. – Así está mejor. – Dijo ella alegremente.
La noche había caído, y la luna y las estrellas iluminaban todo con sus bellas luces. Mi papá se alistaba para irse. Vi cómo le dejó las llaves del auto a mamá y, casi como si quisieran que no lo viera, le entregó algo envuelto en un pañuelo negro.
- Nos vemos en unos días, mi amor. – Se despidió mi mamá de mi papá, dándole un beso apasionado.
- Te esperaré a ti, y a Miles, con muchas ansias. – Le dijo, mientras se montaba en la bicicleta. – Miles, prométeme que te divertirás mucho y cuidaras a tu mamá, ¿De acuerdo? – Me dijo, sobándome su mano sobre mi cabeza.
- Lo haré. – Le contesté con mucho entusiasmo.
- Los amo a todos. Good bye. – Terminó de decir, mientras comenzaba a pedalear y a alejarse de nosotros. Vi como su silueta desaparecía en la sombra de la noche.
- Es tiempo de que entremos. – Me informó mi mamá. Ya adentro, yo enciendo la radio. Sin embargo, solo se escuchaba estática. Al notar esto, moví la pequeña perilla y traté de enfocarlo mejor… pero nada. A pesar de que el sonido que salía por los pequeños parlantes solo fuera estática, había algo que me asustaba en ello. Además, cuando estaba afuera, sentí algo malo en el viento. "Hay algo que se acerca y no sé qué es". Inmediatamente busqué a mi mamá, quien se encontraba en la habitación.
- Mami, ¿puedo dormir contigo esta noche? – Le pregunté con un tono un poco temeroso, mientras la veía directo a los ojos. Ella sonrió tiernamente, mientras me acariciaba la mejilla.
- Claro, Miles. Puedes dormir conmigo. Además, como tu papá no está, me harás muy buena compañía dormir a tu lado. – Decía con dulzura. En eso, yo comencé a recostarme en la cama. Ella lo hizo también.
- Buenas noches, mami. – Le dije, mientras cerraba mis parpados.
- Good night, mi precioso hijo. – Dijo ella, mientras sentía el cariño de sus labios al darme un beso en la frente. – Te amo. – Le escuché decir suavemente, mientras lentamente me dormía.
Mi corazón latió hasta más no poder al escuchar una fuerte explosión. Vi como mi mamá no perdía tiempo y, corriendo, salió de la cabaña, al igual que mí. Lo que vimos no solo nos asustó, sino que nos aterrorizo completamente, helando nuestras venas. Veíamos como, desde la distancia, las llamas abrazaban el pueblo donde vivíamos. Además de eso, sentíamos en nuestras mentes oír los gritos de agonía de todos los habitantes. Escuché como mi mamá cayó en llanto, mientras corría devuelta a la casa. Yo la seguí, ya que no quería alejarme de ella.
- ¡Miles, te quedas aquí! – Gritó ella, ordenándome firmemente. Sin embargo, yo negué con mi cabeza. No quería apartarme de su lado.
- ¡No! ¡Le prometía a papá que te protegería! – Le gritaba fuertemente. Vi como ella comenzó a sobarse las manos sobre la cabeza. En eso, pensé en algo que me asustó más. – ¡Buscaré a papá! ¡Debo salvarlo! – Le informé de mis planes.
- ¡No! – Gritó ella, pero yo ya tenía claro lo que debía hacer. Comencé a correr a la puerta y, cuando me estaba preparando para volar, sentí como todos los miembros de mi cuerpo se pasmaron al instante.
- Lo siento. – Escuché decir por parte de mi mamá, mientras mi visión comenzaba a verse borrosa. En eso, mis ojos se fijan en lo que tenía en su mano. Lo que tenía era una pistola eléctrica. – Tú papá me dijo que solo la usara en una emergencia. Para mí… esta es una emergencia. No puedo permitir que hagas una locura. – decía ella, mientras me cogía del piso y me cargaba, llevándome a la habitación donde yo reposaba.
- Mami…– Traté de hablar, pero mi voz era muy poco audible.
- Shhh… No digas nada cariño. – Decía ella, tratando de calmarme. – Yo buscaré a tu padre. Tú… solo mantente a salvo. Te amo. – Terminó de decir, dándome un beso en la frente. En eso, yo sentí como sus lágrimas caer sobre mi rostro, cayendo en llanto. Sentí como abandonó la habitación, cerrando la puerta. Quería pararme y salir de allí, pero no pude. Mi cuerpo estaba totalmente paralizado. Mientras sentía como mis parpados se cerraban para caer inconsciente, yo solo deseé que nada les pasara a los personas que amaba. "Mamá, papá, los amo" fue mi último pensamiento antes de quedar inconsciente.
Mis parpados se abrieron, y mis ojos notaron que ya era de día. Mis músculos ya no estaban pasmados por el corrientazo eléctrico que pasó por todo mi cuerpo, por el disparo de la pistola eléctrica que mi papá le dejó a mamá. Lo primero que pensé, e hice, fue salir rápidamente a ver qué había pasado en toda la noche. Lo que mis ojos mi hizo caer de rodillas. Donde antes se veía un colorido pueblo… ahora solo había negrura total. Ya no había estelas de humo ni nada por el estilo. Sin pensarlo más, me elevé por los aires y me dirigía a mi casa. Tarde varios minutos en camino al pueblo y, cuando llegué, quedé horrorizado con lo que veía; O, mejor dicho, por lo que no había.
- No hay nada. – Me dije al ver, donde antes estaban las casas y los parques, que no había nada. Solo se notaban levemente, con unos cuantos cerca del suelo, los cimientos en donde estuvieron construidos. "Todo el lugar estaba muerto".
En eso, noté como las lágrimas comenzaban a brotar de mis ojos. Sentí como el estómago se me revolvía. "Quería gritar… pero no pude. No tenía fuerzas para hacerlo". Lo único que podía hacer era caminar y tratar de encontrar el lugar donde antes estaba mi viejo hogar. Fue fácil, ya que conocía de memoria el punto exacto en donde era. Al llegar, solo quería pensar que tal vez ellos aún seguían vivos. Que habían podido escapar de lo que sea que pasó aquí. Pero no fue así. Tan solo con ver hacia el suelo me di cuenta de su destino. Reconocí algunos pedazos del auto de mi papá. Y, donde se suponía que era mi casa, encontré el manubrio de la bicicleta.
- Ellos… murieron. Mamá… papá… todos los demás… están muertos. – Dije, con total tristeza y dolor. Pero no tuve mucho tiempo para expresar mi dolor, ya que un zumbido me sacó de mis pensamientos. Giré y, al instante, evité unos disparos procedentes detrás de mí.
- Buzzbomber objetive: Delete all the life forms of the sector 47 (Eliminar todas las formas de vida del sector 47) – Decía esa máquina, con apariencia de una avispa gigante. En eso, sentí como más y más de esas cosas aparecían de la nada y, sin dudarlo, comenzaban a dispararme. Giré mis colas y, elevándome, me alejé lo más rápido del pueblo. A pesar de ser rápido, ellos no se quedaban atrás. Me dolía el corazón de lo rápido que latía. Creía que en cualquier momento darían en el blanco, matándome en el acto. En ello, cuando estaba lo suficientemente alejado de las máquinas, me oculté en arbusto. Dentro de este yo no dejaba de temblar, con miedo a que me encontraran. Sin embargo, nada me pasó. Visualizando un poco entre las ramas, vi como esas cosas pasaron de largo. Me sentí aliviado, y a la vez triste. Triste por pensar que muchos de los habitantes (incluidos mis padres) pudieron haber sobrevivido a las explosiones y al incendio pero esos… Buzzbomber debieron de evitar que alguno quedara con vida, permitiendo que se calcinaran sus cuerpos en el fuego, convirtiéndose en cenizas. Lo único que podía hacer ahora era llorar en silencio y dejar que las lágrimas resbalaran por mi rostro. "Ahora sí, estaba solo. Completamente solo."
Pasaron unas cuantas semanas y todo parecía empeorar. Más y más máquinas de diferentes tipos comenzaban a invadir Island West Side. Traté de llegar a los otros pueblos, pero estaban bajo el control de todas esas cosas, aunque me preguntaba por qué a ellos no los mataban como hicieron con el pueblo en el que antes residía. Aunque también pude deducir que podía ser que las ordenes fueran diferentes según el sector en el que se encontraban. Con todo esto, tratar de acercarme a ellos (ya que había un gran número de cientos) hubiera sido un suicidio. "Si así estaban los pueblo sencillos, no quería imaginarme como estaba Metrópolis" Lo mejor que pude hacer era seguir escondido entre los arbustos o distintas cuevas. Logré subsistir durante todo ese tiempo gracias a las frutas de los árboles y a los diversos manantiales. Pero poco a poco mis opciones se estaban acabando. Escondido en unos arbustos, en el suelo comencé a dibujar algo. Tenía la apariencia de un pastel de uno de los pasteles de cumpleaños que me hizo mamá antes. Les dibujé las cuatro velas, en referencia a los cuatro años edad que cumplía.
- Feliz cumpleaños… Miles "Tails" Prower. – Me dije a mi mismo y fingí soplarlas, pasando la mano sobre las velas pintadas para hacer la ilusión de haberlas apagado. Lo único que mi mente deseaba era saber que debía hacer. "¿Cuál es el camino que debo seguir?"
- Escáneres térmicos indica posible Life form cerca. – Escuché decir por parte de una máquina, mientras sentía como el sonido de su zumbido se acercaba a mí. Miré entre las ramas de los arbustos y noté que al menos eran 15 Buzzbomber bien armados. A pesar de tener miedo, mi cuerpo ya no temblaba al verlos. Antes tuve que enfrentármeles y, descubriendo sus puntos débiles, pude vencerlos. Al vencerlos, notaba como parte del chasís de las máquinas se separaban y liberaban a las pequeñas que yacían dentro. Con ello, deduje que solo atacaban a las formas antropomórficas del sector en cuestión. Yo había podido vencer hasta 3 de ellos al mismo tiempo, pero ahora eran demasiados. Aunque trataba de negarlo, pensé que este era ya era mi final. Y, sin predecirlo, escuché disparos. Pero lo que me sorprendió es que los disparos no eran para mí. Observé como el Buzzbomber que yacía a un metro del arbusto en el que estaba oculto giró, dándome la espalda y comenzó a disparar. En eso, lo que mis ojos vieron me dejó impresionado. Veía como un erizo azul los destruía con facilidad. Veía la velocidad a la cual podía correr y sus ataques. Todo esto pasando en menos de diez segundos.
- Oh Please. ¿Esto es lo mejor que puede ofrecer ese hombre huevo? – Se preguntó a sí mismo, mientras acariciaba a los animalitos que salían de las maquinas recién destruidas. En eso, vi cómo se quedó pensativo por unos segundos. – Egg… man. Vaya, quien lo diría. Suena bien. Tal vez algún día lo use. – Dijo, mientras comenzaba a hacer un calentamiento en sus piernas. – Right, no hay tiempo que perder. Es hora de ir al siguiente nivel. – Terminó de decir, mientras comenzaba a trotar y luego salía expedido a gran velocidad. Yo, sin pensarlo, giré mis colas y volé con toda la velocidad que permitía mi cuerpo a la dirección que él había tomado, siguiéndolo. "Porque quería acompañarlo a donde él fuera".
Fin del Flashaback
Tails terminó de contarle parte de su vida a un chico al que apenas conocía. Notó, en muchas partes de su historia, como Gony se limpiaba los ojos con sus manos.
- Vaya. Eso fue… muy interesante. – Le dijo Gony a Tail, quien comenzaba a pararse de la silla. – Tú vida no ha sido nada fácil. – Terminó de decir, suspirando un poco.
- Sí, es verdad. Pero he tenido amigos que me han apoyado cuando los necesitaba. – Le comentó con una sonrisa, mientras se paraba de la silla y se estiraba un poco. – Pero lo que más me perturba es el hecho de que Eggman siempre se salga con la suya. A pesar de todo lo que ha hecho, el mundo lo acepta. – Dijo tristemente el zorro amarrillo. Gony se acercó a él y, colocando su mano en el hombro de Tails, lo miró fijamente.
- Yo también me he preguntado lo mismo. ¿Cómo alguien que le lleva miseria al mundo no es aprendido como debe ser? ¿Cómo es que la gente pasa cerca de los distintos lugares que posee, como los Eggmanland, y la gente no dice "no" cuando ve esto? Organiza torneos competitivos y, en vez de evitar mostrarlos, la gente va y aplaude a esto. – Decía él, haciendo que el interés de Tails aumentara. – Entonces mi amigo… digo, mi hermano me dijo que Eggman tiene tan controlado psicológicamente al planeta que, tratar de detenerlo de una vez por todas, sería como "Sacar a los romanos de Roma". En cierta manera él ya tiene un imperio bajo su control, y es nuestro miedo. Parte de nuestro mundo se construyó bajo las bases de su tecnología dada muchos años atrás, en su juventud, cuando estaba del otro lado de la balanza. Ahora bien, tenemos miedo a que nos haga daño… pero tenemos aún más miedo para atacarlo y confrontarlo. Sin embargo, vemos a los héroes (ya sean del gobierno o independientes) de este mundo como un símbolo que nos puede guiar a lo correcto. Tal vez, dentro de unos años, al fin logremos esa paz que tanto deseamos. – Terminó de decir con una gran sonrisa. Tails quedó sorprendido por estas palabras dichas, ya que no había error en la lógica en la que era expuesta. Sin embargo, una duda surgió ante el discurso de Gony.
- Gony, ¿Qué es un Roma? – Preguntó confuso Tails, ya que no conocía ese término.
- ¡Y yo que sé! – Gritó un poco enojado, viendo hacia la ventana de su apartamento, asustando un poco a Tails. – Discúlpame por gritar, pero él siempre hacía eso. Le cambiaba los nombres a las ciudades o las naciones y/o países. – Decía, bajando un poco la voz. – Eso me daba rabia. Le decía muchas veces "Nueva York" a Empire City. Llamaba a Tenochtitlan "México"; y a la Nación de Granadas les decía cosas como "Colombia y Venezuela, unidos como debía de ser en un principio". Eso me volvía loco – Dijo, soltando una carcajada. – Él me explicó el motivo de esto, pero yo aún dudo un poco de sus palabras. "Un humano que se transforma en un ser antropomórfico". – Terminó de decir el zorro azul, mientras estiraba sus alas, haciendo pensar a Tails sobre lo último que dijo. – Bien, ya mis alas están mejor. – Comentó él.
- Ya veo. – En eso, Tails notó como que ya estaba atardeciendo. – Creo que ya es tiempo de que me vaya. – Le informó a Gony, quien asintió. Él lo acompañó hasta la puerta de su apartamento.
- Espero verte otra vez, Tails. – Le dijo, apretando el puño y mostrándole su pulgar.
- Eso espero. – Le comentó Tail, quien sonreía un poco. – Good bye. – Se despidió cortésmente.
- Sayonara. – Se despidió Gony, cerrando la puerta.
Tails bajó los escalones y salió del pequeño edificio. Allí suspiró un poco y comenzó a dirigirse camino a la estación de trenes, para volver a su taller en Mystic Ruins. Se sentía feliz de compartir parte de sus memorias con otras personas. No lo hacía con todo el mundo, solo con aquellos que le dieran la confianza suficiente.
Sin creerlo, ya estaba a unos cuantos metros de la estación. Estaba tan concentrado en sus pensamientos que no se dio cuenta en que momento llegó. Cuando planeaba entrar, escuchó una voz familiar llamándolo.
- ¡Tails! – Gritaba una eriza rosada que reconocería donde fuera.
-Hi, Amy. ¿Cómo estás? – Le preguntó cortésmente a Amy, quien jadeaba un poco. Arecía que ella había estado corriendo todo el día.
- Te he estado buscando todo él día. – Le comentó ella.
- ¿A mí? – Preguntó confuso el zorro amarillo anaranjado a la eriza rosada.
- Sí. – Le contestó secamente.
- Why? – Preguntó aún más confuso.
- Lo que pasa es que me encontré con Sonic hoy y yo lo invité a mi apartamento para que cenara conmigo. Como sabrás, él se negó. Así que yo le dije que tú estarías allí lo cual aceptó, un poco a la fuerza. – Le comentaba ella, dejando sin palabras al pequeño zorro. – Tomé el tren con rapidez, fui a tu taller y no te encontré. Pasé por la pastelería Carloz, la cual estaba abarrotada a tope de clientes, y Cream me informó que te había visto. Así que me pasé buscándote todo el santo día en la ciudad. – Terminó de decir ella con un leve toque de enojo. – Pero, ahora que te encontré, quiero que vengas conmigo de una vez para que disfrutes de la cena, y así Sonic no se vaya si no te ve. – Terminó de decir ella, mientras sus ojos brillaban al pensar en los posibles halagos que le diría el erizo azul a ella, por la comida que le cocinaría.
- Gracias por la invitación Amy. Pero lo que pasa es que tengo muchas cosas que arreglar, como mis aeroplanos, y no creo que deba…– decía Tails, pero no pudo terminar ya que amy se acercó más a él, viéndolo fijamente.
- Oh, Come on! Te lo estoy pidiendo de buena manera. – Le dijo ella, sacando rápidamente de su vestido un pequeño y delgado tuvo de metal y oprimiendo un pequeño botón se convertía en menos de un segundo en su icónico martillo. – Así que… ¿Qué me dices ahora? – Le preguntó ella con una expresión tiernamente dulce y a la vez sumamente amenazante. Tails temblaba por esto y sabía que solo tenía una opción.
- Disfrutaré hasta el último bocado. – Dijo con una sonrisa un poco forjada, la cual fue suficiente para Amy para retraer su martillo al pequeño tuvo de metal que antes era, guardándolo en su vestido.
- Genial, y estoy segura que disfrutaras de todos mis platillos. – Le decía ella a él, agarrándolo del brazo y llevándoselo a su casa. Aun así, Tails pensó que la noche no podía ser tan mala. "Ya que al final y a la cabo, estaría junto con su familia."
Bueno, espero que a todos ustedes les haya gustado la historia. No olviden dejar sus reviews, ya que sus comentarios y sugerencias me ayudaran para traerles mejores historias. A continuación encontraran unas cuantas Notas de autor, para aclarar algunas dudas.
Sin nada más que decir, Nos vemos pronto.
Notas de Autor:
* Parte de esta historia ocurre simultáneamente con parte del primer capítulo de "Un amor Especial", ya que Cream menciona que a su mamá la llamaron en su día libre.
* No quise darle un nombre al pueblo donde vivía para evitar cualquier posible error en la ubicación. Cada quien está libre de pensar en donde se encuentra.
* Quería que parte de la historia se centrara en cómo Tails era repudiado, en especial por los niños, por sus dos colas y su inteligencia. Algo que reforcé al ver una escena de Sonic X 18 ¡Gran batalla en la Sabana!
* El discurso dicho por el papá de Tails lo saqué de la película "Rocky Balboa (2006)", dicha por Rocky a su hijo adulto.
* Gony volverá (de algún modo) en STH & DW: El terror de Sonic Exe. Además, parte de los hechos de su vida ya ha sido expuesto (por alguien más) en uno de los capítulos de la historia antes mencionada, junto con referencia en otras.
* La historia de la cena de Amy continuará en "El Corazón De Una Guerrera".
* Para el martillo de Amy… no se… quería darle una explicación (dentro de mi universo) de cómo aparecía. Como al estilo de las armas que aparecen en "Percy Jackson y el ladrón del Rayo (2010)". Ya que lo de invocarlo… no me llamó mucho la atención.
