He vuelto a escribir después de uno largo tiempo, realmente se siente liberador volver a las viejas costumbres, y soltar todo lo que hay dentro, hay que dejar ir ciertas situaciones que nos atan a nuestro pasado y mirar al futuro con un poco más de optimismo.
Bienvenidos a Volverte a ver.
Te dedico mi mejor historia, porque es lo más cerca que podremos estar el uno del otro
Te dedico mi pasado, porque estuviste en el más tiempo del que debías estar
Te dedico mi presente, porque pienso que algún día la vida nos volverá a juntar
Pero mi futuro, es solamente mio y de nadie más.
Pero siempre quedarán los buenos recuerdos.
A ti.
Porque siempre tendremos París, no lo olvides.
Ella no quería volver a esa ciudad, no quería. Sí, había nacido y vivido allí hasta que cumplió 22 años y había terminado la Universidad con una jugosa propuesta de trabajo por parte de un prestigioso club del fútbol español para hacer parte de su equipo jurídico y de contratación de jugadores. Llevaba 5 años viviendo en Madrid, y era la primera vez en esos 5 años que volvía a aquella ciudad que la había visto nacer, crecer e irse jurando nunca volver. Si, nunca debemos decir nunca, porque las cosas puede que no salgan como queremos; justo como le pasó a ella.
Y sólo volvía a esa ciudad por una cosa: el matrimonio de su mejor amiga Rachel con su novio Brody, en el que ella era tanto la madrina como la organizadora de la despedida de soltera; había querido dilatar su arribo lo más posible, hasta que hacían falta 2 semanas para la ceremonia y había que ultimar todos los detalles: como la última prueba de vestidos, la despedida de soltera y todo lo demás. Todo eso mientras pensaba qué demonios hacía en un auto alquilado, manejando hacia la ciudad, con su bolso Michael Kors en el asiento del pasajero y sus maletas Louis Vuitton en el maletero, sus jeans ajustados desteñidos, una camisa blanca con sus mangas largas recogidas hasta los codos, las sandalias café Old Navy que había comprado en el Duty Free en la escala que había hecho su vuelo en Panamá, su cabello castaño que estaba recogido en un moño en su cabeza y para completar su atuendo, sus lentes de sol Ray-Ban, sus favoritos de siempre. Si Rachel llegaba a verla en ese estado diría que le faltaba la Valentina para verse como una lesbiana, pero ella no habría soportado 16 horas de viaje entre aviones, escalas y departamentos de inmigración vestida como si estuviera en primera fila de un show de moda en Milán o París, lo que más le importaba era viajar cómoda y tranquila hasta llegar a casa de sus padres y tomar un buen baño.
Mientras conducía al piso de sus padres, que vivían en el mismo vecindario en el que había crecido, pensó en todo lo que había sucedido hacía ya 5 años, cuando decidió irse de ese lugar para no volver jamás. Pensar en él la asqueaba un poco aún, después de que la humilló por última vez y volteó su espalda a todo lo que había sido hasta ese entonces su vida y todo lo que quería, sus padres, sus amigos, su familia, a quienes realmente extrañaba. Mientras pensaba eso, llegaba al edificio donde vivían sus padres ahora, parqueaba en la acera y timbraba para que la dejaran pasar al edificio, y sólo volvió a la realidad cuando tocó la puerta del piso de sus padres. Un hombre ya canoso y regordete abrió la puerta y sus ojos se llenaron de felicidad cuando la vio en el umbral de la puerta.
"Mi niña, has vuelto a casa" dijo su padre abrazándola fuerte. Ella sintió cómo las lágrimas bajaban por sus mejillas en ese contacto tan anhelado por tantos días; definitivamente extrañaba a su padre y a su madre, eran los únicos seres humanos a los que ella siempre les tendría una devoción tan grande, aparte de sus hijos. "Lucía vení, que la niña ha vuelto, nuestra niña ha vuelto", y su madre salió de lo que parecía ser la cocina y con lágrimas en los ojos exclamó "¡Mi bebé está en casa, has vuelto mi princesa!", ella soltó a su padre y se agarró a su madre como si fuera una tabla y ella un náufrago; realmente los había extrañado demasiado, ellos iban periódicamente a Madrid a visitarla, pero ella nunca en sus 5 años de vivir en España había vuelto a casa a visitarlos, simplemente no le había nacido, y muchas de sus heridas aún estaban abiertas. Se secó los ojos y se dio cuenta de que tenía una sonrisa que no había tenido en algún tiempo, estaba con las personas que más quería en el mundo.
Y entonces, se sintió como en casa.
Luego de haber tomado un largo baño, y de haberse cambiado a un jean blanco, una camisa sin mangas rosado claro, unas sandalias doradas, su bolso Michael Kors y su cabello castaño ya peinado, largo y liso como siempre; se aprestó para salir de casa, no sin antes despedirse de sus padres y de decirles que volvería más tarde. Bajó hasta su auto alquilado y volvió a recorrer las calles que durante su infancia y su adolescencia recorrió con tantas emociones; aquellos robles morados que florecían cada marzo en medio de un calor impresionante; aquellos almendros que cada diciembre se movían al son de las fuertes brisas que tanto le encantaban; aquellos helados en la Heladería Americana acompañada de sus amigos o del valentín de turno; aquellas lluvias tan fuertes que la obligaban a refugiarse en ese pequeño café en el que siempre había un hombre en el piano tocando su canción favorita, New York State of Mind; esas playas de arenas negras y agua cristalina que tanto disfrutó en sus viajes permanentes al mar, el viejo colegio de monjas en el que pasó muchos de sus días pensando que era una prisión, la vieja Universidad enclavada en el centro de la ciudad, tantos recuerdos de un pasado feliz y un tanto melancólico.
Llegó al café donde Rachel la había citado con unos minutos de anticipación. 'Lo bueno de vivir en una ciudad donde no se toman la puntualidad a pecho y el tráfico no es un infierno' pensó mientras caminaba hacia una mesa con un mocaccino para ella y un latte para su amiga, quien sabía que no se demoraría. Y tres minutos más tarde, su amiga llegó con su usual desparpajo, su cabello castaño claro, sus pecas que siempre odiaba, su sonrisa amplia y su bolso nude Chanel a su lado como siempre. Usaba también un vestido azul índigo con un fajón de tela color nude, unos pumps del mismo color, sus perlas favoritas y un brazalete azul del mismo color de su vestido; así vestía Rachel, su mejor amiga desde el primer día de Universidad.
Aunque ella no la había visto, ella la observaba, esperando el momento en que su amiga se dignara a voltear al lugar donde se encontraba. Cuando al fin lo hizo, una sonrisa decoró sus rostros y ella se levantó de su silla para abrazar a la amiga que no había visto físicamente desde hacía ya año y medio cuando junto con su novio Brody la visitaron en Madrid para contarle sobre su reciente –en ese entonces- compromiso y las ganas que tenían de que ella estuviera presente ahí, no sólo como invitada, sino como la madrina de su matrimonio. Era obvio que ella aceptaría, por Rachel y Brody lo que fuera, todo que estuviera a su alcance para que fueran felices haría ella.
"Ha sido una eternidad sin verte, cómo te echaba de menos" dijo ella, abrazandola con una sonrisa en sus labios.
"Joder, que ya se te pegó el acento español, tía" le respondió riendo como loca.
"Pues claro, ¿qué más esperas? En abril tendré 6 años viviendo en Madrid ininterrumpidamente, el acento era obvio que se me pegaría" decía ella riendo con su amiga, respirando el ambiente de tranquilidad tan familiar que traía con ella.
"Veo que extrañabas la ciudad, tenías mucho tiempo sin estar aquí" afirmó Rachel tomando un sorbo largo de su latte, con una pasividad que ella consideraba pasmosa.
"Si, a decir verdad, si extrañaba estar aquí; pero más extrañaba a mis padres y a ustedes. Y bien, cuéntame, ¿cómo van todos los preparativos de la boda del año?"
"Pues hasta ahora bien, falta que tú, Santana, Brittany y Sugar se midan sus vestidos para ver qué hay que arreglar, falta que me entreguen mi vestido y mis zapatos, y falta escoger el ponqué para la recepción, ah y la despedida de soltera" dijo Rachel, mirándola fijamente.
"No te preocupes, ya tengo todo planeado y listo. Sólo me hace falta encontrar el lugar indicado para hacerla" dijo ella tranquilamente.
Rachel sonrió, extrañando la tranquilidad que tenía su amiga en ese momento, nunca había sucedido algo igual. Desde que la conocía, siempre estaba estresada, agitada o gritándole a alguien cuando las cosas no se hacían del modo en que ella las deseaba.
'Típico de ella, síndrome del pequeño emperador', pensó Rachel sonriendo.
"¿Y tu novio qué? ¿Viendo un partido de mi club, o siendo nerd como siempre?" dijo ella riendo a carcajadas.
"Nope, recuerda que tenemos que encontrarnos con él y con el padrino en la iglesia en 30 minutos", le recoró terminando su latte.
"Si, lo sé. ¿Por cierto, quién es el padrino?" le preguntó mirandola curiosamente.
"No lo sé, un amigo de Brody del que siempre habla, igual los encontraremos allá" respondió Rachel algo nerviosa, pero ella no le dio tanta importancia, como siempre.
Pero el nudo en su garganta le decía que estaba obviando algo.
Muy importante.
Lo que no sabía era que ese nudo en la garganta iba a ser el primer síntoma de todo lo que vendría.
Bien, hasta aquí el capítulo 1.
Esto es sólo una prueba, diganme que les parece y sus sugerencias.
Por ahora, sólo utilicen este box y envíenme reviews y MD.
Ms. Crazy Chick.
