Naruto es propiedad intelectual de Masashi Kishimoto.


Advertenciαs: una palabrita soez suelta por ahí y spoilers del # 700 del manga.


Pαrα lαs chicαs del grupo**SαsuSαku Eternαl Love**


Se ven guαy

Se oyó el sonido de unas campanadas lejanas.

Soltando un leve suspiro, Sakura cerró el libro de oftalmología que estaba leyendo y buscó un calmante en el primer cajón de su gaveta. Una incipiente jaqueca comenzaba a producirle molestias en las sienes.

Su turno en el hospital había terminado hacía ya un par de horas atrás; cuando despachó a la última paciente con una prescripción médica para la tensión, se dirigió a la gran biblioteca de Tsunade en pos de un par de libros de medicina.

Siguiendo el consejo que le había dado su mentora, Sakura estudió cuidadosamente a los miembros conocidos del clan Uchiha, y descubrió que muchos de ellos habían padecido algún tipo de ceguera temporal o permanente a causa del despertar temprano del sharingan.

Preocupada por los ojos de su hija Sarada, consultó con Tsunade y esta le había recomendado plantearse el uso de lentes como prevención de cualquier problema ocular en el futuro.

—Sarada aún no ha despertado su dōjutsu, Sakura. Ella es todavía muy joven —le dijo Tsunade en una de aquellas consultas—. Pero es mejor prevenir que curar, ¿cierto? Creo que debería ocupar lentes como profilaxis por lo menos durante su infancia.

Sakura corroboró la teoría de su maestra con la ayuda de los libros de la biblioteca y terminó por darle la razón.

A Sarada, sin embargo, no le había hecho ninguna gracia la idea de tener que traer puestos un par de lentes todo el día. Se sentía infinitamente tonta. ¿Qué dirían sus amigos en la academia cuando la vieran el primer día de clases?

—¡No, definitivamente no! —Sarada se cruzó de brazos, testaruda y molesta por la noticia.

—Sí, definitivamente sí —la contrarió Sasuke, imitando su postura de brazos cruzados—. Si tu madre lo dice entonces se obedece, Sarada. Sin excepciones.

La pequeña arrugó la frente, denotando —una vez más— su completa discordancia con el tema. Había guardado la esperanza de que su padre se pusiera de su lado. Sin embargo, parco como siempre, Sasuke le dio la razón a su esposa.

Sakura sonrió, mientras se tragaba la pastilla con ayuda de un sorbo de agua, al recordar que habían pasado tres largos días buscando un par de lentes que le agradaran a la pequeña. Recorrieron todas las tiendas especializadas de la aldea de la Hoja sin éxito. Ningún par era del gusto de la niña. Temari incluso se ofreció a traerle algunas muestras desde Suna a la vuelta de su misión. Pero ni siquiera aquello resultó.

—Una auténtica joya Uchiha —se dijo Sakura sin dejar de sonreír. Sarada podía ser un verdadero dulce cuando se lo proponía, pero a veces el orgullo que manaba de su sangre Uchiha se imponía por sobre todos los genes Haruno.

Y el asunto de los lentes resultaba un muy claro ejemplo.

La mujer posó sus ojos verdes en el reloj de pared: las doce y quince. Sasuke había quedado en recoger a la niña de la casa de los Nara antes de la hora de la comida. Sakura se despojó de su bata médica y se alistó para volver a su hogar.

Cuando ya iba de salida, oyó el saludo de una mujer.

—Ey, Sakura.

La aludida giró la cabeza y se encontró con Karin parada en la entrada del hospital de la Hoja con un vientre pequeño que denotaba un embarazo incipiente. A su lado, Suigetsu sonreía ladino, haciendo un gesto despreocupado con la mano a modo de saludo.

—¡Karin, Suigetsu! —exclamó Sakura, agradablemente sorprendida. No los había vuelto a ver a ninguno de los dos desde que Karin terminó su entrenamiento como ninja médico y el hokage la legitimó como un miembro del clan Uzumaki, y se marchó con Suigetsu a la aldea de la Niebla—. Karin, ¿tú estás…?

—Sí, guapa. La bruja y yo estamos juntos —se adelantó Suigetsu, mostrando sus dientes filosos mientras hablaba—. Al final cedió a mis encantos y ya no hubo forma de sacármela de encima.

Una venita saltó de inmediato en la sien de la pelirroja. Su puño se levantó en un gesto amenazante.

—¿Dijiste algo, sushi querido? —preguntó con los dientes apretados.

—Nada —dijo Suigetsu de inmediato, y luego bajó la voz dirigiéndose a Sakura: —Anda más insoportable que de costumbre.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó Sakura, contenta de verlos después de tanto tiempo.

—Lady Terumi vendrá pronto a una reunión con el sexto Hokage y nos han enviado a preparar terreno —respondió Suigetsu.

Mientras hablaban, Sasuke apareció cargando la mochila de Sarada en la mano.

Sa-ku-ra —saludó. Los años que llevaba junto a Sakura no habían logrado quitarle la costumbre de llamarla así. Se paró a su lado y luego reparó en los acompañantes de su mujer—. Hmpf.

—¡Hola, Sasuke, también te hemos extrañado mucho! —dijo Suigetsu con marcado sarcasmo en sus palabras.

Hmpf —repitió Sasuke—. ¿Qué les trae por aquí?

—Gajes del oficio. Ya sabes cómo son estas cosas.

Sarada se había mantenido callada, pegada a las piernas de su padre. Sus ojos oscuros se habían clavado en Karin, ligeramente curiosos.

—Esta es Sarada, nuestra hija —dijo Sakura—. Sarada, ellos son Karin y Suigetsu. Ambos son amigos de tu padre. —Sasuke levantó una ceja, contrariado. Amigos era decir demasiado…

La niña los saludó con un gesto desconfiado sin dejar de mirar fijamente a Karin.

—Vaya, Sasuke. Jamás pensé que encontraría una copia tuya por ahí. Toda una Uchiha. Suigetsu Hōzuki de la Niebla para servirte —la saludó el ninja haciendo una pantomima de reverencia. Sarada frunció el ceño.

Más tarde el improvisado grupo caminó por las calles de la aldea hasta llegar al Ichiraku Ramen. Una vez ahí, Sasuke se limitó a oír el parloteo de sus acompañantes sobre trivialidades que, según él, no venían al caso. Ya casi al filo del final de la comida, Sakura sacó a colación el asunto de los lentes de Sarada.

—Tsunade-sama piensa que debe llevarlos por un tiempo, para prever que su vista se deteriore por su línea de sangre —explicó.

—¿Pero todavía no despertó su sharingan? —preguntó Karin.

—Aún no —respondió Sakura—. Justamente por eso.

—¿Y Sarada por qué está tan callada? —preguntó de golpe Suigetsu, en un obvio afán de interrumpir la perorata de las médico ninja. Parecía un poco aburrido y Sasuke pasaba olímpicamente de él, como antaño.

—Sus lentes —dijo Sarada señalando a Karin—. ¿Desde cuándo los usas?

—Yo… —Aquella pregunta tomó desprevenida a la mujer pelirroja—. Desde que era una niña pequeña. ¿Por qué lo preguntas?

—Me gustan mucho, Karin-san. Se ven guay.

«¿Guay?», pensó Sasuke, sorprendido. ¿Y aquello a qué venía?

—¿De dónde sacaste esa palabra, Sarada? —Sakura exteriorizó los pensamientos de Sasuke.

—¿Cuál, mamá? —preguntó Sarada—. ¿Guay? Lo dijo el tonto de Boruto cuando su papá le regaló un juego de shurikens de juguete —explicó con calma, y luego volvió a dirigirse a Karin—. Tus lentes son guay.

Suigetsu se debatía entre soltar una carcajada y mantener la seriedad de su expresión. Después de todo, la pequeña no era tan Uchiha. Karin, sin embargo, miró a la pequeña. Sus ojos parecían brillar. ¿De verdad sus lentes eran tan buenos? A ella no le parecía

—¿Te gustan mucho, Sarada? —preguntó.

—No hemos podido encontrar unos que realmente llamen su atención —suspiró Sakura.

La pelirroja se quitó sus gafas y se las entregó a la niña.

—Tómalas.

—Karin, muchas gracias, pero no podemos aceptarlas —dijo Sakura, negando suavemente con las manos.

—¿Por qué, mamá? —preguntó Sarada, confundida.

—Porque son los lentes de Karin y ella los necesita.

—No importa —interrumpió Karin—. Tómalos como un regalo de la aldea de la Niebla.

La niña sonrió ampliamente y se los colocó cuidadosamente. Aquello superaría ampliamente a la pose aburrida de Shikadai cuando entraran a la academia. «Será genial», pensó.

—¿Me veo guay, papá? —le preguntó a Sasuke y este hizo un gesto de aprobación con la cabeza. Una mínima sonrisa curvó sus finos labios.

Y así, mis señores, es como Sarada Uchiha obtuvo un par de gafas que realimente le gustaron. Y lucían geniales, para más señas.

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¡Pero esperen! Esta historia apenas comienza.


En el camino de vuelta a la Aldea oculta entre la Niebla, después de la exitosa reunión de la quinta Mizukage con el sexto Hokage, Karin se acariciaba suavemente su vientre apenas abultado. A su lado, Suigetsu caminaba despreocupadamente, como siempre lo hacía.

—Oye, bruja —llamó la atención de la pelirroja—. ¿Sabes una cosa? Hay algo que me gustaría decirte.

—¿Sí? —preguntó Karin, distraída. Sus manos todavía apoyadas sobre la curvatura de su vientre.

—Muy lindo tu gesto con la cría de Sasuke, en serio. Pero, de verdad, Karin, te ves muy extraña sin lentes. Deberías volver a utilizarlos.

—Elemental, tiburón —respondió la mujer, confiada—. Cuando vuelva a casa buscaré unos nuevos. ¿Y por qué me veo rara?

—Por que tus lentes te hacían parecer más o menos humana. Ahora te pareces a una jodida zanahoria parlante.

Karin detuvo sus pasos en seco y se oyó un alarido de ira en el sendero.

—¡SUSHI DE MIERDA!

No le dio ni siquiera tiempo para transformar su cuerpo en agua. El puño de su esposa le dio justo en la mejilla y, debido a la fuerza bruta de este, fue a parar varios metros más allá.

—Diablos —murmuró Suigetsu, arrastrando las palabras—. Sabía que ese arranque de chica buena no le duraría mucho.

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¿Se merece un review?


Bitácorα de Jαz: Guardo preciosos momentos del final de Naruto. ¡La ship se hizo canon! También recuerdo el bardo que se armó después (XD).

El fic fue escrito antes de la publicación del Naruto Gaiden —innecesario a mi parecer—, así que, en cierto modo, perdió su vigencia después de este. Igualmente espero que lo disfruten.

¡Jajohecha pevê!


Editαdo el 06 de julio de 2016, miércoles.