Disclaimer: Winx Club no es de mi propiedad; su creador es Iginio Straffi asociado con el estudio Rainbow S.p.a . Los personajes presentados — exceptuando el OC— no son de mi propiedad.

Editado: Marzo, 2016.

Advertencia: Universo alterno. Lemon futuro. Presencia de Original Character.


Introducción

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Por cada segundo que transcurría con Darcy sentada frente a él, la paciencia de Riven se desmoronada. En ese sentido, su último encuentro había sido similar: por cada movimiento del reloj, la inquietud había carcomido su templanza de una manera violenta, rápida, pasional y, al mismo tiempo, vacía. Todos esos elementos estaban presentes en Riven, pero en una realidad distinta a la anterior.

La observó un segundo más, calibrando la noticia. Darcy estaba tensa, con las piernas cruzadas y la mirada seria y penetrante. La conocía lo suficiente para saber que su actitud señalaba la verdad, la cual, él se negaba a creer.

—No me jodas, Darcy— ordenó Riven. Se mente comenzaba a asemejarse a un niño claustrofóbico encerrado en un armario —. No hay posibilidades.

La mirada de la mujer frente a él se aseveró.

— ¿No hay posibilidades? ¿Qué te hace pensar eso? — cuestionó visiblemente irritada.

No era necesario hacer todo un retorno al pasado para discutir la noticia de Darcy. Ambos lo habían hecho en pleno estado de conciencia y en ningún momento se había preocupado por la fecha de caducidad del paquete plateado que Riven había sacado de su cartera.

—Riven...

—Estás bromeando—interrumpió el joven que apenas en meses terminaría su carrera. La afirmación flotó en el aire. Por cada segundo, el miedo del niño en el armario se convertía en coraje. Golpeaba la puerta, esperando salir pronto— ¡Maldita sea, dime que es mentira!—exclamó, impaciente.

Sin embargo ella ignoró sus alaridos, imperturbable. Tenía tanto miedo cómo él, pero no iba a permitir que él lo notara. Con la mano alisó su falda lentamente y dictaminó— Te harás cargo.

Riven bajó levemente los párpados, enfocando al enemigo. Sonrió con autosuficiencia.

–Es tuyo. Yo no sé nada de esto— dictaminó, intentado decirlo con la suficiente acritud para que incluso él mismo lo creyera; pero ya no existía casi nada que lo hiciera. El niño había comenzado a asimilar que permanecería ahí por demasiado tiempo.

Analizaba la situación y no comprendía cómo podía ella mostrarse tan tranquila, pero en realidad Darcy había ido hasta su casa, dispuesta a no dejarse amedrentar por un discurso tan patán cómo aquel que Riven acababa de hacer. No pensaba acobardarse, bajo ningún concepto, porque eso significaba perder. Así pues, inclinando el cuerpo hacía él, dijo con toda la seriedad que cabía en su ser:

–Riven, voy a decírtelo una vez más y espero quede claro. Estoy embarazada y es tuyo.