Mis muñecas ya estaban lastimadas por todo el esfuerzo que estaba haciendo por soltarme de esas sogas. Una vez más, comencé a llorar.
El cementerio estaba vacío y totalmente oscuro. Todo el lugar estaba rodeado de árboles. Hacía muchísimo frío, y cada suspiro que daba para tomar aire dejaba un rastro de vapor blanco. Todo mi cuerpo estaba entumecido. Tenía mucho miedo.
-Ed...- susurré mientras las lágrimas recorrían mi rostro -Edward, por favor, ven.
Envidia, Lujuria y Gula me habían dejado allí sola hacía horas. ¿Y si nadie descubría el lugar donde estaba¿Y si nadie venía por mí?
-...por favor, ven a buscarme, por favor...- seguí implorando, aunque era claro que nadie estaba escuchándome.
De pronto, una sombra salió de entre los árboles, a mas o menos una cuadra de distancia de donde me encontraba atada a una gran lápida de piedra. La figura paseó su mirada por todo el cementerio, y al parecer no me había visto. Al momento en que su cabeza giró hacia el lado en el que yo me encontraba distinguí esos ojos color ambar que tanto había esperado.
Con desesperación empecé a gritar con todas mis fuerzas.
-¡EDWARD¡AQUÍ ESTOY!
ÉL reconoció mi voz al instante, y salió disparado hacia mí. Saltaba y esquivaba las lápidas con gran agilidad y rapidez.
Al llegar a donde estaba, se tiró al suelo y me abrazó con fuerza. Yo lo único que podía hacer era llorar y llorar en su hombro. Cuando nos separamos me miró con una expresión muy preocupada.
-¿Te encuentras bien?- me preguntó con lo que le quedaba de voz.
-Sí, no me hicieron nada- solté entre sollozos. Ed me desató y me ayudó a pararme.
Nos miramos solo segundos entes de que me abrazara con mucha intensidad una vez más. Yo seguía llorando, pero no pude evitar ser testigo un extraño placer y alivio al sentir el calor de su cuerpo a comparación del mío, que había pasado horas a la interperie sin moverse en medio del frío. Nos distanciamos un poco. -No llores- me pidió dulcemente -Ya estoy aquí. No dejaré que nada te pase, lo prometo.
-Es que...- traté de explicar mientras él secaba mis lágrimas -¡Sentía que no me encontrarían¡Pensé que nunca vendrías!
-Eso nunca pasaría- me susurró acariciándome una mejilla con el dorso de su mano. Nuevamente sentí algo raro al hacer su piel contacto con la mía. Ed se inclinó y apenas rozó mis labios con los suyos, cuando yo me lanzé hacia él una vez más, rodeándolo con mis brazos por su cuello. Lo besé apasionadamente, y luego, descansé mi cabeza en su pecho. Él solo apoyó su cabeza en la mía, y me consoló acariciándome el pelo.
Ya estaba... Él había logrado rescatarme de nuevo. Ya estaba a salvo, en sus brazos.