Disclaimer: Ninguno de los personajes de Yu-Gi-Oh! me pertenece, son propiedad de Kazuki Takahashi a él la historia y a la productora su transmición.
Al final del camino se dio cuenta que, realmente, había tenido una buena vida. Aventuras que de contarlas seguramente sería tratado de loco o como un anciano con mucha imaginación, ─aunque a sus nietos les gustaba escucharlas, particularmente al mayor de ellos, quien por cierto se parecía mucho a él, su viejo corazón se llenaba de orgullo cuando los pequeños pedían la continuación de sus vivencias sin importar regaños o deberes─; sí, una buena vida, con grandes amigos a quienes poco a poco vio partir de este mundo. Así como él lo hacía.
Estaba demasiado cansado, las arrugas de su rostro pesaban incluso más que kilos y kilos de grilletes de acero, pero estaba bien, él sabía que aunque pareciera que partiese solo nunca lo había estado, porque sus amigos estuvieron siempre a su lado, el vínculo creado en la niñez los acompañó cada día en sus vidas como adultos. Aún ahora, sin poder ver, oler o sentir más allá del frío manto de la muerte, esa poderosa amistad se convertía rápidamente en el calor necesario para protegerlo por el camino al "más allá"; la única tristeza en su corazón fue no haber podido completar la última historia a sus nietos, una verdadera lástima, le hubiera encantado ver la expresión en esos brillantes ojitos al relatar como en el último momento, el valiente faraón Atem convocaba y unía la luz de los tres Dioses Egipcios derrotando por segunda y última vez al Señor se las sombras.
No era tan malo, estaba seguro Rebeca les entregaría el cuaderno donde escribió esa y las historias anteriores. Por supuesto, como el mejor observador participante de todos, no por nada había sido el mejor amigo y "Otro yo" del faraón.
—"Aibou."
Aquel hilo de pensamientos se cortó tan pronto volvió a escuchar ese llamado, ¡Cuánto lo había extrañado! Lágrimas corrieron por sus ojos, siempre vivaces e inocentes. Había llegado al otro mundo, y allí, de pie frente a la última puerta por cruzar se encontraba Atem, su otro yo, esperándolo. ¡Fuera arrugas, dolores, cuerpo derrotado por los años! Su alma seguía joven, con los sentimientos y apariencia del niño que alguna vez armó el rompecabezas del milenio.
— "¿Esperaste mucho?" —pregunta el niño a su mayor, sonríe llorando y lo abraza. Lo siente como una primera vez mas no como la última.
—"Esperaría por ti otros cinco mil años más de ser necesario, Yûgi" —, la duda no existe en quien se nombró faraón y amigo en vida, abrazar a su pequeña "luz" después de tanto tiempo es el mejor regalo que los dioses pudieran otorgarle.
Yûgi Môto, duelista número uno, amigo, nieto, esposo y abuelo inigualable tuvo una buena vida. Ahora tendría una mejor en el descanso eterno, junto al más cercano amigo que alguna vez alguien pudo haber tenido; porque un lazo como el de ambos, duraría más allá de cualquier vida y perduraría por sobre la muerte misma.
