çãçõçéáá1º capitulo
Se recostó sobre el montón de
almohadas de su cama.
Más de una vez Chou había
mirado aquella cama con lujuria y pensado que Saito era la clase de
hombre hecho para vivir en la antigua Grecia, en una vida llena de
voluptuosidad.
Se sentaba completamente desnudo con las piernas
algo abiertas, enseñando entre ellas, su sexo bien erguido
adornado por las venas gruesas y palpitantes.
Chou apartó
la mirada, intentando concentrarse en recoger la ropa sucia por el
suelo.
- señor piensa usted asistir a la cena de
beneficencia mañana por la noche?
- Mmm.. no sé
Chou…- cerró un poco los ojos y echó el humo de su
cigarrillo antes de tirarlo al cenicero de cristal que tenia sobre la
mesita de noche.
- Yo creo que debería asistir.. después
de todo seria bueno para su imagen.
Se movió un poco,
acariciando su entrepierna, cerrando bien los labios para reprimir un
sospechoso gemido.
- Me resbala lo que digan de mi esas revistas
del corazón…. Esta noche llevaré mi traje negro de
Hugo Boss.
- Si señor.- Dejó la ropa en el
armario.- Algo más señor?
- Si, acércate y
arrodillate. Quiero correrme en tu boca..
El rubio se arrodilló
delante de su amo y se dispuso a mamarle la gruesa polla.
Se
lamió los labios con suavidad antes de besarle el capullo y
metérselo en la boca.
- mmmm me encanta ver como mi polla
entra y sale de tu deliciosa boca…
Chou se acariciaba sobre los
pantalones, disfrutando del aroma de la masculinidad, chupando una
polla caliente.
Sintió la mano del hombre cerrarse en sus
cabellos, ya faltaba poco, empezaba a notar los temblores de su
cuerpo, el sudor resbalándo por sus abdominales firmes, su
respiración cada vez mas acelerada…
Lamió con más
ahínco, desde la punta hasta la base, jugueteando con sus
testículos, metiéndoselos en la boca, simulando
morderlos, arañando con suavidad la piel de sus muslos.
Dejó
que su lengua juguetona bajase aun más, probándolo
todo, dentro y fuera de el. Le metió un dedo, uno solo para
acariciarle esa zona tan sensible.
Notando como apretaba el
anillo de músculo en su dedo siguió lamiendo y
mordisqueando la carne dura de sus muslos, dejándole cada vez
con menos control. Volvió a meter el enorme mástil en
su boca al mismo tiempo que Saito se corría y dejaba escapar
un sonoro gemido.
Pudo ver como Chou se tragaba toda su corrida
sin rechistar.
- mmm.. Buen chico. Qué sensuales quedan
tus labios con mi jugo sobre ellos…
Chou escondió un
poco la cara, roja de vergüenza y excitación tras la
pierna desnuda de Hajime.
- Veo que también te has
divertido… -El Joven se puso de pié con un gemido, no
intentando ni siquiera esconder su adornada cintura.- En fin..
Prepárame un baño si? Tengo que salir.
- Si señor-
dijo con el corazón lleno de frustración. Saito le
trataba como un animal asexuado, como un objeto que utilizaba a su
antojo. Pero, quizás era eso lo que le hacia desearlo, desear
sentir aquel cuerpo fuerte poseerlo, arrancar de el gemidos, gritos
de placer… Su más intimo sabia que eso nunca pasaría
pero siempre conservaría una esperanza.
Tras el baño
le ayudó a vestir su traje negro, a juego con una corbata
carmín.
- Llama al chofer, dile que bajaré en cinco
minutos.
- Ahora mismo.- se retiró. Saito se marcharía
al club privado que frecuentaba y el podría quedarse allí
disfrutando del placer que le fuera negado, oliendo la toalla húmeda
del baño de su amo.
Aquel era un club privado como
tantos otros frecuentados por gente de la alta sociedad, empresarios,
gobernadores, y algunos nuevos ricos. Se situaba en una de las calles
principales de Tokio, y era dirigido desde hacia tiempo por un tipo
llamado Ander son.
Pronto harían dos meses que no iba,
muchas otras cosas requerían su atención. Pero por lo
que veía su ausencia se había echo notar.
- Un
martíni Saito?- le preguntó uno de sus acompañantes.
- No, antes un whiskey. — Se sentaron en unos de los asientos
dispuestos por el salón poco iluminado.
- Sabes, ahora
solemos subastar todos los jueves.
- Ah si? Que clase de cosas
subastáis?- Preguntó estrechando su mirada dorada.
-
Cachorros…- comentó otro de los hombres sentado entre ellos.
- … hn. Ahora hacéis apuestas también con perros
de lucha?
- Que desactualizado estás Saito… ajajaja —
dijo con cara picara. Saito solo levantó una ceja ignorando el
comentario y se tomó un trago más de su bebida.
La
música era calma y relajante, le pareció que los
minutos volaban y el salón se llenó de miembros del
club. Intuyó que todos estaban interesados en la subasta por
las voces que se elevaban mas que las otras durante las charlas.
Los
hombres con los que estaba también charlaban pero el no solía
participar en las conversaciones, a menos que le preguntasen algo
directamente, así podía enterarse de todo sin gastar su
latín.
Al fin de un rato el señor Anderson apareció
sobre el pequeño plató que había al fondo del
salón, donde a menudo bailaban algunas mujeres, para dar
inicio a la subasta. El dueño era un hombre bajito,
asquerosamente flácido, que exhibía siempre sus manos
llenas de anillos de oro, su pelo y bigote gris bien aparado.
-
Buenas noches caballeros, me temo que aun falta gente, pero vamos de
todas maneras iniciar la subasta de hoy, porque seguramente los
compradores querrán disfrutar de sus adquisiciones aun esta
noche… - hizo una pequeña pausa esperando que el publico
calmase las carcajadas y silbidos.- … espero que los cachorros sean
de su agrado, porque no fue fácil atraparlos.
Se hizo a un
lado antes de presentar al primer ejemplar.
Dos hombres entraron
en el salón, llevando a un chico de una correa. Iba
completamente desnudo salvo por unas correas que también
adornaban sus muslos y brazos. Exhibía su pecho liso y moreno.
Los hombres de pusieron de frente para el publico de rodillas y con
un golpe le obligaron a abrir las piernas.
El muchacho cerró
los ojos y volvió el rostro amordazado. Llevaba sus manos
igualmente atadas tras su espalda, estaba completamente expuesto al
público.
- caballeros, este magnifico cachorro de pelo
castaño tiene una voz melodiosa… seguro que no habrá
ninguno de vosotros que no esté tentado en escuchar como gime…
está valorado en un modesta cuantía de 10 millones de
dólares.
El rostro duro e impasible de Saito cambió
por primera vez desde que entrara en aquel club aquella noche. Aquel
chico… le sonaba su cara…
- Señores fíjense en
esta piel… suave como la seda… en estos atributos… y además
os aseguro de que su culo sigue tan virgen como en el día que
nació…
- 15 millones!- pujó un joven rubio en
el otro extremo de la sala.
- 15 millones… alguien da más
de 15 millones? Venga, miren esta calidad… usted…
Si, de
hecho conocía al muchacho, recordó, era el mismo chico
que había ayudado hacia uno meses. Un día que saliera
de aquel mismo club y pusiera a buscar al chofer en la calle
paralela. Aquel chico se había desmayado en sus brazos a la
lluvia. Le había llevado al hospital, pero después de
eso, no volviera a saber nada de el. Sus pensamientos se vieron
interrumpidos por la vos del señor Anderson.
- La puja va
por 35 millones.. vamos a terminar… alguien puja más? 35
millones a la una… - Saito levantó el brazo y dijo en tono
calmo:
- 150 millones.- La reacción de los miembros del
club fue unánime.
- Tu estás loco? Como vas a dar
150 millones por ese chuchoo?
- Cierra el pico.
- El señor
Hajime puja 150 millones.. 150 a la una… alguien desea superar esta
cuantía? 150 millones a las dos… nadie? Adjudicado! El
primer objeto de subasta pertenece ahora a la propiedad de Saito
Hajime. Pase adentro para recoger su compra. En unos momentos
seguiremos la subasta, gracias.
Se recostó en el
asiento y terminó su whiskey.
- No te comprendo Hajime,
porque lo has hecho?- Un chiquillo con poco más que
veinticinco años se le hacercó.
- Me apeteció.-
Sacó el ultimo cigarrillo del paquete.
- Te apeteció?
Yo iba a comprarlo! Era mío!- gritó como un niño
mal criado.
- Pues ahora es mío, y por una suma de dinero
que tu no podrías permitirte…
- Qué intentas
decir?- El otro hombre relajadamente cómodo en el sillón
de terciopelo negro, encendió su cigarrillo y dejó que
el humo se escapase de forma lenta de sus labios antes de
contestarle:
- Bueno, tú estás en la ruina… Lo
único que conservarás es un apellido que seguramente te
abrirá algunas puertas que te deán de comer. De verdad,
no sé como aun te aceptan aquí…
- Eres
despreciable! Pero me niego a perderlo, te lo compro!
- Mmm.. y
con que piensas pagarme?
- Yo.. te doy mis acciones, todas!
-
Me das 2 de acciones de esa empresa de muertos de hambre para la
que trabajas?.. porque tengo entendido que hace mucho, que ya no eres
accionista mayoritario.
- Bueno, no importa, de todas maneras
saldrías ganando.
- Jaja. Cierto. Pero contéstame a
dos preguntas, porque quieres ese crió?- el joven rubio seguía
delante de Saito, con las manos metidas en los bolsillos. Los de más
hombres que los rodeaban asistían en silencio a la charla.
-
Er… esto… - Se sonrojó.- Me calienta.
- Jajaja.- Se
rió una vez más. Realmente, ese rubio tenia sentido de
humor, con seguridad que no esperaba que cambiase una compra de 150
millones de dólares por 2 de acciones.
- Y que te hace
pensar que te lo voy a vender? Mi respuesta es y ha sido siempre no.
Olvídalo, ese delicioso crío es mío y como le
toques un solo pelo, lo pagarás con algo más que con
ese ridículo 2 de acciones. Buenas noches caballeros.
Salió
sin esperar a escuchar una contestación. Era un hombre que no
solía perder el tiempo con cosas sin importancia. Se alejó
por un pasillo de madera que le conducía a la sala donde
recogería su "compra". Allí aun podía
escuchar las risas y conversaciones apagadas del local.
- Buena
compra señor Hajime, desea pagarlo ahora?
- Claro, el
único sitio donde como sin pagar antes es en los restaurantes…
- JAJA . vale, vale, pasé para que le muestre mas de cerca
su compra.- pasó más adentro donde pudo ver al chico.
Estaba echado sobre una enorme almohada de terciopelo rojo, seguía
desnudo y atado, aunque se había acurrucado de forma a
esconder su intimidad. Sacó la cartera del bolsillo de su
abrigo y firmó un talón que le entregó al dueño.
Se marchó al instante disculpándose de que tenia que
terminar la subasta.
Cuando quedaron a solas, se acercó al
chico y se agachó para que pudiesen verse mutuamente. Notó
que sus mejillas estaban mojadas por las lágrimas, los labios
hinchados por la mordaza de cuero, y un que otro moratón en la
espalda. Concluyó que pegarle había sido la única
forma de hacerle ceder.
- Bueno muchacho, si prometes no morderme
te sacaré la mordaza.- lo hizo al mismo tiempo que se lo
decía.
- … Qué quiere de mi? Aléjese!
-
Me temo que eso no va a pasar…
- Aléjese u si no..
-
Jajaja o si no qué? Vas a clavarme los dientes, ahou?-
Desvistió la gabardina y le cubrió con ella y sin darle
tiempo a protestar le cogió en brazos.
- No piensa
desatarme?
- Mmm… si en el coche cuando no puedas salir
corriendo.
- Claro y que le hace pensar que no saltaré en
andamiento?- su mirada dorada se clavó en sus ojos castaños.
El muchacho estremeció, nunca había sentido vacío
en el estomago por algo tan normal como una mirada.- U quizás
tan solo no podría alcanzarme si saliese corriendo? Abuelo.
-
Quieres que vuelva amordazarte?- le llevaba hacia la calle saliendo
por las traseras del club. El chofer le esperaba en el coche.
-
Fred, a casa.- cerró la puerta. - Bien, enséñame
las manos. Como te llamas?
- Eso no le importa!
- Me lo vas a
decir o te invento un nombre?- el joven se acarició las manos
desatadas y contestó:
- Sanozuke.
- Sanozuke, que?
-
No se lo demás.- gruñó.
- Vale, fingiré
que te he creído. Que edad tienes?- Sanozuke se ocupaba de
desatarse los pies y cubrirse con el abrigo.
- 19 y usted?
-
Para que quieres saberlo?
- Y usted?
- A mi me gusta conocer
bien las cosas de mi propiedad.
- Yo no soy de su propiedad…
Hala, tiene cristales polarizados.. que chulo.- Saito escondió
una sonrisa. Realmente era un crío, nadie se fijaría en
una cosa tan banal como esa… o seria tan solo que el hecho de
poseer todo lo que quería, le hacia olvidar disfrutar las
cosas, que ahora le parecían banales?
- Te he comprado…
- Las personas no se compran!- se volvió a olvidar del
cristal y se concentró en su cólera.- Cree que podrá
disponer de mi libertad? Que podrá llevarme a donde se le
antoje? Se equivoca, ningún dinero del mundo puede pagar el
valor que tiene una persona! Le odio!
- Bueno, tampoco pido que
me quieras. Y dime, sabes escribir?
- Talvez.
- Que más
sabes hacer, estás vacunado?
- No soy un animal de circo.
- Las personas también se vacunan ahou! — El chico se
acurrucó después de la subida de tono de Saito.- Tienes
hambre?- no contestó. Ante esta reacción Saito frunció
el ceño.- es que no te han dado de comida en el club?
- Y
a usted que le importa?
- Escucha mocoso,- su mano enguantada se
le clavo en el cuello — a mi no me hablas en ese tono, mi nombre es
Saito, y de ahora en adelante vas a respetarme y a contestarme cuando
te pregunte algo, entendiste?
- Perfectamente…- murmuró
libertándose de la mano.
- Fred…
- Si señor?-
contestó el chofer mirando por el cristal.
- Para en algún
sitio y compra algo de comer, el perro tiene hambre.
Sanozuke
se terminó el bocadillo bajando del elegante coche negro que
acabará de parar delante de a las escaleras de la entrada. Un
Hombre que parecía un empleado abrió la puerta y
recogió el abrigo y los gantes de el.
- Dile a Chou que
vaya a mi escritorio ahora.- el hombre se retiró en silencio.
- Sanozuke, acompáñame!
- Oye, no puedes tratar
así a la gente!
- Sígueme.
Sano no puedo dejar
de contener la respiración, no solo por el tono frío
con el que le hablara, también porque se daba cuenta de que
estaba en una de las mansiones más ricas de la ciudad, sino la
más rica. De hecho tenia que ser un tío con mucha
pasta… por lo que había pagado por el…
El salón
en el que había sido recibido era enorme como una larga
galería adornada por estatuas griegas, romanas y sumerias que
le miraron con sus impávidos rostros de piedra.
El pasillo
de suelo blanco que se siguió hasta el escritorio era tan
brillante que podía reflejarse en el los colores vivos de los
jarrones. Parecían jarrones chinos.
La puerta se abrió
a un amplio escritorio. Había dicho escritorio no? Bueno, le
pareció más un museo de historia natural…
Un
acuario ocupaba toda la pared del lado derecho. Los pececillos
multicolores nadaban agitados por la presencia de un tiburón y
dos mantas rayas enanos. Cerró la boca, para su espanto y no
parecer bobo.
- Siéntate ahí. Ahora te presentaré
a mi mayordomo, el te va a instruir y quiero que le obedezcas, quiero
que aprendas, luego ya hablaremos tu y yo. Comprendes?
- Y porque
debería hacer eso?
- Porque te lo digo yo, y lo que yo
digo es la ley en esta casa.
- Eso no te lo crees ni tu!
-
Oye mocoso, ya te he avisado! No hagas que me enfade, además
no te he dado confianzas para que me hables de esa forma. Mas te vale
que vigiles tus modos, ha quedado claro, no?
- OH si… pero no
esperes que vaya por ahí recogiendo tus cosas, ni haciéndote
la colada, porque no soy tu esclavo!
Saito estrechó los
ojos y dio una risita. En ese momento llamaron a la puerta.
-
Señor, me había llamado?
- Si Chou, pasa.- el rubio
pasó a dentro hizo una pequeña reverencia y se quedó
mirando confuso al joven medio desnudo sentado en el sillón.
- Sanozuke es mi nueva mascota, la compré esta noche en
una subasta…
- Que quiere decir señor?
- Pues que tú
le vas a enseñar etiqueta, le vas a mostrar sus aposentos,
ahm… y báñalo… Después puedes acostarte.
-
Como deseé.- le hizo otra reverencia.- Acompáñame.
En la cabeza del joven hervían muchas ideas y
pensamientos. Se preparó a despejar todas sus dudas en cuanto
llegó a la habitación. Había contemplado de
forma incrédula el respeto y la sumisión que le
dirigían a aquel hombre. Y no dejaba de preguntarse el porqué.
- Tu eres el empleado del que hablaba Saito?
- Soy el
Mayordomo, criajo. Y el no es Saito, es él señor Saito,
desde ahora te dirigirás de esta forma a su señoría.
Esta es tu habitación, y ahí es el baño.
-
Qué lujazo! Baño privado que apenas usaré una
vez…- se sentó sobre la cama de dosel repleta de almohadas.
Era una habitación amplia, con grandes ventanas, decorada a
tonos de pastel. Desde el interior reconoció el jardín
con bancos de mármol y la fuente que había visto cuando
llegara.
- Te piensas escapar he?- preguntó el rubio
buscando una toalla.- pues deberías hacerlo.
- Pues si, en
cuanto me dejes a solas…
- Seré franco contigo, no me
gustas!- dijo Chou
- Tu tampoco me caes bién… además
dudo si habrá alguien en esta casa que me caiga bien.
-
Hay guardias afuera Sanozuke… ojalá te maten cuando escapes.
- No harían eso…
- Como sabes que no?
- Ajajaja
imbecil, tu AMO pago 150 millones de dólares por mi.
-
QUEEE? Tanto dinero por… por por por ti?
- Sep… aunque no se
para qué…
- Ven al baño!- abrió la puerta
sin ceremónias.- Y más te vale que le respetes!
-
Bah.. solo es un hombre.- pasó al baño y una vez más
quedó deslumbrado por lo enorme y elegante que era con jacuzzi
— halaaa…
- Deja de abrir la boca como un paleto. Que pasa?
- Que casaaa!- Chou le empujó a la bañera sin
contestarle.- Pero quién demonios es ese tío?
- El
Señor Saito es un Conde.
- Ah si, ahora que lo comentas se
parece bastante al conde drácula.
- No seas estúpido!-
empezó a frotarle la espalda.- La línea de su familia,
remonta a varios siglos, Eras. La Familia Saito contribuyó a
la unificación de Japón, pelearon en el Bakufu y otros
hechos como ese… aparte de la Familia es dueña de medio
mundo. Son esos de los cuadros que mirabas en la escalera.
- Ah
si? Mmm… deberán tener mucho dinero…
- Pues si, y
muchos contactos y una buena posición en la casa real inglesa,
empresas, y afines… así que me temo que no hará falta
entrenarte, muy pronto el se dará cuenta de que no eres más
que un pobre diablo y te mandará a sus establos a cuidar de
los caballos.
- Entrenarme? Entrenarme para que?- se puso shampoo
en el pelo.
- Aun dudas del motivo de tu compra?
- Para
arrastrarme por el suelo como tu y preguntarle que va a querer
cenar?- Chou le pasó agua por el pelo y le extendió una
toalla.
- Yo no me arrastro.
- Vale, no te arrastras…-
salió de la bañera.- entonces o eres tonto, o estás
enamorado del Conde drácula…
- Pues por lo que he
entendido… el te ha comprado en un antro cualquiera… para que
seas su mascota… sexual
- Quéee?
- Siéntate
ahí…- apuntó hacia un banco blanco a juego con los
demás muebles del cuarto de baño. Y empezó a
peinarle.- placer estúpido.. pretende usarte como esclavo
sexual.
- Auu.. bestia! — se quejó del tirón.
-
Marica… sobre la cama te dejo el pijama… mañana estaré
aquí temprano. — le dio la espalda y volvió a la
habitación a por el pijama. Sanozuke fue tras el.
- Yo no
te creo, eso no es cierto!
- Ajajaja… oye, las verdades y
mentiras ya las descubrirás tu solo. — se fue.
Se dejó
caer al suelo, estaba destrozado. Las lágrimas de dolor se
volvieron asomar a sus ojos. No podía dejar de preguntarse
porque le habían hecho esto, porque le habían raptado y
vendido como un objeto. Esa noche se durmió tarde, exhausto de
llorar de rabia.
Despertó cuando la clara luz del
día le rozó el rostro pálido y helado.
-
Intentas coger una neumonía? Será mejor que te levantes
del suelo.- el chico gruñó, había dormido
desnudo en el suelo.- Levanta y ponte esto!- le tiró algo a la
cabeza. Siguió arreglando la habitación y encendiendo
la chimenea.
Sano miró la ropa con desconfianza.
- Y
lo demás?
- Demás qué?
- Los pantalones!
- No hay pantalones, ahora ponte eso de una vez!- Suspiró
resignado y se puso las medias de lycra asta los muslos, un tanga
negra de lycra y unas correas para cada brazo y cuello.
- Parezco
una puta…
- Ya… eso es lo que eres no? No esperes que el
señor se fije en ti, o te tenga en más consideración
o que piense en ti como más que eso.
- Tampoco quiero que
me mire… tu lo que tienes son celos.
- Yo? Celos? De ti?
Jajajaja…
- No sé, ya lo descubriré.
-
Cállate! Ven conmigo a la cocina para que te den de comer.
Luego empezaré a enseñarte etiqueta.
- Ya, seguro
que tienes mucho que enseñarme… pero oye, si voy a ser la
puta del señor, para que quiero saber etiqueta? Es que también
hay que saber etiqueta para follar al señor?
- No seas
rudo! Dudo que lleguéis a tanto…
- Porque, no lo llegó
contigo?
- Qué insinúas?
- Bah.. nada.. que a
lo mejor se aburrió de su antigua puta y por eso se compró
otra.
- De hecho hablas como una…- Le había tocado la
fibra sensible. No era una puta, nunca lo había sido, tan solo
era servicial. Se sonrojo, si ellos nunca se habían acostado
juntos, claro que tampoco lo haría con ese mocoso! No le dijo
nada más hasta llegar a la cocina.- lo primero que has de
aprender es a comer.. seguro que lo haces como un cerdo!
Sano
estrechó la mirada.
- Y donde está el conde
drácula?
- El señor esta en la piscina. En unos
momentos vendrá a desayunar.
- Que bien, hace deporte he?-
Chou le sirvió leche y tostadas.
- Come despacio, sin
enseñar lo que tengas en la boca, no eructes. Luego te
enseñaré lo demás, porque seguro que tu cerebro
no asimila muchos conocimientos a la vez! Después vete a tu
cuarto y me esperas allí.- sano se lamía la mantequilla
de los dedos.- tampoco puedes hacer eso, le pegó una palmada
en los dedos, usa la servilleta.
- Sisisi…
- Mas te vale.-
salió dando un empujón a una señora de uniforme
azul oscuro y delantal blanco.
- Así que tu eres el chico
nuevo del que he oído hablar!
- Y usted? Quien es?
-
Soy la cocinera, ajajaj- llevaba el pelo gris recogido.
- Ah es
un placer señora Cocinera.
- Mi nombre es Tae, y tu como
te llamas? - sano se terminaba la leche.
- Sanozuke.
- Sabes,
me gusta tu uniforme Sanozuke!- Soltó una carcajada burlona.-
Quieres un trozo de pastel?
- Muy amable, pero no. Guárdelo
para el vampiro.
- Vampiro?- de la nevera sacó fruta y
empezó a cortarlas y a colocarlas en un plato.- te refieres al
señor Saito? AjAJAJ muchacho, su Señoría no es
un vampiro.
- Porque trabajas para el?
- Porque lo haces tu?-
le contestó con otra pregunta.
- Supongo que no tengo
opción…
- Oye, el hombre no es malo, tiene sus vicios,
defectos y virtudes como cualquiera, pero nos paga, y la mayoría
de los que trabajamos para el somos hijos de antiguos empleados de la
familia. Yo he visto crecer al Señor Saito. Por lo general no
critica nuestro trabajo y se queda satisfecho con que no nos metamos
en su vida y no cuestionemos sus órdenes.
- Ya veo… a mi
me parece un prepotente.
- Mmm… Bueno es mejor que vayas hacer
lo que te dijo Chou, no se vaya a enfadar, es muy susceptible.
-
Vaaale… guárdame un trozo de esa papaya para cuando pueda
volver.
- Jajaja, vale hijo.
La piscina era cubierta,
como un baño romano, con estatuillas de piedra, columnas y
ventanas de cristales relucientes, el suelo matizado de azul y verde
lo confundían con el agua haciendo con que todo pareciese un
enorme lago. Plantas que subían por las columnas.
Saito
salió del agua y allí estaba Chou esperándole
con una toalla seca.
- Todo a su gusto señor? No está
muy fría el agua?- Dijo fijándose en sus pezones
erizados.
- Mmm… pues no, está mas frío afuera.
Trajiste mi albornoz?
- Si señor, está aquí.
También le traje el móvil, le llamó el señor
Yoshi.
- Mi Abogado? Que quiere?...- se limpió el pelo
negro.
- Creo que hay alguien quiere discutir porcentajes de
acciones con usted…
- Quee?
- Eso dijo.
- Bien,
hablaré con Yoshi. Si aquel cretino cree que se va a salir con
la suya …
- A quien se refiere señor?
- A nadie. Voy
a vestirme, tengo que salir. Desayunaré fuera, dile al chofer
que saque la Harley Davidson del garaje.
- Como deseé.-
hizo una reverencia viéndole alejarse llamando por teléfono
móvil.
Subió la escalera hacia el primer piso.
Porque estaba enfadado? Porque aun no le había visto? Y que
más le importaba eso? El había sido muy bueno con el
llevándole al hospital aquella noche. Se acordaba de sus ojos
amarillos, sus brazos fuertes rodeando su cuerpo, protegiéndole
contra su pecho, el aroma que desprendía su cuello cuando le
llevaba era inolvidable.
Suspiró logrando recordar donde
demonios era su habitación. Todas las puertas eran iguales,
macizas y con finas cerraduras de bronce.
Por fin decidió
por una. Entró golpeándose contra algo y cayendo contra
la puerta.
- Estás bien? - escuchó una voz.
-
Huh! Si.- Se frotó la cabeza.
- Venga, levántate,
déjame ver si te has hecho algo.- Abrió los ojos
recuperándose del golpe. Estaba en la habitación de
Saito. "Con tantas puertas tenia que venir a parar aquí…"
- No... no es nada. Estoy bien, lo siento, me perdí…
Se levantó con la ayuda de una mano caliente en la que
apoyarse.
- Estás muy…
- Muy qué? Ridículo
es como me siento con esto.
- Mmm... has dormido bien?
- No
veas...
- Algo no estaba a tu gusto? Bueno, esta noche dormirás
mejor.
- Claro, me tomaré un sedante!
- Me ocuparé
de ser yo mismo quien te lo administre… Lo quieres por vía
oral o supositorio? — El chico fue empujado hacía la puerta
por unos brazos duros como el hierro. Cerró un poco los ojos
cuando su cuerpo cedió contra la madera. El otro cuerpo se
pegó al suyo. Con la sensación de incomodidad, llegaron
también muchas otras, como la deliciosa lengua que subía
por su cuello hasta apoderarse de su boca.
Las manos de el eran
rápidas y certeras a los lugares que buscaba, estremeció
ante el pensamiento de que Hajime parecía muy experimente en
el asunto…
La sangre de Saito corrió demasiado rápido
en sus venas. La temperatura de la habitación subió
varios grados. Se sintió feroz y violentamente vivo. El deseo
sexual que le atravesaba era tan intenso que llegaba a rozar el
dolor.
Casi cumplía los cuarenta. Hacía mucho que
pasara la fase de la incontrolable sensualidad de la juventud.
Se
desahogaba con Chou, pero hacía tiempo que controlaba sus
emociones con riendas cortas.
No tenía intenciones de
besar a sano. No, mentira. Si que tenia intenciones de besarlo. De
hecho ahora se daba cuenta de sus pocas alternativas. El se había
apoderado de su salud mental y despertara en el el apetito de más…
Pensó que tarde o temprano, le hubiese besado, pero no
tenía planeado rendirse inmediatamente a esa necesidad.
Había
visto la expresión espanto en sus ojos antes de bajar la boca
sobre la suya. Aun así, había respondido tímidamente
al beso y este hecho le dejara estupefacto.
Lo apretó con
suavidad, poniéndole con mayor firmeza junto a su cuerpo
deseoso y sintió un escalofrío que le recorrió
la parte más profunda de su cuerpo.
Su cama… estaba a
tan solo unos metros de distancia, con sabanas de satén.
Atrajo su cintura estrecha de su pesada erección. Como seria
amar aquel cuerpo? Torturarlo hasta suplicar placer…
Le levantó
lapierna izquierda sosteniéndola con su brazo que aprovechaba
y le exploraba la parte más intima.
Un gemido fue el
inicio de la resistencia, los labios intentaban escaparse de los
suyos, los músculos de abajo terriblemente tensos.
- No…-
dijo cuando su boca logró un poco de aire. — Suélteme!
Que crees que estás haciendo?
- No deberías usar
eso.
- Fue el idiota ese de su criado quien me dijo que tenia que
ponerme esto!
- Yo diría que Chou tiene buen gusto…
aunque te está un poco apretado no?
- Apretado?- Notó
que dos llamas flameantes se encendían en sus ojos.
- Si…
ahí delante.- El chico se fijó en su propia erección
y se levantó del suelo al instante.
- UH… tengo q..que
irme.
Se metió en otra habitación que tampoco
era la suya. Pudo sentarse un rato en el suelo para calmar los
nervios. Pensó en la maravillosa excitación que había
sentido en los brazos de Saito. Su deseo violento y arrebatador. Le
había dejado perturbadoramente consciente de su capacidad de
pasión. Saito era un hombre en su apogeo, fuerte, de músculos
lisos, hombros sólidos y pecho firme. Agitó la cabeza,
tenia que callar su mente.
Porque de pronto se dejó
llevar? Por un hombre? No, lo único que pasaba era que estaba
confuso, confuso y trastornado por la belleza, de toda aquella
mansión.
Se dejaba arrastrar por la lujuria de las
alfombras persas y cuadros de Renoir.
Se puso en pié y se
dio cuenta de que aquella no era una habitación común…
Era un salón. El suelo parecía un espejo de aguas
profundas, negras y tranquilas. Allí había armarios,
llenos de fragmentos de cerámica y cristales antiguos que
ocupaban las extrañas esquinas del salón. meditó,
Hajime era también un coleccionista de antigüedades.
Sintió que había melancolía, pero también
había una sensación de Futuro. Aquella casa había
conocido tiempos felices y volvería a conocerlos.
Se
detuvo el cuarto de vestir tocando sus labios calientes. Aun guardaba
el sabor de Sanozuke en su boca. Nunca hasta entonces había
probado semejante dulzura, ahora, hasta la boca de Chou le parecía
algo banal. Vistió unos vaqueros con chaqueta a juego sobre
una camiseta negra. El look informal era lo más adecuado para
lo que iba hacer hoy: Hundir al cerdo que le estaba desafiando!
Cogió las gafas de sol y se marchó en la moto con
un único pensamiento, que aquel chico era suyo, y nadie se lo
quitaría.
Dos días después.
-
Muy bien muchacho, repasémoslo.
- No me da la gana.-
Contestó Sano recostado sobre un montón de almohadas.
Hacía días que Chou le daba la lata con etiqueta,
corrigiéndole los modales.
- Uf, si no te apetece hacer
algo, te lo guardas para ti solo! No hace falta que nadie más
se entere!
- Pero yo quería que tu te enterases!
-
Eres un ingrato!- le gritó Chou casi tirándose de los
pelos. Ya empezaban a pelearse, y no hacían ni cinco minutos
que habían vuelto a la clase.- Teniendo en cuenta el dinero
que pagó por ti, querrá que por lo menos sepas saludar
a la gente importante como se lo merece.
- Ya se yo saludar como
se lo merecen esos peces gordos!- contestó mordiéndose
una uña.
- Ojalá te venda! Estoy pidiéndole
a los Dioses qué lo haga! Eres una plaga!
- Alimaña…
- Sano le quitó importancia a los gruñidos de
irritación de Chou. En su opinión el rubio tenía
demasiada ansia de protagonismo, aunque combinaba con su apariencia
cuidada.
- Pues entérate, que si no lo complaces te
venderá en un abrir y cerrar de ojos! Tendré todo el
placer en llevarte a tu nuevo amo por la correa. Créeme
después que le cuente lo mal educado que eres, ese día
estará más cerca!- Dio una carcajada perversa. Por fin
una idea brillante le había iluminado el cerebro.
- Hazlo,
no se para que te complicas la vida!
- De verdad no sé que
habrá visto en ti…
- Algo que no tendrás tú…-
Rascó la tripa, acomodándose sobre las almohadas como
si fuese un gato de ojos vivos.
- Estoy arto de ti! Debería
echarte a los leones.- Chou se dirigió a la puerta y la abrió.
No pensaba seguir escuchando a un criajo que no era más que
una espina en su plato. Pronto, dejaría de serlo.
- Saito
no tiene leones… u si?
- Piérdete mocoso! Le voy a
contar que no quieres hacer caso de lo que te digo!
- JAjajaja,
chivato! Y estás celoso. Tu lo que quieres es al vampiro!-
Chou volvió a dentro y volvió a cerrar la puerta para
que no se oyese la conversación, aunque era algo difícil
teniendo en cuenta el tamaño de la casa.
- Pues sí.
Lo quiero, lo quiero para mi solo. Tu eres un crío que no sabe
nada de la vida, yo haré todo lo que esté a mi alcance
para complacerlo! Já, no eres más que un chico comprado
en una subasta. Ridículo!- habló bajo y en tono de
amenaza. Sus ojos azules y fríos como la hoja de una katana
parecían desafiarlo a un duelo peligroso.
- Vale, me estás
desafiando… déjame que te diga un par de cosas: puede que yo
sea un crío, y comprado en una subasta, pero pagó por
mi. Que no se te olvide que tu eres su mayordomo, mmmm y eso en que
situación te deja? eres, un empleado, solo eso. Yo, soy parte
de sus cosas, sus pertenencias! No se nada de la vida dices? Ajajaja
bueno tampoco te cabe a ti descubrir lo que sé o no se. No te
parece?
- Me irritas!
- Me importa un rábano! Desde
ahora seremos rivales, que te vaya bien, que gane el mejor.
Desaparece de mi habitación, mayordomo.- La última
palabra la dijo con cierto tono de desprecio.
No tenia muy claro
en que estaría pensando cuando le dijo eso. Saito siempre
había sido bueno con el, pero de ahí a ceder a
acostarse con el…
Ahora que lo pensaba mejor, el querría
hacerle como se le hace a las mujeres, frunció el ceño
con la idea, no podría consentir que eso pasase! Pero
entonces, en que habían quedado rivales el y Chou?
Por
momentos recordó sus manos, su deseo casi doloroso. La dulce
saliva que probara de aquellos labios calientes hacia dos días.
Se sonrojó.
No, tenia que olvidar eso!
Chou se fue sin
decir nada más, pero su sangre hervía en sus venas. Más
que nada era la amargura de ser recordado de quien era y de cual era
su posición en la casa por un mocoso. Pudo alejarse de allí
con el orgullo herido, levantando los ojos llenos de lagrimas sin que
los demás empleados se diesen cuenta de ello. Se refugió
en el jardín para meditar.
