Disclaimer: Nada de esto me pertenece, pertene a J.K Rowling y a su cerebro :)
- Verano en la honorable y ancestral Mansión Black -
Capítulo uno: Purificación
La época del año que más le gustaba a James Potter era, por encima de cualquier otra, las vacaciones de verano. Al igual que todos los estudiantes del mundo, durante esos meses podía olvidarse de exámenes, trabajos y deberes y a James le encantaba poder salir de fiesta o hacer el vago durante días enteros sin necesidad de preocuparse por nada más. Y si, además, podía pasarse las vacaciones en la mansión de sus abuelos, donde había criados suficientes para que él no tuviera que mover ni un dedo, mejor que mejor.
Aunque en aquellos momentos, con la cabeza debajo de la almohada, James lamentaba no haberse ido con sus padres al mar Báltico, quedándose en aquella casa que, de golpe y porrazo, parecía haberse transformado en un gallinero.
El chico de espeso cabello oscuro estaba tumbado sobre la cama de su cuarto y pese a que tenía la cabeza envuelta en la almohada, podía escuchar perfectamente la jauría que tenía lugar en el piso de abajo. Por culpa de la celebración de las Bodas de Oro de sus abuelos, que además se habían juntado con una conmemoración que el Wizengamot le iba a dar a su abuelo, él tenía que estar aguantando como la banda desafinaba, su abuela daba órdenes a gritos y un centenar de personas más se paseaban de aquí a allá, ocupando todos los espacios habitables y preguntando idioteces sobre el color de las flores de los centros de mesa o sobre el servicio de cattering.
Y por si esto fuera poco, James estaba mortalmente aburrido. Llevaba días sin saber nada de Sirius o de Remus y aunque Peter había sido el único que se había acordado de escribirle, no servía para mucho, ya que estaba fuera de Inglaterra.
Mientras maldecía en voz baja, escuchó como alguien golpeaba en su puerta.
-Adelante- musitó, dándose la vuelta para ver quién entraba. Y tras la puerta apareció Henry Potter, su abuelo, con cara de susto y vestido de traje.
- Vengo a que me des asilo político- le dijo su abuelo, dejándose caer sobre la silla de su escritorio- . Estoy huyendo de tu abuela. Creo que se ha vuelto loca. Son las influencias de ese sastre diabólico. Creo que es un espía del rey demonio
-¿Pierre?- preguntó James, incorporándose en la cama con una sonrisa- . Siempre sospeché de él. Esos zapatos de punta blancos son demasiado raros- bromeó.
- Sí- corroboró su abuelo, muy serio- . Seguro que tiene hechizos de escucha en las suelas.
- Tampoco me fío de Melissa, la de las flores. Sonríe demasiado. Creo que pretende envenenar vuestras copas el día de la fiesta y quedarse con la casa- añadió James, mientras su abuelo soltaba una carcajada.
- Eso si llegamos al día de la fiesta, hijo- le dijo, con una sonrisa de circunstancias.
- Dímelo a mí- James volvió a dejarse caer sobre la cama- . Estoy aburrido como un hongo
- En ese caso, creo que tengo algo que puede animarte- Henry se sacó una carta del bolsillo del pantalón y se la tendió a James.
-¿Y esto?- James cogió el sobre y descubrió que era una carta de Sirius.
- No pensarías que tu abuela me iba a dejar escaparme así como así¿no?- le dijo su abuelo, mientras el chico rasgaba el sobre. Y levantándose, añadió- . Bueno, te dejaré que leas tu carta tranquilo. Veré si puedo rescatar a tu abuela de las garras de Pierre.
James sonrió.
- Gracias abuelo. Llámame si me necesitas para un asalto.
Henry volvió a reír y salió de la habitación. Nada más cerrar su abuelo la puerta, James sacó la carta de Sirius y comenzó a leerla.
" ¿Qué pasa, Prongsie!" escribía Sirius. James casi podía escuchar la voz de su amigo en su cabeza. " He imaginado que estarías aburrido así que he decidido escribirte, para alegrarte la vida. Aunque me hubiera gustado más ir a verte pero como me proponga llegar a tu casa andando desde Francia, lo llevo claro. Y ahora, la pregunta del millón¿qué hago yo en Francia? Es una larga historia pero como tengo tiempo y estoy MUY aburrido, pues te la cuento.
¿Te acuerdas que te dije que creía que había crecido porque la mesa de té del salón me llegaba casi por las pantorrillas? Pues resulta que no, que no he crecido. Fue la mesa la que menguó, pero no por sí sola. Y ayer descubrí cómo lo hizo. Estaba mirando el horroroso tapiz de mi madre, contando las quemaduras de cigarro para ver cuántos miembros de mi familia se merecen el premio Nobel a la inteligencia (y son más de los que esperaba, no te creas) y de repente un bicho salió de debajo de uno de los agujeros. Al principio pensé que era una cucaracha y por poco me da un yuyu pero era demasiado grande para ser un insecto. Total, que me lo quedo mirando mientras el tío se pasea por el tapiz como Pedro por su casa. Era un bicho rarísimo. Era un poco más pequeño que una rata y además tenía una cola luminosa. Y el caso es que me sonaba.
Mientras yo trato de adivinar qué es, el bicho se pasea un poco más por el tapiz y al final decide quedarse en la parte de abajo. Agita un par de veces la cola y de las quemaduras salen como mínimo diez más como él, agitando la cola. Se ponen a comerse la esquina del tapiz y¡bingo! Eran termigrutos, una especie de mezcla de doxys-termitas y escregutos de cola explosiva. Me sonaban porque una vez Evans te dijo que tenías cara de termigruto y por curiosidad, lo busqué en el diccionario.
Como ya sabía lo que eran decidí largarme, a ver si se comían el tapiz, pero en ese momento pasó mi madre por allí y un poco para ver qué hacía, le dije: "Madre, creo que hay cucarachas en el tapiz"
Mi madre se acercó y cuando encontró a los termigrutos... Tenías que haberlo visto: ella gritando como una histérica mientras esos pequeños cabrones se comían su adorado tapiz. Con los alaridos que pegó, me extraña que no la oyeran en Groenlandia. Luego se puso a inspeccionar toda la casa (y a mí no me dio ni las gracias por salvar su tapiz) y encontró más en su vestidor, en la biblioteca, en la sala japonesa, en el salón(por eso estaba la mesa más bajita) y en el cuarto de Regulus. Y mientras todos estaban como unos histéricos, yo partiéndome de risa en mi cuarto.
Después de chillar como unas dos horas más, mi madre llamó al D.P.P.C (Departamento Purificador de Plagas Caseras) y pidió una purificación completa. Así que durante 10 días, mientras los purificadores hacen el trabajo sucio y de paso nos dejan la casa como los chorros del oro, tenemos que tenerla desalojada. Yo pensé que podría auto-invitarme a tu casa, pero nada, mi adorado hermanito propuso ir al "chateâu", para "controlar que los criados no se rebelen y hagan bien su trabajo", dijo el muy anormal. Yo me negué en rotundo pero mis padres ni caso. Así que me tengo que chupar un mes de vacaciones con ellos, con mi hermano y por si fuera poco, con Kreacher.
Yo sospecho que no me han dejado quedarme porque les han dicho a los de Purificación que hagan algo en mi cuarto. Así que tío, si no te importa, pásate un día de estos por mi casa y le echas un ojo. Te estaré toda la vida agradecido, bla bla bla... Y además puedes quedarte todo el tiempo que quieras hasta que los de Purificación terminen el trabajo (pero nada de fiestas salvajes, eh? Que para eso tengo que estar yo presente).
Pues eso, Prongsie, que si le salvas la vida a mi cuarto, me pongo a tus pies. Escríbeme y me cuentas qué tal.
Sirius
PD: No te quejarás de carta¿eh? Te he contado mi vida en verso. Ya puedes echarle imaginación a la tuya, majete (¿ves que buen amigo soy, si hasta te doy algo que hacer para que no te aburras)
James que había estado riendo mientras leía la carta de su amigo, dobló el papel cuidadosamente y lo guardó en el sobre. Luego, volvió a dejarse caer sobre la cama. La tarde se le había animado. Y aunque abajo, el ruido y todo lo demás seguía igual, el chico de pelo oscuro se sentía mucho mejor.
Bueno, después de todo, si quería alejarse de todo aquel gallinero, ya tenía un lugar al que escapar.
Aquella mañana, más o menos a las nueve, al entrar en el autobús Noctámbulo, Lily Evans no estaba precisamente de muy buen humor. El despertador le había levantado en la mejor parte del sueño, su pelo no había querido colaborar con ella, se habían acabado sus cereales favoritos y su hermana pequeña había estado encerrada en el cuarto de baño durante media hora. Y además, su jefe la había despertado en mitad de la noche para mandarla al quinto pimiento a hacer un trabajo.
Lo cierto era que la idea de trabajar en verano había sido suya, pero en aquellos momentos deseaba no haberlo hecho. Aunque el dinero le venía bien y la experiencia de haber trabajado en el Ministerio, aunque fuera en un departamento pequeño como el suyo, favorecería mucho su expediente.
Y el trabajo no estaba mal: podía practicar hechizos bastante útiles y no solía ser muy largo. Aunque en el caso de ese trabajo en particular; el que estaba a punto de realizar, sí iba a ser muy largo. Le habían encargado una purificación completa en una mansión; es decir, tendría, no solo que librarse de las plagas sino además, restaurar toda la casa y dejarla como si estuviera nueva. A su favor tenía que no había una fecha límite para terminar, por lo que podía trabajar a su aire y si el resultado gustaba a los dueños, recibiría un extra.
- En fin, supongo que hay cosas peores- farfulló, mientras tamborileaba los dedos en la mochila que su jefe le había hecho llegar por medio de una lechuza esa mañana.
La mochila estaba llena con los materiales que iba a necesitar (en el caso de que hicieran falta más, no tenía más que pedirlos) y en el centro tenía el nombre de su departamento bordado: "Departamento Purificador de Plagas Caseras"
El autobús dio una violenta sacudida cuando Ernie, el conductor en prácticas, dio un frenazo.
-¡ Número 12 de Grimmauld Place!- anunció el joven.
Lily se apresuró a bajarse del autobús. Se encontraba en un barrio de calles largas y sombrías, con casas pintadas de un gris tosco y con todas las tejas manchadas de hollín. No parecía el sitio en el que pudiera estar una mansión mágica. Aunque probablemente ese fuera el truco, ponerla justo donde nadie imaginaba que estaba.
Lily caminó entre las casas. Encontró dos casitas separadas por un callejón. Una era el número 11 y la otra, el 13. No había ni rastro del 12. La chica de diecisiete años frunció el ceño, tratando de recordar algo que le hubiera dicho su jefe por teléfono la noche anterior. Lo cierto era que estaba algo adormilada cuando recibió la llamada pero estaba segura de que le había dicho algo acerca de la seguridad de aquella casa y cómo encontrarla.
- Vamos a ver... Número 12 de Grimmauld Place- murmuró para sí misma. Y de repente, de la nada y en el callejón que había entre el número 11 y el 13, una mansión se apareció ante sus ojos. Lily parpadeó, mientras admiraba la elaborada fachada que, según creía, el actual dueño había mandado construir al nacer su primer hijo.
La puerta de madera maciza estaba pintada de un fuerte color negro y tanto el pomo como el farolillo que había al lado de la puerta tenían forma de serpiente. No había ni placa ni buzón. Lily abrió la mochila y dentro encontró, en primer lugar, un pequeña nota donde le ponía en que lugar estaban situadas las plagas. Por suerte no había ninguna en la entrada, así podría ponerse el traje de protección dentro de la casa sin llamar la atención.
Tras deshacer un par de encantamientos que sellaban la puerta e introducir la llave en la cerradura, la pelirroja empujó la puerta y entró. Al instante, un montón de candelabros en cuyos soportes tenían bombillas, se encendieron a su paso. Lily cerró la puerta a su paso y miró a su alrededor. Estaba en un largo pasillo, de cuyas paredes prendían por lo menos media docena de retratos. En las placas doradas que los lienzos tenían debajo del marco se podían leer los nombres de las personas pintadas.
La chica, después de contemplar un par de cuadros que tenía a su izquierda, miró hacia la derecha y en un rincón encontró un traje que podría haber pasado por el de un astronauta de no ser porque era de un color naranja chillón. Era un traje de protección, seguramente el mismo que su jefe habría dejado allí para ella la tarde anterior, cuando estuvo haciendo una exploración superficial de la casa. Junto al traje había un plano de la casa y un folio con algo de información.
- Así que hay termigrutos- murmuró, de nuevo, para sí. Tenía la manía de hablar sola cuando estaba concentrada- . Bueno, manos a la obra
Se recogió el largo pelo rojo, que le llegaba a la mitad de la espalda, en una espesa coleta y acto seguido se embutió en el traje de protección naranja. Para ello, tuvo que desprenderse de la chaqueta y del jersey que llevaba, quedándose únicamente con una ceñida camiseta de tirantes. Luego, enarboló su varita y cogió con la mano que le quedaba libre, la escafandra del traje.
Tenía pensado empezar por el salón, la zona que le quedaba más cerca y que, además, tenía mayor número de termigrutos. Caminó hacia allí y cuando ya estaba en la puerta, llamó con un sencillo conjuro de invocación a las cosas que había dejado en la entrada.
La pelirroja pegó el oído a la puerta; casi podía oír a los termigrutos moviéndose y mordisqueando todo con sus pequeños y afilados dientes. Inspiró hondo un par de veces, solo para relajarse. Ella sabía que los encantamientos eran su fuerte así que se relajó para hacerlo perfecto. Luego se colocó la escafandra en la cabeza y abrió la puerta del salón.
Unas tres horas más tarde, Lily se encontraba en un vestidor de mujer y había terminado de exterminar toda la plaga de termigrutos, o al menos, eso creía. Ella ya había acabado con todos los que estaban vivos y a la vista y sino era suficiente, los repelentes que había dejado junto las mesas de madera o el gran (y desagradable también) tapiz del salón, harían su parte.
Estaba sudando y aquel traje daba mucho calor, por no hablar de que la escafandra prácticamente la estaba ahogando, así que lo primero que hizo al terminar fue desprenderse de ella y abrirse el traje hasta la cintura. Luego se agachó para recoger las herramientas que había dejado en el suelo.
Mientras tanto, en el piso de abajo, la puerta de la entrada se abrió, dando paso a un James que entró silbando. Saludó con la mano a un par de cuadros que dormitaban en las paradas y continuó andando por el pasillo tranquilamente. Estaba contento como unas castañuelas; no solo había escapado del enjambre de la casa de sus abuelos sino que además, lo había hecho en el momento exacto: justo cuando su abuela le había pedido que ayudase con los preparativos.
El chico soltó una carcajada al recordar la cara de su abuelo, que se había puesto verde de envidia.
Mientras subía los escalones de dos en dos, se entretuvo interpretando una versión silbada de "mi barba tiene tres pelos" y cuando llegó al piso de arriba, se dirigió hacia la habitación de Sirius, que estaba al final del largo pasillo. Sin embargo, antes de que pudiera llegar a la habitación de su amigo, escuchó un ruido cerca de dónde él estaba. El ruido procedía del vestidor de la madre de Sirius.
Lo primero que se le vino a la cabeza era que se trataba de ladrones pero luego recordó la mochila que había visto en la entrada. Seguramente eran los del Departamento de Purificación. James se encogió de hombros, dispuesto a seguir su camino hacia la habitación de Sirius. Pero la puerta del vestidor estaba entreabierta y finalmente, James no pudo resistir la tentación de ver como trabajaban los purificadores. Además, también quería saber qué pinta tenía un termigruto.
Se acercó a la puerta con pasos sigilosos y la abrió un poco más para poder ver bien que había dentro.
Y su mirada se encontró con la visión de un pequeño trasero femenino, continuado por unas largas piernas que estaban flexionadas. Junto a la chica, había una escafandra y un montón de herramientas cuyo uso James desconocía y que la chica estaba guardando en una caja.
Sin poder evitarlo, James soltó un silbido:
-¡Vaya vista!-dijo, con una sonrisa-. Cariño, creo que tú y yo vamos a llevarnos muy bien
Al escucharle, la chica se enderezó de golpe y se giró rápidamente. Y la mandíbula de James estuvo a punto de descolgarse y caer al suelo cuando se encontró que frente a él estaba Lily Evans.
-¡Potter!
Hola! Soy nueva en esto así que espero que os haya gustado mandádme un review si os gusta, si lo odiais, si tenéis sugerencias... Un besito!
Haru
