Amanecía en Auradon. Ya habían pasado unos meses desde que los chicos de la Isla de Los Perdidos salvaran al reino de la venganza de Maléfica. Carlos restauró la barrera mágica que el mismo había roto, desactivando la alarma adecuada y todo volvió a la normalidad. El hada madrina se encargó de Maléfica, convertida en un lagarto, con permiso de su hija, guardándola en un lugar seguro y aislado.

Evie ya se estaba maquillando en el espejo mientras que Mal se desperezaba y salía de la cama.

- Buenos días, bella durmiente –la saludó su amiga de buen humor.

- Sabes que odio que me digas eso, Evie –replicó la bruja con desdén, rascándose la cabeza. Sus pies descalzos tocaron el suelo y agradeció el frío. Hacia un calor de mil demonios.

- Oh, venga, no seas así. Es divertido –se carcajeó pintándose los labios.

Mal la fulminó con la mirada con su mohín característico en los labios.

- ¿Sabes lo que es divertido? Que después de mucho pensarlo creo que Blancanieves es mucho mas bella que tú.

- ¡¿Cómo?! –se escandalizó Evie girándose en redondo con la boca abierta- eso es un golpe bajo.

- De nada. Para eso están las amigas –le dedicó su sonrisa mas falsa y se dirigió al armario para vestirse.

- Eres malvada –se quejó, pataleando el suelo como una niña.

- Ya lo sé –dijo con picardía. Momentos después, se estaban tronchando de risa- mañana se me ocurrirá algo ingenioso ya lo verás.

- Tu imaginación no tiene limites. En eso me ganas.

- Y no lo olvides nunca –alzó las cejas varias veces, sugerente mientras sacaba su traje de cuero de siempre: camisa purpura, pantalones ajustados y chaqueta, de colores purpura, negro y detalles en verde.

Cuando estuvieron preparadas, salieron de la habitación y fueron a buscar a los chicos.

Jay y Carlos aun seguían durmiendo la mona. Las sábanas estaban muy revueltas entre las piernas de ambos jóvenes y babeaban la almohada. Colega dormía a pie de cama junto a Carlos y fue el primero en despertarse con las orejas en alto cuando las chicas irrumpieron en la habitación.

- Menudo par de marmotas –dijo Evie con un suspiro al verlos e hizo una mueca de asco con las babas.

- ¿Qué tal si los despertamos como es debido? –sugirió Mal con el codo apoyado en su mano izquierda y moviendo los dedos misteriosamente.

Se acercó a las ventanas y de un brusco movimiento, corrió las cortinas. La penetrante luz del sol iluminó la habitación y los rostros de los chicos. Fruncieron el ceño al mismo tiempo pero simplemente alejaron los rostros y se giraron hacia el otro lado con un quejido.

- Parece que no funciona –dijo Evie con una risita.

Mal entornó los ojos y se fijó entonces en el perro que las miraba sentado en la cama. Y se le ocurrió una idea. Murmuró unas palabras, hizo un gesto con la mano y el animal, obediente, pegó un salto hacia el estómago de Carlos y al de Jay entre pisotones.

El albino se despertó de golpe y se cayó de la cama.

- ¿Qué… qué pasa? ¿Qué? ¿Cuándo? –balbuceó entre quejidos.

Jay brincó en la cama y realizó una voltereta hacia delante, espabilándose al instante.

- Jo, macho, menudo sueño he tenido –dijo con expresión soñadora, casi como si estuviera drogado y una sonrisa estúpida en el rostro.

- Arriba, chicos. La hora de dormir se acabó –dijo Mal, haciendo palmas sonoras.

- Eres tremenda, Mal –dijo Evie contemplando la escena.

La bruja le guiñó un ojo divertida. Esperaron pacientemente a que los chicos se desperezaran y se vistieran y juntos fueron a las taquillas para ir a clase. Mal abrió su taquilla y una nota cayó suavemente. Curiosa, se agachó para recogerla. Ponía su nombre en la solapa y un corazón al lado. Empezaba a sospechar quien podía ser el autor de esa nota. La leyó.

"Buenos días, linda. Espero que hayas tenido dulces sueños. Yo he soñado contigo. Me espera una mañana liada pero me gustaría comer contigo, ¿te parece bien? Te deseo un buen día de clases. Estoy deseando que llegue el almuerzo

Te quiero

Ben"

Una pequeña sonrisa asomó en sus labios. Dobló la nota con cuidado y la guardó en su bolsillo. Esas mariposas otra vez revoloteando en su vientre. Su relación con Ben había ido muy bien desde su coronación. Estaban juntos y eso la hacia feliz. Ben era tan atento y se portaba tan bien con ella que no dejaba de experimentar nuevas sensaciones a su lado, confundiéndola. Intentaba no preocuparse en ello porque la agobiaba. No era una persona muy expresiva, le costaba estar de acuerdo consigo misma y no quería dañar a Ben ni dañarse a si misma.

- Ayy el amor –suspiró su amiga, fisgoneando a su lado, con ojitos brillantes e ilusionados.

- Calla, anda –se burló la afortunada dándole un pequeño empujón.

Ahora Ben tenia obligaciones como rey y pasaban poco tiempo juntos pero cada momento era especial. Pensando en estas cosas, se encaminó con sus amigos a las clases.

La mañana transcurrió con normalidad. La rutina solía ser mas o menos la misma. Evie se miraba en su espejo a menudo mientras charlaba con Doug, Jay y Carlos discutían sobre videojuegos, hablaban sobre el hurling o miraban a las musarañas, Mal dibujaba, ignorando el parloteo de chicas como Audrey que pedían consejos sobre peluquería y otras tonterías cursis y Chad se preocupaba por su impecable aspecto. Dejaron el material escolar en las taquillas y fueron juntos al comedor del jardín al aire libre.

En cuanto vislumbraron comida, Jay y Carlos corrieron a toda velocidad, empujándose y forcejeando para ver quien llegaba primero.

- Estos chicos solo piensan en comer –resopló Evie.

- A veces me pregunto si tendrán estómago de verdad –se cuestionó Mal con una mano en la barbilla, pensativa.

- ¡Mal!

La susodicha se viró como un resorte hacia el portador de esa voz. Y allí estaba Ben, corriendo entusiasmado hacia ella, atravesando el jardín y esquivando a los camareros. Sintió como su ritmo cardiaco aumentaba de velocidad al verlo. Estaba muy guapo. Vestía una camisa blanca de botones y unos vaqueros azules. Exhaló una exclamación de sorpresa cuando la alzó en brazos y dieron una vuelta. Los dos se rieron cuando él la dejó en el suelo de nuevo, tomados de la mano.

- Vaya menuda energía –comentó la joven, algo azorada por tal saludo.

- Lo tomaré como un "Me alegro de verte, Ben" –dijo Ben, de muy buen humor.

- Mas quisieras –replicó, haciéndolo sufrir un poquito. Evie carraspeó en ese momento.

- Ah, hola, Evie. Perdona –la saludó el joven rey con amabilidad.

- Espero que estés bien, Ben. Después te veo, ¿vale, Mal? –le guiñó un ojo a su amiga y se despidieron.

Agradeciendo un poco de intimidad, Ben se acercó a su novia y rodeó su cintura. La miró con cariño.

- ¿Cómo estás?

- Ya sabes, lo de siempre. Compañeros pijos, profesores aburridos y ejemplos de bondad desmesurada. Creo que hoy estudiamos la historia de tus padres –apoyó las manos sobre su pecho, sintiéndose cómoda entre sus brazos.

- ¿Ah, si? ¡Qué bien! ¿Y qué te ha parecido? –quiso saber con una radiante sonrisa.

- Que tu madre se enamoró de tu padre por esa enorme biblioteca, obviamente –comentó con total seguridad.

Ben soltó una carcajada y ella no pudo resistirse a su risa y se unió a él.

- Ese rumor lleva rondándoles desde hace muchos años –dijo el chico cuando se calmó.

- ¡Y con razón, rey novato! –se burló, alzando las manos con dramatismo.

El joven acarició sus brazos y se inclinó para besar su mejilla. El gesto la pilló por sorpresa y se quedó inmóvil, sintiendo como sus labios rozaban su piel y se erizaba. Se miraron a los ojos.

- Te he echado de menos –se sinceró con una tierna sonrisa.

Bum bum… bum bum… bum bum. El corazón de Mal latía fuerte y veloz, cada latido cargado de emoción. Su cercanía, en ciertos momentos, era tan intima y comprometedora que le costaba acostumbrarse. Quería responderle de la misma manera pero se limitó a sonreírle, cohibida. Con las manos entrelazadas, fueron a almorzar. La comida fue agradable y amena. Muchas conversaciones entre todos: Evie, Jay, Carlos, Ben, sus padres y ella. Un rato después, Ben robó un rato a Mal para pasar tiempo juntos. Pasearon por los alrededores del castillo.

- ¿Sabes que dentro de poco la Academia Auradon cumplirá diez años desde que se fundó?

- ¿En serio? Vaya como pasa el tiempo

- Si, es una de las cosas que he estado trabajando en la mañana. Lleva mucho trabajo. Es un evento importante

Mal lo observó atentamente. Ben había madurado mucho en esos meses como nuevo rey de Auradon, incluso parecía mas mayor. No podía llegar a imaginarse la responsabilidad tan grande que tenia en sus hombros.

- Imagino que te ocupará mucho tiempo –murmuró con una media sonrisa.

- Si, bueno, hago lo que puedo –sonrió algo avergonzado, masajeándose la nuca.

- Eres muy inteligente. Sabrás lo que tienes que hacer –dijo, convencida de ello mientras se distraía tocando los setos.

Ben se quedó mirándola enamorado. ¿Acaso podía haber algo que no le gustara de ella? Era obvio que no. Su extravagante ropa, su pelo violeta, su hermoso rostro, sus andares. En fin, todo. Sonrió como un idiota, mirándose los zapatos un momento.

- No deberías hacer eso

La joven se giró a medias para mirarlo, apoyada en un seto. Su expresión era de extrañeza.

- ¿A qué te refieres? –entornó los ojos, intentando entenderlo.

- Eres muy lista, seguro que sabes a que me refiero –dijo, bromista, acercándose a su posición con las manos en los bolsillos.

Se notaba que estaba bromeando, la estaba poniendo a prueba y su actitud relajada y divertida lo confirmaba. Alzó una ceja, curiosa.

- Según tú, ¿qué estaba haciendo?

- Bueno… para empezar, quizás no deberías andar como lo haces –sugirió con una encantadora sonrisa.

- ¿Estás sugiriendo que mis piernas son un problema? –fingió horrorizarse con una mano en la boca.

- Perdóname, eso ha sido una atrocidad. Quería decir si cabria la posibilidad… -se acercó un poco mas y no pudo resistir el impulso de acariciar sus mechones violetas- de que no tuvieras un pelo tan bonito.

- Oh… -murmuró la joven repentinamente nerviosa. Sus caricias le gustaban, la hacían sentir bien, querida.

Ben no podía dejar de mirarla. Sus ojos verdes se deleitaban con cada detalle de su rostro. Sus dedos vagaron hasta él y sus nudillos rozaron su mejilla.

- Suave… -susurró encantado con el tacto de su piel- ¿sabes, Mal? No sé como lo haces, pero cada vez que te miro, vuelvo a enamorarme de ti.

Ella no supo que decir. Cualquier coherencia entre sus neuronas se había disipado. Solo podía mirarlo a él y dejarse llevar por sus caricias. Nunca nadie la había hecho sentir tantas cosas como lo hacia él. Ben se inclinó lentamente hacia ella, seguro de lo que hacia y nervioso por su reacción, y sus narices se rozaron. Cuando sintió su cálido aliento y el aroma fresco de su perfume, Mal fue victima de una sucesión de emociones contradictorias. Por una parte, ser deseada de esa manera por alguien la hacia sentir querida de verdad, era una emoción intensa y cálida y le gustaba pero por otra parte, la inexperiencia y la inseguridad por un acto así la dejaba vulnerable y supo al instante que odiaba esa sensación. No supo controlar sus acciones cuando retiró el rostro y se separó de él, sin suavidad alguna.

- ¿Sabes? Creo que a lo mejor me planteo un cambio de vestuario –dijo con dificultad como si se le entrecortara la voz. Se abrazó a si misma.

El joven rey respiró hondo. Cuando la miró, estaba sonriendo como si no hubiera pasado nada.

- No lo necesitas. Me gustas tal y como eres –replicó con suavidad.

Volvió a acercarse a ella, mas cauto que otras veces y despacio, la abrazó por detrás. Mal se tensó al principio pero se relajó cuando sintió la respiración acompasada de Ben y suspiró, cerrando los ojos.