Todos los personajes pertenecen a Hidekazu Himaruya, sin ánimos de lucro.


I

La lluvia caía y parecía no tener fin. Había salido tarde de clases y ahora no tenía la menor idea de cómo regresar a su casa. No se había tomado la molestia de escuchar la predicción de meteorología y por supuesto, no había traído consigo un paraguas. Aunque no le importaba mojarse, no podía dejar que todos sus papeles se fueran al demonio. No podía permitir que les cayera una sola gota de agua en ellos o todo se vería arruinado por completo.

Agarró su móvil, él era su única salvación. No quería molestarle, ya le había causado demasiados problemas. Sin embargo, si se quedaba esperando a que escampara, era probable que nunca llegara a casa. Dejó todos sus útiles encima de una mesa y se dispuso a hacer la llamada.

—¿Berwald? —preguntó el muchacho impaciente. Esperaba tener la fortuna de que estuviera desocupado o algo por el estilo. Pero antes de que pudiera comunicarse con el sueco, la batería de su móvil decidió morirse en ese mismo instante —¡¿Pero qué rayos? —No podía creer la suerte que tenía.

Todo lo que quería hacer era regresar a la casa que compartía con el escandinavo y tirarse a la cama. Había sido un día bastante complicado y difícil. Apenas había tenido un poco de respiro entre clases y solamente quería descansar. Aparentemente, el tiempo no deseaba que así fuera, lo cual frustró al finlandés.

La cabina de la universidad había cerrado y ya se había despedido de sus compañeros. Sí, la mala fortuna quería jugarle una mala pasada.

Tal vez el sueco se daría cuenta de su situación y vendría a buscarlo, sin tener la necesidad de avisarle. Sí, eso podía suceder. Claro, eran casi las nueve de la noche. Era obvio que se iba a dar cuenta de su ausencia, solamente era cuestión de tiempo. Por supuesto, estaba contando con el hecho de que el trabajo de aquel hombre no había estado tan pesado como acostumbraba.

Berwald ya se había recibido y poseía su propia empresa de muebles en general. No solamente se preocupaba por la correcta administración, sino también por los diseños de los mobiliarios y todos los encargos que recibía. Dado la eficiencia en su trabajo, muchísima gente iba directamente junto a él. Había noches que venía tan agotado que apenas le saludaba y se acostaba a su lado.

—¿Qué voy a hacer ahora? —Tino estaba desesperado. Estaba ligeramente asustado, pues la ciudad no era precisamente muy segura al anochecer. Y debía reconocerlo, dependía demasiado de la protección del escandinavo.

Cierto danés acababa de salir de su oficina. Había terminado con algunos planos que había tenido pendiente y ahora se disponía a retirarse hacia su apartamento. Estaba bastante ansioso por irse a su sitio y descansar de todo ese exhaustivo trabajo de la semana. Se merecía al menos tomar un par de latas de cervezas para dejar de lado el estrés.

Después de subirse a su vehículo, condujo lentamente hasta la universidad. Tenía una maldita manía de ir hasta allí, pues sabía que Tino asistía a clases en ese lugar. Nunca había pensado realmente por qué hacia eso, parecía que quería asegurarse de que el finlandés estuviera a salvo. Y un día como ése, sin duda debía ver en qué andaba. Tal vez, se estaba preocupando al santo cohete.

Sin embargo, mientras se iba acercando a dicho sitio, vio como un rubio de mediana estatura salía corriendo hasta la parada de autobuses. ¿Acaso era él? El danés estacionó lo más rápido que le fue posible y luego, sin pensar demasiado, corrió hasta el muchacho.

—¡Oye, tú! —exclamó Magnus mientras que se iba aproximando al finlandés.

—¿Eh? —Había creído que ya todos se habían retirado y no había nadie más dentro del campus. Estaba sorprendido por encontrar a ese hombre en particular rondando por allí.

—¿Por qué diablos sigues aquí? ¿Tanto te gusta la facultad? —preguntó mientras que le pasaba la mano para que pudiera levantarse.

—No, no —Sacudió la cabeza —. Mi móvil ha decidido tomar una siesta y no he traído paraguas —respondió con algo de vergüenza. No esperaba nada del danés, excepto alguna risa burlona.

Tino estaba un poco extrañado por la presencia de Magnus. Si bien se conocían bastante bien, por pertenecer al mismo circulo de amigos durante la infancia, aún le resultaba un poco raro. Sin embargo, no tenía tiempo para preguntarle nada al respecto. Al menos, alguien venía a ayudarle o es lo que parecía.

—¡Ah, supongo que no queda más remedio! —dijo con falsa molestia. Sentía un poco de pena por el muchacho y además, vio que sería una perfecta oportunidad para conocer un poco más al finlandés —¡Ven, te voy a llevar! —comentó como si fuera todo un héroe por hacer semejante acción.

—¡Gracias! —Tino no pensó demasiado, solamente quería irse de allí de una buena vez.

Realmente la lluvia había hecho estragos al tránsito. Todo estaba lleno de raudales y era casi imposible cruzar las calles, debido a lo rápido que iba el agua. El finlandés suspiró aliviado luego de entrar al elegante auto del danés. Era casi como un salvador para él, pues si no se hubiera aparecido de esa manera, no sabría cuándo podría regresar a su casa. Dejó sus carpetas sobre los asientos traseros y luego se acomodó al lado de Magnus.

—¿Cómo es posible que Berwald no haya venido a buscarte? —se quejó éste mientras que intentaba manejar con tanto caos en medio.

—Supongo que tiene mucho trabajo —respondió, sin darle mucha importancia al asunto —. Es mi culpa, debí cargar mi móvil antes…

—¡Claro qué no! Cuando le vea, le diré el pésimo trabajo que hace para cuidarte… —Lucía algo molesto.

—No, no hace falta —Tino no entendía por qué se había puesto de ésa manera. Quizás era producto de su cansancio, así que prefirió no decir nada al respecto y se recostó por el asiento.

El viaje hasta la casa de Berwald y Tino tomó más tiempo de lo que Magnus había previsto. La lluvia continuaba sin cesar y un par de relámpagos ya se habían divisado. Las veces que habían sonado los truenos, el finlandés saltó ligeramente, pues no era un sonido que le causaba mucha simpatía.

Cuando el auto se detuvo, el muchacho planeó bajarse. Sin embargo, el danés no se lo permitió. Le agarró de la mano, para que no pudiera hacerlo. Miró hacia la casa, no había ninguna luz y el vehículo del sueco todavía no se hallaba allí. Si se tratara de cualquier otra persona, no le hubiera importado. Pero era evidente que no podía dejar que Tino se quedara por su cuenta. ¿Qué iba a pasar si la luz se iba y alguien entraba?

Definitivamente Berwald se estaba descuidando demasiado y se lo iba a decir cuando tuviera la oportunidad. Pero ahora debía solucionar ese inconveniente primero.

—Quédate conmigo esta noche —El danés tampoco quería pasar a solas esa noche —. Cuando lleguemos a mi apartamento, llamaremos a Berwald. ¿Qué dices?

—Um, bueno… —No estaba seguro de la propuesta que le había hecho Magnus. No quería meterse en ningún lío con Berwald o que éste peleara con el danés por su culpa. Sin embargo, el trueno que siguió a la petición de aquel hombre, le hizo dudar —. Supongo que sí le avisamos, no debería haber problema…

—¡Te prometo que lo vamos a pasar bien! —exclamó entusiasmado mientras que veía cómo el agua caía por el rostro del finlandés —. Aunque creo que deberías tomar una ducha primero…

Magnus aceleró a todo lo que podía dar mientras que el finés se sostenía de su asiento. Quizás debió sacar alguna ropa antes. Realmente no sabía que esperar de aquel hombre. Pero estaba seguro de que iba a ser una noche por de más entretenida. Miró su teléfono, ¿nada malo podía suceder esa noche sin la compañía del sueco, verdad?

—¿Qué estabas haciendo por allí? —indagó Tino, quien no pudo más con su curiosidad.

—¡Ah, buena pregunta! —respondió rápidamente —. Es que quería ir a la tienda y luego te encontré —explicó. Ni siquiera él se lo creyó, pero esperaba que fuera suficiente para el otro.

—¿A estas horas y con esta lluvia?

—¡Es viernes! No he tenido el tiempo para comprar y quería tomar una buena cerveza. Ya sabes, para pasarla bien —guiñó el ojo al muchacho.

Conversaron un rato más hasta que llegaron al edificio donde estaba el apartamento de Magnus. Si bien no sustituía al sueco, le agradaba tener una charla de más de dos líneas. Podía hablar prácticamente de lo que fuera con el danés y este le respondía gustosamente. Había estado tan ocupado con los trabajos de la facultad y dedicado su tiempo libre al escandinavo, que había olvidado lo divertido que resultaba ser el danés.

—¡Sólo falta poco para llegar! —Quiso animar un poco al finlandés, quien lucía un poco cansado —. Está en el quinto piso, ¡adelante!

Al ingresar al apartamento de Magnus, Tino se quedó observando todo su alrededor. Era evidente que era el típico apartamento de soltero: Enorme televisor plasma, una especie de bar y el dormitorio era bastante grande. La decoración era discreta y sobria, lo que esperaba de aquel hombre. La sala estaba algo desordenada, pero no le importó. Dejó sus libros y demás materiales sobre la mesa en cuestión.

Mientras que dejaba que Tino se acomodara, Magnus caminó hacia al balcón. Sólo se veían los relámpagos y nada más, todo yacía en una enorme oscuridad. Después escuchó cuando el finés estornudó.

—¡Vaya, vaya! Va a ser mejor que te vayas a la ducha —le recomendó el danés —¡Te prestaré mi ropa!

—¿No es mejor si llamamos a…? —Volvió a estornudar antes de poder terminar lo que estaba diciendo.

—¡Sí, sí! ¡Luego! —Después se dio cuenta que era la primera vez que Tino estaba su apartamento —¡Pasa por la habitación, es la puerta a la izquierda!

Después de marearse un poco, el finlandés llegó al baño de aquel hombre. Se preguntaba si realmente el sueco no tendría problemas con todo esto. Bueno, mientras que no ocurriera nada, no había necesidad de preocuparse por ello. Era mejor apresurarse y meterse a la ducha de una buena vez. No tenía ninguna intención de coger una gripe por culpa de esa maldita y copiosa lluvia.

Se quitó toda la ropa y se relajó. A pesar de tener un montón de preocupaciones en su interior, esa agua parecía calmarle por completo. Podría pasar horas enteras sin darse cuenta. Incluso se olvidó por unos momentos en donde se encontraba. Después de todo lo que había ocurrido esa tarde, no había nada como esa sensación en la cual el mundo no existía.

Magnus dejó alguna ropa que podría quedarle al finlandés, en tanto éste estaba en la ducha. No iba a mentir, quería ir a mirar un poco. Pero no quería incomodar al muchacho. Si las cosas salían mal, no solamente iba a perder a su mejor amigo, si no que tampoco iba a tener una segunda oportunidad con Tino. Aunque no quería hacerlo, tenía que pensar bien antes de actuar. Dejaría que el finlandés se diera cuenta de lo que se estaba perdiendo.

—¡La ropa está sobre la cama! —exclamó el danés desde aquel sitio.

El finlandés salió tímidamente del baño, con la toalla rodeando su cadera. Tenía algo de vergüenza, no había estado así con otro que no fuera el sueco. Su preocupación de que aquel malpiense toda la situación se incrementó ligeramente, pero no había mucho que hacer realmente. Después de ponerse la ropa, fue a la sala de estar, en donde Magnus le estaba aguardando.

—Espero que no hayas tenido que esperar mucho —rió y se sentó en el otro extremo del sofá donde también estaba el danés.

—¡No! ¡He estado disfrutando de esta cerveza! ¿Quieres tomar algo? —Se levantó para buscar una copa en la cocina.

—Bueno, supongo que podría tomar algo de vino —opinó el muchacho. Tal vez podría divertirse un poco, antes de ir a dormir.

Enseguida el danés regresó con una botella y la copa para el finlandés. Le sirvió un poco y después volvió a agarrar su lata de cerveza.

—¿Y qué tal van las cosas con Berwald? —indagó Magnus, muy curioso por saber qué sucedía entre ellos.

Desde la secundaria que salían y apenas Tino terminó el bachillerato, se habían mudado juntos. No había un momento en la cual no hubieran estado juntos. No estaba seguro cuanto tiempo había pasado, ¿quizás unos cuatro o cinco años? Magnus no entendía cómo aquel joven que estaba a unos pocos centímetros de distancia, aún no se aburría del sueco.

—Bien —dijo simplemente, no con demasiada emoción como uno lo esperaría. Parecía que el danés había tocado una vena delicada y no tenía planes de retirarse.

—¿Bien? ¿Nada más que bien? ¡Vamos, Tino! ¡No me mientas! —insistió. De cierta manera estaba contento con el hecho de que la relación de esos dos no anduviera a la perfección. Sin embargo, debía disimular la sonrisa que se le quería escapar.

Le había pillado desprevenido. Había preferido evitar el tema y hablar de cualquier otra cosa menos eso. No obstante, sabía a la perfección que Magnus no se iba a detener hasta conseguir una respuesta satisfactoria. Desde hacía tiempo que sentía que la relación con el sueco no marchaba como quería y temía que si lo admitía en voz alta, sería completamente real. Incluso creyó que estaba exagerando con la situación.

—¡Puedes decirme lo que sea! Se quedará entre nosotros —aseguró el danés de manera convincente.

Tino dudó, pero finalmente decidió hacerlo. Tal vez era el alcohol haciendo efecto, pero en fin…

—Es que siempre está con mucho trabajo. Entiendo que tenga muchos clientes, pero… —Tomó un sorbo y continuó con lo que estaba diciendo —. ¿No puede volver más temprano? A veces, pienso que prefiere estar allí antes que conmigo.

—Ah, no creo sea eso. Será un completo idiota pero…

—Es ridículo, ¿verdad? —preguntó avergonzado —. No debería estar quejándome de esto.

—¡No es ridículo! —Magnus agarró al finlandés y se aproximó bastante cerca al rostro de aquel. Estaba determinado a hacerle sentir un poco mejor al respecto —. Te mereces alguien que te sepa valorar, alguien que estaría dispuesto a dejarlo todo cuando tú se lo pides, alguien que no sea un maldito aburrido.

El finlandés estaba comenzando a dudar de las palabras del danés. Es decir, podría tener algo de razón. Estaba agotado, no quería pensar demasiado en ello.

Magnus sabía que lo iba a hacer a continuación. Debía aprovechar esa ocasión antes de que se le escapara de las manos. Acarició el rostro del finlandés, quien levantó la mirada inmediatamente. No tuvo mucho tiempo para reaccionar porque enseguida el danés posó sus labios encima de los suyos. Aunque había tratado de no hacer nada de lo que pudiera arrepentirse luego, no pudo evitar caer en la tentación que suponía aquel hombre.

Ni siquiera podía rememorar la última vez que el sueco le había tocado. Había estado tan involucrado con sus propios asuntos, que parecía se había olvidado por completo de él. Sí, sabía muy bien que estaba mal al permitir el avance de Magnus. ¿Pero qué podía hacer? Se sentía por demás bien al darse cuenta de que tenía toda la atención del dueño de casa.

—Sólo dame una oportunidad —susurró el danés mientras que sonreía y contemplaba al finlandés.

En tanto eso ocurría en el apartamento del danés, Berwald había regresado a su casa. Eran casi las diez de la noche y estaba muerto. Había querido regresar antes, pero el caos desatado en las avenidas principales le había impedido su cometido. No quería pensar en ello, su prioridad era Tino. Le había preocupado el hecho de que cada vez que le llamaba a su móvil, le mandaba directamente al buzón de voz. Esperaba que fuera simplemente porque estaba dormido.

Sin embargo, al ingresar a su hogar, se notaba que no había un rastro de vida. Se apresuró y se dirigió a la habitación principal. No había rastro del finlandés por ninguna parte. Tampoco se hallaban sus cosas de la universidad. Le extrañaba que no le hubiese avisado de nada en lo absoluto. A pesar del cansancio, lo primero era averiguar cuál era el paradero de Tino. ¿Y si le había pasado algo mientras que estaba trabajando?

Pasó una buena cantidad de tiempo pensando en qué debía hacer. ¿Acaso estaba en lo de Eduard? ¿Seguía en la universidad? ¿Se había ido a alguna fiesta sin avisarle?

Tenía demasiadas dudas… Cuando repentinamente sonó el teléfono. El sueco corrió para atenderlo, pues podría tratarse del muchacho.

—¿Tino?

—No, pero para tu gran fortuna te está hablando Magnus —contestó el otro.

—¿Qué quieres? —No pudo haber elegido peor momento para hacer aquella llamada. No iba a mentir, estaba bastante decepcionado.

—Hay algo que debo decirte que supongo que te interesará —explicó de manera juguetona.

—No tengo tiempo…

—Tino está conmigo en este momento —interrumpió el danés.


Culpen a mi caprichosa musa por esta historia. Es un mini-fic.

¡Gracias por leer!