Sálvame de mí.
No se lo he dicho a nadie pero, quiero morir.
Despierto cada día llorando por no haber dejado de existir cuando cayó la noche del ayer, despierto cada día preguntándome con lágrimas descendiendo de mis ojos: ¿Para qué comer? ¿Para qué hacer amigos? ¿Para que preocuparle a las personas sobre alguien tan inútil como yo? ¿Para qué seguir vivo cuando el mejor regalo que pudieron haberme dado era la muerte? ¿Para qué?
¿Me vas a hacer decírtelo? Bien, me has arrinconado.
Toda mi vida he tenido una fuerte depresión, no esperaba decírtelo por miedo a que te preocuparas, por miedo a preguntarte "¿Y si hubiera hecho algo?" al momento de saber que yo ya me he ido.
Es tan egoísta de mi parte, ¿Por qué irías a desperdiciar tu valioso tiempo en algo marchito? ¿En algo que se refugia en la literatura para esconder sus inseguridades, miedos y rencores?
Me pregunto frente al espejo: ¿Cuál cuerda es la que aprieta más? ¿Cuál cuchillo será el más filoso para que corte mi garganta como papel? ¿Cuál edificio será el más alto para la caída? Tengo miedo a vivir.
Y entonces dejaron de gustarme muchas cosas, dejé de sentirme como alguien "Vivo", dejé de saborear con mi boca las mismas cosas de antes. Ahora todo es negro, ahora nada tiene sabor, ahora mis oídos han dejado de escuchar, ahora es el momento de alivio que debe pasar por tu mente al saber que fui alguien pasajero, alguien por quien me alegro no te encariñaste lo suficiente para extrañarme.
Subo al pequeño banquito de mi habitación, entrelazo la cuerda a mi cuello y doy un salto, ¿Sabes qué pasó al final? Luché, traté de pelear por la vida, mis manos se enrojecieron por la fricción que hicieron contra la cuerda.
Me has encontrado así.
Me has encontrado feliz, sabiendo que he logrado mi objetivo
