Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer... yo sólo juego con ellos con mucha ilusión y sin ánimo de lucro... mi único pago son vuestros comentarios
Summary: Bella es una chica que huye de la justicia. Se esconde junto a sus amigas y un montón de chicos guapos en una casita rural. Allí vivirán muchas aventuras. Colección de One Shots HOTs con un hilo conductor común, pues todos trancurren en un mismo lugar.
Note: Esta historia surgió de una locura que se salió de madre entre las lectoras de una historia de otro foro… y acabamos haciendo una recopilación de HOTs con un montón de personajes famosos y nuestros queridos personajes de la saga… aquí os traeré sólo los que son míos, pues a los demás no tengo derecho… si alguien está interesado en leerlos, que me avise… le mandaré el enlace por un privado sin problemas, pues hay relatos muy buenos…
Rating: M ~ One Shot HOT +18 ~ Este relato contiene escenas de sexo explícito, así que estás avisado... si sigues leyendo es por tu propia decisión, luego no te vengas quejando...
~ En la casita rural ~
~ Hugh Jackman & George Clooney ~
Cuando volvimos de rescatar a Ángela de la prisión por haber matado a Mike Newton, nos escondimos todas con nuestros cómplices en la casita rural que teníamos preparada. Era una casita muy espaciosa, con sitio para todos: Vin Diesel y Paul Walker (los conductores de la huida), Hugh Jackman y George Clooney (los que la habían planificado), los Cullen, los Vulturis y los lobos (que habían aportado sus conocimientos en la lucha cuerpo a cuerpo y sus distintos dones), así como todas las chicas que habían colaborado en el rescate.
No nos parecía justo que ella pagara por algo que habíamos estado deseando hacer todas: Cargarnos a Mike. Sólo que ella llegó primero y la pillaron. Así que aquí estamos todos juntitos, con dos semanas por delante y nada que hacer, salvo mantenernos escondidos hasta que pasara todo. Algo tendríamos que idear para entretenernos, ¿no?
La casita rural contaba con todas las comodidades modernas, era como un mini-hotel especialmente diseñada para escapaditas románticas. La casita estaba en la orilla d un lago, en una zona muy aislada. El bosque que rodeaba la casita era denso y viejo, con mucha vegetación. Las diferentes habitaciones estaban diseñadas como suites individuales, para permitir una mayor independencia a los veraneantes.
Había hasta habitaciones temáticas, decoradas y acondicionadas con diferentes ambientes: chill-out, romano, vikingo, futurista, manga-anime, naturalista, estilo Jane Austin, cavernícola, post-moderno, guerrillero, gótico, mega-fashion, minimalista, etc. Había hasta una sala Sado-maso, para los más perver. Y además contaba con spa, gimnasio, piscina climatizada y al aire libre, una galería comercial, una sex shop incluida y una tienda d recuerdos. Estaba todo preparado para satisfacer las más exigentes fantasías.
Cuando estaba terminando de informar a la peña de donde estaba todo en la casita rural, unas manos enormes rodearon mi cintura y una voz grave de lo más sexy me susurró al oído:
_ Hola, mi amor. Yo soy el lobo. Quiero tenerte cerca para oírte mejor – me cantaba al oído -. ¡Hola, mi amor! ¿Soy yo tu lobo? Quiero tenerte cerca para sentirte mejor…
En ese momento no le dejé seguir con la canción 'Caperucita Feroz' de Orquesta Mondragón. Estaba mordisqueándome la oreja y me estaba poniendo a cien... Así que me di la vuelta y le comí los morros de mala manera. Sus labios son gruesos y sexy y me quedaría para siempre relamiéndole los labios, si no tuviera otras partes de su anatomía tan interesantes. Me cogió entre sus fuertes brazos y me llevó a nuestra habitación, la suite principal.
Sus fuertes piernas me rozaban en las nalgas al subir los escalones, haciendo llegar estremecimientos de anticipación a todos los rincones de mi cuerpo. Sus musculosos brazos me llevaban sin ningún esfuerzo, bien cerquita de su torso. Sus bien desarrollados pectorales me quitaban el aliento. Tenía mis brazos flojamente alrededor de su cuello y le acaricia suavemente la nuca, haciendo dibujitos con mis uñas sobre su piel.
Cuando llegamos al cuarto, me depositó suavemente en el centro de la enorme cama y fue quitándome una a una todas las piezas de ropa. Primero me quitó unas lindas sandalitas rojas de tacón alto, cogiendo con suavidad mi tobillo y besando mi empeine mientras desanudaba las tiras. Luego bajó los tirantes de mi top blanco con la boca, dejando un rastro de besos húmedos e intensos a su paso.
Cuando dejó a la vista mi sostén, repasó el encaje negro que adornaba el filo del escote con los dedos, haciendo que mis pezones se remarcaran como queriendo acercase para obtener sus caricias. Cuando bajó la cremallera de mi minifalda negra me hizo levantar las caderas para bajármela por los muslos. Mientras me sacaba la falta, iba recorriendo con sus manos bien abiertas todo el contorno de mis piernas, sensibilizan aun más todas mis terminaciones nerviosas.
Cuando me tuvo con tan sólo la ropa interior negra, esa tan sexy llena de encaje que sólo me ponía para él, se quitó poco a poco su ropa haciéndome el mejor strip-tease de mi vida y al terminar me hizo tumbarme boca abajo en medio de la cama.
Noté cómo se alejó de la cama para buscar algo y volvió enseguida con un bote de aceite para masajes con un sutil aroma a azahar. Empezó extendiéndolo por los dedos de mis pies, dándoles, subiendo por empeine, luego por los tobillos y siguió por las pantorrillas. Según iba subiendo, apoyando mis pies en su regazo, donde su miembro ya estaba más que preparado para lo que fuera. Cuando llegó a los muslos recorrió la cara externa, dejándome con una queja silenciosa entre los labios.
Repitió el proceso con una pierna y luego la otra, una y otra vez, acercándose cada vez más al interior de los muslos. Antes de llegar a tocarme ahí, pasó a darme un masaje en la espalda. La frustración iba a poder conmigo, pero no podía girarme ni moverme pues estaba a caballo sobre mis muslos para tener un mejor acceso a mi espalda.
Desde donde estaba sentado se inclinaba sobre mí para darme el masaje con movimientos lentos y sensuales, con la consecuencia de que su erección se situaba entre mis nalgas y se friccionaba en toda su longitud. La ropa interior que nos separaba no era un impedimento para que las vibraciones de placer me recorrieran enteramente, finalizando en lo más profundo de mi femineidad.
Sus milagrosas manos estaban llevándome por el camino de la perdición. Sus labios dejaban caer besos de forma aleatoria por todo mi cuerpo, centrándose en mi cuello y la nuca, que estaban sobreexpuesto por el masaje erótico que estaba recibiendo. No se limitaba a frotarme la espalda, sino que sus manos acariciaban el borde de mis senos, llamándolos a la vida, despertándolos al placer, prometiendo unas atenciones que no se harían de rogar mucho más.
Me hizo darme la vuelta y continuó con el masaje por delante. Ahora fue al revés con el masaje y los besos, empezando por mi cuello, bajando hasta mis pechos ya liberados, siguió hasta mi ombligo y saltó hasta mis pies para seguir subiendo. Mi nivel de ansiedad estaba llegando al límite, este no era un masaje relajante para nada, me estaba poniendo muy mala y más ahora que podía verlo. No era sólo ver lo que me estaba haciendo, sino verlo a él en toda su plenitud y su masculinidad arrolladora.
Su mirada hacía que mi piel se inflamara de deseo, los calores recorrían mi piel para acabar en el foco de su atención: mi tanga negro, completamente de encaje. Una humedad delatora lo había dejado casi transparente. Según iba subiendo por mis piernas, esta vez por la cara interna de mis muslos, sus dedos llegaban más allá del encaje, internándose en las profundidades donde más lo deseaba.
Lo necesitaba con desesperación. Su short estaba más que cedido, se le había quedado pequeño y yo no podía apartar la mirada de él. Me incorporé ligeramente, hasta aferrar la cinturilla de los mismos y se los bajé. Cuando su erección quedó liberada y ante mis ojos, pareció crecer aun más, intentando llamar mi atención, reclamando mis cuidados.
No podía dejar de atender semejante necesidad. Cuando lo hube valorado y apreciado correctamente en toda su magnitud, se unió a mi en la cama y nos enzarzamos en la pelea más antigua de todos los tiempos. Mis uñas le arañaban la espalda, instándolo a continuar ya.
Cuando finalmente entró en mí, la sensación de plenitud me hizo gemir intensamente. Me aferré a sus caderas con mis piernas, para no dejarlo escapar jamás, dejándome llevar en un suave movimiento de vaivén que intensificaba mis sensaciones y mandaba ramalazos de placer por todo mi cuerpo.
Su boca no estaba ociosa. Se paseaba por mis pechos, mordisqueándolos, besándolos, torturándolos despiadadamente. Cuando no, me besaba en los labios como si quisiera atrancármelos de cuajo, con desesperación, tragándose mis gemidos como yo los suyos. Nuestra manos entrelazadas estaban sobre mi cabeza, apoyadas en la cabecera de la cama, sirviendo como punto de apoyo para reafirmar las embestidas y hacerlas más intensas.
En una de estas, los estremecimientos orgásmicos me recorrieron por dentro, haciendo que me aferrara aun más a él, desencadenando una explosión de placer que nos llevó a ambos a las más altas cotas. Se recostó sobre mí, me acarició la mejilla y me dio un beso lleno de ternura. En ese momento me lo quedé mirando y me relamí los labios pensando en las todas las maravillas que nos depararían las siguientes horas.
Me desperté sintiendo su caricias en mi espalda. Tenía que haberme adormecido después de la última vez que gozamos de los placeres del mejor sexo que podía recordar. Mi Lovezno, todo para mí sola, había sido lo mejor en mucho tiempo. Pero llevábamos ya muchas horas en la cama y necesitaba cambiar de aires, dadme un respiro y cambiar de ambiente.
Así que le propuse acercarnos al salón de baile a movernos un poco, pero ahora en plan vertical, claro está. Le pareció una gran idea, no en vano es un esplendido bailarín. Así que Hugh me siguió hasta la ducha doble, especialmente diseñada para acoger a parejas. Allí me frotó suavemente con jabón todo el cuerpo, recorriendo todos mis rincones, explorando de nuevo todos los lugares que ya había adorado de mi cuerpo a lo largo de las muchas horas de la tarde.
Volvió a hacer nacer en mí el deseo, que nunca se había apagado del todo. Él ya estaba dispuesto y nos enzarzamos en la más antigua de las luchas. Me levantó en vilo y me empotró contra la pared de la ducha. Me aferré a él con las piernas en su cintura y mis brazos alrededor de su fuerte torso. Sus manos me sujetaban por las nalgas, para que no resbalara, mientras me embestía una y otra y otra y otra vez…
Y así, con un grito inarticulado, me dejé ir entre sus brazos. Mis miembros no me respondían, parecían gelatina. Poco a poco me fue bajando, depositándome bajo el grifo de la ducha y terminamos enjuagándonos mutuamente el jabón.
Al rato, cuando por fin salimos de la ducha, me secó suavemente con una toalla mimando dulcemente mi piel, dejando un rastro de besos por donde iba secándome. Cuando yo estuve lista, le tocó su turno. Recorrí su magnifica anatomía, sin dejarme un solo centímetro sin revisar, secando las gotas de agua que no se habían evaporado aun.
Cuando ambos estuvimos secos, él eligió para mí un conjunto de lencería de encaje negro con un lacito rosa. Cogió el sujetador y lo sostuvo frente a mí para que metiera los brazos. Me lo abrochó mientras yo lo estaba sosteniendo y se dedicó a acomodar mis pechos dentro de las copas del sujetador, torturando de paso mis pezones.
Luego me ayudó a ponerme el tanga, subiéndomelo lentamente mientras me acariciaba las piernas desde la punta de los dedos de los pies, pasando por la corva, hasta llegar a la parte superior de mis muslos. A su paso iba dejando un rastro de besos ligeros que me hacían estremecer.
Me puso el tanga en su sitio sin ninguna intervención por mi parte, acariciándome íntimamente con una gran sutileza, levemente, pero dejándose sentir. Las oleadas de deseo recorrían mi cuerpo, pero no me dio la satisfacción que tanto estaba anhelando.
Podía ver perfectamente como su miembro se iba agrandando otra vez, preparado para la batalla. Cuando se hizo evidente que no iba a continuar, escogí unos bóxers negros para él. Al agacharme para ponérselos, tuve su excitación justo delante de mí y no pude evitar acercarme para probar su sabor.
Recorrí su glande con mi le lengua, haciendo brotar una gotita de humedad. Retiré esa solitaria gotita con el dedo, me lo llevé a la boca pícaramente y ahí lo dejé. Su garganta emitió un gruñido involuntario, pero sus bóxers ya estaban en su sitio y no íbamos a volver a atrás ahora.
Habíamos decidido salir al mundo exterior, más allá de las puertas de mi habitación y eso es lo que íbamos a hacer. Pero tenía unas ganas locas de seguir en la faena… No, mejor salíamos. Hay que cambiar de ambiente de vez en cuando. Después de eso, nos pusimos ropa elegante para bajar a bailar.
Mi vestido de fiesta rojo con escote palabra de honor hacía juego con unas preciosas sandalias de tacón de aguja. Él con su esmoquin, negro por supuesto, sería la envidia de cualquiera. No por nada es el hombre más sexy del mundo. Él me ayudó a abrochar la cremallera de mi vestido, pasando sus manos por mi espalda en el proceso, provocándome un estremecimiento que recorrió todo mi cuerpo.
Cuando le tocó el turno a mis zapatos, cogió mi pie entre sus fuertes manos y, mientras me ponía la sandalia, iba acariciando mi pierna hacia arriba, hasta perderse por debajo del vuelo de mi falda. Mi sexo palpitaba, ansiando las caricias que antes había dejado a medias. Después de un pie, le tocó al otro y yo ya no podía quedarme quieta. Me retorcía entre sus brazos.
Pero teníamos que dejarlo ahí. Eso sí, no iba a ser yo la única que saliera del cuarto en un estado de excitación. Le ayudé a ponerse la camisa, recorriendo sus pectorales con mis manos abiertas, apreciando su tableta de chocolate en toda su extensión. Fui abrochando uno a uno sus botones, mientras mi inquieta boca buscaba sus pezones para besarlos y succionarlos levemente.
Luego le tocó el turno a sus pantalones. El bulto de los bóxers era más que evidente y cuando subí la cremallera de los pantalones no me corté en acariciarlo por encima. Pude apreciar perfectamente como dio un blinco, como acercándose a mi mano, pidiendo más atenciones. Pero si yo me tenía que quedar con las ganas, él también…
Después del cinturón y la chaqueta ya sólo le faltó la pajarita. Se sentó delante de mí de espaldas y se la anudé mientras iba mordisqueándole la nuca. Cuando al fin estuvimos los dos vestidos, lo que más nos apetecía era desnudarnos y darnos a la fiesta otra vez, pero irnos así ahora a bailar, sabiendo lo que vendría después era aun más excitante. Saber que pasaría el resto de la noche empalmado, pensando en mí, era toda una experiencia.
Cuando llegamos al Salón de Baile estaba vacío. Me acerqué, apreté al Play y fui hacia él para bailar entre sus brazos. En ese momento se puso a sonar a todo volumen una polca y, ante mi cara de espanto, Hugh empezó a bailarla por toda la pista. Cuando conseguí dejar de reír y recuperé la compostura cambié el disco.
Como no, puse un remix mío con todas mis canciones preferidas. Sonó una bachata y me estrechó entre sus brazos, acercó nuestras caderas, intercalando nuestras piernas, poniendo su muslo entre los míos, rozándome íntimamente a pesar de todas las capas de ropa. Podía notar toda su excitación y necesidad, con semejante bulto apretado contra mí no había forma de eludir esa realidad.
Según nos íbamos moviendo lentamente por la pista, su mano en mi espalda reducía el espacio entre nosotros a la nada. Con la otra manos sostenía la mía entre nosotros y torturaba mis pezones a través del vestido o incluso por dentro del escote. Su boca sobre mi cuello transmitía estremecimientos de placer por todo mi interior y su muslo frotándose una y otra vez entre mis piernas me estaba excitando más allá de la razón.
En ese momento oí otra voz cerca de mi oído.
_ ¿Puedo unirme? – decía George Clooney a mi espalda.
Hugh se me quedó mirando y yo los miré a los dos alternativamente, pensando en la gran suerte que tenía de tener a los dos hombres más sexys de la tierra disponibles sólo para mí. Mi carita debió transmitir que no me importaba que se uniera, nada más lejos de la verdad, así que con una sonrisa pasamos a ser tres bailando.
George se apretó a mi espalda, pasando sus manos entre nosotros, asiendo mi cintura con una mano y mis pechos son la otra. Con esa cercanía fui capaz de apreciar el impresionante estado de excitación que presentaba. Su miembro se apretaba contra mis nalgas, haciéndose notar a través de las capas de ropa. Mi excitación estaba llegando a un punto peligroso, con semejante armamento a mi alcance.
Por si eso no fuera bastante, George se dedicó también a besar con desenfrenada pasión mi cuello y los lóbulos de mis orejas. Hugh hacía lo propio en el otro lado y yo me estremecía por todas partes, con una sobrecarga de estímulos. Nos habíamos ido acercando bailando poco a poco al borde de la pista, donde se hallaban unos reservados.
Unas cortinas escondían las mesas y los sillones de la vista de los bailarines. En un determinado momento, cruzamos las cortinas y me acomodaron sobre la mesa. Mis piernas caían por un costado de la mesa y mi cabeza sobresalía por el otro extremo.
Cuando me tuvieron a su merced, uno se ocupaba de mis pechos mientras el otro levantaba mis faldas. Uno besaba mis labios, mientras el otro besaba mis otros labios. Mis manos inquietas acariciaban cualquier parte de sus cuerpos que se ponía a mí alcance. Con un gran esfuerzo de concentración conseguí aflojar los pantalones de ambos, que cayeron de sus caderas, proporcionándome así un mejor acceso a sus miembros.
Cuando los tuve en mis manos, me dediqué a jugar con ellos, devolviéndoles todo el placer que me estaban haciendo sentir. Los gemidos de los tres se entremezclaban indistintamente. George acercó mis caderas al borde de las mesas y entró en mí de una sola embestida. Involuntariamente mordí el labio de Hugh, lo cual lo excitó aun más que mis gemidos.
Cuando George estaba a punto de irse se intercambiaron y yo me ocupé de él, relamiéndome de gusto. Las fuertes embestidas de Hugh habrían volcado la mesa si ésta no estuviera atornillada al suelo. Antes de que terminara dentro de mí, George ya estaba listo otra vez y volvió a la carga conmigo… Las oleadas de mis orgasmos no dejaban de subir y subir y subir, llevándome más allá de lo que nunca creí posible. Fue una noche placenteramente interminable…
~ Fin
N/A: Espero que os haya gustado este relato... Animaos a dejadme vuestra opinión en un review... Recordad que los coments son el único pago de los escritores aficionados
Tengo más HOTs escritos para este recopilatorio de OS's y los iré subiendo aquí mismo... Así que nos vemos el próximo sábado con el 2º OS: "Carlisle y Jacob" Besos a todos
