London After Midnight
"Kuroshitsuji" no me pertenece, sino a Yana Toboso.
Chapter I ‒ The Writer
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La noche aterciopelada penetraba por la ventana, mientras el muchacho dormitaba sentado al escritorio. Pilas de papeles se tambaleaban, precarias, a impulsos de la brisa que agitaba también las sencillas cortinas de algodón blanco (que ya amarilleaban). En los folletines policíacos, o en las novelas góticas, siempre se ocultaba algún desconocido, enigmático, lleno de sombrías intenciones, tras las cortinas oscilantes...
Pero esto no era, definitivamente, un relato de misterio.
El escritor durmiente estaba solo en el diminuto y abarrotado despacho, babeando sobre su propia mesa de forma muy poco fantástica o romántica. Se llamaba Arthur Conan Doyle.
Las campanas de la Iglesia cercana vibraron. Doce veces. Y tuvieron la virtud de despabilar al muchacho por fin, que gimió angustiado; ¡no podía permitirse el lujo de una siesta!, ¡tenía que entregar un manuscrito a su editor en tres días...!
Se preguntaba cómo mínimo cien veces al día si valía la pena continuar escribiendo, si no debería seguir sencillamente con la óptica, con la que se ganaba el pan, en lugar de consumirse desarrollando historias que apenas leía nadie y que los críticos desdeñaban. Jamás llegaría a nada, ¿verdad...? Continuaría empobrecido hasta el fin de sus días... Malviviendo en una casa más pequeña que una caja de zapatos, con vistas a un callejón sucio y ennegrecido de uno de los barrios más insignificantes de Londres.
Ni siquiera contaba con la 'satisfacción artística' de vivir en una 'bohemia' buhardilla, con la City a sus pies... (La City, atareada y bulliciosa bajo el ardiente sol de mediodía; y después de la medianoche... centelleante, enigmática... y peligrosa) Su casa diminuta y destartalada no podía ser más prosaica y gris, y Arthur sencillamente era... el más anodino de los muchachos anodinos que tropezaban con sus propios pies cada mañana de camino a un trabajo aburrido, estéril. No... desde luego no lucía cómo un poeta, cómo un artista.
‒Sino cómo un fracasado.‒Musitó, con un suspiro que, cómo una pequeña brisa, alborotó los papeles esparcidos por el escritorio. Sí, hasta sus mínimos gestos tenían siempre algo de estúpido y patoso... Dos páginas abarrotadas de la letra pequeña y minuciosa de Arthur cayeron al suelo, y éste se agachó para tomarlas.
Y en ese preciso instante, una risita queda, pero perfectamente nítida y aguda, le hizo enderezar violentamente.
Sin más.
Se levantó de un salto de la silla, que cayó con un pesado golpe... Pero sencillamente estaba solo en el despacho. ¿Cómo podía ser de otra manera?
No obstante, recuerdos cómo sombras descendieron sobre él y aprisionaron su corazón: ¿por ventura no sabía que existían cosas atroces que caminaban libres, desbocadas, sobre la faz de la Tierra? ¿Cosas propias de los cuentos de hadas sobre fantasmas, demonios y brujas que escuchaba en su infancia, fascinado y repelido? ¿No lo había experimentado en carne propia en la Mansión Phantomhive...?
Aquel mayordomo hermoso y terrible... Oscuro, con ojos rojos cómo brasas, e igual de ardientes... Cómo los ojos de Satán...
Arthur tembló.
Y se sonrió.
Absurdo. Apenas se atrevía a analizar sus experiencias en la Mansión Phantomhive... pero sabía perfectamente que ese capitulo estaba definitivamente cerrado. El conde y su... su sombrío y sensual Mephistopheles particular no tenían motivo alguno para inmiscuirse en su vida. Para ellos él era una criatura insignificante y sin valor o utilidad alguno. Y eso era todo. Arthur no tenía por qué temer una nueva intriga del pequeño conde de ojos azules y pestañas claras y delicadas...
Aquella especie de 'risita' no era tal. Se trataba de simples figuraciones suyas... un error estúpido que carecía de importancia y cabía atribuir a su fantasía caprichosa, a su talante soñador... ¡Sin el cual difícilmente podría ser escritor! Decidido, pues, a desdeñar sus 'temores infantiles' y a volver a enterrar en lo más profundo y secreto de su corazón el recuerdo de Phantomhive y Michaelis, Arthur tomó los malditos papeles y comenzó a trastear por el estudio, 'poniendo orden'... El orden que deseaba implantar, más bien, en su alma inquieta, embrujada por el pasado.
Pasaron las horas, la madrugada veloz y silenciosa cómo el roce de una pluma sobre la piel. Fue una noche productiva, en conjunto, para el pobre Arthur, que consiguió adelantar considerablemente su manuscrito; aunque temió haberle conferido un cariz... extraño a la narración, haber añadido detalles más lúgubres, por algún motivo, de lo que la historia (sencillamente policíaca) exigía...
Con todo, mostrándose satisfecho del resultado y deseoso de acostarse de una vez por todas (eran más de las tres... Mañana estaría rendido... ¿Valía la pena consumirse de esta guisa por 'el arte', si apenas contaba con lectores y siempre le considerarían un segundón...? Tal vez no), Arthur cerró la ventana, después de lanzar una última y larga mirada a la noche en el exterior: el callejón sucio y solitario, las farolas de gas centelleando cómo estrellas caídas, y las verdaderas constelaciones titilando dulces en lo alto... ¿No se trataba de Draco, el dragón, alzándose sobre el Londres después de la medianoche...?
‒Si aún fuera un chiquillo... podría pedirle un deseo a una de estas estrellas nacaradas que palpitan cómo corazones olvidados allá en lo alto, arrancados del pecho...‒Realmente sus pensamientos se tornaban sombríos esta noche. ¿Qué le ocurría?‒¿Será el corazón de un ángel así... latiendo y brillando, hermoso y helado...? Y... ¿el de un demonio...? Dicen que los demonios son... ángeles caídos. Si yo pudiera pedirle un deseo a estas estrellas, ser escuchado por Draco deslumbrante sobre el Londres silencioso... desearía poder convertirme en un novelista célebre; que nadie olvidara mi nombre jamás. Ni el de mi personaje... S-h-e-r-l-o-c-k H-o-l-m-e-s. Ya sé... que esto sólo es un sueño...
Y entonces sucedió.
Una carcajada estentórea estalló en el despacho, enloquecida. En esta ocasión no cabía pensar que se tratara de una confusión... ¿verdad que no?
Arthur se dio la vuelta al instante, con el corazón a punto de estallarle, de romper sus costillas... Sus ojos convulsos buscaban al extraño que así reía, con tal aullido interminable que recordaba a cristales hechos añicos.
Y no vio... a nadie.
Arthur siempre se había considerado timorato, asustadizo, indeciso; su propia timidez y encogimiento le habían hecho sentir desolado e insignificante desde la infancia... Pero en la Mansión Phantomhive algo en su interior pareció endurecerse, fortalecerse, para su sorpresa. Y ahora... ese coraje seguía en él y aguantó en pie la escena escalofriante que se desarrollaba ante su mirada atónita, cuando cualquier otro se hubiera 'desplomado' de terror (por mujeril que resultara) o huido incluso a través de los cristales de un segundo piso...
Tuvo la presencia de ánimo de hacer aún más que dominarse: increpó a... lo que fuera que vociferaba en su infernal jolgorio.
‒¡MUÉSTRATE! Espectro, duende o demonio... ¡Da la cara!
‒Si soy espectro, no tengo 'cara' que mostrarte... Si duende, ¿me imaginas quizás cómo una clase de elegante y lánguido Rey Oberón? En cuanto a los demonios... olvida la goetia, muchacho; eres demasiado ingenuo para imaginar siquiera lo que ellos podrían hacerte... después de la medianoche.
‒¿Quién...? ¿Qué... eres?
‒Cómo ya he dicho, ni Rey de las Hadas "con corona y manto", ni fantasma que arrastra sus cadenas envuelto en un sudario... Tampoco Satán con sus ojos rojos cómo rubíes de sangre... ¿Por qué sencillamente no lo adivinas? ¿No eres tú el narrador de cuentos?
¿Qué podía contestarse a algo así?
¿Una voz incorpórea lo desafiaba...? ¿En su propia casa...?
Arthur temblaba de pies a cabeza, pero se esforzó cuanto pudo por disimularlo, alzando el mentón con un gesto desafiante. O mejor dicho, con 'lo que esperaba que fuera' un gesto desafiante y altivo... si no le temblequeara también la barbilla de forma lamentable.
‒¿A-adivinar?‒Consiguió articular.‒¿Cómo podría yo...?
‒¿Por qué no le pides la respuesta a Draco? Vamos, muchacho... alza la mirada hacia las estrellas y espera, cómo en los cuentos, su dulce susurro. Espera que cuiden de ti... que cumplan tus deseos... Quizás el dragón te escuche después de todo. ¿Acaso no existo yo, que no debería ser más que una leyenda murmurada junto al calor del hogar...?
Incluso en mitad de esta escena espantosa, Arthur enrojeció violentamente, el calor ascendiendo irreprimible por su cuello. ¡Su propia necedad le daba ganas de gritar, de golpearse la cabeza contra las paredes! Aquella... cosa desconocida... había sido testigo de sus desatinos...
‒Dime... qué eres... por favor...‒Se encontró a sí mismo musitando, aturdido cómo si se hubiera golpeado la cabeza. Y es que... ¿qué más podía decir?
‒¿Has decidido suplicármelo a mí, en lugar de a Draco? Bueno, sabia decisión, al fin y al cabo...
Arthur se mordió el labio, más avergonzado aún si cabe. Insoportablemente sofocado.
‒No debes turbarte, muchacho. No he querido enojarte... Tan sólo bromeaba. No hay nada más importante en este mundo que la risa... ¿no te parece? No te incomodes...
La gentileza de aquella voz se le antojó a Arthur más peligrosa y lúgubre que la loca hilaridad anterior, que toda sardónica mofa. Ahora sí deseaba escapar cómo fuera de aquel suave susurro espectral... Incluso correr a través de la ventana le parecía una solución aceptable...
‒Si así lo quieres, me mostraré ante ti... Pero temo resultar decepcionante. Al fin y al cabo, esperabas a Satán con toda su gloria y su pompa...‒La voz emitió una risita.‒Esperabas astas de ciervo, alas negras cómo la obsidiana... Una belleza voluptuosa y perversa malograda quizás por pezuñas hendidas en lugar de pies. Imaginabas las sienes del Príncipe de las Tinieblas ceñidas por un pesado aro de oro, la elegante figura envuelta por un manto color escarlata sembrado de estrellas... O cualquier estupidez por el estilo. Eres novelista, al fin y al cabo; sin duda no podré estar a la altura de tus expectativas de cuento de hadas.
‒Creo... creo que escuchar una voz inmaterial es un cuento lo suficientemente sorprendente, para siempre. No quiero volver a saber nada más del reino de la fantasía...‒Balbució Arthur, sin saber de dónde había sacado el valor para replicar a aquel ser. El corazón le dolía, ardiendo en su pecho cómo un ascua... Le estallaría de un momento a otro. ¿En verdad aquella criatura pretendía... 'manifestarse'?
Resultaba imposible huir, sobra decirlo. Aquel monstruo que se había tomado la molestia de 'embrujar' el humilde despacho de Arthur... no le permitiría salir de allí hasta haber consumado sus planes, fueran estos los que fueran. ¿Qué podía querer del escritor fracasado, por amor de Dios...?
"Bueno, cómo sea... Ahora mismo lo descubriré", pensó Arthur con agonía, el cuerpo dolorosamente crispado, los ojos a punto de saltar de sus órbitas...
La lúgubre risita tintineó, aguda, una vez más.
A la espalda de Arthur la ventana se abrió violentamente. El joven dio un salto, cómo si le hubieran disparado, demasiado aterrorizado cómo para gritar. Por un instante delirante sintió el impulso de arrojarse al vacío... y escapar así de todos estos fenómenos de las tinieblas.
‒Mírame a los ojos, Arthur Conan Doyle.
...
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En esta ocasión, el escritor sintió perfectamente una presencia corpórea tras de sí.
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No quiso... no pudo darse la vuelta y encarar al desconocido. Sus ojos convulsos permanecieron clavados en la ventana, en la silenciosa y helada noche londinense... Sentía el tronar de la sangre en los oídos, pero aunque su cabeza parecía a punto de estallar, de alguna forma su mente permanecía lúcida, percibía hasta los más mínimos detalles... No se desvanecía (mujerilmente o no), aunque habría supuesto un alivio.
Arthur sintió más que escuchó la nueva risita del desconocido, que fue cómo una caricia helada y sinuosa por su espina dorsal... Se le escapó un jadeo.
‒Mírame a los ojos, Arthur Conan Doyle.‒Repitió, suavemente, aquel ser.
Arthur temía, más que cualquier otra cosa, que el extraño lo tocara. Y eso sería inevitable si... si no se daba la vuelta... si no enfrentaba a aquella criatura...
Pero no podía.
¡No podía...!
‒¿Tanto me temes, niño...? Puedo escuchar tu corazón desde aquí; la forma en que salta tu sangre. ¿No has esperado toda tu vida un momento cómo este? ¿No soñabas con vivir en carne propia una aventura... con ser el héroe de tu cuento de hadas? Tu óptica te hastía. Tus manuscritos se acumulan. La vida se pasa, ya sabes. Un día y otro día... cada uno más gris que el anterior. Nada cambiaba para ti... hasta esta noche, en que se han cumplido tus más descabelladas y anheladas fantasías: enhorabuena. Estás viviendo un episodio digno de un folletín gótico: el desconocido oculto en las sombras, su aparición y fantasmagoría... Y ahora, Arthur Conan Doyle, debes dar la talla. Debes encararme... alzar el mentón 'con abierto desafío'... y mirar al monstruo a los ojos, cómo hacen los héroes. ¿No es este tu cuento de hadas...?
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Arthur sabía perfectamente que no tenía elección. Además... las palabras del desconocido lo soliviantaron extrañamente: ¿cómo podía haber leído tan bien su corazón? ¿Qué era lo que aquella criatura sabía de él, y cuál era su juego? Todos estos interrogantes se impusieron al temor... La jactancia del extraño tuvo la virtud de espolearle. Arthur, sofocando un grito, se dio la vuelta bruscamente (casi cayendo... Incluso en mitad de esta pesadilla, su torpeza prevalecía), por fin.
Y...
Aturdido, necesitó varios segundos para... poder procesar al hombre que se erguía ante él...
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Hi there!, soy Madame L'Ennui. Es la primera vez que publico algo sobre "Kuroshitsuji", así que sed indulgentes. ;3
Esta historia iba a ser un Oneshot, pero resultó tan largo que lo he dividido por capitulos. Cuatro en total. De todas formas jamás subo nada si no lo he acabado y corregido enteramente, detesto que los fanfics se queden sin actualizar una eternidad o queden incompletos 'en el olvido', dando vueltas por el espacio (?).
Espero que este primer capitulo os haya agradado n.n, y si es así hacédmelo saber, please. (Bueno, si no os ha gustado también hacédmelo saber xD, las críticas son más que bienvenidas) La pareja es extraña, ¿verdad? Hasta ahora no había visto ningún Arthur/Undertaker en el fandom, y es que las parejas insólitas me vuelven loca. *-* ¿No resultan lindos juntos? Arthur tiene ese aspecto de uke dulce... Es uno de mis personajes favoritos, y lamento que tenga tan poco protagonismo. ;_; Él se ha quedado embobado observando la constelación de Draco, y reconozco que ha sido un pequeño homenaje a Draco Malfoy (LO AMO). *-*
¡Ah!, y un aviso importante (que olvidaba añadir xD): este fic contendrá Lemon. HARD Lemon, no Lime. Avisados estáis. xD
Actualizaré el viernes 27 o el sábado 28, así que nos vemos entonces. ;3
