Hoy es un día muy triste para el fandom, pues se cumple un año de que Alan Rickman partió de este mundo.
Lo que escribí lo hice utilizando a Severus y a Hermione para que tuvieran una imágen mental más rápida. Los sentimientos plasmados fue lo que sentí cuando recibí, hace un año, la noticia en la escuela.
Les dejo un pedacito de mi corazón:
El eterno Alan Rickman
Always.
Enterarme de lo que había pasado fue como si, de momento, el mundo se detuviera. Escuchaba el retumbar acelerado de mi corazón en mis oídos y mi vista comenzó a nublarse, estaba por desfallecer.
¿Me estaban mintiendo? ¿Acaso era una cruel broma la que me estaban jugando?
Mi respiración era forzosa y no podía con el peso de mi cuerpo. Regresé a la realidad cuando mi eterno compañero de penas, Harry, pasó sus brazos por mis hombros y me atrajo a su cuerpo.
—Tranquila, pequeña. Todo va estar bien.
¡Mentiras! ¡Todo era viles mentiras! Ya nada estaría bien. Me deshice en un llanto desgarrador que podía escucharse a un radio de distancia. El dolor transpiraba por mis poros y mi garganta dolía de tanto grito lastimero que emitía.
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‹‹Había sido una mañana intensa en el Ministerio: mi doctorado en pociones no se había dado de alta en la Universidad Morgana. Hice un escándalo horrible en las oficinas que tenían ahí.
Iba tan ofuscada en mis pensamientos que no me di cuenta de que alguien venía a paso rápido en mi dirección; el choque fuerte entre nuestros cuerpo me mandó a volar de sentón a un metro de distancia.
No podía creer mi mala suerte; el día no había sido creado para Hermione Granger. Al levantar la cabeza para reclamar, me quedé callada. El hombre que me hacía delirar por las noches estaba frente a mí en todo su negro esplendor; me miraba con el ceño fruncido mientras se sobaba, disimuladamente, su mano.
—¿Todavía sigue con esas manías, Granger? —Su sedosa voz había llegado a mis oídos como la melodía más hermosa que hubiera escuchado en mi vida—. Veo que las cosas no cambian por más que pasen los años.
Yo solo pude avergonzarme y desviar la mirada mientras me levantaba, me sorprendió sentir que era jalada con fuerza. Él me había ayudado y no podía creerlo.
—Gracias, profesor. —Lo curioso del asunto era que, al jalarme, habíamos quedado en una posición un poco comprometedora: él me tenía entre sus brazos y yo tenía recargadas mis manos en su duro pecho.
—Si dejara de ser tan torpe, como antaño, nada de esto estuviera pasando, señorita Granger. —Me sonrió al terminar o eso parecía la pequeña mueca que estaba haciendo››.
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Pero no podía dejar de hacerlo, mi cuerpo, alma y corazón me exigían llorar mi perdida. ¡Clamaban por ser liberados de tanto sufrimiento!
—Por favor, no te hagas daño.
Escuchaba al de perlas esmeraldas susurrar con sus labios en mi sien.
—¡¿Que no entiendes que ya me hicieron daño?! —le gritaba golpeando su pecho con todas mis fuerzas, sabía que él no tenía la culpa de nada, aun así no me contuve—. Lo perdí para siempre…
Terminé en un gemido quebrado, siendo muy consciente de que mi amado Severus ya no iba a regresar. Que esa explosión en su laboratorio me lo había arrebatado para siempre…
¿Por qué me dejó sola? ¡No podía abandonarme de esa forma! Era muy cruel, demasiado cruel para mi pobre corazón perderlo cuando teníamos tanto por delante.
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"—¿Otra vez por aquí, señorita? —escuché esa voz que me hipnotizaba cerca de mi oído—. Ya se le está haciendo costumbre venir muy seguido por estos rumbos.
Me sobresalté un poco al sentirlo invadir mi espacio. En seguida se separó de mí lo suficiente para no sentirme acorralada, pero lo suficiente para sentir el calor que emanaba su cuerpo. Ese hombre me volvía loca sin si quiera saberlo, ¿o sí?
—Buenas noches, profesor. —Le regalé una sonrisa—. Créame que tengo que no vengo por gusto, me están haciendo venir por un mugroso papeleo que no ha quedado bien desde hace dos meses. Casi tengo que venir todos los días.
—Ya le he dicho, señorita, que ya no soy su profesor y que no tiene que llamarme así —me dijo en un ronco susurro. ¿Era yo o él estaba actuando muy raro conmigo? Lo vi desviar su mirada al reloj que había en unas paredes del Ministerio—. Pero mire qué hora es, es muy tarde para que una señorita como usted ande sola por las calles. La iré a dejar a su casa.
Hice una mueca de inconformidad al escucharlo, y no era tan débil. ¡Yo había evitado que Harry y Ron se mataran en todos los años que llevábamos de amigos!
—Muchas gracias, señor. Aunque tendré que declinar su oferta ya que no…
—Yo no le estaba pidiendo permiso, Granger. Le estoy infirmando que yo la llevaré a su casa —siseó, interrumpiéndome.
—Pero, señor…
—Pero nada, niña —volvió a callarme—. No piense que lo hago porque solo es tarde y tenga que ser un caballero, sino que también porque es agradable disfrutar de una plática inteligente con la persona que sabes que es un reto intelectual.
…
‹‹—Ya estamos aquí —su voz era monótona, pero sus ojos revelaban un sentimiento que no me atrevía a ponerle nombre.
—¿Quiere pasar señor? —Ofrecí queriendo alargar un poco el tiempo—. No es por presumir, pero hice una lasaña que me quedó riquísima.
Se enderezó en su metro ochenta y nueve centímetros antes de darme respuesta a mi descarada invitación.
—Si me disculpa, no podré aceptar su oferta —el centelleo que antes tenían sus ojos desapareció de estos. En su lugar, una oscuridad los invadió. La misma que inundó mi corazón ante su rechazo—. Es sabido por todos que no es de buen ver que un hombre entre en terrenos de una dama sino son nada.
Esas palabras me habían dolido. Y tenía toda la razón: no éramos nada.
—Aunque, si me permite —un brillo travieso cruzó por sus orbes abisinias antes de volverse opacos—, la invito a cenar mañana. Después de que la ayude a arreglar sus clases en la universidad. Yo soy el coordinar de la materia la carrera que está pidiendo, y doy la clase que no le han dado de alta. Le repito, es de mi interés compartir el un tiempo interesante con una dama que no solo tiene belleza física sino también belleza intelectual.
Decir que quedé en shock es poco. Mis mejilla me ardían de lo calientes que estaban, podía jurara que en sonrojo abarcaba mi cuello. No sabía cómo reaccionar, así que solo hice lo primero que se me vino a la mente.
—¡Muchas gracias! —me abalancé sobre él para rodearle el cuello con mis brazos en un apretado abrazo—. Encantada, acepto tu invitación, Severus».
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Estaba exhausta. Mis piernas flaqueaban. Ya nada tenía sentido para mí y los recuerdos solo provocaban que más alaridos de dolor rasgaran mi garganta porque no todo había sido bello. Su muerte me lo afirmaba. Me estaban matando, ese había sido la primera vez que me llevó a mi casa. Fue el inició de nuestra bella historia de amor. Un amor diferente, no del todo romántico pero que prometía ser sincero, fuerte y eterno.
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"Estaba muy nerviosa mientras terminaba de arreglarme en el mi alcoba. No eran nervios por algo malo, al contrario, eran de esos que te provocaban un baile de mariposas en el estómago y que ansiaras que el tiempo corriera rápido para que, el hombre que te quita el sueño, llegara de una buena vez.
Me desconocía a mí misma y lo desconocía a él. Seguíamos siendo nosotros mismo, pero nos estábamos dejando llevar por lo siempre dictaba nuestro corazón. El timbre de la casa sonó y de inmediato supe que era él. Corrí a la entrada sin importarme las zapatillas que llevaba puestas.
—Buenas noches, Granger —dijo con voz ronca recorriendo sus perlas carbón por mi cuerpo enfundado en un vestido color vino tinto que hacía resaltar mi figura—. Me halaga que aceptara mi humilde invitación.
Su mano toma la mía para llevarla a sus labios y estampar un delicado beso sobre la palma de ésta. Nunca imaginé que Snape fuera tan romántico. Fascinante. Siempre mostrando lo que nunca te esperabas en él. Una razón más que se sumaba a fortalecer mi amor hacia él."
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—Hermione… —escuchaba que me hablaban a lo lejos—. Hermione, reacciona.
A los segundos sentí mi mejilla palpitar y regresé en mí abriendo los ojos desmesuradamente mientras los dirigía a Ginevra.
—Lo siento tanto, querida. Pero no de dejaste opción. No parabas de hacerte daño en los brazos y no atendías a nuestro llamado.
Fue cuando noté que varios del clan Weasley estaban a mi alrededor con semblante de lástima.
—Sé que es difícil afrontarlo —me decía la señora Weasley—, yo estuve a casi nada de perder a uno de mis hijos y a mi esposo, me sentí morir. Me pongo en tu lugar y te comprendo, hija.
—¿De qué me están hablando? —les pregunté con curiosidad provocando que ellos me miraran extrañados—. Yo no he perdido a nadie.
—Hermione… —empezó Arthur—. Severus está…
—Dormido. —Lo interrumpí con dureza—. Mi esposo está en una de las habitaciones de hospital descansando de su arduo trabajo en el laboratorio. No sé por qué no me han dejado verlo.
Observé atenta el rostro de cada uno de los integrantes del clan. Ginny, se echó en los brazos de Harry mientras murmuraba cosas que no alcanzaba a escuchar; Ron, desvió la mirada mientras se tapaba la cara con las manos y notaba su cuerpo convulsionar; Molly y Arthur, se limitaron a asentir dándome la razón mientras se limpiaban algunas lágrimas que se les escapaban. Y los gemelos, se delimitaron a bajar la mirada.
—Su menté colapsó con la noticia y no saben los doctores cuando aceptará la realidad. Se está escondiendo del mundo —la voz entrecortada de Harry se dejó escuchar.
¿Por qué estaba todos llorando?
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«—Estaremos juntos toda una vida y nuestros hijos nos verán envejecer —le decía emocionada sobre su pecho desnudo mientras descansábamos en la cama—. ¿Me lo prometes?
—Te lo juro, mi bella sabelotodo. Juro que no habrá nada que me separará de ti en este mundo —terminó solemne mientras cerraba el pacto con un beso profundo.
Esa noche no paramos de hacer el amor hasta que los primeros que los primeros rayos del sol se colaron por la ventana».
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Ya habían pasado dos días desde la explosión y nos encontrábamos en el lugar donde el féretro de Severus sería enterrado. El pequeño momento de locura en el que me había sumergido pasó cuando una de las enfermeras llegó corriendo a donde me encontraba con los Weasley y me dijo que tenía cuatro meses de embarazo.
Esa noticia me sacó de mi hundimiento mental para sacar todo el daño que me provocaba la muerte de mi amado. ¡Merlín era tan injusto! Y me negaba a aceptar que hubiera muerto de esa forma tan trivial que me partía el alma.
¿Cómo era posible que en lo que el hombre era experto fuera lo que lo matara?
Simple, un novato provocó la terrible detonación que le arrebató, a un no nato deseado y esperado con amor, a su padre.
—Lo perdimos, Harry. —hablaba en susurros mientras veía como descendía el ataúd en el hoyo creado para su descanso.
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"—El día que escuche de tus labios las palabras: seremos papás —me decía con su melodiosa voz de barítono—. Ese día, seré el hombre más feliz y completo del mundo. Al fin tendré todo lo que había deseado. Una familia. Mi familia amada.
Terminó mientras besaba mi vientre plano. Yo también deseaba lo mismo, compartir algo que fuera de los dos, criarlo juntos, verlo crecer juntos, amarlo juntos. No importaba cuántos tuviéramos, lo que importaba era que serían fruto de nuestro amor."
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Caí de rodillas, no soportando lo que mis cuencas mieles veían: el féretro siendo cubierto por tierra. Eso solo me decía que tendría que esperar años para poder estar, una vez más, entre sus brazos.
Mi rostro hinchado de tanto llorar estaba lleno de tierra, pues me aferraba al último recuerdo que tenía de él con las manos en la tierra húmeda.
«—Tengo presente que no es la boda que te mereces, que podíamos esperar un poco más. Sin embargo, ya no soportaba mostrarnos al público como una pareja de novios que comparten hogar desde hacía cuatro años sino que quiero que la gente te reconozca como la señora Prince. —Eran las palabras más hermosas que me había dedicado en un solo momento—. Te desposo, Hermione Granger, porque te amo con locura y ya que he prometido que siempre estaremos juntos, qué mejor que nuestra unión mágica en matrimonio para hacer más fuerte nuestro vinculo de amor.
—Oh… Severus yo también…
—Sé que lo haces, pequeña. Siempre me lo dices, ya era mi turno de decirte con mis palabras cuánto te amo y no sólo con acciones».
Habíamos unido nuestras vidas, nuestra magia y nuestro espíritu el mismo día que el destino había decidido separarnos.
Al fin y al cabo, solo éramos unos simples mortales que no teníamos el poder de la vida. Y prometer algo que la incluía era una vil mentira. Palabras vacías.
Muchas gracias por leer. Disculpen las faltas de ortografía que encuentren, no le he mandado a betear. Lo haré después.
Siempre te llevaremos en nuestro corazón Alan.
Siempre.
