Feint

El caballo de pelaje castaño avanza y las herraduras quedan marcadas en el fango tan profundas que parecen una insignia de la misma tierra hecha solo para ellos. La vieja carretilla de madera rechina y el techo desnudo permite que el sol acaricie un rostro pálido hasta colorearlo en un rojo tenue.

Se abren camino en medio de una tierra virgen, tan insípidos como audaces. Las montañas comienzan a colorearse purpuras y el cielo despejado crea un par de espectros con las pocas nubes que intentan correr en contra de la brisa gélida.

Algunos girasoles descienden su cabeza y caen dormidos profundamente aguardando la llegada del rocío. El silencio los cobija en su seno y los grillos entonan una canción de cuna en su tono sutil. Los ojos de Chrono se enfocan de reojo a la parte de atrás y la ve jugar a mecer sus pies fuera de la carretilla como una niña pequeña. Su vista está perdida en el pastizal y parece nostálgica por alguna razón.

Al bajar de la carretilla le ofrece su mano a Rosette. Ella acepta con una sonrisa y comienza el juego de la dama y el caballero una vez más. El frio recae sobre la tierra fértil y comienza a calar hasta los huesos. Chrono intenta sonreírse a si mismo pero solo consigue un falso preludio. Bosteza y encuentra una colección de tablones de caoba en forma de una casita suiza más allá de un arroyo cristalino. La humarada se alza en una columna hacia la primera estrella en el horizonte. La leña se abulta frente a la chimenea y un pequeño abanico agujerado le da aliento a la calefacción de la cabaña.

Miran las primeras estrellas en el confín más lejano del universo, tan destellantes en su luz platina, tan carentes de vida en su propia explosión luminosa que las destruirá. Se miran en una rígida banca de hierro sin emitir palabra.

Las manecillas del reloj siguen su rumbo frente a ellos y tan puntuales han marcado la hora de morir. Su sonido hueco se extiende unánime en una ola que atraviesa los sentidos y les obliga a temblar con su tenebrosa melodía. El tiempo los ha acorralado entre sus gélidas palmas mientras los arboles son despojados de sus hojas naranjas, amarillas y rojizas para crear un tapiz que se adhiere a la tierra fielmente. Aquella es una noche de otoño, y la ciudad se mantiene sosegada en un sueño abrumador.

Las nubes se tornan densas con su tinte grisáceo y su pose neutral enfocada hacia ellas. La luz de la farola por encima de sus cabezas es débil tras cada brisa que roza su delgado cristal. Parpadea tras cada gota de cera que escurre por su largo cuerpo lamentándose a sí misma. La oscuridad podría sofocar el panorama y les pide a las nubes que oculten su presencia por un instante, que contengan su llanto amargo. Ellas obedecen como los hijos de un mercader llamando a la cena. Entonces la luna sonríe para ellos desde su cumbre abrasadora, tan sola y sin memoria que recapitular.

Y deja que te proponga algo, volemos hasta la luna, donde nadie pueda escucharlos. Dejemos que se recuesten en una capa de un millón de diminutas estrellas y permitamos que la luna los arrulle en su cuna taciturna. Mira como estrechan sus manos fuertemente y Chrono susurra un poema pícaro a su oído y luego un beso embriaga a Rosette.

El amor o desaparecerá jamás porque el demonio y la profeta gozan del maravilloso refugio que han construido más allá de su deceso.


Este oneshot es un pensamiento poético del final del anime. Sé que no es lo mejor del mundo, pero me agradó bastante escribirlo ¿Reviews?