Llevaban cabalgando casi dos días sin descanso, pero Jaime no estaba dispuesto a seguir ni un segundo más. Ella iba delante, lo había ido todo el camino, a una distancia considerable. Consiguió que el caballo la adelantara y le cortara el paso, ya que sus gritos no parecían hacerla parar.

-Dijisteis que estaba a distancia de un día. Llevamos dos sin descanso y pronto harán tres.

Brienne intentó que el caballo le esquivara, pero Jaime estaba decidido.

-Ni siquiera me habeis mirado a los ojos desde que nos vimos. ¿Qué ocurre?

Bajaron de sus caballos y caminaron el uno frente al otro. Tardó en hablar. Su expresión dudosa se prolongaba hasta que sus carnosos labios se dignaron a abrirse.

-No vamos a enfrentarnos contra El Perro. Ni a buscar a Sansa Stark.

Jaime frunció el ceño. De repente reconoció el terreno. El recorrido, aunque por caminos perdidos y complicados, sólo podía llevar a un lugar.

-¿Vamos a Desembarco del Rey? ¡¿Por qué?!

-Vamos a ponerle a salvo. -Brienne habló rápida, con urgencia. Sus palabras eran escupidas una detrás de otra, sin orden. Explicar su secuestro, su casi muerte, la muerte de sus compañeros… Sus ojos eran más azules, más acuosos que nunca.

-Entonces lo comprendí. Os comprendí. Vi el monstruo en que el honor me había convertido. Las piernecitas de Pod se tambaleaban en lucha por sobrevivir, ese joven al que estaba matando por mi negativa a cometer perjuro. Yo siempre me consideré buena, justa. Y estaba matando a un niño por no pronunciar unas palabras que nunca cumpliría. Juré mataros, Ser. Lo juré sabiendo que nunca lo haría. Para cuando cortaron las cuerdas ellos ya estaban muertos, y yo deshonrada para siempre. Lady Catelyn me juró que me observarían de cerca, que si no cumplía mi juramento nos mataría con sus hombres. A pesar del ejército con el que os encontrabais, las oscuras artes con las que ella cuenta habrían matado a todos vuestros hombres sin problemas para darnos caza si aún siguierais allí. Tenemos que seguir moviéndonos, sólo estaréis a salvo en vuestro castillo, con vuestra Guardia, vuestro Rey y vuestra hermana.

Era demasiada información. Era demasiado para él en aquel momento. La furia le ardía en el cuello, quemaba su piel.

-¿Por qué no me dijisteis esto desde el principio? ¡No podemos ir a Desembarco del Rey! Sois realmente estúpida, y es esa estupidez la que nos colgará hoy. Por los Dioses Brienne si nos encuentra mi hermana estamos mucho más muertos que vuestra querida Catelyn.-No tenía ganas de explicaciones, pero la ira se iba convirtiendo en lástima por sí mismo y por la moza medio muerta que tenía delante- Cersei me pidió socorro con un cuervo, iban a ejecutarla, y yo decidí no acudir. El chisme de que en su lugar me escapé a través del bosque de las manos de una mujer ya ha debido llegar a sus oídos. Mi cabeza debe tener un alto precio, pero os aseguro que la vuestra valdrá el doble.

-Si iban a ejecutarla y no acudisteis…quiero decir…nada…no…

-No, no está muerta.

-No, claro, pero…

-No está muerta. Ella es parte de mí, si estuviera muerta lo sabría. Los que estamos muertos somos nosotros.- Brienne pareció confusa unos segundos. Su rostro siempre decidido y fuerte cada vez estaba más cansado y derrotado.

-Seguidme, tenemos que seguir moviéndonos.- Sus pasos firmes hacia su caballo fueron detenidos por la mano de Jaime, que la asía del brazo con fuerza.

-¿Adónde? Si creéis que voy a seguiros hasta cada rincón de los siete reinos donde piden mi cabeza estáis muy equivocada, serían demasiadas visitas. No hay ni una sola Casa en la que no deseen mi muerte, ni siquiera la mía.

-Vamos a Tarth.

La risa escandalosa de Jaime la enfureció. -¿Qué pasa, demasiado humilde para vos, Matarreyes?

-Niña, si queréis morir al menos no matéis lo que queda de vuestra gente. Tarth sería el primero de los sitios donde nos buscasen. Si llegásemos allí los pajaritos de Varis le irían con el cuento a mi hermana antes de poder disfrutar de la vista de vuestras aguas. Y si creéis que los guardias de vuestro padre se pueden enfrentar contra el ejército de Desembarco del Rey…En fin, no creo que queráis que vuestra última imagen del mundo sea el cadáver de vuestro padre.

El mundo una vez grande y lleno de maravillas que explorar de repente se hacía pequeño y claustrofóbico. La respiración acelerada de la moza parecía llevarla a la asfixia, mientras que Jaime seguía manteniendo su risa sarcástica.

-Tenemos que movernos.-Tan terca como siempre, seguía dirigiéndose hacia el caballo. La mano de Jaime nunca la había soltado, y ahora la frenaba de nuevo.

-¿Dónde Brienne? ¿Dónde nos movemos? No vamos a ningún sitio.

-Llevamos sólo dos días, los hombres de Catelyn seguro que me siguieron. Movernos, caminar donde sea.

-¿Dónde sea? ¿Dónde es eso? Si seguimos el camino nos acercamos más a mis tierras, hacia la muerte. Si damos la vuelta caminamos hacia la muerte también. Mujer, tanta muerte me abruma. Me pides que te siga a ninguna parte.

-¡Sube al caballo!

Brienne tiró fuerte del brazo, deshaciéndose de la mano que la frenaba. Jaime forcejeó, luchando por mantenerla quieta, por mantenerse, por pensar. Para ella era fácil huir de un muñón y una mano izquierda torpe, pero Jaime se aferraba agarrándola de la camisa, del hombro, de la cintura…Cada vez que ella conseguía liberarse, sus dedos se agarraban a alguna parte de ella, hasta que las lágrimas explotaron de sus ojos azules.

-¿¡Qué vamos a hacer?! ¡Qué vamos a hacer!- Ahora era Brienne la que le agarraba, su voz desgarrada y asustada penetraba en los huecos de la coraza de Jaime. Su beso urgente y feroz terminó con sus gritos.