Solo habían pasado unas horas desde que terminará la fiesta de Navidad, esa que se hacía todos los años en Hogwarts, y nuevamente estaban de vuelta en clases. Normalmente, este echo le daría igual sino fuera porque tenía una resaca de los mil infiernos.

Sí, Draco Malfoy, el príncipe de Slytherin sentía que se podía morir en cualquier momento. ¡Ni si quiera la poción contra la resaca le estaba ayudando! Pero por supuesto, nadie notaba su estado porque… ¿qué clase de Slytherin, pero sobretodo, Malfoy sería si se dejará ver su estado? ¡Sería una deshonra! Por eso, en esos momentos, se encontraba en la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, con una mueca de superioridad aunque internamente estuviera arrancándose el pelo.

- Estás criaturas de aquí, todos las conocéis. Son los trolls, y…

En cierta parte de la explicación de Lupin dejó de escucharlo, sintiendo como su cabeza fuera a explotar. Para cuando quiso darse cuenta tuvo que salir a hacer una demostración de lo qué quiera que explicará el profesor.

Y entonces ya no aguantó.

El olor de esa criatura era insoportable, repulsivo y los alaridos que daba lograron que todo le diera vueltas. ¡Fue el mismo profesor quien tuvo que salvarle! Pero eso no fue lo peor, ¡oh, no!

- Señor Malfoy, ¿se encuentra…?

Vomito. Entre lo revuelto de su estómago a causa de la jodida resaca y el olor de ese asqueroso monstruo le hicieron vomitar…en los zapatos de su profesor. Todo lo que salía era alcohol, bilis y muy poco del desayuno que consumió esa mañana.

Genial, el honor de los Mafoy había caído y todo por hacerle caso a Zabini. ¡Juraba matarlo!... Después de que se recuperará y sobretodo, de no ver esos horribles zapatos sin clase, que siendo sinceros, con su vomito encima tenían hasta mejor aspecto.