El atardecer siempre había sido el momento en el que las cosas cambiaban. El día y la noche, lo mundano y lo sobrenatural o el sueño y la realidad. Por lo tanto, es normal que la historia que cuento empezase en ese momento.

El cuarto estaba inundado por la luz del atardecer. Se había ido deslizando desde la ventana como un jarabe dorado, bañando los libros y papeles que se extendían por el suelo, en un vano intento de comprender un mundo lleno de sombras e ilusiones. Lentamente, llego a las botellas y frascos que estaban apoyados en las estanterías, llenos de acónito, ceniza de montaña y otras sustancias prestadas del druida local. Los cómics y posters habían caído hace un año de sus posiciones en la habitación y habían sido sustituidos por papeles, dibujos y cordeles multicolores. Algunos dirían que era la habitación de un loco, otros de un excéntrico, algunos de una persona extremadamente cauto, aunque inexperta en el mundo de lo sobrenatural. Era la habitación de Stiles Stilinski. Y fue a Stiles lo último que fue bañado por la luz ámbar como sus ojos.

Se encontraba encorvado a los pies de su cama, temblando levemente, observando las sombras de los hilos entrelazados, buscando puntos en común, rogando en el silencio a las musas que le entregasen algo. Algo para entregarle a Scott o a Derek. Algo para poder hablar con la manada. Algo...para dejar de sentirse tan solo. Un temblor recorrió a la figura sedente del adolescente, recordando los últimos meses. Peter, los cazadores y el kanima eran problemas que habían desaparecido en el país que era el pasado, pero eso no implicaba que Beacon Hills estuviera a salvo. Sin embargo, aunque la mente afilada de Stiles había detectados los problemas, la manada no le habían entregado información. No era por protegerlo, no era por desconocimiento. Era desdén y desprecio. Las miradas de los hombres lobos se habían convertido, con los meses de relativa paz, en miradas burlonas hacia los humanos, con las excepciones de Lidia, por su "bansheidad", y de Allison, la cazadora. Incluso Scott estaba cayendo en ese complejo de superioridad, aunque nunca había llegado al extremo de los miembros de la manada Hale. Pero aun así estaba ahí, esas mirada de soslayo, esos movimientos de ojos burlones ante los comentarios de los humanos, incluso una suave risa nasal que acompañaba a sus inspiraciones del olor común del instituto. Estaban cambiando en algo horrible, pero no se daban cuenta.

Al principio, Stiles, no le había importado. Finalmente, Scott había dejado su papel de víctima y estaba disfrutando de su vida plena de hombre lobo. Sin embargo, lentamente, eso empezó a cambiar. Scott empezó a alejarse cada vez más. Los días que pasaban casi siempre juntos habían desaparecidos, sustituidos por notas apologéticas y mensajes de texto en el último minuto. Fue un proceso lento y casi intensivo, como si Scott estuviera planeando cada movimiento para producirle un daño extremo. Lo dejo plantado por una sesión de compras con Allison justo delante de la puerta del cine, lo dejo plantado mientras hacia el trabajo de química que ambos tenían que hacer por algo referente a Deaton -una excusa malísima, ya que Deaton nunca avisa de nada en el último minuto- y, lo peor de todo, en su cumpleaños, lo había dejado por que tenía una sesión de entrenamiento con la manada Hale durante una semana. Al parecer, durante los meses de abandono e insuficiencia de tiempo para pasar el tiempo con Stiles, se había convertido en un aliado, casí de la manada, de los Hale. Esos momentos se habían clavado en el alma de Stiles, como lo había hecho las garras de Peter en el cuello de Kate, sangrándolo, produciéndole un dolor extremo y matándolo por dentro. La pequeña figura del niño había vuelto a temblar, pero ahora estaba acompañado por lagrimas, que al negarse a abandonar sus ojos, se habían acumulado en estos, volviendo su mirada vidriosa. Dolía. Su corazón estaba desgarrado y sus emociones recorrían sin control la mente del menor, nublando su juicio más de lo que su propia enfermedad había conseguido en toda su vida. El dolor seguía empañando su mirada, la tristeza retorcía con fuerza su interior, la ira calentaba la sangre del menor y la envidia apretaba sus dientes.

Le dolía el abandono de su mejor amigo, le entristecía la soledad que sufría y como su mundo había girado alrededor de Scott, le volvía iracundo el hecho de pensar en la traición que había sufrido en manos de su casi hermano y envidiaba a los hombres lobo, aunque no quería convertirse en uno. Sin embargo, la opción lógica seguía sin aparecer en su mente. El empujón que separaba el bien del mal seguía sin darse. Esa chispa divina de bondad y altruismo seguía brillando en el alma de Stiles Stilinski. Así pues, la venganza no era una opción.

Finalmente, el último fragmento para darle sentido a esta escena salio de uno de los bolsillos de Stiles Stilinski. Era una navaja de afeitar. Parecía antigua, pero brillaba como el oro fundido al contacto con la luz del atardecer. Lagrimas dignas de un santo o de un anciano en su lecho de muerte empezaron a caer por el joven rostro de nuestro protagonista. Lagrimas que empaparon la cuchilla que iluminaba el ocaso. El dolor se había desbordado.

Los nudillos del joven se aferraban con fuerza al mango de la herramienta que usaría esa tarde para quitarse la vida. La tristeza y la ira habían hecho un acuerdo y ahora un dolor insensible y caliente recorría todo su cuerpo, aumentando y resonando con cada latido.

Cada emoción se mantenía gracias a un solo y mísero recuerdo. Un conjunto de imágenes, sonidos y sensaciones en el cerebro del joven que no duraba ni una hora. Era un momento que le había abierto los ojos respecto a sus amigos y que le había roto el alma.

Ese recuerdo no se remontaba demasiado atrás, meramente unos días antes. La salida del instituto estaba casi vacía, quedando los rezagados a causa de los clubes o por los castigos. Claramente, Stiles era uno de los segundos, debido a que volvió a tomar parte en lo que debería haber sido el castigo de su mejor lo que parecía, las habilidades superhumanas de Scott no estaban lo suficientemente afinados como para detectar al profesor acercarse. Lo único que tuvo que hacer Stiles fue soltar una risotada, cerca de Scott y todo calló hacia el como una avalancha. La condena fue una hora en la biblioteca, ayudando a la señora Lizbeth a ordenar libres. Era una mujer agradable, pero al segundo que la aguja del reloj dio la hora, su cuerpo se había lanzado, dando una demostración vergonzosa de sus pocas habilidades acrobáticas, que produjo una sonrisa en la boca de la bibliotecaria, en dirección a la puerta. Era viernes y el fin de semana lo había reservado junto con Scott, iba a ser la redención de su mejor amigo por tantos desplantes. Milagrosamente, se encontró con el moreno en la puerta. Una sonrisa boba se dibujó en su rostro, iluminándose como un foco en el abismo. Sus piernas se movían a toda velocidad en dirección a su amigo, buscando sorprenderlo por la espalda, pero antes de que pudiese cogerlo desprevenido o ser advertido por los sentidos lupinos del chico escucho las tres palabras que iniciaron la tragedia.

"Nos vemos mañana"

Tres palabras que resonaron en el alma de Stiles Stilinski y provocaron que sus emociones rugieran. Tres palabras que pararon unos segundos un corazón anhelante. Tres palabras que trastornarían el espacio y el tiempo. Tres palabras que matarían a Stiles Stilinski.

Pero las emociones son fugaces como dibujos en la arena y la lógica empezó a empañar la traición con razonamientos satisfactorios para el joven. "Meramente se ha olvidado" "Solo se ha despedido de alguien, es una forma de despedirse muy común" "Sabes que estas aquí y solamente quería molestarte". ¡Oh!, el razonamiento de Stiles siempre era sorprendentemente compasivo con Scott, sin embargo el primer paso a la tragedia a había sido dado y una voz más fría y oscura le susurro al oído sin malicia. "Es cierto que se le ha olvidado, no eres lo suficientemente importante como para ser recordado por Scott McCall.", dijo la voz," Y es cierto que se estaba despidiendo, pero mira quien és", susurró la voz, sin un ápice de compasión. Los ojos de Stiles se fijarón en los rizos dorados de la persona que se despidió , en la flexibilidad con la que se dirigia hacia Erica y Boyd y la suave risa del chico mientras se despedía de Scott moviendo una mano. Issac. El dolor lo recorrió como una flecha, pero su mente seguía negando la verdad, en un vano intento de separarse de esa voz inflexible y helada.

-Scott...-Llamó débilmente una voz que Stiles reconocía como la suya, pero que nunca había hablado con un tono tan atemorizado.

Su mejor amigo se giro, algo sorprendido por la presencia de Stiles, y lo miro con un ceño fruncido. Sus ojos mostraban sorpresa por verlo ahi y lo miraban como un error insolucionable o algo parecido.- Hola, Stiles -Respondió al segundo.- Gracias por lo de la clase de Literatura...tenía cosas que hacer. - Dijo con un tono de voz alegre y con algo de gratitud, como el de alguien al que le has prestado los deberes. Sabe que lo que hizo estaba mal, pero no tenía ningún tipo de reparo en volver a hacerlo.

-Si, lo entiendo..-dijo Stiles y esas palabras se habían vuelto amargas en su paladar por el número de veces que lo había repetido.- Pero...¿te acuerdas de lo de mañana? -le pregunto con una débil sonrisa y con una esperanza aún más débil.

-¿Lo de mañana? -pregunto Scott, volviendo a fruncir el ceño.- Mañana...-Al parecer, al lobo se le había aparecido un ángel, pues la idea que se estaba tratando entró en su cabeza.-¡Ah, si! Tengo que decirte algo...no puedo ir...-Dijo mientras elevaba su brazo y se rascaba la nuca, en un gesto inocente y con una expresión de búsqueda de redención.- Tengo cosas que hacer...

Otro elemento que empujaría la continuación de esta tragedia y distingiría este momento de los otros en el que Scott lo había plantado apareció. La melena de Allison apareció por un recodo de la visión de Scott y,como un resorte, el hombre lobo se giró para seguir a su pareja. Sin embargo, noto como su amigo le agarraba del brazo y lo miraba con los ojos muy abiertos, con una mirada decisiva en el rostro.- ¿Que cosas?-preguntó mirándole directamente a los ojos, sabiendo perfectamente si el lobo mintiese o si diría la verdad. Scott ya se había enfrentado a esa mirada- No es nada, solo cosas sobrenaturales, nada que te interese...-dijo tirando un poco del brazo, para liberarse del agarre, sin éxito.

- Por supuesto que me interesan Scott, ¿que ocurré? -dijo ahora preocupado, mientras mantenía el agarre con fuerza. Scott giro la cabeza viendo como Allison hablaba con Lidia, caminando en dirección al coche de la pelirroja. El hombre lobo se mordía el labio, nervioso por si el objeto de sus afectos se marchaba antes que él- No es nada preocupante, Stiles...-dijo de nuevo, tirando en dirección a la puerta, esperando liberarse del agarre para poder correr hacia su diosa cazadora.

- Si estás así lo es...-dijo en un arrebato de preocupación y desesperación, tirando del brazo del moreno, en un intento de sonsacarle la verdad.

Pero Scott no resistió. Dio un giro brusco e hizo lo que nunca debía de haber hecho. Le dio un puñetazo a su mejor amigo.

Fue rápido, no uso la fuerza de hombre lobo, por lo que fue claramente intencional y fue lo que destrozó a Stiles. El cuerpo de Stiles no había previsto esta reacción, por lo que soltó la chaqueta del hombre lobo en un momento de shock. Sin embargo, hubo una cosa que rompería la amistad duradera entre ambos chicos e iniciaría esta historia. Otra serie de palabras que rompieron a Stiles Stilinski.

"Suéltame, jodido imbécil"

El lobo corrió hacia su amada, sin pensar en las palabras que había proferido. Palabras que el humano nunca había pensado que saldrían de la boca de su mejor amigo. Palabras que había escuchado en la boca de conocidos, matones de colegio e incluso, durante una borrachera, de su padre. Y esas palabras era la cosa más dolorosa que podía haber sido pronunciado contra Stiles Stilinski.

Se levantó del suelo en el que había caído tras el puñetazo sin darse cuenta y recogió silenciosamente sus cosas, las cuales se habían dispersado en el suelo. Solo miraba al suelo, sin prestar atención a las pocas almas que quedaban en el lugar, mirandolo divertidas, con pena o indiferentes ante lo que había acontecido.

Esa memoria acaba aquí y debemos volver con la versión presente de Stiles. Su mano sostiene la navaja firmemente y sus ojos no apartan la mirada de su blanca piel, en la que se marcaban las venas y los tendones. Stiles observa detenidamente la cuchilla, perdiendo su mirada en el reflejo que le devuelve el frio metal. Cierra los ojos.

La cuchilla corta la carne sin hacer ningún ruido. Tampoco se habría escuchado, ya que la mente de Stiles se encuentra vagando en el dolor que le produce el corte. La sangre rápidamente sale de la herida abierta, manchando con un constante goteo el suelo. Realiza la acción en ambos brazos, con mayor dificultad en el último.

Al final, deja caer los brazos, derrotado. Derrotado por la vida, derrotado por las circunstancias, derrotado por lo sobrenatural. Derrotado por no ser lo suficientemente fuerte. Cierra los ojos y descansa, esperando el suave descanso que la muerte estaba a punto de otorgarle.

-SEÑOR STILINSKI-

Dice una voz. Es difusamente masculina, quizás tiene un tono inglés. Los ojos de Stiles se abren y observan a al figura que había entrado en su cuarto. La figura se distorsiona, quizás por la falta de sangre, pero Stiles entiende dos cosas. Qué es muy alto y viste de negro.- ¿Eres la muerte? -pregunta el joven, intentando evitar el sueño.

-NO, NO SOY LA MUERTE, SEÑOR STILINSKI-

Dice de nuevo la figura. Su voz es rara. No suena ni alto ni bajo, no tiene un sonido capaz de ser medido por los humanos. Meramente, y es la definición más precida, se puede llamar una voz. Además, el joven investigador no logra ver los labios que dicen esas palabras, no lograr ni siquiera ver sus labios.- ¿Entonces quien eres? -pregunta con un hilo de voz, la perdida de sangre constante no es buena para mantener una conversación.

-TENGO MUCHOS NOMBRES. ALGUNOS ME LLAMAN `NADIE´. OTROS ME LLAMAN `DIOS´. PERO EN ESTA OCASIÓN, PUEDE USTER DENOMINARME COMO `EL BENEFACTOR´-

Una media sonrisa aparece en el rostro del meno al escuchar eso- No me digas que vienes a ayudarme. Como verá estoy más allá de una ayuda inmediata...-Susurra el adolescente con la mirada perdida.- Y, sinceramente, no deseo cualquier tipo de ayuda...no me dará nada que evite que repita esto...-vuelve a comentar el joven.-

-LAMENTO ESCUCHAR ESA NOTICIA, SEÑOR STILINSKI. ENTIENDO SU CREDIBILIDAD ANTE LA AYUDA QUE DESEO PROPORCIONARLE...DADA SUS CIRCUNSTANCIAS-

Un poco de claridad ilumina los ojos del menor y puede ver como la sombra de un enorme paraguas cubre las facciones del ser con el que hablaba./p

-SIN EMBARGO, TENGO UNA OFERTA QUE USTED NO PUEDE RECHAZAR-

Y Stiles lo sabía. No era la lógica que dictaba que en esa situación cualquiera podía hacer cualquier cosa con él, si no que en el fondo sabía que en cualquier estado en el que se encontrase no sería rival para el individuo que tenía delante- Hable...-susurra con menos fuerza- No tengo demasiado tiempo, como puede ver...

- CREO QUE TENEMOS TODO EL TIEMPO DEL MUNDO, SEÑOR STILINSKI. COMO PUEDE ENTENDER, MI TÍTULO HACE REFERENCIA A SER UN BENEFACTOR Y, AL PARECER, ME VEO EN LA NECESIDAD DE ACOGERLO COMO MI PROTEGIDO.-

No entendía lo del tiempo. Por Dios, se estaba desangrando, claramente no tenía demasiado tiempo. Suspira, notando como de difícil le resultaba hacer mover a sus pulmones.- ¿y de que le valdría ser el protector de un cadáver? La necrofilia no es algo en lo que usted este interesado.../p

-CIERTAMENTE, SER MI PROTEGIDO LO SACARÍA DE ESTA SITUACIÓN Y, SINCERAMENTE, MI PERSONA NO GUARDA NINGÚN TIPO DE `FILIAS´ EN SU INTERIOR. SIN EMBARGO, VIENDO LAS CARACTERÍSTICAS DEL ACONTECIMIENTO, MI GUARDIA TENDRÁ OTRA CARACTERÍSTICA-/p

¿Cuál? -pregunto el joven-/p

Y el otro se lo dijo./p

El joven sonrió y movió la cabeza afirmando- Pero ¿por que yo?/p

Y el otro se lo dijo, aunque después Stiles lo olvidó./p