Disclaimer: Fairy Tail y sus personajes son propiedad de Hiro Mashima
Hola, gracias por entrar n.n
Tengo publicado un drabble Gray/Juvia desde hace años y hasta el momento era lo único que había escrito para este fandom. Hoy me animo con un long-fic protagonizado por otra de las parejas que más me gustan, Gajeel/Levy.
Lo empecé a escribir hace meses, lo tengo muy adelantado, por lo que iré actualizando en la medida en que vaya editando los capítulos, un total de doce. Es un romance muy sencillo, me gustan las historias donde el amor se va construyendo con el tiempo, la confianza y la conexión. Espero que sea de su agrado.
La idea es que Levy se dedique a reunir una serie de libros, cada uno de un color distinto. Sí, lo sé, no es muy original u_uU Cada color tiene su significado, para lo cual he estado indagando entre diversas páginas de internet, por lo que a pesar de la coincidencia generalizada seguramente haya errores o datos incompletos. De todas maneras repito que se trata de un simple romance, no tengo pretensiones de exactitud. Una ficción es una ficción y se justifica por sí misma.
Por las dudas voy a aclarar que no tendrá lemmon. Siempre lo aclaro, a veces la cuestión del rated confunde, he visto relatos con lemmon en rated K :/ No es que no me guste, he publicado varios relatos de este tipo y también los leo, pero a la hora de escribir hoy en día me interesa y me divierte más la construcción del vínculo. A cambio de esto y de la falta de originalidad, prometo una actualización sostenida, una redacción aceptable y la finalización de la historia. Los que me conocen saben que soy bastante responsable en estas cuestiones, y los que desconfían pueden pasar por mi perfil para corroborarlo. Claro, siempre puede ocurrir que el cielo se desplome o que internet me boicotee XD
Si después de toda esta cháchara todavía quieren darle una oportunidad, espero que lo disfruten. Disculpen por los posibles fallos que puedan encontrar y gracias por leer :D
No hay mejor fragata que un libro para llevarnos a tierras lejanas.
Emily Dickinson
I
Libro Verde
Lo que está por nacer
La luz del candelabro vaciló y Levy tuvo que sostenerse de la escalera para no trastabillar. Estaba acostumbrada a encaramarse a esas alturas de los estantes, pero a esa hora de la madrugada el cansancio comenzaba a afectarle. Suspiró con alivio. Rindiéndose ante la evidencia de su agotamiento, reintegró el grueso volumen que revisaba y empezó a descender.
La biblioteca de Fairy Tail siempre había sido una de las más nutridas del reino, para orgullo de sus integrantes y para entusiasmo del mago que se dedicase a su estudio. Para Levy, además, era como el hogar. Quedarse leyendo o investigando entre los innúmeros libros que la poblaban hasta altas horas de la noche se había convertido en una costumbre tan naturalizada como respirar.
Conocía cada recoveco como la palma de su mano. No sólo se sentía más cómoda allí que en cualquier otra parte, sino que la consideraba el epicentro de sus verdaderos dominios. Ningún cambio se le escapaba, ninguna variación producida por las apuradas manipulaciones de alguno de sus compañeros pasaba desapercibida ante sus ojos, y se ocupaba personal y amorosamente de corregir la anomalía. En los libros estaba su mundo y ella procuraba cuidar de él.
Por eso, a medio camino, le llamó la atención el luminoso lomo sobresaliente de un libro dorado bastante peculiar. Se detuvo en el peldaño, algo asombrada, y trató de recordar cuál era su contenido. A los pocos segundos trató de recordar también si lo había leído y por último tuvo que preguntarse si lo había visto antes en realidad.
Estiró la mano para tomarlo, pero no lo alcanzó. Se inclinó un poco, se forzó más, pero apenas consiguió rozarlo con la punta de los dedos. Hubiera sido más fácil terminar de bajar, acercar la escalera y volver a subir, pero el cansancio y la curiosidad eclipsaban su sensatez y persistió en sus intentos sin detenerse a pensar.
Lógicamente, en un momento dado su empeño volvió a perturbar la estabilidad de la escalera y ésta empezó a inclinarse peligrosamente hacia el costado, ocupante incluida. A Levy le acometió un golpe de pánico y sacudió los brazos aparatosamente, de modo que de un manotón arrojó el libro al suelo y la escalera volvió de milagro a su posición original.
Permaneció quieta aferrada a ella durante un buen rato, agitada, dándole tiempo a su corazón para que se repusiera del susto. Cuando recuperó el control de sus piernas, se animó a reiniciar el descenso, con más cuidado del habitual.
El misterioso libro yacía en el suelo, cerrado y con la portada hacia arriba. Levy lo levantó, sopló el polvillo y lo revisó someramente para descubrir que carecía de título y de cualquier otro dato que anticipara su contenido. Extrañada, se dirigió hasta la mesa donde había estado trabajando y donde la luz del candelero podría iluminarlo mejor.
Sólo entonces advirtió la belleza del arte con el que la cubierta había sido confeccionada, una capa dorada en relieve con trazos espiralados sin principio ni fin sobre un fondo que asomaba verde sólo en algunos sectores, como lagunas nacientes. Tal singularidad le pareció tan atrayente como desconcertante, y a pesar de esa esplendorosa apariencia Levy presintió su antigüedad y su carácter. Aquél no era un libro cualquiera.
Pero, precisamente por eso, ¿por qué no lo había visto con anterioridad? Un volumen de esas características, aunque de tamaño promedio, nunca se escapaba de su ardiente interés. ¿O sería de reciente y secreta adquisición? Sin más demora, lo abrió con la parsimonia de costumbre, aunque también con ansiedad.
La acometió un estremecimiento. Apenas había empezado a recorrerlo y ya le pareció más que obvio lo extraño que era en el interior. Pasó con cuidado las primeras páginas en blanco, por fin encontró el título y, acto seguido, cada vez más interesada en el libro y en lo que parecía suscitar repentinamente dentro de ella, se lanzó a leer.
.
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-Hum, hacía mucho tiempo que no veía uno de estos ejemplares.
-¿Y dices que lo encontraste en nuestra biblioteca?
-Sí, anoche. Nunca lo había visto antes.
-Hum…
A media mañana, el bullicio tan característico del gremio había disminuido notoriamente, pues para ese entonces la mayoría de sus integrantes ya había elegido un trabajo y había partido hacia los destinos correspondientes. Sólo unos pocos magos permanecían aún allí dispersos en aislados y pequeños grupos, algunos dormitando, otros conversando y los menos jugando una rutinaria partida de naipes.
En medio de esa calma inusual, Levy se había reunido con el Maestro y Mirajane en el mostrador del espacioso comedor para comentarles su peculiar descubrimiento. Sus compañeros Jet y Droy, en cambio, aprovecharon esa reunión para sentarse en una de las mesas y dar debida cuenta del abundante desayuno atrasado que les sirvieron. Percatándose de que aquéllos departirían sobre un asunto importante, prefirieron respetarles la privacidad.
Efectivamente, después de terminar de leer el libro recién descubierto Levy recurrió al anciano para consultarle sobre su procedencia y significado, pues poco y nada halló en él que la orientase al respecto. Sin embargo, hasta el momento sólo había obtenido rodeos, gruñidos ensimismados y ninguna certidumbre apropiada.
-Hum… –siguió profiriendo Makarov enfocándose con aire reflexivo en el misterioso libro que tenía entre las manos.
Viendo la sesuda circunspección del Maestro, Mirajane volvió a dirigirse a Levy mientras secaba los vasos.
-¿De qué se trata el libro? –indagó.
La interpelada se tomó algunos instantes para ordenar sus pensamientos. Había pasado casi toda la noche leyéndolo y la experiencia le había deparado diversas y singulares sensaciones.
-Se titula "Libro Verde", o al menos esa es la única referencia que encontré. Más bien parece un indicador que un título –comentó-. Luego detalla largamente el significado de ese color para la magia y la forma de utilizarlo. Después de eso, el libro se vuelve extraño.
-¿Extraño?
-Sí, muy extraño –murmuró Levy, que nunca antes se había topado con tal fenómeno. Makarov levantó la vista hacia ella, atendiendo también a su relato-. Al principio el libro parecía dividido en capítulos, pero luego, mientras avanzaba en la lectura, advertí de pronto que nunca llegaba al final del primero. Entonces dejé de leer, pasé las páginas buscando el final de ese primer apartado y me encontré con que el texto fluía en continuado. Creí que estaba loca.
-Quizás al principio te habías equivocado –observó Mirajane.
-Eso pensé y lo cerré por un instante para tratar de entenderlo –repuso Levy-. Sin embargo, cuando volví a abrirlo…
Levy se trabó, incapaz de terminar la frase.
-Cuando volviste a abrirlo… ¿qué? –la instó su compañera al ver que titubeaba.
La joven intentó dar con las palabras más adecuadas.
-Cuando volví a abrirlo el texto había cambiado.
-¿Cambiado?
-Cambiado. No sólo había variado la disposición del texto en general, sino también su forma de estar impreso en la página, el tipo de letra, el orden de la información, el propio contenido… ¡Incluso aparecieron ilustraciones que antes no estaban! Hasta el título había desaparecido. Repetí la experiencia una y otra vez, y cada vez que lo abría, parecía un libro diferente.
-Hum… –Makarov volvió a hundirse en sus pensamientos.
Mirajane, conciente de la importancia de aquel asunto para Levy y a quien notaba realmente desorientada, se decidió a reconvenir al anciano por su esquiva actitud.
-Ya, Maestro, ¿no puede darnos siquiera una pista sobre lo que está sucediendo? Antes dijo que ya había visto un libro como ése.
Makarov levantó la vista, abstraído. Al toparse con dos pares de ojos ceñudos y expectantes, y algo amenazadores, por fin se dignó a complacer la curiosidad de sus discípulas.
-Se trata de uno de Los Doce Grandes Libros de la Sabiduría –declaró sin más rodeos.
Levy lo miró con gran asombro. Semejante afirmación no podía generarle menos.
-¿Cómo dice?
-Lo que escuchaste –respondió Makarov-, se trata de los legendarios y casi nunca vistos libros de la sabiduría más ancestral.
La maga se llenó de estupor. Había oído hablar en varias ocasiones de Los Doce Grandes Libros, pero su existencia estaba tan cuestionada que había terminado por creer que se trataba más de una leyenda que de algo real. Además, libros de los que se afirmaba que contenían "el secreto de la sabiduría" había a montones y cada región se jactaba de los suyos. Todo mago especializado en el lenguaje poseía o conocía más de uno y utilizaba sus dones cada vez que la ocasión lo requería.
Todos ellos igualmente antiguos, todos igualmente sagrados y postulados como los más certeros y definitivos. Entonces, ¿qué podía tener de especial el libro que había encontrado?
-Hay muchos libros dedicados a la sabiduría, Maestro –se creyó en la obligación de señalar.
-Lo sé muy bien, niña, no tienes que darme lecciones al respecto.
-¿Entonces qué tiene este libro de particular? ¿Y por qué nunca me había tropezado con él?
-Tú lo has dicho –repuso Makarov-: el primer libro no se busca, sino que se encuentra.
Levy se sintió aún más confusa que antes.
-¿El primer libro?
-Así es. Por la forma como te topaste con él deduzco que se trata del primero de Los Doce, los cuales a partir de este momento, jovencita, deberás empezar a buscar.
Al oír semejantes palabras, se quedó boquiabierta durante algunos instantes.
-¿Empezar a buscar? ¿Quién? ¿Yo?
-Sí, tú –corroboró Makarov-. Y para reunirlos, tendrás que partir y rastrearlos entre las diversas bibliotecas del reino. –El anciano lo dijo con la misma naturalidad que si la hubiese enviado a hacer las compras del día. Levy empezó a sentir mareos. Luego, mirándola con seriedad, él añadió-: Has sido elegida para ello.
Levy volvió a llenarse de sorpresa y Mirajane le pidió a Makarov más explicaciones. Éste se cruzó de brazos y se enfocó en un punto lejano, como si recordase otras aventuras similares.
-Como bien dices, el empleo de esos libros es uno de los numerosos caminos que conducen a la sabiduría –explicó-. Sin embargo, a diferencia de los otros, Los Doce Grandes Libros eligen a quienes creen dignos de acceder a su conocimiento. Una vez que el elegido de turno los reúne, permanecen a su lado mientras los necesite y los use bien. Dicen que la cantidad de revelaciones que encierran sus páginas es infinita.
-Por eso cada vez que lo abría aparecía un contenido distinto –consideró Levy, entendiéndolo por fin.
-Exacto, se trata de una de sus cualidades más reputadas: su información se renueva constantemente -señaló Makarov-. Su existencia no es cuestionable, como muchos piensan, sino que es evanescente: se materializan en las diversas bibliotecas del reino cuando han escogido a su nuevo usuario con el fin de ponerlo a prueba, cosa que puede ocurrir de un año para el otro o de una centuria para la otra. Por eso no todos pueden asegurar haberlos visto.
-Ahora entiendo por qué todavía no sabía a ciencia cierta sobre ellos.
Makarov asintió y le sonrió con orgullo.
-Parece que han encontrado a un nuevo y digno portador –anunció, y Levy le correspondió el halago con una sonrisa cohibida-. La cuestión es que ahora tendrás que partir en busca del resto de Los Doce, pues sólo si sigues ese recorrido terminarás por merecerlos.
-¿Partir? –repuso Levy, desconcertada con la novedad.
-Así es. Una vez que te han elegido, debes hacerte responsable. Tendrás que indagar entre las bibliotecas hasta encontrarlos a todos, de ahí en más te convertirás en la nueva heredera de su inconmensurable sabiduría.
A Levy tal descubrimiento le representó tanto una sorpresa como una profunda conmoción. Jamás había escuchado de un asunto tan determinante, el universo de los libros realmente parecía inagotable y ella no dejaba de admirarse.
¿Convertirse en la nueva portadora de Los Doce Grandes Libros? Una idea bastante impactante para una joven maga que aún se hallaba en proceso de aprendizaje, o al menos así se consideraba siempre. Natsu, Gray, Erza, ellos eran los más fuertes del gremio, por no hablar de Laxus o de Gildarts, y sus capacidades distaban mucho de los logros obtenidos por ellos. La novedad de haber sido elegida para una empresa de tal envergadura le generó una gran impresión.
Muchos interrogantes cruzaron por su mente. Entendía la situación, pero eso no hacía más que aumentar su curiosidad. Al poco rato, no obstante, su voluntad se impuso sobre la incertidumbre y, convencida, aceptó el desafío con resolución. Al fin y al cabo, se trataba de recorrer su propio camino.
En el fondo de su corazón, siempre había añorado con afrontar un reto de esas dimensiones por sí misma, con su propia fuerza y con sus propios recursos. Por fin aparecía la oportunidad y por nada del mundo la echaría a perder. Cuanto más lo pensaba, más se fortalecía su determinación.
-Partiré –anunció con firmeza.
Makarov asintió con severidad.
-No esperaba menos de un mago de Fairy Tail –comentó con satisfacción-. Para ti, además, será como un viaje iniciático, aunque a la larga terminará convirtiéndose en parte fundamental de tu formación. Lo harás bien, Levy, es una aventura perfecta para ti.
Ella se emocionó con esas alentadoras palabras.
-¿Cómo sabré por dónde buscarlos? –indagó, reparando súbitamente en el detalle-. En el reino hay demasiadas bibliotecas, sin contar con las que tienen los gremios.
-Deberás guiarte con tu intuición –respondió el anciano-. Los libros han conectado contigo y a partir de ahora tendrás que valerte de tu percepción. Como ya dije, el primero se encuentra y los demás se rastrean. Insisto en que lo harás bien.
Así ella comprendió por qué había sentido aquel extraño estremecimiento al abrirlo por primera vez, y lo raro e íntimo que le resultó recorrerlo. La conexión con un libro era única e intransferible.
-Pero, ¿cómo voy a identificarlos?
Makarov se alzó de hombros.
-Esas cuestiones las irás resolviendo en la medida en que avances en tu camino, sería un mal maestro si te diera todas las respuestas. Sólo ten en cuenta que cada libro, aunque tenga la misma cubierta dorada, se reconoce por un color de fondo diferente.
-Sí, pero qué colo…
-¡Descúbrelo! –la cortó Makarov, menos paciente que antes. Suspiró y meneó la cabeza, sus discípulos a veces eran demasiado ansiosos-. Tú puedes, Levy, ¡confía en ti misma! Eres más fuerte de lo que crees.
Mirajane apoyó sus dichos con una sonrisa. Levy procuró entonces armarse de paciencia y entregarse sin rodeos a su futura misión. Por fin podría hacer lo que sólo ella podía hacer.
-Ahora entiendo el significado del libro –murmuró.
-¿A qué te refieres? –preguntó Mirajane.
La interpelada tomó el libro de manos del Maestro y lo hojeó recordando. Ese pasaje ya leído nunca volvería a aparecer otra vez, tal y como la naturaleza cambiante de esas páginas parecía disponer.
-El color verde, al estar asociado a las plantas, representa la vida –explicó-. Tradicionalmente se lo considera el color de la esperanza, pues lo que está verde aún no ha madurado. Por extensión, significa crecimiento, renovación y salud, beneficioso para quien esté dando los primeros pasos en un proyecto. Y creo que estoy a punto de darlos.
Su compañera asintió sonriente, el significado del libro no podía ser más apropiado.
-La promesa de lo que está por venir –reflexionó-. Creo que has iniciado un desafío maravilloso.
Makarov estuvo de acuerdo y de nuevo tuvo palabras muy motivadoras para su discípula. Ella las aceptó con regocijo y agradecimiento, de veras expectante del viaje que emprendería.
Sin poder resistir más la curiosidad, Jet y Droy se acercaron al pequeño grupo para averiguar qué estaba sucediendo. Cuando se enteraron de la buena nueva y de que Levy partiría de inmediato, casi colapsaron del asombro y la agitación.
Ella misma se encargó de contenerlos y de ponerle un freno a su alborotada decisión de seguirla. Se trataba de un viaje que quería realizar por sí misma y en el cual quería valerse de sus propias armas. Nada de lo que dijeron, ninguna de sus súplicas ni de sus insistentes argumentos la disuadieron de aceptar aquella compañía. Mirajane la secundó y Makarov les aseguró que no habría ningún peligro.
Aun así los muchachos se mostraron inconformes. Luego, poco a poco, notando la resolución de su amiga, comenzaron a sosegarse y aceptar. Apreciaban a Levy demasiado como para resentirse o para obstaculizar una oportunidad única de crecimiento. El Libro Verde lo anunciaba y ellos fueron incapaces de contradecir un mensaje tan rotundo.
Pensando en la faena que tenía por delante, la joven maga ideó en el momento un hechizo para poder transportar consigo todos los libros que debía reunir. Con un dedo escribió sobre la cubierta la palabra "Reducir" y al instante el libro se achicó hasta alcanzar el tamaño de un dije. Luego lo sujetó a un brazalete que llevaría colocado en su brazo izquierdo, al cual añadiría los demás en la medida en que los encontrase. De ese modo sería más fácil cargarlos a todos.
Después fue hasta su cuarto y preparó un pequeño bolso de viaje con lo más necesario. Apenas si podía creerse lo que haría, esa mañana había planeado dormir una buena siesta para reponerse del desvelo de la lectura, jamás hubiera sido capaz de anticipar un evento tan distinto. Nunca se sabe lo que puede pasar.
Cuando estuvo lista, se dirigió hasta las puertas del gremio para despedirse. Sin darle más vueltas al asunto por temor a tempranos e inconvenientes arrepentimientos, partió prontamente rodeada de abundantes y aparatosas lágrimas masculinas y de los mejores y más sinceros deseos del resto de sus compañeros.
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Por la tarde, aquellos que habían partido a cumplir con algún trabajo comenzaron a regresar al gremio, cansados pero alegres. Unos victoriosos, otros con menos dinero del prometido y otros con experiencias que jamás podrían olvidar, volvían hermanados por la satisfacción de haber estado a la altura de las expectativas que generaba el gremio al que pertenecían.
Incluso los que se habían topado con mayores dificultades de las previstas o los que no habían podido concluir cabalmente la misión volvían con el ánimo renovado y las ganas de contar sus aventuras. Acompañados de las habituales bebidas y vituallas con las que solían ser recibidos, se dispusieron a compartir con sus amigos los pormenores de la jornada, y todos terminaron riendo, celebrando y agradeciendo por otro día de camaradería y gratificación.
Uno de los últimos en llegar fue Gajeel Redfox, que a diferencia del resto siempre lo hacía con una mueca de fastidio. Aunque sus trabajos acababan con éxito, solía traerse de regreso algún detalle incómodo o desagradable acontecido durante la misión que le quedaba dando vueltas en la mente. Entonces rumiaba esa contrariedad a lo largo de todo el camino a casa y Lily tenía que tolerar su malhumor con la paciencia de una madre.
Esta vez se trató de un hechizo de manipulación mental que, aunque al final hubiera logrado deshacer, lo tuvo a maltraer la mayor parte del trabajo. Y por más que Lily le señalase una y mil veces que el asunto se había solucionado bien, Gajeel persistió en maldecir su momentánea debilidad en aquella situación.
-Ya, ¡olvídalo! –lo regañó Lily cuando traspusieron la entrada-. Al final logramos imponernos y eso es todo lo que importa.
-No entiendo cómo pude caer en un truco tan básico –masculló el otro, poco dispuesto a dejarse convencer-. ¡Ni que fuera un novato!
-Le puede pasar a cualquiera. Incluso puede pasarme a mí.
-¡Pero me pasó a mí!
-¡Sé fuerte y supéralo!
-¡Es de lo más humillante!
-¡También fue gracioso! –repuso Lily sin pensar, ganándose una amenazadora mirada del otro.
-Si serás…
Al notar el clima distendido que reinaba en el comedor, tuvieron que conformarse con soportar el malestar sentados en una mesa apartada. Gajeel descansó la cabeza en la mano acodada y observó indiferente aquel bullicioso panorama cotidiano sin asombro, pero muy poco dispuesto a formar parte de él. Además del disgusto que cargaba, así le hacía honor a su apática forma de ser.
Al poco rato, no obstante, fue súbitamente acometido por un extraño presentimiento. Volvió a observar escrutadoramente en derredor y percibió una irregularidad, aunque no pudo precisar su origen con exactitud. Había algo que no encajaba… o algo que faltaba, algo que no se desarrollaba del modo habitual.
¿Pero qué podía ser? Todavía acodado olfateó el ambiente durante unos instantes y la sensación recrudeció. ¿Qué maldita cosa no andaba del modo debido allí?
Repitió el escrutinio mesa por mesa. Natsu discutía con Gray por alguna tontería y Erza los apaciguó de un golpe. Lucy conversaba alegremente con Wendy y Charlotte con Happy y Lily, que se había unido a ellos dejándolo solo como de costumbre. Juvia acechaba a Gray desde atrás de una columna, y Mirajane atendía a todos mientras Makarov se sonrojaba leyendo una revista. Eva Green tonteaba con Elfman, en tanto que Jet y Droy no hacían más que comer y lagrimear.
Comer y lagrimear… Comer y lagrimear…
Gajeel se levantó como un resorte.
¿Y dónde diablos estaba la enana? Sólo entonces, en medio de su fastidio, se percató por fin de la ausencia de Levy. Eso era lo que faltaba, pues la chica solía recibirlo con palabras de bienvenida sin dejarse amilanar por la adustez de su carácter.
¿Y por qué esos dos idiotas comían sin parar y lagrimeaban sin consuelo?
-Levy se fue de viaje.
Mirajane, de pie a su lado, depositó un jarro sobre la mesa y comenzó a llenarlo. Le contó con absoluta normalidad sobre el hallazgo del libro, su significado, las explicaciones de Makarov, las precisiones sobre cómo reunir Los Doce restantes y la precipitada partida de la maga.
Como si nada, como si emprender un viaje de esa naturaleza fuese cosa de todos los días, como si a él no le afectase en lo más mínimo que la chica por la que se sentía más inclinado y a quien se había jurado proteger se hubiese marchado sin avisarle ni despedirse. Gajeel golpeó la mesa con un puño.
-¡Y recién ahora me lo dices!
Mirajane no se amedrentó.
-Así es, te lo estoy diciendo ahora –repuso con naturalidad-. ¿Por qué? ¿Querías ir con ella?
A pesar del enojo, el sugestivo tono con el que articuló la pregunta le removió los sentimientos que se acumulaban en su interior. Sus impulsos se sacudieron instándolo a partir, pero su orgullo lo obligaba a mantener la compostura.
Maldita sea con las mujeres y sus decisiones unilaterales, maldita sea su independencia y la poca necesidad que tenían de alguien preocupado.
-Y quién dice que me importa –gruñó, sentándose otra vez. Tomó el jarro y bebió su contenido de un solo trago.
Mirajane sonrió para sus adentros. Podían ser los magos más poderosos del reino, pero a la hora del romance se movían más lentos que un caracol.
Lo dejó solo y se desplazó entre las mesas para renovar la bebida, pensando en todo aquello. Levy no le preocupaba, de hecho le alegraba mucho que tuviera una oportunidad tan maravillosa para ponerse a prueba, para conocer el mundo y conocerse a sí misma, para crecer y mejorar. Sin embargo, había dejado a ciertas personas atrás que de seguro la echarían de menos.
Y sin duda alguna, Gajeel era uno de ellos, por más estoico que se mostrase. Mirajane meneó la cabeza, condescendiente. Cuando se agotó el contenido de la jarra levantó la vista para ver qué hacía el tipo, y cuál no sería su asombro al encontrarse con el sitio donde había estado sentado… completamente vacío.
Luego divisó a Lily preguntando por él entre los presentes, desconcertado por su repentina desaparición. La maga, ya repuesta de la sorpresa, sonrió con entendimiento. Quizá no fuese tan lento como había creído.
