El tiempo transcurría,
y la fría noche un misterio guardaba,
suerte que por allí un despistado pasaba.

El dulce sirviente no sabía,
en el problema que se metía.

Una joven sollozaba,
y él sus pasos dirigió a donde ella se encontraba.

Al observar que estaba encarcelada y lastimada,
se dispuso a liberarla,
pero no poseía sitio para ocultarla.

El tiempo transcurría
y ningún lugar hallaba,
desesperado decidió colocarla
debajo del palacio donde él trabajaba.

El tiempo transcurría
y los guardias la buscaban,
pues de un ser mágico se trataba,
pobre tonto del sirviente que no se lo esperaba.

El tiempo transcurría,
y él nunca la entregaría,
porque juró que le cuidaría.

El tiempo transcurría,
él no creía que se enamoraría
y mucho menos,
que su corazón se rompería,
pues él no sabía
que al transcurrir el tiempo,
ella moriría.