París, Francia. Era un bello día para salir. Sonrisas iluminadas por el sol, ojos brillantes por la alegría del lugar, una brisa juguetona que desordenaba los cabellos de las chicas, y por qué no, levantaba la falda de alguna distraída. Y quién más indicado que Francia para apreciarlo.

Con los primeros botones de su camisa desabrochados, su pelo recogido en una cola de caballo, una rosa e intenciones impuras, se preparaba para invitar a salir a una jovencita. Tenía los ojos fijos en su bello traser-chaleco, ese lindo chaleco que le hacía juego con su collar, cuando un fuerte golpe en la cabeza lo dejó inconciente.

Despertó sobre un sillón en lo que parecía una sala de estar. Frente a él había una mesa ratona y más allá un sofá, cerca de una chimenea encendida.

-Qué bueno que despertaste, temía haberte golpeado demasiado fuerte.- Habló detrás de él una voz suave que parecía fingida.

Se volteó a ver, y allí estaba Rusia, con su sonrisa de siempre. Éste caminó hacia él y se sentó en el otro sofá, mientras dejaba caer sobre la mesa unos papeles y lápices.

-Bueno, sé que eres un ícono de la moda a nivel mundial y yo… Esto… Quería pedirte un favor… ¿Podrías diseñarme un nuevo uniforme militar?.

Francia se quedó en blanco, sin palabras. Pasaron unos minutos, hasta que un aura sombría se elevó sobre Rusia.

-Francia, diséñame un nuevo uniforme militar.

Francia se despabiló, agarró los papeles, improvisó una figura humana de pie y empezó unos bocetos. Dibujaba las ideas principales de la ropa, y tan pronto como terminaba los detalles, los borraba.

"¿Será demasiado llamativo? ¿O demasiado lúgubre?"

A veces echaba un vistazo a la ropa de Rusia, para darse una idea de qué podría gustarle.

"Pero esto se ve muy anticuado"

Mientras tanto, Rusia jugaba con su grifo de agua, dando ligeros golpecitos en el piso. Esto inquietaba a Francia.

"Rayos, no puedo diseñar ropa bajo presión. ¿Y por qué hace tanto calor aquí? Pensé que en Rusia siempre hacía frío."

Transcurrieron varias horas sin que la situación se desviara hacia algún lado. Rusia se cansó, echó a Francia de su casa y le dijo que se las arreglara solo para volver a su hogar. Al final, Rusia adoptó un diseño de su amada, hermosa y preciosa hermana Belarús, con quien siempre estaría dispuesto a casarse y a vivir juntos hasta el final de los tiempos.

Lo siento, Belarús me obligó a escribir eso último. _