Mi novia Ukitake.
Capítulo 1: El extraño suceso.
Hacía frio. Bastante frio para ser una simple mañana de finales de noviembre. El Capitán de la Decimotercera División se volteó entre las sábanas, intranquilo, mientras la baja temperatura empezaba a sacarlo de su ensoñación. Abrió los ojos marrones y miró al frente. Aún era muy pronto, podía voltearse y volver a sus sueños.
Se acurrucó mejor entre las sábanas cuando, de repente, algo grande le molestó en su pecho. No le dio la menor importancia y continuó durmiendo hasta bien entrada la mañana. Cuando el Capitán de la Decimotercera se levantó, ya eran pasadas las 11 de mañana.
¿Por qué Sentaro y Kiyone no le habían despertado? Movió sus manos largas y fuertes hasta sus blanquecinos y finos cabellos y los echó hacia atrás para despejarse. No había vuelta a atrás, no le habían despertado pero el trabajo que tenía pendiente seguía allí.
Ukitake se levantó y plegó su tatami para despejar la sala. Aquella pequeña cabaña en medio del lago de su División hacía a las veces de dormitorio y despacho. Mientras guardaba las piezas de cama dentro del armario, Ukitake sintió sus manos mucho más frágiles y pequeñas que antes, pero no le dio importancia. Aún continuaba medio dormido.
El Capitán se despojó de sus ropas y abrió el armario para tomar uno de sus quimonos. El espejo de la puerta del armario, tan alto como él, reflejaba una imagen diferente a la suya. Ukitake se miró, sin gritar pero terriblemente asustado.
¿Por qué ahora era más pequeño y menudo? ¿Por qué tenía esa cintura tan estrecha? ¿Por qué su rostro era ahora más redondo? ¿Y esos pies tan pequeños y delicados? ¿Por qué tenía unas pestañas tan pobladas y una boca tan pequeña y atractiva? Y, lo que era peor de todo, ¿Por qué tenía pechos?
El Capitán se había desvestido sin prestar atención a esas dos grandes protuberancias que salían de su pecho. ¿Dónde había ido a parar sus abdominales masculinos? ¿Acaso soñaba?
Levantó una de sus ahora pequeñas manos, temblorosas y los tocó. ¡Eran pechos de verdad! Y su tamaño era descomunal. Parecía la mismísima Rangiku Matsumoto después de recibir cien picadas de abeja en cada pecho. ¿De dónde había salido esa aberración? Eran tan grandes que a Ukitake le daba vergüenza mirarlas…
Pero eso no era lo importante ahora. Lo más importante era que esos pechos desaparecieran. ¡Un momento! Si tenía pechos eso significa que… El Capitán supo con un rápido movimiento de mano que el contenido de su entrepierna había desaparecido. Era una mujer en todos los sentidos, de eso no cabía duda.
Sin saber por qué y sin desearlo, Jushiro Ukitake se había convertido en una mujer de enormes senos y de envidiable belleza. Su rostro redondo, su cabello fino y hermoso, sus manos delicadas… era una mujer preciosa. El problema justamente era ese, que el Capitán de la Decimotercera era un hombre.
-Es un sueño –concluyó Ukitake- Volveré a la cama y cuando despierte todo volverá a la normalidad.
Ukitake se dirigió hacia el armario y le cayó una pesada caja sobre el pie.
-¡AH! –chilló. Acto seguido se llevó las manos a la boca. Su voz había sonado demasiado femenina. Su habitual voz de hombre amable y sonriente había dado paso a una vocecita tierna y delicada.
-¡Capitán! –gritó Sentaro desde fuera de la habitación- ¿Puedo entrar?
-¡No entres! –gritó Ukitake tomando una manta y tapándose los senos. ¿Cómo iba a esconderlos?
-¿Capitán Ukitake? –preguntó la voz de Sentaro. Evidentemente, su subordinado no había identificado la nueva voz del Capitán- ¿Quién está en los aposentos del Capitán? ¿Eres tú, Kiyone?
El bruto de Sentaro entró en la habitación y descubrió a una mujer de cabellos blancos muy hermosa completamente desnuda que se tapaba con vergüenza.
-¡Sal de aquí, Sentaro! –exigió Ukitake- ¡Te había dicho que no entraras!
-¡Estos son los aposentos del Capitán! –gritó Sentaro haciendo un gran escándalo- Por muy guapa que seas no puedes estar aquí.
-¡Esta es mi habitación, eres tú el que no puede entrar sin mi permiso! –gritó Ukitake enfadado.
-¿Capitán? –pidió Kiyone entrando sin llamar a la puerta. La mujer miró a su Capitán, reconociendo su forma de ser en las palabras que había utilizado.
-¡No me miréis así! –Chilló Ukitake- No sé qué me ha pasado. ¡Todo esto debe ser culpa de Mayuri! Jamás debí contradecirlo…
Ukitake recordó como en la pasada reunión de Capitanes se había opuesto fervientemente a los planes del Capitán Kurotsuchi de construir un nuevo centro de adiestramiento de almas para hacer experimentos. ¡Era cruel e inhumano! Ukitake desbarató por completo los planes de Kurotsuchi y esta era la manera del Capitán de devolverle la jugada.
Ukitake miró hacia un rincón con el rostro completamente sonrojado. No le gustaba que sus subordinados le vieran en aquella situación. Todo era tan real… la posibilidad de despertar y salir de esa pesadilla de cada vez era menos probable.
-Capitán, nosotros le ayudaremos a volver a su cuerpo original –chilló Kiyone desesperada, con grandes y gruesas lágrimas que colgaban de su rostro.
-No hay prisa… -meditó Sentaro mirando de reojo los pechos de su Capitán.- Kiyone, consíguele algo de ropa al Capitán.
-¡No me mandes, mono apestoso! –gritó Kiyone y los dos terceros al cargo se sumieron en una de sus típicas y tópicas discusiones.
Fuera como fuera, era la hora de comer y Ukitake consiguió un quimono de su nueva talla, que se puso en silencio mientras suspiraba. Eso sí, se negó por todos los medios posibles a ponerse ropa interior de mujer. Él era un hombre y ese pequeño incidente se solucionaría muy rápido.
-¿A dónde va, Capitán? –pidió Sentaro que, por alguna extraña razón, no le quitaba los ojos de encima. Ukitake se levantó sin la gracia habitual de una mujer y se sacudió el quimono.
-A ver a Mayuri para que deshaga esto –contestó el Capitán señalando sus enormes pechos.
-Por supuesto, Capitán –dijo Kiyone chillando con lágrimas en los ojos.-Usted está mucho más atracti… digo, se ve mejor siendo un hombre.
-¿Qué tonterías dices, Kiyone? –gritó Sentaro tomándola por la cintura y lanzándola a la pared. La batalla campal entre los dos había comenzado. Se estiraban del pelo, se arañaban, se insultaban y se escupían… Ukitake suspiró y salió de su despacho.
Entonces se dio cuenta de por qué no debía hacerlo. Shunsui Kyoraku, el Capitán de la Octava División estaba allí, a escasos cinco pasos de él. Ukitake pensó en volver a entrar en la casa, bien rápido pero era demasiado tarde, ya le había visto.
-¿Ukitake? –pidió Kyoraku con los ojos chispeantes, dirigiéndose directamente y sin disimulo a sus pechos. La había cagado. Sabía la devoción, casi el culto que Kyoraku rendía a las chicas. Acababa de darse cuenta que él era ahora una chica. Y vaya una chica…
Estaba completamente perdido…
Continuará…
Otro fic que comienza. Ukitake es un personaje que me gusta mucho y el otro dia pensaba que realmente Tite Kubo lo podría haber hecho mujer con tan solo cambiarle cuatro cosas. Así que pensé que si fuera mujer, seguramente Kyoraku se enamoraría de ella y que tal vez no fuera el único. Así surgió la idea de hacer este fic: Ukitake siendo mujer y cortejado por diversos personajes del Gotei 13. Aún no tengo bien claro con quien se quedaría... ¿Lo descubrimos juntos?
En el próximo capítulo: La solución de Mayuri! El capitán de la Decimosegunda dará a Ukitake la solución para su problema. ¿Cuál será?
