Desde que jugué a Assassin's Creed me gustó muchísimo la temática en la que se basa ya que uno de mis juegos favoritos de infancia es Prince of Persia y me recordaba mucho a ese juego. No he tenido la suerte de jugar ni al Brotherhood ni al Revelations, pero espero poder llegar a hacerlo algún día, sin embargo de los 2 que he jugado Altaïr siempre ha sido mi personaje favorito, me llamó mucho la atención con la que se relaciona con los demás y la época en la que da lugar la historia. Además hace relativamente poco me regalaron La cruzada Secreta de la cual Altaïr es el protagonista y donde se ve algo más su relación con María, otro personaje que me encanta, así que lo que he decidido es hacer una versión de esa historia que es la de Bloodlines pero desde el punto de vista de María. Por lo que algunas partes tendrán frases del juego y otras del libro.
Disclaimer: Todos los derechos de autor son propiedad de Ubisoft y de Oliver Bowden (autor de La última Cruzada)
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Octubre 1191 d.C.
Miraba al mar con una mezcla de desasosiego y tristeza. En sólo unos días lo había perdido todo, absolutamente todo. Había sobrevivido a la hoja del asesino del que Robert llevaba semanas hablando, Altaïr. Podía considerarse afortunada de sobrevivir al ataque de un Asesino, pero ella no había sobrevivido, le había perdonado la vida y sabía muy bien el por qué.
Por ser mujer, ahí giraba todo lo que había sido su vida. Aunque había escuchado que los asesinos no hacían distinciones entre sus víctimas si estas habían sido marcadas, pero ella había sido la excepción.
-"¿Matas a diez hombres que únicamente servían de escolta y me perdonas la vida por no ser tu objetivo? –pensó frunciendo ligeramente el ceño-. Hipócrita"
Sus heridas habían sido un par de costillas rotas, que terminaron de sanar hacía una semana, y la fea cicatriz que había quedado como un estigma en su hombro. El carnicero que la atendió limpió la herida con vino y se la cosió tan bien como pudo, pero ella sabía que siempre quedaría ahí.
Lanzó un pequeño suspiro asegurándose de que no había nadie a su alrededor en esos instantes, se sentía más sola que nunca desde que entró en los templarios hacía más de un año. Robert siempre había sido su guardián, su líder, pero cuando se enteró de su muerte a manos de Altaïr hizo que le hirviese la sangre y se sintiera más que culpable. Ella le había contado sus planes a ese maldito Asesino, si no hubiera sabido que Robert estaría en Arsuf su Orden habría sido completamente eliminada y ellos tendrían el artefacto del que tanto hablaba. Nunca creyó que llegaría, y aunque lo hiciera ¿qué posibilidades había de que el Rey Ricardo creyese a un infiel? Pero él, tan cegado como siempre, lo había dejado en manos de Dios.
-"¿Dios? –una sonrisa torcida apareció en su rostro- Dios hace mucho que dejó esta tierra como para que se fije ahora en nuestros actos"
Y ahí se encontraba, esperando a los barcos que tenían que llegar de Chipre para recoger a los últimos hombres que había en Acre. El Rey Ricardo iba a pactar una tregua con Salah Al'din y los Templarios iban a ir hacia Chipre, el rey la había comprado haría unas semanas, ahora poseían un lugar cerca de Tierra Santa para reorganizarse después de la pérdida del Gran Maestre. Ya que Acre, con la cercanía de los asesinos, no era un lugar seguro.
Escuchó unos pasos detrás suya e inspiró hondamente para centrarse, había sido la mano derecha de Robert de Sablé, muchos conocían su destreza con la espada y la respetaban por ello, pero el factor mujer siempre sobresalía por encima de cualquier virtud que poseyera.
-¿Ya han dado el aviso? –preguntó dándose la vuelta, si habían llegado significaba que los barcos no debían de estar muy lejos del muelle.
-No van a venir más barcos, milady –respondió un soldado raso al que conocía de vista, había servido con Sibrand en el muelle sino recordaba mal.
Ella frunció el ceño ¿cómo que no iban a venir más barcos? ¡A ella le habían dicho lo contrario! Aún había templarios en Acre ¿cómo se suponía que iban a llegar a Limassol? ¿¡Nadando! Sintió una intensa furia que corría por sus venas, y apretó los puños.
-¿Dónde están mis barcos, soldado? –preguntó bruscamente-. Me dijeron que habría otra flota de ocho.
-Lo siento, María, pero esto es lo mejor que hemos conseguido –hizo un gesto hacia el horizonte donde un par de pequeñas embarcaciones habían empezado a emerger, pero ese número no era suficiente ni de lejos.
Tensó la mandíbula y se quedó mirando a los dos templarios, el caballero aún no había abierto la boca ¿es que acaso habían perdido todo el respeto que durante este tiempo se había ganado? ¿Cómo osaban tratarla de esa forma?
-¿Cómo sugieres que el resto de nosotros llegue a Chipre? –alzó ambas cejas encarando al soldado.
-Perdona, pero puede que sea mejor que te quedes en Acre –dijo el soldado.
Aquello hizo que parpadease incrédula de lo que había escuchado y tocó el mango de su espada tentativamente.
-¿Qué es eso? ¿Una amenaza? –preguntó.
-Es una advertencia justa –por primera vez habló el caballero que tenía el rostro escondido tras el casco-. Armand Bouchart es ahora el Gran Maestre y no tiene muy buena opinión de ti.
Oh, así que era eso… conocía a Bouchart, lo había visto infinidad de veces mientras iba con Robert a las batallas, era un hombre orgulloso, obstinado y creyente al cien por cien en las normas del temple; siempre se había estado quejando de que su presencia al lado del Gran Maestre provocaría la tentación de él y acabaría con el liderato de Robert. Debía de estar regocijándose en su nuevo puesto.
-¡Vaya, insolente…! –exclamó airada-. Muy bien. Ya encontraré un modo de llegar a Limassol.
-Sí, milady –el joven soldado hizo una reverencia y se fue junto al caballero.
Le indignaba demasiado que la tratasen como una dama, ahí no era una dama, era un soldado, aunque ¿qué quedaba ya de soldado en ella? La aptitud sin duda, pero había perdido su estatus, sus hombres y a su líder ¿qué se suponía que era entonces? Maldijo mentalmente su suerte y la vida de cierto Asesino.
-Maldita sea… -se dijo- Estaba a un paso de ser armada caballero. Ahora soy poco menos que una mercenaria.
Se sentía furiosa, por su estado, por lo que había sido y lo que era ahora. Sus hermanos de palabra la habían dejado de lado, todo por ser mujer, si hubiera sido el segundo de Robert en vez de una moza con aires de grandeza, como decían algunos, podría haber hecho frente mejor al Asesino y muerto con honor luchando. ¿Qué honor conservaba ahora? El mismo que el de un hombre que vende su espada para comer, pero al contrario que ese hombre su espada no estaba al alcance ni del hombre más rico de Acre.
Escuchó unos pasos detrás suyas, solitarios y podía oír cómo se deslizaban por la piedra sin intención de hacer ruido, esos no eran los pasos de ningún soldado templario. Se dio la vuelta y reconoció de inmediato al causante de todos sus males y sus ojos se clavaron en él como los colmillos de dos serpientes venenosas.
-Bueno –comentó suavemente-, es el hombre que me perdonó el cuello, pero me robó la vida.
No le dio tiempo a réplica pues había desenvainado la espada con la intención de manchar la hoja con su sangre. Todas las desgracias acontecidas a su Orden eran por culpa de ese mismo hombre, Altaïr, Altaïr, Altaïr. Recordaba como Robert lo murmuraba en voz baja cada vez que uno de sus hermanos caía, cada vez que uno de ellos era víctima de esa maldita Orden que no comprendía el bien que querían ellos, sólo adoraban el desorden y el libertinaje, que era a lo que condenaban al pueblo cuando este se quedaba sin un liderato fijo, lo condenaban a la muerte.
Sabía que no podía ganarle en fuerza, pero sí en destreza. Se había enfrentado a hombres tan buenos como él, siempre confiados de la fuerza bruta, siempre pensando en lo débil que debían ser sus golpes. Golpeaba una vez tras otra, viendo como el contrarrestaba los golpes y atacaba siempre por su izquierda, el lado que más desprotegido tenía. Empezó a arrinconarlo contra el balcón, con un poco de suerte podría empujarlo y esparcir sus restos por el suelo, eso la haría sonreír. Pero el asesino era astuto, rodó por el suelo y se quedó de espaldas a ella haciendo que cayera contra el suelo, antes de que pudiera levantarse sintió nuevamente el frío de la hoja del asesino en su cuello. La muerte otra vez jugaba con ella, pero esta vez no había honor en recibirla.
-¿Has vuelto para rematarme? –preguntó, no quería morir, pero tampoco quería que creyese que le tenía miedo, pues no era así.
-Aún no –que caballeroso por su parte-. Quiero información. ¿Por qué los Templarios se dirigen a Chipre? –esto la hizo sonreír.
-Ha sido una guerra larga, Asesino. Todo el mundo se merece un respiro –Chipre era una próspera isla donde podrían reabastecerse y volver a poner Orden en sus filas.
-Cuanto más me cuentes, más vivirás. Así que te vuelvo a preguntar: ¿Por qué la retirada a Chipre? –esta vez apretó más la hoja contra su cuello.
¿Cuánto más le contase más viviría? Eso debía ser entre los segundos de saber información valiosa y no, los asesinos no eran más que unos hipócritas que creían que actuaban correctamente cuando lo que fomentaban era la muerte.
-¿Qué retirada? El rey Ricardo planea una tregua con Salah Al'din, y tu Orden no tiene líder, ¿no? En cuanto recuperemos el Fragmento del Edén, vosotros seréis los que saldréis corriendo.
Por lo que había escuchado el líder de los asesinos había muerto, aunque desconocía el cómo y por qué. Le miró con fiereza, era la segunda vez que la vencía y aunque sus palabras fueran duras no parecían tener intención alguna de matarla. Notó como Altaïr tiraba de ella para ponerla en pie dándole una fuerte patada a la espada para alejarla de su alcance, astuto asesino de mierda.
-La Manzana está bien escondida –pronunció con voz solemne ¿para qué querrían los Asesinos la manzana? Era una reliquia cristiana, lo que contenía el arca de la alianza.
-Altaïr –le llamó por su nombre creyendo que de esta forma llamaría algo más su atención-, considera bien tus opciones. Los Templarios pagarían un buen precio por la reliquia.
Era una buena idea, algo de oro por oro, desconocía para que servía el Fragmento del Edén, pero sabía que con él sus planes para Tierra Santa podrían darse al fin, un sitio de paz.
-Ya lo han hecho, ¿no? –comentó este llevándosela al interior de la fortaleza mientras la cogía fuertemente por el brazo.
Bajaron por las escaleras que llevaban al puerto, este debía de tener guardias en los torreones y en las puertas, los últimos que quedaban en Acre los protectores del puerto. Pero nada más por pasar por los arcos de piedra pudo observar cadáveres a un lado y a otro y al menos una veintena de asesinos inspeccionando los muelles. Miró de reojo a Altaïr, así que esta vez no había venido sólo, esta vez quería masacrarlos acabando con el último resquicio de su Orden en Tierra Santa, pues con ella no iban a tener suerte, era una experta en escabullirse y al más mínimo despiste estaría yendo a avisar de la presencia de Asesinos en Acre.
Uno de los asesinos se le quedó mirando con un extraño gesto en el rostro ¿Qué pasa? ¿Qué una mujer no puede vestir como un hombre si le da la gana? Malditos musulmanes y sus costumbres extrañas, ¿le molestaba que llevase el rostro al descubierto? A ella le molestaban los asesinos, y ahí se encontraba, siendo arrastrada por uno de ellos. El Asesino le hizo una señal y otros dos se acercaron para apartarla de Altaïr.
-¿Qué está ocurriendo en Chipre que les interese a los Templarios? –preguntó y ella intentó seguir la conversación aunque estaban a unos pasos por detrás suya.
-¿Unos conflictos civiles, tal vez? –comentó el otro con aspecto despreocupado-. Su emperador Isaac Comnenus provocó al rey Ricardo muchos meses y ahora se pudre en una mazmorra templaria.
Y se lo tenía merecido. Había secuestrado a la hermana y a la futura Reina de Inglaterra cuando su barco naufragó cerca de la isla, era cierto que tenía estrechas relaciones con Salah Al'din gracias al comercio entre Chipre y Tierra Santa, pero no quería pensar en el tormento que debían de haber pasado aquellas dos mujeres que no sabían defenderse en las mazmorras de Chipre, ojalá se pudriera él en ellas también.
-Una pena. A Isaac se le corrompía con facilidad, se le podía sobornar –esto le hizo alzar una ceja ¿es que los asesinos ahora sabía de política para hablar de sobornar gobernadores?
-Esa época ya ha pasado –dijo el otro asesino-. Ahora los Templarios son los dueños de la isla, la compró el rey por una mísera suma.
-No es el tipo de gobierno que queremos fomentar -¿Qué tipo de gobierno quieren fomentar unos asesinos sino es el gobierno que está manchado de sangre? -¿Tenemos allí algún contacto? –preguntó Altaïr.
-Uno en Limassol. Un hombre llamado Alexander –grabó ese nombre, en cuanto la dejaran en el sitio donde pensaban encerrarla buscaría la forma de escapar para dar esa información que poseía.
-Envíales un mensaje. Dile que me espere dentro de una semana –después de eso dejaron de hablar del tema y María frunció el ceño, la información era poca pero suficiente, ahora debía pensar como escapar de sus captores y como llegar a Limassol antes que ellos.
Continuará...
Me he tomado cierta libertad sobre la personalidad de María Thorpe, es cierto que es una mujer de carácter y de armas tomar, además que según Altaïr peleaba mejor que tal vez algunos de sus mejores hombres, pero ella también es humana y siente pesar y tristeza en raras ocasiones y puede tener pensamientos algo contradictorios. Intento hacerla lo más humana posible a ver si me sale buen.
Le dedico esta publicación a Kirscheh que siempre que puede comenta mis publicaciones en el LJ lo cual me hace muy feliz =). Espero que os haya gustado y que no me acuséis de plagio xD si contiene menos del 25% de lo que está basado no se considera plagio. Muchas gracias por leerlo y espero seguir subiendo fragmentos.
