Aka mōshon
Notas de autora:
Bueno, no quiero dar muchos datos sobre esta historia. En realidad, la había estado pensando algunas veces y de hecho, alguna vez publique un capitulo de ello y decidí darle de baja por no darle la constancia que necesitaba. Hoy, con un poco más de tiempo y reformando la primera parte, poniéndole un poco más de sangre a la historia admitiré pero también aseguro que habrá su lado romance, la re publico para que puedan darme sus sugerencias y sus comentarios.
Está demás decir que los personajes de esta historia no me pertenecen, pero si me inspiran. Sin más, Aka mōshon.
Capítulo I: Cabello Sangre
-Bonita manera de conocerla, señorita.
El golpe que le habían propinado en la cabeza la despertó. Aunque sus ojos se encontraban tapados en esos momentos, supo que no era el mejor lugar del mundo. Sólo bastaba respirar el aire mohoso y sentir el frío para saber que no era su día.
Cuando le retiraron el mugroso trapo que funcionaba de tapaojos, pudo vislumbrar un lugar no menos tétrico de lo que imaginó. Y detrás, a un tipo de cabellera roja fumando un cigarrillo, ignorándola completamente.
A pesar de lo intrincado de su situación, ella no se asustó. Ni actuó de forma como lo haría con cualquiera.
-¿Existe alguna razón para que este aquí, Battousai?
Se escuchó una risilla del otro lado del cuartucho. Y al voltear, no pudo ver resplandecer sus ojos dorados bajo una de sus cejas arqueadas.
-No pensé que fuera estúpida, porque en televisión no lo parece.
-Y yo no pensé que fuera tan pequeño, pero aquí nos encontramos.- sonrió sarcásticamente, mientras la sonrisa de él desaparecía de su rostro.
-No creo que se encuentre en posición de ponerse graciosa.
-Pero eso no es impedimento. Además me trajo aquí y, en ese sentido, entiendo que quiere mi compañía. ¿O desea solo infringirme miedo mediante amenazas o golpes?
Battousai la miró fríamente. La mujer de Yukishiro era una verdadera molestia.
-Sí, para amenazas y golpes. Llévensela y denle lo que pide.
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Cuando despertó de la golpiza, descubrió que una mujer le pasaba un trapo bañado en alcohol por las heridas. Siseó del ardor, pero calló.
-¿Cómo estás?
-Creo que viva. Esperé todo lo contrario.
-Pidió que no la maten.
-Lo imaginé.- esbozó ella, mientras miraba con debilidad a la mujer que le había ayudado.
-Lo mejor será que vayas a tomar desayuno. Aquí tienes ropa limpia. Úsala.
Cuando la mujer se retiró, ella se dirigió a un espacio del cuarto donde se encontraba una especie de jarra con agua y un espejo quebrado. Trató de lavar su rostro, notando con el tacto que su cara estaba adolorida. Al verse al espejo comprobó el porqué. Tenía moretones en las mejillas y en un ojo, perdiéndose el último en el amoratado de su piel. Fue descubriendo mientras se cambiaba otras marcas del mismo color.
Decidió salir ni bien tomó valor. El lugar estaba rodeado de pequeños campamentos y todos ellos rodeados de arboles inmensos que demostraban que estaban en lo profundo del bosque. La gente del lugar, entre uniformados y civiles, la miraban con extrañeza. Era la mujer de la noticia, intuyó que pensaban. No le dio mucha importancia.
Siguió caminando y encontró una especie de carpa que funcionaba de comedor. Al acercarse, le dieron un tipo de líquido viscoso y una especie de pan. Podía no recibir ni eso, masculló. Y buscó un lugar donde sentarse a tomar lo que le ofrecieron.
Mientras mordía bocados del pan de sabor dulce, siguió mirando el lugar. Ciertamente, el orden del Aka mōshon era bastante impecable. Las personas parecían colaborar de manera amable con ellos y ellos solían otorgarles la seguridad y la importancia que el gobierno había olvidado.
Aka mōshon había pasado de ser una agrupación social sin ninguna importancia a un movimiento levantado en armas para la instauración de una "democracia real". Kogoro Katsura, líder e ideólogo principal de la agrupación, había sido perseguido por el gobierno pero no logrado ni si quiera con sus esfuerzos la captura ni la evolución del movimiento, que crecía con el tiempo. Battousai, uno de sus hombres de confianza, había sido su rostro público y también su ejecutor, y había logrado con él, la llegada que necesitaba.
Dejó de pensar en ello cuando vio aparecer a un pelirrojo con una pañoleta ocultando la mitad de su rostro. Nadie conocía exactamente las facciones del revolucionario, y el día que la llevaron a tenerla en su presencia no pudo verlo bien. Lo único que le conocía era su frondosa cabellera roja, sus intimidantes ojos dorados y su pequeña estatura. De hecho, eso último no era realmente cierto: él seguía siendo un poco más alta que ella, pero en comparación de Enishi, por ejemplo, era un hombre menudo. Enishi.
-¿Pensando cómo escapar, señorita Kamiya?
Sus pensamientos se pasmaron al oír su amenazante voz ligeramente divertida.
-Hay que ser demasiado estúpido para intentar escapar, Sr. Battousai.
Eso lo descolocó. Realmente de ella, nada se lo esperaba.
-Quién sabe. Ayer dio otra impresión..- sostuvo con ironía Battousai, tratando de aparentar su estupor anterior.
-Tener secuestrada a alguien no debe ser un problema para usted, Sr. Pero a mí me afectó. Si quiere llamar a eso estupidez, tiene todo el derecho. No es como si pudiera si quiera reprochar, porque fácilmente me mandaría a golpear. ¿O me equivoco?
-No se preocupe, señorita. Eso no volverá a pasar.- dijo una voz madura y calmada que se acercaba silenciosamente. Kogoro Katsura había estado mirando impávido la conversación entre su hombre de confianza y la bulliciosa periodista, sin pasar desapercibido los moretones y los magullones que la última poseía a la luz del sol.
-¿Es posible creer en usted, Sr. Katsura?
-Es mi palabra, mi honor. Y sobretodo, mi nombre el que está en juego al decirle eso, dama. Espero que no haya sido con usted demasiado brusco mi amigo aquí presente.
Kaoru bufó bajo. Claro que había sido un salvaje, el pelirrojo ese. Nunca había visto a alguien tan determinado para hacer las cosas, se decía, pero su accionar bordeaba la locura y la muerte. Supuso que lo que le había pasado solo era una pequeña parte de lo que el mandato de este hombre podría realizar hacia cualquier persona, además que de por sí ella valía más viva que muerta para la mencionada organización. Y por supuesto, siempre supo que ser la novia de Enishi le iba a traer en algún momento problemas.
Kenshin oyó callado. Katsura era su jefe, y sobretodo era el pensador del ideal al que el perseguía. Aún no entendía la razón real de porqué el líder la quería en el campamento, aunque suponía solo cierta parte. ¿Qué harían con esa chica? ¿La matarían, torturarían o solo la secuestrarían? Pero quito la segunda idea después de que Katsura le prometiera lo contrario a costa de su honor. Katsura siempre era un hombre de compromisos claros, y sobre todo, si eso implicaban personas de por medio. La sangre de la revolución sólo caían en sus manos, y no en las de Kogoro.
-Sólo tengo una duda, señor.- sostuvo una azorada Kaoru, que miraba de reojo al pelirrojo maligno y a su jefe.
-Las dudas para después, pequeña. Primero, desayuna.
