Another ValerieMalfoyCullenHale Original Story

Disclaimer:

Personajes y Escenarios pertenecen a J.K. Rowling.


Prólogo

Al salir de Hogwarts, nuestra castaña no sabía lo que le esperaba.

Se adentraba en tierra nueva, pues había quedado seleccionada desde chica en una universidad muy reconocida en el Londres muggle gracias a la influencia de sus padres, ambos egresados en la misma.

Hizo sus maletas y recogió sus cosas para irse de una vez por todas sin mirar atrás. Dejando a sus amigos, su tan preciada vida, su amor, su hogar. Estar alejada de todos la hizo pensar todo con mayor claridad, darle la vuelta, verle el lado positivo a las cosas, madurar. Pero aún así decidió mantener el contacto con Ginny, había sido su mejor amiga un tiempo y además su cuñada.

Con ella podía enterarse de todo lo que sucedía en La Madriguera, de las inquietudes de ella y Harry, y sobre todo, de su ex novio Ronald. Aún recordaba su última discusión y rompía en lágrimas.

-¿Qué haremos después de esto?- preguntó Ronald. Observó a sus amigos con curiosidad, después de celebrar por su graduación.

-Ron, iremos a la academia para aurores, ya lo hemos discutido- mencionó el moreno, rascándose el coco.

-Yo me temo que estudiaré en un instituto muggle-dijo ella, cerrando los ojos, esperandoel reclamo del pelirrojo, los abrió poco a poco mientras escuchaba lo que decía. Lanzaba una sarta de improperios, gritaba palabrotas y estaba rojo como un tomate. Ginny intentaba calmarlo un poco pero el pelirrojo no conseguía tranquilizarse.

-Me alegro mucho por ti, Hermione- dijo Harry, observándola comprensivo, se acercó a abrazarla cuando vislumbró lágrimas correr por el rostro de la castaña. Logrando reconfortarla.

-De ninguna manera, Hermione- dijo el pelirrojo acercándose a ella, con el rostro inundado en lágrimas impotentes.

-Es una decisión tomada, Ron. Ya he dicho que asistiré- susurró ella. El pelirrojo se dio media vuelta, no sin antes mirarla con amargura y salió de la habitación con las orbes azules enrojecidas de disgusto.

Desde ese momento, le había tocado hacerse la fuerte. Todavía lloraba cada noche su ausencia, lloraba cada noche su debilidad. Cada noche iba a la cama pensando en Ronald Weasley y se levantaba con la misma idea en la cabeza.

Los días pasaban y le sabían a nada, la brisa no enfriaba su piel, el sol no quemaba, la comida no tenía gusto, la bebida no le generaba placer y se reusaba a buscar sexo casual. No había canción que calmara su triste corazón, no había suficiente oxígeno que respirar o eso creía ella. A sus dieciocho años, se sentía acabada.