–¿Voce está seguro de hacer esto, Sebastián?

–Ya dije que sí.
–Estoy seguro que a Martín le va a gustar.
–¿Por qué esta el weon de Julio aquí?
–Birlocha, Dani me lo pidió.
–Estoy de acuerdo, deberíamos sacarlo.
–…empecemos de vuelta. Uno, dos, tres…
Y desde afuera de la habitación se escuchó un coro entre Daniel, Luciano, Julio, Manuel y Sebastián.

Resulta que era 8 de Julio y a pesar de las miles de veces que Martín preguntó que le iban a regalar por su cumpleaños (que era el 9 por cierto) sus hermanos latinos lo olvidaron. Sebastián se acordó dos días antes y llamó a Manuel quien accedió después de una larga insistencia. Obviamente Daniel iba a estar al ser su primo, pero que sin preguntar invitó a Julio (porque si preguntaba se lo iban a negar) y Luciano por… otras razones.
Bueno, al menos los que vivían a su lado iban a estar con él.

Con mucha suerte consiguieron reservar un bar para ellos solos esa noche. Copas fueron, copas vinieron. Las discusiones y charlas de siempre entre ellos hasta que faltaron un par de minutos para las doce.
–Sebas, prendé la tele para ver la cadena nacional así escucho mi himno.
–Esta vez no, Martín –contestó.
Sebastián les hizo una seña a los demás y se colocaron frente a él, dejándolo confundido. Manuel y Julio rojos de vergüenza. Daniel y Luciano un poco más sonriendo.
–Bueno, la verdad hubiera sido más fácil comprarte algo antes que tener que memorizarnos todo esto. Así que espero que te guste, feliz cumpleaños Martín –dijo Sebastián y con un control remoto puso play al reproductor de música.

La canción favorita de Martín empezó a sonar y sus países vecinos cantaron:

"Oíd Mortales
el grito sagrado
libertad, libertad, libertad.
Oíd el ruido de rotas cadenas
ved el trono a la noble igualdad.
"

Ah, el esfuerzo que tuvo que hacer Martín para no lagrimear durante todo el himno argentino y parecer un maricón fue increíble. Les agradeció a todos con un abrazo (menos a Julio que todavía se preguntaba que hacía ahí).
Al terminar de saludarse alguien tocó la puerta. Sebastián quejándose con "¿Para qué está el cartel de no molestar?" fue a abrir.
–¿Está Martín por aquí, no? –preguntó una chica. El mencionado se dio vuelta al reconocer la voz y la miró.
–¿Victoria?

Martín corrió a su hermana y la abrazó con felicidad. Apenas había empezado su cumpleaños pero para él ya era perfecto.