No Apto

by Venia Silente aka 'Solovino'

La mañana transcurre cual la de cualquier otro día, en la rutina del Mienfoo que con esfuerzo camina contra el ventorral del mar. La hierba corta y el abrigo de piel no son ayuda, mas la criatura está confiada que con las arañas aún dormidas tan temprano él podrá obtener su sustento para el día sin muchos problemas.

El Mienfoo llega hasta el primer árbol de bayas que logra encontrar en los acantilados, y se mantiene a la espera, erguido y en una postura relajada mientras sus ojos y oídos detectan prestos cualquier movimiento de las criaturas que habitan la zona.

Alcanzar las primeras ramas no es ningún problema, vía un preciso y agraciado salto acercándose tanto como sea posible al tronco, y arqueando el Mienfoo su cuerpo suavemente para evitar que su propio peso cause cualquier ruido o vibración mayor.

Y ahora sólo queda llegar a las ramas más altas…

Esta vez se requiere tino y un ascenso lento. El pelaje del Mienfoo se raspa contra la ruda corteza del árbol y sus cortas extremidades hacen la tarea muy ardua. Mienfoo se pregunta, como otras veces, por qué no es su lugar con las aves, moviéndose a través del aire con sus alas y tirando los frutos de las ramas a picotazos para obtener el desayuno fácilmente.

Le toma unos minutos de precario balanceo en las ramas más angostas, pero el Mienfoo obtiene su treta: una baya amarilla, ovalada, de las que consumen con ahínco los bichos de la zona cuando se enteran que vienen los Pokémon de tipo Roca de las cuevas al norte.

Mienfoo la sujeta con cautela en el hocico mientras trata de descender las ramas, y una vez que llega a las más bajas la mantiene agarrada precariamente en sus manos mientras calcula el salto que le llevará de vuelta al pasto, seguro que hoy no ha sido detectado. Mas, apenas sus patas dejan la corteza del árbol, Mienfoo escucha unos sonidos leves cortar el aire y ve cómo desde algún lugar sobre él descienden varias agujas venenosas, justo sobre el punto en que va el Mienfoo a aterrizar.

Una ola de dolor, un alarido, y la obligación de dejar ir lo que iba a ser su desayuno invaden al pobre Mienfoo cuando sus patas y palmas son aguijoneados por el ataque, y de inmediato siente Mienfoo cómo sus fuerzas le van siendo arrebatadas. Mienfoo rueda hacia el pasto más alto buscando protección y al retornar su vista al árbol puede distinguir una gran araña de color rojizo colgando de las ramas más altas por un brillante hilo. Y moviéndose hacia la baya que yacía abandonada.

Mienfoo trata de pelear, lanzándose alrededor de las agujas plantadas en el suelo y saltando para patear a la hembra de Ariados lejos de su premio; mas el Pokémon no sufre mucho más que el cambio de movimiento al ser empujado y simplemente se deja oscilar en su hilo para reenfocarse en la baya justo cuando el Mienfoo también va por ella. Ambos Pokémon se enfrascan en una riña, con la Ariados girando en su hilo y atacando con mordidas y tajos con sus patas al Mienfoo mientras el mustélido trata de apuntar con golpes certeros al tórax de la criatura para debilitarla, sin mucho éxito.

Mienfoo recuerda entonces a las aves, y la ventaja que también comparte la Ariados en el aire: un paso atrás y luego salta tan alto como puede para cortar el hilo con sus garras, aún cuando el esfuerzo de sus envenenados músculos apenas le permite llegar mucho más alto que su enemigo. La hembra cae sobre sus patas, la baya bajo ella, y luego el Mienfoo sobre su coraza, y ella empieza de inmediato a sacudirse e inclinarse para desbalancearlo, confundirlo y eventualmente botarlo al suelo; una vez allí él Mienfoo ve la baya por el rabillo del ojo y cansadamente trata de alcanzarla, pero es cortado por un dolor punzante y ahogante y por uno de sus propios gritos. Le toma un instante al Mienfoo para volver a comandar sus sentidos y entender que una de las patas de la hembra está clavada en su brazo, tan profundo que el color púrpura del exoesqueleto de ella se une con el púrpura del pelaje de él.

Las mandíbulas de la Ariados se preparan para una mordida, pero el Mienfoo reacciona rápido y tuerce su cuerpo lo suficiente como para poder darle una patada en la cara. Ambos Pokémon forcejean por un momento hasta que la araña libera al mustélido de su agarre y le deja escapar a rastras, cansado y sin su alimento; el pobre Pokémon ve a la Ariados elevarse al aire con una nueva seda, llevándose la baya consigo, y con su cuerpo tan cansado y herido no le queda más remedio que irse por donde vino.

Por esta vez no había salido tan mal librado — no habían sido las aves. O un Shelgon enojado.

Pero hoy el Mienfoo tendrá que buscarse cura y sustento en otra parte.